Francisco Villar, experto en suicidio en adolescentes: «No hay un político que sea capaz de decir ''vamos a proteger a nuestros hijos de las pantallas''»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Francisco Villar es coordinador del programa de atención a la conducta suicida del menor en el Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona.
Francisco Villar es coordinador del programa de atención a la conducta suicida del menor en el Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona. La Voz de la Salud

El coordinador del programa de atención a la conducta suicida del menor en el hospital Sant Joan de Déu, alerta de cómo la invasión de las pantallas ha influido de manera «inabarcable» en la salud mental de los más jóvenes

21 feb 2023 . Actualizado a las 10:35 h.

El suicidio es ya la segunda causa de muerte más frecuente entre los adolescentes españoles. Una realidad a la que no es posible seguir dándole la espalda. Francisco Villar, psicólogo infantil y juvenil y coordinador del programa de atención a la conducta suicida del menor en Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, lo tiene claro. Esto ya no es un asunto de los profesionales de salud mental, toda la sociedad debe seguir involucrándose ante un problema que es inabarcable. En 2022 publicó Morir antes del suicidio (Herder), un manual para enterrar ese mantra de que el suicidio es algo muy complicado. «Cómo la gente se iba a implicar en la prevención si les decimos que es dificilísimo; nos dirán ''pues hazlo tú''», explica. Villar se muestra preocupado por la impunidad de la que las pantallas gozan entre los niños, pero el suyo no es un mensaje sin esperanza. Quiere cambiar esta realidad. Podemos cambiar esta realidad. 

—Hay un primer problema complejo: podemos ver si una persona tiene dermatitis, pero no es fácil identificar a un suicida si no nos han enseñado.

—Realmente, casi es más fácil identificar a una persona que piensa en el suicidio que a alguien con dermatitis, porque es que solo le tienes que preguntar. A una persona le puedes decir '«oye, ¿esta rojez que tienes aquí?». Te dirá que le pica, pero que no sabe qué es. En el suicidio, en cambio, ves a una persona que está cambiando de comportamiento, que todos los días te dice que todo es una mierda, que nada vale la pena, que transmite desesperanza... Una de las cosas que le puede pasar a una persona que se encuentra en una situación difícil a la que no le ve salida y que se está prolongando en el tiempo es que piense en la muerte como una posible salida. Pero es que no solo es eso. Tú si ves a alguien con dermatitis, no te da miedo preguntarle. El problema del suicidio es el miedo a que te diga que sí. La gente no lo quiere ni ver. Yo pensaba que la culpa era nuestra, de la profesión, algo bastante egocéntrico. Me preguntaba cómo la gente se iba a implicar en la prevención del suicidio si nosotros, desde salud mental, les decimos que esto es dificilísimo, multifactorial, multicausal... Al final la gente dice: «Pues hazlo tú». Puede parecer muy difícil, pero es que no lo es tanto. Una de las cosas que he aprendido es que, a diferencia de lo que pasó con los accidentes de tráfico, se ha confundido la predicción del suicidio con la prevención del suicidio. 

—¿Cuál es la diferencia?

—Pues que era muy difícil saber si yo me iba a morir en un accidente de tráfico hace años. La tasa de alcohol permitida era más elevada, las carreteras y los coches eran peores, no había sillas de seguridad para los niños pequeños e íbamos todos apelotonados. Evidentemente, nadie podía predecir si Fran Villar se iba a morir en un accidente de tráfico, pero eso no impidió poner normas para aumentar la seguridad. Se podría decir que en mi caso fueron inútiles, porque yo sobreviví. Aunque moría muchísima gente por accidentes de tráfico, la mayoría de personas sobrevivían. ¿Me explico?

—Claro, predicción frente a prevención.

—Es que lo que estamos viviendo es casi absurdo. Hablamos de tasas de cuatro mil suicidios al año y todavía estamos intentando supeditarlo a la predicción. Oigan, vamos a ponerle nombre y a establecer medidas para prevenirlo. 

