Amparo Botella, psicóloga y grafóloga: «Si un niño de doce años tiene una escritura de uno de siete, hay un problema»
SALUD MENTAL
La profesional, formada en grafología y presidenta de Honor del Círculo Hispano Francés de esta disciplina, analiza la escritura de Pedro Sánchez, Feijoo, Dani Alves y Kathleen Folbigg
18 ago 2023 . Actualizado a las 19:51 h.Amparo Botella es psicóloga, miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, y una de las personas en España que más podrían saber de usted a través de un manuscrito. Ha orientado su carrera hacia la grafología, tras estudiar la especialidad en Francia, su actividad profesional le ha llevado por derroteros que a muchos podrían sorprender. Desde el peritaje —quizás lo más obvio— a asesorar a empresas en procesos de selección de personal, una práctica más común de lo que podrían creer. Hoy es presidenta de Honor del Círculo Hispano Francés de Grafología y forma parte de los ponentes del Congreso Internacional del Documento Escrito que se celebra en Santiago, organizado por la Asociación Galega de Peritos Xudiciais e Forenses.
—¿Realmente la letra puede desvelar rasgos de una persona? Desde la ignorancia y sin ánimo de ser escéptico, también existió la frenología, una pseudociencia que medía protuberancias del cráneo para medir el carácter y la personalidad de un individuo.
—No es como la frenología, pero tampoco es la panacea mágica que todo lo ve y todo lo sabe, que es como a veces se dibuja. La escritura, además de ser signo, tiene la capacidad de convertirse en símbolo. Por ejemplo: la letra A. Cuando tú la ves escrita, sabes a qué sonido nos estamos refiriendo, pero la A también representa cosas: una marca comercial, un pensamiento político o miles de cosas que no son específicamente un sonido. En semiótica, a esta capacidad se la conoce como supradiscursiva. Esto hace que pueda ser símbolo también de elementos relacionados con la personalidad, pero eso no quiere decir que sea la personalidad. Pasa también con las palabras o con lo números. El número 1 te sirve para poder sumar y restar, pero cuando hablas del «número uno», también hablas del que está de primero o del que es más importante. Las letras adquieren esa capacidad simbólica. Y esta capacidad simbólica se da también en el movimiento.
—¿Pero toda esa cultura se traduce después en la escritura?
—Podría. La escritura tiene tres valencias. Primero, la valencia expresiva. ¿Qué estás expresando cuando escribes? Porque te estás expresando con un movimiento y una fuerza determinada. Piensa en el baile o una marcha. ¿Qué hacen los soldados para demostrar más fuerza al otro ejército? Desfilan pisando muy fuerte sobre la tierra. Alguien que no quiere expresarse demasiado fuerte, pisa despacito o se mueve por los rincones. Todos esos simbolismos, teóricamente, también pasan en la escritura. Luego hay otra valencia que es representativa. Yo me pongo un traje porque quiero dar una imagen hacia los demás. Del mismo modo, cuando elegimos el tipo de escritura que tenemos, hay una parte de representación que va implícita. Los que tienen una escritura demasiado confeccionada están queriendo dar esa imagen de perfección, algo que también se ve en su comportamiento. La otra valencia es la proyectiva, que es la que, realmente, más acaba funcionando. Se basa en la idea de que uno proyecta sobre el espacio sus deseos o sus motivaciones. Esas son las tres dimensiones en las que nos movemos, pero son cosas difíciles de validar científicamente. Por eso el grafólogo que trabaja sobre estas tres premisas debe tener mucha formación y experiencia, haber visto muchas escrituras y contrastar que lo que está viendo es algo real. Y luego no creerse que tiene una herramienta que va a servir para demostrar todo, porque hay gente que no muestra nada. Cuando tú conoces a alguien, ves la forma en la que se mueve, viste y habla. De alguna manera, serían las tres valencias y tú identificas por dónde va cada uno. Pero hay personas que, por más que las miras, no dan pistas. Con la escritura pasa igual.
