El diagnóstico en TikTok de los adolescentes: «Los síntomas psiquiátricos pueden encontrarse en la vida de un ciudadano normal»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Una imagen del agrupador en TikTok «#mentalhealth».
Una imagen del agrupador en TikTok «#mentalhealth». La Voz de la Salud

Millones de vídeos de salud mental y jóvenes comprometidos | Los expertos recuerdan que no hay que diagnosticar todos los estados

02 dic 2022 . Actualizado a las 09:32 h.

Es infinito, tiene música, vídeos y efectos. Rápido, interesante, y en ocasiones, hasta engancha. Su público objetivo es la generación Z, que ya está haciendo el paso definitivo desde Instagram. Hablamos de Tik tok, la red social por excelencia. Está de moda, y a su vez, pone de moda todo lo que hace viral: música, retos, bailes y, para el lamento de los profesionales de la salud, el autodiagnóstico de enfermedades. Los jóvenes que tienen dudas ya no usan Google, ahora utilizan la pestaña del buscador de la plataforma china. ¿Resultado? El hashtag (agrupador) #mentalhealth tiene 55,8 mil millones de visualizaciones. Sí, no han leído mal. 

Al introducirnos en este mundo, la red social despliega un mensaje: «El bienestar mental es importante». Sabe que esta tendencia existe por algo, y en lugar de prohibir, advierte: «Aprende a compartir tu historia de manera segura y apoyar a otros miembros de la comunidad al hablar sobre el bienestar mental». A continuación, se despliegan cientos de vídeos con millones de likes en los que se habla de depresión, trastorno de la conducta alimentaria, ansiedad o una mala racha. Sus protagonistas, casi todos jóvenes, muestran una salud mental comprometida sin tapujos.

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La parte más escalofriante son los TAG. En pantalla, y no siempre un profesional, aparece una persona que en un minuto cuenta todos los síntomas posibles de cualquier trastorno. Pongamos la ansiedad: sudoración, aumento del ritmo cardíaco, nerviosismo, agitación, tensión, temblores, sensación de debilidad o cansancio e hiperventilación. Si cumples todos, o algunos (claro), el doctor Tik Tok te diagnostica. La red social no tiene demasiados filtros (obviamente, una persona no puede salir haciéndose daño) y el algoritmo sabe lo que gusta. Cuanto más tiempo te quedes en este contenido, más lo verás. 

En muchas ocasiones son los influencers quienes se suben a la palestra. Cuentan su caso, los signos de alerta que tuvieron y que ya le están poniendo solución con un profesional. Hasta aquí, todo bien. Es liberador y ayuda a reducir el estigma que siempre había acompañado a las enfermedades mentales. Si fulanito la padece, yo también. Pero al mismo tiempo, trae consigo riesgos implícitos: el autodiagnóstico, y por ende, una búsqueda autónoma de la solución. Un yo me lo guiso, yo me lo como, de rigor. El formato invita a ello. Son vídeos cortos, de máximo tres minutos (que no siempre alcanzan) y por lo tanto, de fácil digestión. Quién habla no suele hacerlo con tecnicismos. Más bien, todo lo contrario, tirando de emoción. Si a esto se le suma que puede ser hasta referente, el riesgo aumenta. 

Debido a la reciente fama no existen demasiados estudios que hayan investigado el efecto de Tik Tok. Una revisión de artículos publicada este año en la revista Clinical Child Psychology and Psychiatry señaló que la red social tenía un alto potencial en materia de salud pública y mental, sin embargo, añadía que los contenidos editados por profesionales «son minoritarios». Esta investigación midió el alcance en Irlanda y observó que los vídeos personales tenían mucho más éxito que los relativos a asociaciones o cuentas de salud general. Además, muchos presentaban una particularidad extra: el humor, algo que parecía hacer conectar todavía mejor. 

¿Suben los casos?

Llevamos esta consulta a la práctica. ¿Está creciendo el número de adolescentes que se diagnostican a través de Tik Tok? Es difícil dar una foto fija de la situación. Por el momento, no se ha estudiado. Sin embargo, se empiezan a conocer casos. «Si bien nuestra investigación trabaja más con problemas relacionados con los videojuegos, estamos inmersos dentro de las adicciones conductuales. En ese ámbito, me muevo con distintos profesionales que trabajan en la parte clínica y me comentan que cada vez llegan más a consulta problemas de este tipo», responde Mónica Bernaldo de Quirós, vocal del comité ejecutivo de la Sociedad Española para el avance de la psicología clínica y de la Salud (Sepcys), que añade: «Las redes van cambiando. Nos estamos dando cuenta de que las características cada vez las hacen más adictivas y por eso los adolescentes hacen un uso más compulsivo de ellas».

