Alba Cardalda, psicóloga: «El tono o la velocidad dan señales de si la otra persona nos puede estar mintiendo»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Alba Cardalda es psicóloga experta en psicoterapia cognitivo-conductual, terapia breve y estratégica.
Alba Cardalda es psicóloga experta en psicoterapia cognitivo-conductual, terapia breve y estratégica.

La psicoterapeuta considera que «ser muy sincero no puede ser un pretexto para decir de todo sin que nos hayan pedido opinión»

24 may 2023 . Actualizado a las 19:05 h.

«En consulta, detectaba que todos mis pacientes tenían dificultades a la hora de poner límites o de aceptar los de otras personas. Era un problema que compartían todos con los que trabaja en terapia. Pero además, me empecé a fijar que en mi día a día, cuando hablaba con mis amigos, familiares, etcétera, también se daba que todos tenían un problema similar», cuenta Alba Cardalda, psicóloga experta en psicoterapia cognitiva-conductual, terapia breve y estratégica y en neuropsicología. Este descubrimiento le llevó a divulgar sobre ellos en redes sociales y, ahora, recoge todo el conocimiento en su nuevo libro Cómo mandar a la mierda de forma educada (Vergara, 2023). 

—Cuando hablamos de salud mental, ¿qué son los límites?

—Los límites en salud mental son esas barreras que tenemos que poner a otras personas o a uno mismo para proteger nuestro bienestar emocional.

—¿Por qué nos cuesta ponerlos?

—Aquí hay diferentes factores. Por un lado, culturalmente tenemos muy asimilado que poner límites o decir que «no» es algo que está mal, que es de persona egoísta, que solo piensa en ella. Luego, hay otra parte del modelo de crianza que hayamos tenido. Si hemos tenido un modelo muy complaciente, esta sensación se cree con más fervor. Pero si nos hemos criado en un modelo en el que sí que hemos visto cómo nuestros padres, por ejemplo, ponían límites, lo normalizamos más. Está este factor cultural y social que nos atraviesa a todos y esa parte más individual de cada persona. Como creemos que poner límites está mal o nos hace peores personas, nos cuesta. Sentimos culpa y tenemos miedo de hacerlo, hasta que no entendemos que los límites o decir «no», no nos hace peores personas, sino que nos ayuda a mejorar nuestras relaciones, tanto con los demás como con uno mismo. Siempre y cuando se haga de una forma asertiva, empática y con respeto.

—¿Por qué son necesarios esos límites?

—Porque si no sabemos lo que el otro necesita, le molesta, lo que le gusta o le hace sentir bien y él no lo sabe de nosotros, es muy difícil que una relación se mantenga sana y duradera. Cuando ponemos límites y cuando nos los ponen a nosotros, si nos interesamos por ellos y los respetamos, esto nos permite mantener durante mucho más tiempo una relación en la que todos estemos a gusto. En la que todos sepamos qué hacer o qué no hacer, qué le molesta al otro y qué no. Todo esto evita que tengamos que estar adivinando qué nos ha molestado y si esto le va a sentar mal al otro. «¿He hecho algo que le ha podido sentar mal? ¿Por qué hoy está esta persona con los morros hasta el suelo? ¿Habré hecho algo?». Para ponérnoslo fácil, qué mejor que poder comunicarnos de una forma honesta y amable lo que nos gusta y lo que no. 

—Acaba de mencionar los términos «relación sana». ¿Puede una relación ser sana y doler al mismo tiempo?

Las relaciones pueden llegar a ser muy dolorosas. Y no porque el otro nos trate mal. A veces hay mucho amor, pero los límites de uno y del otro, o los propios carácteres, no son compatibles. Mantenemos una relación de pareja, familiar, de amistad, del tipo que sea, con alguien, pero chocamos. Y cuanto más nos juntamos, más chocamos. Si no nos distanciamos, si no aprendemos a poner esos límites y comunicárselos a la otra persona, nos vamos a seguir haciendo daño. A veces, hay que ser conscientes de que nos tenemos que distanciar un poco. Alejarse es doloroso, pero es importante saber en qué punto o hasta dónde nos tenemos que acercar para seguir manteniendo una relación sana.

—Defiende poner límites de una forma asertiva. ¿Qué es, exactamente, la asertividad?

