Libbys Gómez, paciente con depresión: «En mi caso, lo que quiero es encerrarme en mi casa, mi soledad es mi confort»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Libbys sufre depresión desde el 2015.
Libbys sufre depresión desde el 2015. MIGUEL VILLAR

Tras recibir el diagnóstico en el 2015, Libbys se apoyó en el tratamiento psiquiátrico para atravesar los momentos de crisis del trastorno

05 abr 2023 . Actualizado a las 16:01 h.

Migrar a otro país es una experiencia para la que nada ni nadie te puede preparar. Aunque las personas conozcan las normativas, el idioma, la cultura y los procedimientos necesarios para adaptarse al nuevo sitio de residencia, para muchos, todo esto no es suficiente para poder llamarlo un hogar. Estar lejos de la familia, tener que ajustarse a otras costumbres y formar nuevos círculos sociales, e intentar al mismo tiempo consolidar una cierta estabilidad económica en un contexto distinto, es un enorme desafío. Y la salud mental es uno de los primeros aspectos en verse resentido por un cambio tan drástico.

Así es el caso de Libbys Licet Gómez, que llegó a Galicia desde Cuba, siguiendo la trayectoria inversa de sus antepasados, que partieron de esta tierra hacia el nuevo continente. «Estamos aquí porque mi abuela nació en este lugar, en realidad tenemos sangre española», cuenta. Pero, para Libbys, la llegada a España no fue el retorno a sus raíces que esperaba. Las dificultades a las que tuvo que enfrentarse fueron de tal magnitud que acabó con un cuadro depresivo mayor diagnosticado en el 2015. Aunque hoy se encuentra bajo tratamiento y su trastorno no le ha impedido llevar adelante su vida, las complicaciones persisten y, ocasionalmente, sigue teniendo crisis.

Todo comenzó cuando Libbys tenía 38 años. A raíz de una serie de problemas personales y familiares en su hogar, se vio sin capacidad de llevar adelante sus tareas, incluso las más cotidianas. «La pasé muy mal. De estar en una cama y no poder levantarme. Porque cuando te sientes así, el estado emocional está por el suelo, te incapacita para realizar tus actividades. Esas actividades que para otras personas son normales, como ir al cine o salir, compartir, no te apetecen. En ese momento, lo que quieres es estar solo. En mi caso, lo que quiero es encerrarme en mi casa, mi soledad es mi confort, es donde mejor me siento», cuenta.

Depresión y ansiedad

En su caso, la ansiedad se mezclaba con sus síntomas depresivos y la hacía sufrir temores. «El estado de ánimo lo tienes en el suelo, no te apetece hacer nada, tienes tristeza y miedo, que es lo peor de la enfermedad. Miedo a muchas cosas, por ejemplo, a tomar una decisión. Si mi hijo sale, tengo miedo a que le pase algo. Siempre estás pensando en cosas negativas», explica Libbys. Este es un síntoma muy frecuente en este tipo de trastornos: de hecho, la indecisión forma parte de la lista de las manifestaciones clínicas típicas en la depresión, según las recoge el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), elaborado por la American Psychological Association (APA).

Estas crisis de ansiedad fueron los momentos más duros para Libbys, pero también para su entorno. «Fue algo muy difícil de superar, porque mi hijo era muy pequeño y tuvo que convivir con muchas cosas. A mí me daban unos ataques de ansiedad en los que yo no sabía qué hacer. Me faltaba el aire, quería respirar y no podía. Hubo un momento en el que yo salí al balcón porque creía que me asfixiaba. Entonces, por la forma en la que yo estaba saliendo para tomar el aire, mi hijo pensó que me quería tirar por el balcón y me agarró y me dijo "Ven aquí"», recuerda.

Los síntomas se intensificaron aún más. Comenzó a sufrir migrañas. Perdió estabilidad. Empezó a tener problemas para levantarse por la mañana. «Se me cerró la tráquea y no me pasaba ningún alimento. Solo podía tomar líquidos con pajita. Me mandaron un tratamiento en ampollas para que se me fuera abriendo el apetito. Empecé comiendo la comida triturada en puré y, con paciencia, poco a poco fui superando todo eso. Fue una etapa muy dura. No pude trabajar durante mucho tiempo y eso me afectó, y afectó a mi hijo», cuenta Libbys.

La importancia del apoyo

Cuando cuenta su historia, Libbys insiste sobre todo en un punto fundamental de su experiencia como migrante: la falta de apoyo en la que una persona se ve cuando abandona su país para instalarse en otra parte del mundo. A esto se suma, en el caso de la depresión, la dificultad de la población a nivel general para comprender cómo es vivir con este trastorno. Esta dificultad se refleja en intentos de ayudar que, aunque se originen a partir de una buena intención, no siempre van bien encaminados. Hay que recordar que la depresión no es una sola y que a cada persona le afecta de manera singular, por lo que el apoyo que le sirve a un paciente puede no ser útil para otro.