Se trata de un espacio cómodo para los más jóvenes. Consumen lo que quieren y mantienen el registro al que están acostumbrados con sus iguales. Pero al mismo tiempo, también son un público más vulnerable. «La adolescencia es la edad de la construcción de la personalidad. Se encuentran ante el reto de salir del entorno familiar y abrirse al mundo buscando nuevas identificaciones para construir una identidad propia. El adolescente busca el reconocimiento de los demás, el sentirse incluido en el grupo de pares para ir apuntalando esa personalidad en construcción», explica Eva Rivas, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (Sepypna). 

 La profesional no niega el potencial de una plataforma como Tik Tok, que puede convertirse en un modelo de identificación  y acabar enriqueciendo las posibilidades de que un joven «sienta curiosidad y tenga inquietudes». Pero Rivas también reconoce los perjuicios que alberga escondidos en vídeos de simple apariencia: «Las redes sociales son también un escaparate de imágenes de perfección, belleza y delgadez con las que el adolescente se comprara sin el contrapeso de la realidad y siempre para salir malparado», explica. Algo que incrementa el sentimiento de soledad y fragilidad, y las ganas de buscar al respecto: «Si en este tipo de plataformas, busca reconocimiento en la tristeza o en el malestar de otros puede ser una vía de riesgo cuando, para gestionar el sufrimiento, se importan fórmulas como las autolesiones o la anorexia», destaca la experta. 

«Actualmente hay una tendencia a diagnosticar toda experiencia humana, con la idea de que cualquier malestar es susceptible de un tratamiento psicoterapéutico o psiquiátrico obviando así responsabilidades colectivas»

Los problemas de salud mental se han normalizado hasta el punto de que muchos sienten la necesidad de diagnosticarlos. Incluso, a uno mismo. Rivas comprende la desesperanza que muchos jóvenes pueden sentir ante un mercado laboral precario o un difícil acceso a la vivienda. Eso sí, recuerda la necesidad de legitimar sentimientos como la tristeza, la incertidumbre o la ansiedad «sin etiquetarlos como diagnósticos psiquiátricos»: «Actualmente hay una tendencia a diagnosticar toda experiencia humana, con la idea de que cualquier malestar es susceptible de un tratamiento psicoterapéutico o psiquiátrico obviando así responsabilidades colectivas y eludiendo tomar medidas como sociedad para hacerla menos asfixiante», defiende Eva Rivas. 

¿Y qué ocurre una vez el joven empieza a identificarse como un paciente de ansiedad? No resuelve nada. «Esto solo hace que se encuentre una etiqueta estereotipada, e incluso se interponga en la búsqueda de una solución propia», precisa. Es decir, que al final, es probable que cuando acuda a la consulta de un profesional, estos tengan que desandar el camino erróneo. Además, los sentimientos por buscar más y más pueden hacer que el joven entre en una rueda interminable. «Empiezan a buscar información al respecto de manera compulsiva, y cuanto más lo hace, más información le sale debido al algoritmo», precisa Bernaldo de Quirós. 

De poco sirve hacer  una relación directa. Si tengo este síntoma, tendré este síndrome. Existen diferencias entre sexos, edades y hasta circunstancias. Un diagnóstico no es tan claro como una regla de tres. Ser extremadamente ordenado no te hace tener trastorno obsesivo compulsivo.  De ahí que la individualización sea imprescindible: «La ansiedad es un signo de alarma que hay que descifrar. En los vídeos, en Internet se habla de ella en genérico o de la ansiedad de otros, pero nunca se va a encontrar el saber sobre la propia en lo que dice el resto», precisa Rivas.

De hecho, en una simple conversación es fácil encontrar a personas con insomnio, tristeza o preocupación excesiva. «Todas los síntomas psiquiátricos pueden encontrarse en la vida de un ciudadano normal. La valoración de si forma parte de un trastorno mental no solo depende de la existencia del síntoma, sino de su significación en la dinámica subjetiva y en la repercusión que tenga en el funcionamiento general del individuo», responde Rivas. Y aun cuando todo esto suceda, el autodiagnóstico (y mucho menos, la autorreceta) son viables. 

¿Cómo pueden ayudar los padres?

De igual forma, este problema puede ser el origen de una solución. Para las expertas, es una buena oportunidad para que la familia se muestre abierta y sin prejuicios a lo que los hijos le tengan que decir. Especialmente, si es en referencia a un problema de salud. «Cuando hablamos con los adolescente es muy importante la relación familiar que tienen. Por lo que si se acercan a mí y me cuentan lo que sienten, y los contenidos que están viendo, siempre hay que mostrarse de una forma abierta y curiosa, sin censuras», señala la vocal de la Sepcys.

Eva Rivas recuerda la importancia de la conversación: «Me encuentro en consulta muchos padres que llegan al psiquiatra antes de haber hablado con sus hijos, como si el doctor tuviera la respuesta de lo que le pasa a este, eludiendo el paso previo de hablar con él, preguntarle por su sentir o el por qué de algo», añade. Para ella, la consulta con un profesional nunca debe ser el primer paso, sino la comunicación interpersonal: «No dejarlos solos antes las redes sociales, como no se les dejaría antes cualquier otra herramienta», concluye. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.