—La asertividad es la capacidad para hablar o utilizar las palabras de una forma amable, pero clara, para expresarnos de una forma muy honesta, pero a la vez, siendo empáticos. Es decir, teniendo en cuenta las emociones de la otra persona. Cuidar cómo se puede sentir la otra persona con el mensaje que le vamos a dar y cómo decidimos dárselo. Dar un mensaje con asertividad implica cuidar las palabras para no hacer daño al otro, pero a la vez siendo muy honestos y sinceros con el mensaje que queremos transmitir. 

—¿Es lo mismo que decir las cosas con sinceridad?

—La frase «yo es que soy muy sincero» no puede ser un pretexto para poder decir todo, de cualquier manera, cuando nos apetezca e incluso sin que nos hayan pedido opinión. Escudarse en esta idea no convierte en lícito cualquier comentario que hagamos. Es decir, podemos ser sinceros, sí, siempre y cuando existe empatía y delicadeza a la hora de transmitir el mensaje. 

—¿Podría proporcionar un ejemplo sobre cómo se debería de poner un límite? 

—Si alguien nos da una opinión negativa sobre un trabajo que hemos hecho cuando no la hemos solicitado, ni está hecha de una forma constructiva, nos ha dolido, nos ha venido de sopetón, no está hecha con ningún cuidado y queremos decirle a esa persona que no nos gusta lo que ha hecho o cómo lo ha hecho. En esos casos, la clave es ser efectivos. Por eso, hablo en el libro de comunicación efectiva.

Como lo que queremos es que la otra persona reciba que lo que acaba de hacer no nos gusta, pero que tampoco se ponga a la defensiva, aquí hay estrategias que podemos utilizar. Por ejemplo, una de ellas es agradecerle algo que nos haya gustado de lo que ha dicho o hecho y, a continuación, proporcionarle la crítica desde un mensaje tipo «yo». Me explico. En el caso que mencionábamos antes, decirle: «Te agradezco que me hayas hecho ver estos puntos de mi trabajo que no están bien, pero cuando me haces una crítica sin que sea constructiva o cuando me das tu opinión sin que te la haya pedido, me siento X». En este caso, podría ser frustrados, que no se tiene en cuenta todo el esfuerzo que ha existido detrás de ese trabajo, etcétera. Ese es un mensaje tipo «yo»: me siento así cuando haces esto. 

—Además de la comunicación verbal, ¿qué importancia tiene la que no lo es?

—La comunicación no verbal tiene más importancia que las palabras que utilizamos. Es decir, en la no verbal estamos proporcionando entre el 60 y el 80 % del mensaje que transmitimos. Evidentemente, las palabras que utilizamos son muy importantes, pero la gestualidad y la comunicación no verbal también tienen un gran peso. De hecho, es importante en cualquier situación de comunicación de nuestra vida diaria. Y cuando transmitimos límites, precisamente porque los tenemos concebidos como algo negativo y la otra persona también los puede recibir como tal, si sabemos utilizar la comunicación no verbal adecuadamente, podemos hacer que estos límites sean recibidos con mucha mayor comprensión, más apertura por parte del otro. Es algo que en la literatura sobre psicología que habla de límites, no se toca mucho. No te explica cómo poner el cuerpo, la gesticulación o de qué manera dirigir la mirada cuando estamos transmitiendo un límite y es algo súper importante en este caso. 

—¿Es posible saber si esa persona nos está mintiendo o no a través de su lenguaje no verbal?

—Sí. Cuando sabemos estar atentos a la otra persona y sabemos leer un poco su comportamiento. A veces no son gestos muy notorios, pero si sabemos dónde fijarnos, tendremos pistas de que lo que nos están diciendo no es del todo cierto. Para ello, hay que saber leer esos microgestos o saber escuchar bien el tono, la velocidad, si se titubea, si se duda o si los espacios de silencio son muy largos. Todo esto, que no es algo verbal, es importante y nos da muchas señales de si la otra persona nos puede estar mintiendo o no.