—Siempre se resaltan las características multifactoriales, multicausales del suicidio. Siempre es multi, multi, multi...

—Al final, las formas de partirte un brazo son muchas: con un barra de hierro, con un palo de madera, con una pieza de metal. Pero al final, se produce porque una fuerza determinada supera la resistencia del hueso y se quiebra. En el suicidio, el origen del dolor puede ser muy determinado, sobre todo en algunas etapas evolutivas. Evidentemente, un niño no sufre porque se ha quedado viudo. En cada etapa evolutiva tenemos una serie de factores que nos pueden afectar y hacer daño. Pero todo trata de sufrimiento humano y de la incapacidad de ver salida a una situación; la desesperanza. Ya ves que no es tan difícil: dolor, desesperanza, falta de vinculación... Ante este dolor que estoy sufriendo y al que no le veo salida, ¿qué me enlaza a la vida? Nada, pues para qué mantenerlo. Pero si tengo lazos con la vida, aunque tenga mucho sufrimiento, lo aguanto. Son elementos que no son tan extraños. Y luego está la capacidad de suicidio. Está demostrado que el principal factor protector del suicidio es privar a la persona del acceso a métodos. Las personas no hacemos lo que queremos hacer, hacemos lo que queremos dentro de lo que somos capaces de hacer. Todo lo que nos prive de la posibilidad de acabar con nosotros mismos, salva muchas vidas. 

—¿A qué se refiere con privar del acceso a métodos?

—Por ejemplo: una campaña de salud pública general para que el cajón ese que todos tenemos de medicación, se vacíe. Toda la medicación, fuera del alcance de los niños pequeños y de los adolescentes. Yo impulsé un aviso a farmacias de Cataluña para intentar evitar que las personas accedieran a fármacos como el paracetamol de un gramo. Parece que en las casas está la sal, el azúcar y el paracetamol, pero en muchos grupos de suicidio ya se está hablando de la capacidad tóxica que tiene el paracetamol

—¿Me está diciendo que se usa con intenciones suicidas por su hepatotoxicidad?

—Con el paracetamol se hacen intentos de suicidio. Antes lo hacían con valeriana y eso era 'bueno', entre comillas. Me explico. Yo me tomo igual de en serio una ingesta de pastillas de valeriana que de paracetamol, pero hacerlo con valeriana implicaba que la persona no sabía la hepatotoxicidad de lo que tenía entre manos. Ahora la saben y es mucho más grave, los riesgos son mayores. El que hacía una sobreingesta de valeriana ya te estaba dando a entender que estaba en una situación muy crítica y que había hecho algo que él pensaba que podía acabar con su vida. Si conseguimos quitar toda la medicación de todas las casas de este país tendremos una medida de prevención universal. 

—Alguien podría decir que eso es ponerle la llave al cajón de los cuchillos, pero no ir al fondo de la cuestión.

—No, al cajón de los cuchillos, no. Al de la medicación.

—Era una metáfora, pero viene siendo lo mismo, ¿no?

—No es lo mismo, porque en un suicidio con medicación estamos evitando una muerte con dolor. Estamos quitando lo llamativo de la sangre. Pero sobre todo, el freno al dolor. Siempre se nos recuerda que somos el país que más fármacos consume, ¿pero te has fijado los anuncios que salen en la televisión? Siempre se preguntan: ¿dolores posturales? Y yo me digo a mí mismo «ya verás, seguro que van a decir que vayas al fisioterapeuta; seguro que va a decir que esos dolores son señales que te da tu cuerpo de que tu vida es demasiado sedentaria y que te pongas a andar un poquito más; que tienes que hacer un poco de deporte». Nunca dicen eso, ¿sabes qué te dicen?

—¿Que consumas tal medicamento?

