¿Qué hay detrás de la procrastinación? «Los humanos somos cortoplacistas»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

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Los expertos nos enumeran las causas que explican este fenómeno: «Los humanos somos cortoplacistas, es decir, vamos a la eliminación de un malestar antes de la resolución de un problema»

15 abr 2023 . Actualizado a las 10:27 h.

Nadie se libra. Todos hemos dejado cosas para «otro momento». Saber que tenemos una tarea pendiente, que tenemos que entregar mañana y, aún así, seguir viendo Netflix. Ser conscientes de que tenemos que limpiar y optar por ir a tomar algo con unos amigos. Darnos cuenta de que es hora de irse a dormir, pero seguir leyendo Twitter. Los ejemplos podrían ser infinitos, sin embargo, la base, es la misma: posponemos acciones o hábitos que tenemos que atender por otras situaciones que nos resultan más agradables en ese momento. Y aunque la sociedad lo suele asociar a un problema de holgazanería o pereza, en realidad deberíamos abordarlo desde la perspectiva de la salud mental.

Sergio García, psicólogo y director de la clínica PsicoSalud, comenta que siempre se relaciona, etimológicamente, la «procrastinación» con su raíz del latín procrastinare, que significa postergar. «Pero también tiene otra, menos usada, que deriva de la palabra del griego antiguo akrasia, que es hacer algo en contra de nuestro juicio», precisa. Esta aclaración resulta importante según el experto, porque «en esencia, la procrastinación es un acto de carácter irracional. Es decir, hay una plena conciencia por parte del sujeto de que lo que está haciendo no está bien o no es conveniente. Sabe que le va a traer consecuencias negativas. Pero aun así, no puede evitarlo». 

Cuando postergamos una tarea, no solo somos conscientes de que estamos evadiendo eso que tenemos que hacer, también sabemos que dejarlo para otro momento, es una mala idea. Una especie de bola de nieve que se hace más grande. «Quien procrastina, lo pasa mal, porque es un acto irracional», asegura García. 

¿Por qué procrastinamos?

La pregunta, ahora, sería: ¿Cómo es posible que una persona, sabiendo que no le conviene procrastinar, lo sigue haciendo? «Ahí hay un modelo explicativo fenomenal. O por lo menos, desde la terapia de conducta», afirma el psicólogo. Y para que el resto de los mortales podamos entenderlo, pone un ejemplo: «¿Si te duele la cabeza, qué haces? Seguramente, tomarte un analgésico, porque te va quitar ese dolor. El acto de tomar este fármaco queda reforzado porque elimina un malestar. Eso es un patrón de refuerzo por eliminación de un malestar». 

Según sus palabras, existen dos formas de reforzar una conducta. Por un lado, de forma positiva, cuando aumento la probabilidad de volver a hacer esa conducta porque he hecho algo bueno, gratificante. «No obstante, también existe un refuerzo negativo, que es lo mismo, un aumento de probabilidad de volver a hacer eso en un futuro, pero lo hago porque quito un malestar. Son un tipo de conductas problemáticas que son la base de las adicciones, por ejemplo», explica. 

Me enfrento a una tarea que me genera un malestar, de tipo emocional. Al procrastinar, se elimina de manera abrupta esa «incomodidad» que me provoca, porque desvío la atención hacia otra actividad menos importante en comparación a la que me enfrento. «Es importante este detalle porque aquellos que son procrastinadores tienen un determinado perfil y tienden a serlo siempre. Es decir, la conducta de postergar está muy reforzada. La base de eso es porque los humanos somos cortoplacistas, es decir, vamos a la eliminación de un malestar antes de la resolución de un problema. Hay autores de psicología evolutiva que ven en eso una raíz biológica muy determinada, lo principal para la supervivencia es quitar el malestar. Es un acto, hasta cierto punto, natural», remarca García.

El cuerpo, la mente, intenta eliminar esa incomodidad lo antes posible. Si bien la forma en que esto se lleva a cabo —la procrastinación— provoca más malestar a largo plazo. Antonio Cano, colaborador del Consejo General de Psicología de España (COP) y especialista en ansiedad y estrés, subraya: «Es una mala estrategia de regulación emocional porque disminuye temporalmente la ansiedad, pero aumenta el temor a esta tarea que tenemos que hacer. Tendemos a aumentar la percepción de amenaza que tiene para nosotros esa actividad. Por ejemplo, si tenemos un examen, magnificar aún más la importancia de este». 

