Suicidio, cuando tenemos más dolor del que podemos soportar

FERNANDO L. VÁZQUEZ LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Un millón de personas se quitan la vida cada año, según la OMS.
Un millón de personas se quitan la vida cada año, según la OMS. La Voz de la Salud | iStock

Cada año se quitan la vida casi un millón de personas en todo el mundo. El psicólogo Fernando L. Vázquez nos ayuda a entender por qué ocurre

10 oct 2022 . Actualizado a las 19:06 h.

El suicidio es un enorme problema de salud pública que desafortunadamente no ha dejado de crecer en los últimos años, convirtiéndose en una auténtica lacra social. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se quitan la vida casi un millón de personas en todo el mundo, con otros veinte intentos por cada muerte por suicidio; y a ello hay que sumarle que cada suicidio afecta íntimamente al menos a otras seis personas. En España, según los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística en el 2020, la tasa de suicidios fue de 8,3 por cada 100.000 habitantes, menor que la media de suicidios a nivel mundial (9,3 por cada 100.000 habitantes), aunque no por ello deja de ser una situación dramática. Es más, la evolución de algunas tendencias no invita precisamente al optimismo: en el período que va desde el 2010 hasta la actualidad, los suicidios han crecido un 30 %, siendo la primera causa de muerte entre los jóvenes españoles, algo que nunca se había observado antes desde que se dispone de estadísticas.

Además, hay importantes diferencias entre las distintas regiones de nuestro país, hallándose en Galicia una de las tasas de suicidio más elevadas. Según se desprende de los datos de un estudio publicado en el año 2021, realizado por el Grupo de Investigación en Salud Mental y Psicopatología (GRISAMP) de la Universidad de Santiago de Compostela conjuntamente con el Servicio Gallego de Salud (SERGAS), entre el año 2013 y 2016 se produjeron 1.354 muertes por suicidio (938 varones y 346 mujeres), incrementándose notablemente en las personas mayores, especialmente en la franja de 75 a 84 años.

Teniendo en consideración estos datos, es prioritario que se haga un esfuerzo por visibilizar esta epidemia silenciosa y prevenir eficazmente el suicidio en nuestra sociedad, para lo cual conviene conocer adecuadamente qué es, los factores implicados, detectar aquellos signos más o menos evidentes de ideación suicida y qué puede hacer una persona con sentimientos suicidas y sus allegados.

¿Qué se entiende por conducta suicida?

La conducta suicida es un fenómeno multicausal y complejo que se manifiesta por una variedad de comportamientos en un continuo, en concreto: ideación suicida, comunicación suicida y conducta suicida.

  • La ideación suicida consiste en desarrollar pensamientos cuyo contenido está relacionado con terminar con la propia existencia: la vida no merece la pena, quiero morirme, esta vida no tiene sentido. Cualquier persona que se plantee el suicidio experimenta pensamientos o ideas suicidas, y se les considera un predictor de los intentos de suicidio, situándose en uno de los polos de un continuo que puede llevar a la autodestrucción, y pudiendo ser el primer paso para terminar haciéndolo efectivo.
  • La comunicación suicida se define como un acto interpersonal en el que se transmiten pensamientos, deseos o intencionalidad de acabar con la propia vida, y existen dos tipos: amenaza suicida (acto interpersonal, verbal o no verbal, que podría predecir una posible conducta suicida en el futuro cercano) y planificación suicida (propuesta de un método con el que llevar a cabo una conducta suicida potencial).
  • La conducta suicida, el último eslabón del continuo, se define como un comportamiento potencialmente lesivo y autoinfligido; se considera conducta suicida la autolesión o gesto suicida, el intento de suicidio y el suicidio.

¿Quién está en riesgo de suicidio?

Realmente es imposible predecir con certeza si una persona se quitará la vida o lo intentará. Esto se debe a que el suicidio rara vez es causado por una sola circunstancia, sino que una variedad de factores sociales, psicológicos y médicos pueden aumentar la probabilidad de que una persona intente suicidarse.