—Claro, pero usando esa comparación, ¿no corremos el riesgo de juzgar a alguien por su aspecto, por sus 'pintas'?
—Exacto. Por eso hay que tener ese cuidado. Es la experiencia la que te da la capacidad de tomar distancia y de llegar a valoraciones. Yo, como psicóloga, tengo un juicio muy crítico con respecto a todas estas técnicas y teorías que, al final, están demasiado volcadas en los simbólico. Me duele escuchar cosas sobre la grafología como si fuera la panacea. Y no. Es una muy buena herramienta, con muchos años de estudio apoyándola y a mí me ha servido de mucho. Yo tengo más de 6.000 informes grafológicos hechos, he trabajado para empresas y confío mucho en la herramienta, pero leo y veo cosas que no me las puedo creer.
—¿Qué cosas sí podemos ver?
—Lo que mejor se ha descrito, en lo que más trabajo científico se ha hecho, es en la inteligencia. ¿Qué de la inteligencia se puede ver en la escritura? No podemos ver la cantidad. Yo no puedo saber el cociente intelectual del Presidente del Gobierno por un escrito suyo, pero sí puedo ver, con lo que él tiene, lo que hace. Puedo ver si una persona tiene una escritura poco evolucionada, si tiene poca cultura, si tiene capacidad de crítica, reflexión o si se enfoca en ordenar, catalogar o clasificar. También si es más atrevido, si se mete en todas las teorías o si busca ir al fondo de las cosas.
—¿Pero en qué se diferencia la T de una persona inteligente de una T de alguien que no lo es?
—En nada. La letra T, al final, es solo una letra. Lo que valoro son cuatro elementos. El primero, la fuerza del trazo, ¿qué tiene más fuerza en esa letra T?, ¿el trazo que va hacia el cuerpo o el trazo que se aleja del cuerpo? Eso es lo que es importante. Que la haga de una forma o de otra me da igual. En segundo lugar, ese trazo se inserta en un espacio, que es la hoja de papel. La hoja de papel, en principio, es un espacio en blanco que se va a ir llenando. Me interesa cómo se llena ese espacio. ¿Lo ordena, lo desordena, se lo come todo, se queda recogidito en una esquina, deja demasiado espacio por arriba o por abajo? La hoja de papel, simbólicamente, es el espacio general del sujeto. Seguro que tú no escribes igual en tus notas que si redactas un texto que vaya a ser leído, que vaya a ser más social, donde dejarás más márgenes o lo organizarás de otra manera. La tercera pata es: ¿qué forma y que movimiento empleas? ¿Eliges formas demasiado estereotipadas o no eliges ninguna?; si usas mayúsculas, minúsculas o entremezclas; si eres absolutamente ilegible o demasiado legible; si lo haces todo anguloso o al contrario. Esas formas nos interesan, porque quieren decir algo. Y luego está el movimiento. ¿Cómo es el movimiento que has hecho al escribir? Ahí está la fuerza del personaje a la hora de implantarse en el espacio. Esos son los cuatro grandes momentos de la escritura. Y a partir de ahí podemos inferir cosas. Pero son inferencias, ni más ni menos.
—Cada vez escribimos menos a mano y más por WhatsApp. ¿Esto está suponiendo cambios en nuestra forma de escribir?
—Absolutamente. Ahora mismo las escrituras están menos adiestradas. Escribimos mucho más espontáneamente, las letras se difuminan y el discurso es más rápido. Por otra parte, parece que la sociedad también pide más espontaneidad. Conviven los dos modelos. El que quiere ser influencer y entonces está muy volcado en la forma y la gente que, simplemente, vive el día a día muy deprisa, con muchísima capacidad de cambio y adaptabilidad. La escritura va a mostrar eso: la adaptabilidad, la fuerza, la rapidez y a lo mejor la falta de profundización en algunos momentos.
—¿Y eso se puede detectar en un escrito a mano? Lo siento por insistir, pero es que cuesta no asombrarse.