—Siempre es un pain-killer (término usado en inglés para hablar de calmantes del dolor). Esto está en la cultura. Yo no voy contra las farmacéuticas ni mucho menos, hacen cosas fantásticas, pero medicalizar el dolor es una alarma. El deporte debería ser lo primero  que se aconsejase desde una campaña pública. No puede ser que nos habituemos a consumir un pain-killer contra un dolor postural. Si cualquier sufrimiento se supera con las pastillas, pues ya está, todo el mundo con las pastillas por el medio. 

—Habla de grupos prosucidio, ¿qué es eso?

—Tenemos el problema, general y gravísimo, del acceso de los chicos a las redes. Tenemos la tormenta perfecta. Antes, ciertas cosas no se sabían. Son comunidades idénticas a las que existían frente a los TCA, grupos en TikTok o donde sea de gente que son prosuicidio y donde se van calentando entre ellos, mandándose vídeos. «Todo es una mierda», «no hay futuro» y este tipo de cosas. Está la policía haciendo lo del perro y el gato; se cierra una y se abren no sé cuántas. Se trata de frenar con normas de la comunidad, pero es que ellos se manejan muy bien en esto. Tenemos a chicos de 12 y 13 años con acceso al máximo. Es un disparate. 

—Dice que todo el mundo debe implicarse en el suicidio, ¿pero cómo se hace esto? ¿Qué hay que hacer?

—Hay que preguntarse, ¿qué relación tengo yo con los adolescentes o con los jóvenes?, ¿qué papel tengo? Depende de mi papel, podré hacer una cosa u otra, pero lo más importante es tener claro adónde voy y, para saberlo, tengo que saber qué es el suicidio y cómo se llega. Se llega con dolor, con desesperanza, con desvinculación y con capacidad de suicidio. ¿Qué relación tengo yo con la persona?, ¿quién se quiere suicidar?, ¿mi amigo me ha dicho que está pensando en matarse? Pues entonces, lo que yo sé, es que tengo que hacer de amigo pesado los próximos dos o tres meses porque la persona que quiere matarse se siente una carga para el resto y no te quiere molestar. Ahí estaríamos trabajando el objetivo de la vinculación. Si me quiere explicar lo que le está pasando y mi respuesta es «eres idiota por estar sufriendo por eso» lo estoy invalidando emocionalmente y eso no ayuda. Hay una parte del dolor que se alivia cuando las personas aceptan que tú lo puedas tener. Si a un chico de 13 años que lo está pasando mal le dices que lo tiene que estar pasando bien porque está en el mejor momento de su vida, le estás jodiendo. Además de ser mentira, le estás diciendo a una persona de 13 años que, ese momento de mierda en el que está, es su mejor perspectiva de futuro. Estás impactando negativamente en la desesperanza. Acabará diciendo: «Si esto es la vida, mejor me quito del medio». Si yo sé cómo funciona el suicidio, si sé qué relación tengo con el chico, ya sé como incidir. Todos podemos poner en alerta a alguien.

 —¿Y en dónde estamos fallando?

