De los comentarios de tu cuñado a encuentros que no apetecen: los consejos de psicólogas para afrontar la Navidad

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

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Ya seas un fanático de estas fiestas o te creen rechazo, te damos una serie de recomendaciones para llevarlas de la mejor manera posible

24 dic 2022 . Actualizado a las 14:37 h.

Te gusten o no, lo cierto es que estas fiestas son psicológicamente intensas. Celebraciones con amigos y familiares, encuentros y regalos; acompañados de comida, música, luces y alcohol. Un cóctel perfecto para disfrutar, pero también para que tu cerebro pida a gritos un respiro. Porque puede que te encanten, pero serían mejores si tu cuñado (u otra persona, que parece que siempre le caen los marrones al mismo) no soltara todos los años los mismos comentarios incómodos, ¿no? Hablamos de esta y de muchas otras situaciones típicas con tres psicólogas, que nos dan sus consejos para afrontar estas fiestas. 

Sí, es normal no sentirse cómodo ante tanta celebración (y no pasa nada)

«Es completamente normal. Son fechas en los que aparecen muchos 'deberías': «deberías sentirte feliz con tu familia», «deberías querer tener varios días festivos compartidos con gente», «deberías hacer regalos...» Todas estas imposiciones sociales que acabamos autoimponiéndonos pueden cansar, agobiar, entristecer y otras muchas cosas. Todo es válido y natural», apunta Ascen Castillo, psicóloga y psicoterapeuta.

Son días en los que existe una especie de mandato social implícito de que todos tenemos que estar felices. Así lo considera Marta Martínez, también psicóloga y psicoterapeuta: «Si eres una persona a la que le están yendo bien las cosas por así decirlo y disfrutas de estas fiestas, estupendo. Pero ¿qué pasa si has tenido una pérdida importante este año? Incluso una pérdida en algún momento de tu vida durante estas fechas, dificultades económicas o algún problema de salud mental o física. Hay muchas realidades diferentes y no es sano pensar que todos vamos a estar felices».

Si no te gustan estas fechas, lo primero es aceptar que aunque no son agradables para ti, eso no te hace raro ni diferente. Posteriormente, Castillo cree que debemos pasar a la acción: «Más que pensar en eso, seguramente necesitemos actuar. Actuar en la línea de crear unas fiestas propias y un entorno mejor para nosotros. Ya sea tomando la decisión de pasar un día con amigos, decidiendo no hacer tantos regalos este año o creando rituales o momentos que tengan sentido para nosotros».

Encuentros forzados que no nos apetecen: ¿y si no voy?

Cenas en las que te reúnes con personas que en algún momento formaron parte de tu vida y que ahora, por las circunstancias que sean, ya no. «Sé que no es fácil, pero es importante ser honestos con nosotros mismos y tratar de enfocar nuestra energía en los encuentros que de verdad nos apetecen y tratar en la medida de lo posible de no hacer cosas por compromiso», recalca Martínez.

«Creo que deberíamos plantearnos realmente cuál es el nivel de malestar que nos producen y en base a eso decidir qué queremos hacer con nuestros encuentros», concuerda Castillo. Al encontrarnos en un lugar que no nos apetece, pueden aparecer pensamientos rumiativos del tipo «¿qué hago aquí?» o «no me apetece todo esto». Una especie de bucle que puede llegar a complicar la situación. «Es algo bastante difícil, por eso debemos evitar en la medida de lo posible hacer cosas por compromiso o estar en espacios que no se hacen cómodos para ti», señala Martínez

Si decides ir, ahí van unos consejos: crear una red de seguridad y optar por temas banales

Si has decidido ir a la cena o no te queda otra elección, porque te trae más conflicto no ir que sentarte a la mesa con X persona, la buena noticia es que existen vías para que la situación sea lo más llevadera posible. En este caso, Castillo considera que es importante poner límites tanto a nosotros mismos, como a los demás. «Es decir, tratar de protegernos. Decir 'no' cuando no queremos responder a algo, pedir que no se hable de algo o irnos cuando consideremos que ya es suficiente exposición para nosotros», amplía. 

El segundo consejo es crear una red de seguridad que te permita escapar. Sí, como lees. «La red de seguridad varía mucho y depende de la forma en la que cada uno se sienta más seguro. Lo más típico es tratar de sentarte al lado de alguien en quien tengas confianza, pero también intentar hablar previamente con las personas con las que compartirás mesa, quedar con alguien antes e ir juntos o buscar una salida en caso de emergencia. Angustia mucho el sentir que no tienes salida a una situación de estrés. Anticípate y crea una opción de salida (algo tan sencillo como que alguien te llame al teléfono dándote una excusa para levantarte). Si luego no la necesitas, fantástico, pero saber que la tienes te dará una sensación de control y disminuirá tu percepción de estrés. Se trata de modificar el contexto para tener una sensación de control», detalla  Raquel Rodríguez-Carvajal, doctora en psicología y profesora en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).