—Acuérdate que, hace poco, los políticos recibían cartas con explosivos y, rápidamente, encontraron a la persona que lo hacía. Una de los métodos que usaron para atraparle fue analizar su escritura, porque era un estilo de escritura propia de una persona mayor. La gente joven ya no escribe como lo hacía él.
—Pero, a simple vista, ¿en qué se diferencia la escritura de un joven de 20 años que se pase el día en TikTok o Instagram de la de una persona que no ha mandado un e-mail en su vida?
—Lo primero de todo es que la gente joven ha tenido menos entrenamiento de escritura en los colegios cuando eran pequeños. No han estado haciendo hojas y hojas de caligrafía y no han tenido que escribir cien veces en un papel «no volveré a hablar en clase». La gente tiene ahora la libertad de escribir como quiera. Eso por un lado. Por otro lado, la sociedad implica movilidad. La escritura de la gente joven tiene movilidad y contiene más elementos de tipografía que de caligrafía. Dan una imagen física muy diferente.
—Se dice que con la edad vamos escribiendo peor.
—Peor, no. Pero es verdad que la escritura se va deteriorando por muchas razones. La primera razón es la vista. A partir de los cuarenta años se suele empezar a perder visión, por lo que la coordinación viso-manual decae. Las líneas empiezan a oscilar. También vamos perdiendo vitalidad; a nivel biológico perdemos fuerza y el trazo ya no puede ser tan fuerte y permanente. Son pequeñas variaciones que en el microscopio se ven súper claras. Luego, empiezan a aparecer pequeños temblores. No a todo el mundo y muchas veces apenas visibles, pero el grafismo se ve deteriorado y el experto es capaz de ver ese deterioro.
—¿Las aplicaciones de la grafología son siempre en el ámbito de la justicia o tiene más usos?
—Tiene más usos. Piensa en todos los ámbitos en los que usamos la escritura. En el ámbito judicial es muy interesante la parte de identificación. Luego, en el campo forense como estudio de la personalidad. Es cierto que la grafología de la personalidad no es una ciencia, sino que es más bien un conocimiento, que es precientífico. Hay que decir que existen trabajos de correlación con test grafológicos y psicológicos, también con investigación clínica que le dan cierta validez, pero al no ser estrictamente método científico, a veces me incomoda un poco que se admitan en los juzgados las pruebas de grafología de la personalidad. Ahora bien, ¿qué pasa si tienes que analizar una nota suicida? ¿Se ha suicidado o le han tirado por la ventana? Porque está muerto y no le puedes pedir que venga a explicarte las cosas. Si hay un texto escrito, sí se puede ver si la persona tiene la capacidad de suicidarse o si no la tiene.
—Dice que se puede saber, pero al mismo tiempo reconoce que esto no es ciencia.
—No, pero en los juzgados la prueba grafológica es admitida, lo cual está súper bien. Pero tiene ciertas desventajas, se debe contar con un grafólogo serio que sepa reconocer que llega hasta dónde llega. Yo no puedo, por una escritura, decir que alguien sea un asesino o un suicida. Pero sí puedo ver el estado de ánimo, y eso sí se sabe que funciona, también ver ciertas capacidades como el autocontrol. Hay muchos elementos que desde el punto de vista legal son muy interesantes. ¿Otras áreas? Por ejemplo, en infantil, con los críos. Además, en grafología de niños sí que hay mucho trabajo científico hecho. Si tienes un niño de doce años que tiene una escritura de uno de siete, tienes un problema; el niño tiene un problema. Porque lo que nos dice que su desarrollo intelectual y afectivo está retrasado con respecto a su edad.
—Entiendo que se usa para detectar algún tipo de neurodivergencia, alguna característica de espectro austista.