«No todos lo tomamos de la misma manera, ni nos afecta a todos de la misma manera. Es algo muy personal. Hay personas que son capaces, si están en un hoyo, de luchar y luchar hasta salir. Pero hay personas a las que nos cuesta. Si a unos les cuesta cuatro días salir, a nosotros, siete. Hay que vivirlo para saber cómo es esta experiencia. No es como cuando te partes un brazo y te ponen un yeso y a los dos meses o tres, ya estás bien. Esto lo llevas cargando toda la vida. Una crisis aparece en el momento en el que menos te la puedes imaginar», describe la paciente.

En este sentido, es importante saber escuchar a la persona. «En el trabajo, muchos compañeros no saben cómo se siente una persona con depresión, a pesar de que mi carácter es muy alegre normalmente. Si estoy muy callada, saben que estoy triste y, entonces, dicen "Algo te pasa". Pero, muchas veces, no te entienden cuando te ven así. A veces me llama alguna compañera y me dice: "Vamos a tomar algo a la tarde". Y le digo "Después te digo". Al final, cuando me llama, no tengo ganas y me insisten: "Dale, que hay que echarle ganas, vamos, venga, vístete, baja a tomar algo, tienes que salir de casa". Pero es muy difícil cuando te sientes así», señala.

El estar lejos de su familia es, para Libbys, el mayor estresor. «Ahora mismo, ya llevo muchos años aquí y estoy adaptada a las circunstancias, aunque las culturas nuestras no son como las de aquí. Te cuesta mucho trabajo entender eso. Al final, lo vas dejando pasar, porque si no, no haces vida. Estoy en proyecto de traer a mi madre y no sale. Y esa es una cosa que me afecta mucho, porque teniendo todo en regla, no entiendo cómo es posible que no le puedan dar el visado. Eso me agobia, me estresa. No tengo ganas de nada. Estoy haciendo algo en casa y me entra esa tristeza, esa sensación de que no puedo, no puedo y tengo que irme a la cama y encerrarme. Es un caos, a veces todo se junta y me es difícil concentrarme en muchas cosas, porque te desestabilizas emocionalmente y eso ya abarca todo», dice.

Tratamiento

Desde que tuvo el diagnóstico, Libbys se encuentra bajo tratamiento psiquiátrico, una herramienta que ha sido fundamental en el manejo de sus síntomas. «Cuando estoy en crisis me desplazo casi 80 kilómetros desde donde vivo para ver a mi psiquiatra, porque esa persona me ayuda mucho. Me dice: "Libbys, usted es como una balanza, a veces está arriba de todo, pero a los dos minutos, está en el suelo". Es una persona con la que puedo hablar con confianza y me entiende. Esa ayuda es importante, ya cuando salgo de la consulta, salgo diferente. Es una sensación tan bonita, que no sería capaz de describirla. Te escucha y te apoya y te explica las cosas, te las pone en un papel, te dice "Esto es así", entonces, tú también lo entiendes de otra manera», explica.

«Tomo pastillas y gracias a eso puedo hacer mi vida, a veces mejor y otras peor. Pero he estado de baja muchas veces en estos años por causa de esa depresión», cuenta. La medicación también le resulta útil en momentos de crisis. «En este caso, lo único que me sienta bien es acostarme, ponerme un alprazolam debajo de la lengua, y dormirme. Olvidarte del mundo. Es una pastilla eventual para cuando estás en crisis. Y ya después vuelves a hacer tus actividades. Pero no es para todos los días, con esas pastillas no tienes esa destreza a la hora de hacer las cosas, vas más lento», dice Libbys.

Además de su psiquiatra y su hijo, el gran punto de apoyo para ella es la Federación de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Galicia (Feafes). A través de esta asociación, ha conseguido ayuda psicológica y pudo contactar con personas que estaban pasando por situaciones similares. Este acompañamiento sirve de pilar para no caer en la desesperanza.

Día a día y paso a paso

Desde que empezó su depresión, Libbys intenta enfocarse en el corto plazo. Trata de llevarlo día a día, de no agobiarse pensando en cosas que escapan a su control. «Puedes ir a hacer la compra y ya, por el camino, vas pensando: "No voy a poder hacer esto" y empiezan esas ideas en la cabeza y para cuando regresas de la compra, vienes de otra manera. A veces llego a mi casa con ganas de hacer cosas, otras veces me derrumbo», cuenta. Las mañanas son, a veces, lo más difícil, «pero no te queda otra, porque tienes que trabajar», reconoce.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.