Otra posible vía de escape a la que apunta la psicóloga Martínez: hablar de temas banales. Comentar la serie que estás viendo, algún viaje que te gustaría hacer o cómo has vivido este año. La idea es no optar por temas que sabemos que pueden crear conflicto. 

«De manera proactiva, pon el foco de atención en aquellos temas en lo que tú te vas a sentir mejor. Y, por el contrario, todo lo que que te vaya a generar incomodidad o malestar, orientarlo hacia lo que en psicología llamamos extinción», explica Rodríguez-Carvajal que, tirando de refranero, deja clarísima la filosofía de esta técnica: «No hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Esa es la actitud».

Si sale un comentario incómodo, desvía atención

Puede que aunque trates de evitarlo, surja el típico comentario que te incomoda o con el que te hierva la sangre. Esos que suelen relacionarse con el cuñado, pero como ya hemos comentado antes, pueden ser susceptibles de primos, suegros, hermanos y demás familia. Primero de nada: calma. 

«Creo que tenemos que tener en mente que ninguno de nosotros tiene la obligación de educar a nadie. Es decir, esto muchas veces nos pasa cuando recibimos un comentario homófobo, machista, racista… puede que tengamos ese impulso de saltar y decir: "Ey, que esto no está bien". Pero es muy importante saber que no tenemos la obligación de estar educando continuamente a nadie, que al final ahí estamos para disfrutar», explica Martínez. De esta forma, su recomendación en estos casos es que si quieres evitar conflictos, mejor no entrar.

Si aparece el comentario, despeja la atención por otra vía. Vuelve a la serie, el viaje o esa anécdota que te ha pasado este año. «Se trata de ser muy consciente de tu nivel de vulnerabilidad e ir atajándolo. Ya estoy allí, ya tengo mi red de seguridad, ya tengo mi salida preparada por si fuese necesario, ahora focalizaré la atención constantemente en aquello que me hace sentir seguro. Y todo aquello que me hace sentir incómodo: extinción. Reactividad cero. Porque si muestras reactividad frente a algo que no te gusta, te mostrarás vulnerable. Y a más vulnerabilidad, más estrés. Si respondes, malo; tu capacidad de manejo va a estar alterada. Por tanto, extinción. "Ah, oye, por cierto, habéis leído que en tal sitio está pasando tal cosa". Y cambiamos el foco de atención hacia donde yo me siento más confortable», recomienda la doctora en psicología.

Y por último, evidentemente, si no estás cómodo, huye de quedarte más de lo necesario en esa comida, cena o fiesta. «Si llega un punto en el que mi batería social siento que se agota o que ya no estoy cómoda, pues mira, mejor estar poco tiempo y que ese tiempo sea de calidad, que forzar a estar hasta el final», subraya Martínez. 

Consejos para sobrellevar de la mejor manera posible una cena o comida que no nos apetece: 

  1. Ponte límites tanto a ti mismo, como a los demás. Saber decir 'no' o no responder a ciertas cuestiones. 
  2. Crea una red de seguridad. Siéntate con quien estés más seguro o tengas más confianza. 
  3. Optar por hablar de temas banales, libres de posibles conflictos. Una serie o un viaje, por ejemplo. 
  4. Si sale un comentario incómodo, recuerda que estás ahí para disfrutar. Desvía la atención hacia otro tema. 
  5. No es necesario que te quedes más de lo necesario en esa celebración. Mejor poco tiempo y de calidad, que forzar hasta el agotamiento. 

 Si pasadas estas fiestas te sigues sintiendo mal, el problema no es la Navidad

Si pasadas estas fechas se sigue sintiendo tristeza o ansiedad, el problema no es la Navidad. Por eso, Castillo, recalca: «Si genera un sufrimiento considerable, no hay que esperar a después de las fiestas, si no pedir ayuda desde el primer momento. A veces esperamos y esperamos y realmente lo hacemos porque tememos que pedir ayuda signifique algo malo sobre nosotros. Los profesionales de la psicología existen para todo mundo y son necesarios para todo el que lo necesite, sin necesidad de que haya pasado algo terrible ni de que estemos perdiendo la cabeza». 

Puede que las Navidades pongan las emociones más a flor de piel en esta época. «Se remueve todo lo emocional como al recordar pérdidas, la imposición de ser felices, de juntarse con la familia... Pero si vemos que esa sensación perdura quiere decir que ya había algo previamente que se ha acentuado con esta celebración. Ahí sería muy recomendable pedir ayuda profesional para ver qué esta pasando», concuerda Martínez. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.