—Por ejemplo, ahí funciona bastante bien. No te sirve para hacer un diagnóstico, evidentemente, pero puede ayudar porque te dice si el niño está realmente en su nivel. Y, del mismo modo, destapa a los niños que son más inteligentes, que tienen altas capacidades y que pueden estar desadaptados porque están siendo infrautilizados en el colegio. Lo que se puede detectar es el desarrollo. ¿Va por detrás o por delante? Hay niños que tienen mal comportamiento, que son un desastre o que alteran la clase y, a lo mejor, lo que les pasa es que se aburren como hongos y necesitan estar con niños más mayores.
—Usted ha trabajado mucho en recursos humanos, usando análisis grafológicos para ayudar a la hora de elegir un candidato, ¿esto cómo funciona?
—Lo primero que quiero decir es que si alguna vez te piden un grafológico, que pidas la posibilidad de leerlo. Que te lo entreguen, que no te hagan un grafológico sin tu conocimiento. Porque si te hacen un análisis de sangre, puedes ver los resultados, ¿verdad?
—¿Pero esto es común?
—Yo es que trabajo muchísimo en esto. Las empresas para las que yo trabajo, algunas multinacionales grandes, en todos los procesos de selección te hacían un grafológico. Pero yo siempre lo digo. Nunca hago grafológicos de textos robados o de un candidato que no sabe que le van a hacer el grafológico. Por un tema ético.
—¿Pero de qué sectores son las empresas que hacen esto?
—He trabajado 30 años haciendo grafológicos para grandes empresas. Hay ejemplos de gran consumo, médicas, farmacéuticas...
—¿Hay diferencias entre alfabetos o la grafología es universal?
—Recuerdo que, cuando empezaba la guerra de Ucrania, me trajeron la escritura de Putin y me preguntaron: ¿cuál es el punto débil de este señor a la hora de negociar? El problema es que no tiene punto débil, este señor va a lo que va, es como un perro de presa y no va a soltar. Esto fue cuando todo empezaba y, como se ha visto, no suelta. Cuando estudié grafología en Francia, estudié los alfabetos cirílicos. Estudié el modelo de aprendizaje griego, el árabe... Me he tenido que formar. Pero es que en grafología, lo que estudiamos no es la letra, sino cuándo esa letra se aleja del modelo del que parte y qué cambios hace. Cómo la personalidad se separa de un modelo escolar, cómo toma su libertad para elegir cómo quiere ser. Lo que sí me interesa es saber de qué país procede y de qué cultura para saber qué alfabeto ha aprendido y qué modelo. Porque no escriben igual los niños españoles, que los franceses. Ni los norteamericanos, que los italianos. Cada país tiene modelos de referencia al escribir.
—¿Y qué diferencias tenemos los españoles con, por ejemplo, los alemanes o lo países nórdicos, que siempre son el modelo?
—Nosotros, en la escuela, muy rápidamente dejamos de hacer caligrafía. Los niños alemanes invierten mucho tiempo y siempre escriben mejor que nosotros. Con letras muchos más centradas, un poco más apretadas y con el espacio muy condicionado.
—Usted no hace diferencias entre letras 'bonitas' o 'feas', pero a mí, por ejemplo, sí me parece más bonita la letra de Sánchez que la de Feijoo.
—Es muy curioso porque es una letra mucho más fluida siendo mucho más dura. Si te fijas, es todo ángulo, incluso en las uniones entre letras, sin embargo la escritura es mucho más extendida. Eso muestra que tiene mucho empeño, mucha fuerza y, al mismo tiempo, mucha valentía, porque se separa mucho del modelo. Se atreve a ir adonde no va nadie. La de Feijoo está mucho más centrada, es una persona que mide mucho las consecuencias de lo que hace antes de actuar. También es una letra con los caracteres formales que están mucho menos trabajados. Es una caligrafía donde hay mayúsculas, letras sueltas, es un ejemplo que es menos demostrativo porque son notas hechas para él. Es posible que cuando escriba para los demás, lo haga mucho más ordenada. Yo he visto escrituras de Pedro Sánchez mucho más desordenada y mucho más compactada.