—Se podría hacer una intervención muy sencilla. ¿Cómo están afectando las pantallas al desarrollo del menor? Están afectando negativamente, lo sabemos. Pues ya está, protégelos. Yo estoy en Barcelona y aquí tenemos el Mobile World Congress. Esto es complicado. No hay un político que sea capaz de decir «vamos a proteger a nuestros hijos de las pantallas». Yo no estoy en contra de la tecnología, que cualquier persona de 18 años haga lo que quiera con ellas. El automóvil cambió el mundo, pero tuvimos que ver que los niños de ocho años al volante se mataban y mataban a gente. Hubo que entender que esa herramienta era muy útil y muy potente, pero que debían usarla cuando estuviesen preparados. Con 14 años les dejamos usar un ciclomotor de baja cilindrada tras unos exámenes pequeños; con 16, les dejamos un poquito más de cilindrada; y con 18 les enseñamos y les dejamos conducir. Pero de repente llegan las pantallas, empezando por la propia televisión. Lo que pasa es que la televisión parecía que se autorregulaba: los capítulos se acababan y tenías que esperar a la semana siguiente, había unas horas de dibujos al día. Ahora todo es infinito. Todo esto está compitiendo con los procesos de desarrollo normal que tiene que tener un niño. Cuando estás amamantando a tu hijo consultando el WhatsApp, le estás privando de mucho. Ya ni siquiera hablo de que el niño tenga acceso, sino de nosotros. Que la interacción con nuestros hijos no esté limitada por el móvil. Algunos, si están con el móvil, directamente no ven ni al niño; hay otros que están interrumpiendo de manera constante la comunicación para consultar algo, vete tú a saber qué. Porque a los adultos también nos pasa, a veces miras el móvil y no sabes para qué. Es una especie de tic. Como adultos, con nuestro sistema de desarrollo completo, nos podemos defender eliminando aplicaciones que vemos que nos ocupan demasiado tiempo. Pero esperar eso de un chaval en formación... Nos ponemos con el relato de siempre de que no se les puedes privar del acceso a ese mundo. Y yo digo: «Oye, no pongas el sujeto en mi hijo, que mi hijo no tiene ningún interés en nada». El interés lo tiene ese mundo, que está deseando tener acceso a mi hijo. Y les ponemos una pantalla para que ellos hagan con él lo que les dé la gana: estar en contacto con la violencia, con los abusos sexuales. Tenemos que ir parando, se acabó. Pero claro, también le obligan en el colegio por ese rollo de la digitalización, que tampoco entiendo.

—¿No lo ve necesario?

—Tú con un fármaco, tienes que haber demostrado que es lo suficientemente seguro frente a sus beneficios. Pues se ponen a hacer estrategias de innovación y de digitalización sin haber mostrado evidencias de que eso da buen resultado. Y luego vemos que la ciudad de Seattle denuncia a las grandes tecnológicas y que Nueva York está pidiendo perdón, retirando todos los dispositivos de los colegios y diciendo «lo siento, nos hemos equivocado». No olvidemos que, en el 2010, Steve Jobs ya impedía que sus hijos tuviesen acceso a las tecnologías, por algo sería. Hoy en día, en Sillicon Valley, en la educación privada, tú no puedes tener acceso a lo digital. En la pública sí. En la pública el primer día ya te anuncian todo en una pantalla. Está relacionado el nivel socioeconómico de las familias con el nivel de uso de tecnología: a más nivel, menos uso. Pero nos han vendido lo contrario, la 'brecha digital'. ¿Pero qué brecha digital?, ¿de qué me hablas? Si tú tienes una familia en la que no se puede dar supervisión a los niños, lo bueno de esto sería que tampoco podrían comprarles dispositivos digitales. Pero es que llegan al cole y les dan un dispositivo digital que se llevan a casa. ¡A una casa sin supervisión! 

—¿Cree que, como ocurrió en su día con el tabaco, estamos cometiendo un error histórico?

—Exactamente igual. Precisamente por eso tengo esperanzas, porque creo que lo vamos a conseguir limitar como hicimos con el tabaco. Recomiendo leer a todo el mundo La fábrica de cretinos digitales, de Michel Desmurget. Te cambia la vida. A mí se me está haciendo muy difícil mi trabajo, pero mucho más difícil de lo que ya era.¡Es que hay niños que no atienden a su nombre! Hay niños de cinco años a los que, para poder iniciar el protocolo de evaluación de trastorno autista, se les tiene que aplicar un protocolo de dos meses liberando a los niños de las pantallas. En la primera visita se están recetando dos meses sin pantallas para poder empezar la valoración de si es autismo. Imagínate en qué nivel estamos. 

—Las pantallas nos están cambiando, ¿pero se puede relacionar de manera directa con el aumento de los suicidios?