En su libro, Cómo mandar a la mierda de forma educada (Vergara, 2023), Cardalda proporciona una serie de consejos de comunicación no verbal en la escucha activa. Algunos de ellos son:

  • Mantener el contacto ocular. 
  • Postura erguida hacia esa persona, ya que mantener la espalda recta y el cuerpo en dirección a quien nos habla transmite que estamos atentos a lo que nos dicen. 
  • Y que nuestros pies y piernas se encuentren en dirección al interlocutor, ya que indica interés en la conversación. «Por el contrario, cuando alguien dirige sus pies hacia un lado, especialmente hacia una salida, indica incomodidad o deseo de irse», apunta la psicóloga. 

—¿Es fácil darse cuenta de que tenemos una persona manipuladora al lado?

—Depende, porque hay manipuladores que lo hacen muy bien, de hecho, son expertos en ello. Por eso a veces es difícil detectar que nos están intentando manipular. Si tienes un educación emocional ya trabajada, es mucho más fácil detectar estrategias, pero como la gran mayoría de personas no la tenemos... Aunque ahora sí que se empieza a poner más de relevancia, no se nos ha enseñado ni a detectar ni a gestionar nuestras emociones. Pero cuanta mayor educación emocional tengas, mayor será tu propia inteligencia emocional. Y eso también permite detectar que están intentando manipularte: estrategias de intentar hacerte sentir culpable, hacerte sentir que te estás inventando lo que estás diciendo (lo que se conoce como gaslighting) y otras estrategias como mentir, hacerte sentir que estás loco o invalidar tus emociones, etcétera. Pero para darte cuenta de todo esto, sí necesitas conocer un poco sobre educación emocional, sobre psicología. 

—¿Y el manipulador es consciente de que manipula?

—Normalmente, siempre nos ponemos en el lado de quien es manipulado y no del lado del manipulador o la manipuladora y, muchas veces, él mismo no se da cuenta de que está manipulando. Precisamente, por lo mismo que comentaba antes. Tenemos tanta falta de educación emocional que a veces ni nosotros mismos nos damos cuenta del comportamiento que estamos teniendo con otras personas, hasta que alguien no nos lo ha hace muy evidente. Y aquí está el dilema de pensar: «¿Será que yo, en algunas situaciones o con determinadas personas, también tengo ese comportamiento manipulador que a veces percibo en otras personas?». Es un ejercicio muy interesante que todos deberíamos de llevar a cabo. Si lo hiciéramos, nos daríamos cuenta de que muchas veces también somos manipuladores en algunas situaciones, o que hemos sido en algún momento el tóxico o la tóxica. Y darse cuenta, para poder trabajarlo en otras ocasiones, requiere de mucha honestidad y de mucha valentía, también. 

—Lo ha dicho en varias ocasiones a lo largo de la entrevista: nos falta educación emocional. ¿Por qué?

—Sí, mi respuesta a eso es rotunda: nos falta educación emocional. En la escuela deberían de enseñarnos a gestionar nuestras emociones, a respetar los derechos afectivos tanto propios como de las otras personas, a ser empáticos, a saber comunicarnos, saber identificar nuestros propios sentimientos y ponerles nombre. Es una educación que nos permitiría funcionar mucho mejor a lo largo de toda nuestra vida, gestionar mejor nuestras relaciones, entender por qué sentimos lo que sentimos y de qué manera lo podemos canalizar de una forma sana. La escuela, institutos e incluso centros de trabajo, deberían dar prioridad o alimentar este tipo de inteligencia emocional. 

—El libro se titula Cómo mandar a la mierda de forma educada. ¿Debemos mandar a la mierda a la gente? 

—Hay ocasiones en las que, cuando ya se ha hecho de todo, se ha intentado ser empático, expresar límites con educación, ponernos en el lugar del otro, expresarle por activa y por pasiva qué cosas nos están haciendo daño de su conducta o de cómo se está comportando con nosotros y, aun así, la otra persona sigue faltándonos al respeto o sigue atropellando nuestros derechos afectivos. Ahí, sí creo que es muy lícito mandar a alguien a la mierda. Un poco, como estrategia de autodefensa emocional. 

—¿Siempre de forma educada?

—Siempre de forma educada a ser posible. Pero sí que es cierto que cada uno se puede sentir más cómodo de una forma o de otra y que, previamente, siempre habiendo intentado todas las estrategias respetuosas y empáticas, cuando ya no queda más remedio y nos siguen haciendo daño, por qué no, decir: «Oiga, váyase usted a la mierda», como dijo en su día Fernando Fernán Gómez. Y ya está. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.