—Es como estar en pijama o ponerte el esmoquin.
—Exacto.
—Y sobre el diario de Kathleen Folbigg, esa madre que fue acusada de matar a sus hijos precisamente por unos apuntes sacados de contexto de su diario personal.
—Una de las cosas interesantes es que la firma y el texto son muy iguales. Eso es muy indicativo. Hice un trabajo de investigación con un test que medía la capacidad de adaptación al cambio. Pude comprobar que esa capacidad suele ser alta cuando el texto y la firma difieren. Y eso a ella no le pasa, es una señora de método, de hacer las cosas siempre de la misma manera. La escritura, desde luego, es de una persona que no es demasiado madura mentalmente. De una persona que es competitiva contra sí misma, tratando de demostrar que puede, que se esfuerza por encima de sus posibilidades. No le he visto la escritura de una persona ágil o fuerte, sino bastante autoinculpativa, por ejemplo en las las barras de las T, que caen mucho sobre sí mismas.
—¿Hay diferencias entre la escritura de hombres y mujeres?
—Ahora menos, antes sí se podía discriminar perfectamente entre la escritura entre hombre y mujer. La de la mujer era más grande, más redonda y relacionada con el rol de madre, de presencia, de eliminar aristas en las relaciones diarias. Ahora no es tan evidente. Primero porque los niños y las niñas ya no están segregados por sexo, por lo que el modelo de escritura que se aprende es común. Es que antes a las niñas se les enseñaba un modelo de escritura y a los chicos con otro. Eso por un lado. Y luego hay un tema con los roles. Hay chicas que asumen un rol más tradicionalmente masculino y escriben con una escritura más angulosa, fuerte y dura; por contra, hay chicos que escriben más redondeado.
—¿Qué me dice del escrito de Dani Alves?
—Lo que es muy diferente en su texto, más allá de las mayúsculas, es la firma que hace. Se trata de la firma de alguien que se protege mucho a derechas e izquierdas. Hace una gran bola redonda, pone algo, y luego hay otra gran bola redonda que cierra. Ese tipo de firmas que encierran la parte central es típica de personas que se protegen mucho. Las mayúsculas también suelen ser indicativos de autoprotección. A mí me ha llamado la atención es que tiene muchos puntos negros muy marcados. Cuando escribió eso, tenía unos niveles de ansiedad muy fuertes.
—Hablando de firmas, personalmente, creo que nunca he conseguido una firma que me guste y cada vez que la hago me sale distinta. De una persona que firme documentos importantes, ¿se espera que tenga una firma acorde a la importancia del texto?
—Para tu tranquilidad, estamos en las mismas.El problema con la firma es que hay mucha literatura y poco trabajo de investigación real. Es muy normal que las personas tengan diferentes firmas. Primero, porque cuando hiciste tu primera firma para el DNI igual tenías 16 años y no sabías muy bien lo que hacer. Y luego, lo sueles ir simplificando y cada vez te ocupas menos de tu firma. Si firmas muchos documentos, ya es que, directamente, te da lo mismo. Luego está la gente de la banca. Si estás de director de banca, cajero o interventor, te tienes que inventar una firma que no se pueda copiar, porque como tengas una que es muy facilona puede haber un problema. También hay gente que trabaja en tres trabajos a la vez y tiene tres firmas diferentes. La firma no es tan estática como podría parecer. En la firma lo que identificas es la potencia que tiene de trazo, la posición donde se coloca y el tamaño respecto al texto. Eso es lo que es interesante. Que sea cambiante también es indicativo de adaptabilidad. En la sociedad actual, es interesante la gente que tenga firmas de tipo más variadas, que se muevan, porque indica que se adaptan a los tiempos. Al final es como un sello libre que tú tienes, el problema en nuestra cultura es que tenemos mucho la tendencia a infravalorarnos, no sé por qué, y al final a nadie le gusta su letra, a nadie le gusta su firma y estás obligado a ir cambiando a ver si algún día te gustas a ti mismo.