—Está ligado estrechamente con el desborde de estos suicidios. El problema del suicidio ya existía antes de las pantallas; las pantallas han venido a hacérnoslo inabarcable. El móvil no ha inventado los abusos sexuales, los ha complicado; el móvil no ha inventado el bullying, lo ha complicado por 200.000. Antes tenías una intimidación en un pasillo de tu colegio con tres chavales y te afectaba, pero bueno, podías defenderte; ahora, esa afectación traspasa los muros del colegio. Pero es que traspasa también tu pueblo. Ni te imaginas hasta dónde puede llegar la humillación. No hay manera de liberarse. Nos lo dicen en los colegios, que muchos de los problemas que tienen que gestionar no se han producido en la escuela. Si estamos en la lucha contra el bullying, ¿cómo afectan las pantallas? Poniéndonoslo mucho más difícil.La digitalización lo ha empeorado todo. 

—Sabemos que el suicida avisa. En los adolescentes, ¿hay actitudes peligrosas que se justifican bajo el pretexto de la 'edad rebelde'?

—Es verdad que hay cosas que a nosotros nos decían nuestros padres, eso de «es que está en la edad del pavo». Por una parte me desacreditas, pero también me liberas. Pero es que hoy en día los padres van muy confundidos. Nuestros padres nos decían: «Quiero que seas buena persona». Tú sabes lo que hay que hacer para ser una buena persona; que tiene premio el no hacer mal a la gente y acompañar a las personas. Eso acaba generando lazos de unión con la vida. Ahora, los padres le dicen a los chavales que quieren que sean felices. Imagina el disparate, cuando ni siquiera ninguno de esos padres sabe definir qué es la felicidad. Los padres hacen lo que pueden, pero están confundidos y nos engañamos con mucha facilidad. Se ha llegado a decir desde los círculos educativos, enlazando esto con todo el desarrollo digital: «En un mundo cambiante, no podemos mantenerlos fuera para siempre». Con algo así, ya decimos «ah, vale, vale». Oye, ¿pero por qué no? Las personas somos las de siempre. Los padres ya no saben si tienen que escuchar poco o si tienen que escuchar mucho. Que esté en la edad del pavo no lo justifica todo y los padres tiene que tener esos recursos de paciencia como para enfrentar el proceso de su hijo. Si tu hijo de 13 o 14 años está diciendo barbaridades, no es tonto o idiota, está ensayando. Está muy bien que te diga cualquier disparate y tú esperas que vaya madurando, que así será. Pero, como mínimo, habrá que tener la confianza para decir algunas cosas.

—Es que hay mucha presión de todo tipo sobre cómo y cuándo iniciar a un niño en la tecnología. 

—Claro, si los padres reciben que en el mundo que viene, sin digitalización no habrá trabajo ni habrá nada, ya te pone en la tesitura de que tu hijo se pueda quedar fuera y estamos todos acojonados. Un escenario en el que los que te rodean están frustrados es un mal escenario para desarrollarte como persona. No vas a acabar debajo de un puente por no jugar a la videoconsola con siete años. 

—¿Es una mala premisa decir que queremos que nuestro hijo sea feliz?

—Es un disparate. El 'tú puedes'. ¿Cómo te defiendes con el 'tú puedes'? Al menos dime: «Haz esto porque te lo digo yo». Y tú te enfadas y montas una escena, pero no es esa coacción emocional del 'tú puedes'. «Sé feliz». Sí bueno, selo tú. Y encima te dicen, «es que tu felicidad es mi felicidad». Toma ya, carga doble. No me extraña que nos manden a paseo. Dime tú lo que es la felicidad y ya te diré. Prefiero que me digas que sea ingeniero y yo ya te diré que no, que quiero ser psicólogo. Y que me digas, «no serás nada en la vida». Bueno, pues no seré nada en la vida, pero al menos hay algo ante lo que me puedo posicionar. Desear 'ser feliz' es un tanto agresivo contra tu hijo. ¿No se te ocurre nada más operativo? Y si quieres que tu hijo sea feliz, pues selo tú para que tenga un modelo y vea esperanza. 