Además, Cano confiesa que es un problema frecuente por el que se suele acudir a consulta. «Los trastornos de ansiedad se generan a partir de aprendizajes como este. Una persona que aprende a procrastinar, al final está desarrollando más ansiedad». Algo con lo que concuerda García: «El problema está en que, obviamente, esa 'tarea' hay que hacerla. No desaparece. Por eso, a ese malestar se añaden las rumiaciones, las preocupaciones excesivas relacionadas con eso, la culpa, las sensaciones de inseguridad, problemas de autoestima… Por eso se habla de un ciclo del procrastinador, como una especie de bucle en el que la persona se mete». 

¿Qué solemos procrastinar?

En realidad, postergamos aquellas tareas que nos generan malestar. «Obviamente, no lo haces en todas las áreas de tu vida —aclara García—. Existen procrastinadores de la salud, por ejemplo. Tienen un cierto tipo de ansiedad por la salud y posponen la visita al médico. Esa persona procrastinadora de la salud, no tiene por qué serlo también en el trabajo. Sin embargo, aunque no es normal que un procrastinador lo sea en todas las áreas de su vida, sí es frecuente encontrar más de un área donde se lleva a cabo, porque es una conducta aprendida». 

¿Cómo puedo dejar de postergar?

Llegados a este punto, todos nos estamos haciendo esta misma pregunta. «Donde tenemos que poner el foco, o deberíamos de ponerlo los profesionales de la salud mental, es en la gestión emocional que hay detrás de la persona que procrastina. Siempre se habla mucho de la gestión del tiempo, la organización de tareas... y sí, son importantes, pero no la raíz del problema. El procrastinador no lo es por falta de organización, no es tan sencillo», recalca García. 

En su opinión, abordar el problema desde una perspectiva «productiva» es un error. «Pone en el foco en pedir más y más al procrastinador, con lo cual, lo agotas más emocionalmente y no resuelves el problema. Tenemos que sentarnos y conocer qué es lo que hay debajo. ¿Cuál es su problema concreto? Generalmente suele haber estrés, cuando las demandas del entorno superan los recursos que tengo; ansiedad; sentimiento de baja autoestima o culpabilidad; incluso puede que tenga que ver con un elevado grado de perfeccionismo de la persona», amplía. 

«En terapia no es tan importante el hecho de que tú no entregues un trabajo, sino el porqué no lo entregas y te distraes con otra cosa», asegura García. Una vez encontrada la raíz del problema —que puede variar de una persona a otra—, el siguiente paso es dotar a persona de herramientas para gestionar ese malestar y esa procrastinación. 

Por su parte, Cano, señala: «Cuando alguien posterga, tiene un estilo evitativo, en vez de activo, frente a ese problema o amenaza. Pero se puede aprender un estilo más activo, exponerse a esas situaciones que le producen temor y afrontarlas. Al hacerlo, esa persona ve o aprende que el problema no era tan grave, a reinterpretarlo. Va desarrollando otro tipo de afrontamiento más activo que mejora su manejo de la ansiedad de esas emociones». Es como crear un nuevo hábito: «Sustituir el de procrastinar por el de empezar ya, exponerse a lo que se teme. Es normal que al principio cueste más, pero llegará un momento en el que no suceda». 

Los adolescentes, ¿procrastinadores por naturaleza?

Muchos de los cambios que se dan en los adolescentes, son porque su cerebro aún esta cambiando. «No son unos vagos que se quedan dormidos en cualquier sofá, sino personas con un demandante proceso de cambios en su interior», te contábamos en este artículo de La Voz de la Salud. Precisamente en ellos, es muy frecuente la procrastinación y, entre las posibles explicaciones, «hay que tener en cuenta que no tenemos las mismas estrategias de gestión cuando somos adolescentes, que de adultos. Con el paso de la edad, de manera natural, se van incorporando estas herramientas. Si tienes suerte, se enseñan en casa, en figuras de apego, incluso a través de un profesional de la salud mental. Pero las vas aprendiendo poco a poco», comenta García.

«El adolescente se deprime, se enfada, está eufórico, de una manera voluble. No hay uno solo que se encuentre totalmente estable porque por definición están aprendiendo a autorregularse, es un proceso natural. Por eso es normal que nos encontremos, cuando hay contextos de autoexigencia como los académicos, la procrastinación. La típica de estudiar el día antes del examen, es totalmente normal», concluye el psicólogo. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.