—¿Cómo es su día a día?

—Muy duro, me queda una sensación de malestar y de culpa por las cosas que yo hablo con los adolescentes, porque son tan sencillas que se podría haber hecho en cualquier sitio. En Galicia estáis con las mismas dificultades de salud mental que en cualquier otra comunidad, pero, además de que tenéis unos profesionales de súper prestigio, estáis haciendo una cosa que no está haciendo nadie: la implementación del YAM, un programa de prevención universal del suicido en colegios para trabajar con adolescentes, desde los problemas de la vida cotidiana a adelantar las conversaciones que puedo tener yo en la clínica. Lo estáis haciendo en Galicia y cuesta un montón implementarlo. Muchas comunidades hemos fracasado. Sois punta de lanza y vais a ayudar, no solo a los niños gallegos. Lo que estáis haciendo desde salud mental y salud pública del Sergas y la dirección general de la orientación a la innovación y a la educación es reseñable. 

—Las cifras de suicidio en Galicia son muy altas. 

—Es que cada vez que salen las estadísticas rompemos un techo histórico. Hemos superado los 4.000 suicidios, que no se había llegado nunca. Pero estamos viendo también ese cambio de perfil que nos preocupa tanto, como que las redes sociales afectan más a las mujeres que a los hombres porque acceden mucho antes y, además, donde tienen que ver lo que se espera de ellas. En el suicidio, la paradoja del género dice que los hombres se suicidan más, pero las mujeres lo intentan más. A partir de los 15 años ya está claramente diferenciado. El año pasado, a nivel nacional, había ya una diferencia de dos puntos entre los 15 y 19 años cuando, tradicionalmente, eran prácticamente iguales. En Galicia, hay tres veces más muertes en mujeres que en hombres en esa franja de edad. Son cosas ante las que no podemos seguir mirando para otro lado y eso tiene una relación directa con ese acceso a redes sociales.

—Cuando usted da el alta a un paciente, me imagino que tiene que estar muy seguro.

—De lo que tengo que estar seguro es de haberme dejado la piel. Estoy seguro del conocimiento que tengo ahora y de mis decisiones. Sé que todo este aprendizaje ha servido de algo. Pero como bien dices, y está muy bien señalado, dar de alta a un chico supone llevarlo a, prácticamente, las mismas condiciones en las que él decidió acabar con su vida. El mayor riesgo de suicidio está justo después del alta hospitalaria, a partir de ahí va decreciendo durante los siguientes dos años. Tengo que tener muy claro que hemos podido abordar los motivos del suicidio, que hemos podido transmitir esperanza, que la familia no está pensando que el niño está llamando la atención y que se lo toma en serio, que va a implementar las medidas de seguridad de retirar la medicación y de favorecer la vinculación con salud mental para que sigamos trabajando en equipo, que se va a hablar con el colegio.

—¿Cree que en el futuro todos habremos tenido un compañero de clase que se ha suicidado?

—Yo espero dentro de 20 años esto haya mejorado muchísimo, que hayamos doblegado las cifras y que haya menos gente que ha tenido contacto con alguien. Pero, en un colegio normal, las cifras de prevalencia y de acceso de los estudios más precoces ya detectan hasta un 10 % de ideación de muerte en niños de nueve y diez años. Estamos hablando de quinto y sexto de primaria. Yo he hablado con profesores que me explicaban que llevaban veinte años en la educación y que esto no les había pasado. Las familias siguen siendo las principales interesadas en que no se sepa que su hijo está pasando por algo así porque tienen un miedo atroz a que sea mirado mal, a que sea criticado o a que los juzguen. Quien más te ha querido, es quien más ha intentado tapar la realidad. 

Teléfono de ayuda ante el suicidio

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Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.