El sexo y la edad aparecen como dos grandes factores de riesgo relevantes. Los suicidios consumados son hasta cuatro veces más frecuentes en los hombres que en las mujeres, a pesar de que los intentos de suicidio o la ideación suicida son tres veces mayores entre las mujeres que entre los hombres. Está comprobado que tanto el suicidio como la tentativa aumentan con la edad, hallándose las tasas de suicidio más elevadas en las personas mayores, en especial, en varones de más de 75 años.

Asimismo, las personas que nunca se han casado, divorciadas o que han enviudado presentan índices de suicidio más elevados que las casadas. La gente con profesiones con altos niveles de estrés o en situación de desempleo también presentan mayor riesgo de suicidio.

Por otra parte, el riesgo de quitarse la vida en los pacientes psiquiátricos es hasta 12 veces mayor que el de las personas sin problemas mentales. En concreto, muchas investigaciones han encontrado una fuerte relación entre la depresión y la conducta suicida. Aproximadamente un 70 % de las víctimas de suicidio estaban sufriendo una depresión en el momento de su muerte. También se da un mayor riesgo de suicidio en individuos con un trastorno bipolar, esquizofrenia, dependencia del alcohol u otras sustancias, problemas alimentarios y diversos trastornos de personalidad.

Asimismo, la probabilidad de suicidio es mayor ante la presencia de enfermedades crónicas o discapacidad, experiencias de vida traumáticas y eventos vitales estresantes, acceso a armas o sustancias letales, aislamiento social o alienación, historia familiar de suicidio e intentos de suicidio previos. Este último está considerado como uno de los factores de riesgo más importantes de suicidio. Según los estudios, alrededor del 40 % de los pacientes con depresión que se suicidan ya lo habían intentado antes.

¿Cuáles son las principales señales de advertencia de suicidio?

Identificar determinados comportamientos de una persona a menudo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte, pueden ponernos sobre la pista de que una persona está pensando en suicidarse. Entre los más frecuentes se encuentran la verbalización de la idea o posibilidad de quitarse la vida. Otra señal importante es pensar a menudo en quitarse la vida y no dejar de darle vueltas a esa idea. A veces puede suceder que se expresen comentarios de insatisfacción vital y poca voluntad de vivir a personas cercanas; la suposición común de que las personas que amenazan con suicidarse no lo hacen no es cierta. También se pueden llevar a cabo determinados preparativos relacionados con la desaparición, como hacer testamento, poner los asuntos personales en orden cuando no hay otra explicación lógica para hacerlo, regalar pertenencias valiosas o despedirse de los seres queridos como si no se les fuera a ver de nuevo.

En algunos casos puede haber sentimientos intensos de soledad, de aislamiento, de impotencia ante determinadas situaciones de la vida, con pensamientos constantes sobre ello, sin ver ninguna salida a la situación, aflorando sentimientos de impotencia, indefensión, depresión o desesperanza. Otras veces hay una pérdida de interés por las aficiones, dejadez en el cuidado personal, abandono de las obligaciones y una disminución acusada en el rendimiento laboral, alejamiento de la familia y amigos, así como una propensión al aislamiento personal y social.

En ocasiones, un cambio dramático en el estado de ánimo de una persona muy deprimida, con una mejora repentina e inesperada, puede hacerle sentir con suficientes fuerzas para poner en marcha sus planes de suicidio. Cambios en la personalidad o las rutinas, como los patrones de sueño o alimentación, también pueden ser una pista. Otras veces podemos encontrarnos con la implicación en actividades de riesgo o autodestructivas, como consumir drogas o conducir de manera temeraria.

Las señales de advertencia no siempre son obvias y pueden cambiar dependiendo de cada individuo. Algunas personas expresan de manera clara sus intenciones mientras que otras mantienen en secreto sus pensamientos y sentimientos suicidas.

¿Cómo actuar ante los sentimientos suicidas?

Los pensamientos y las conductas suicidas no son inusuales, y no hay nada de qué avergonzarse. Muchos de nosotros hemos tenido  pensamientos suicidas en algún momento de nuestras vidas. Lo importante es darse cuenta de que es hora de buscar ayuda lo antes posible. De hecho, el primer paso para hacer frente a los pensamientos y sentimientos suicidas es compartirlos con alguien en quien confiemos. Puede ser un amigo, un familiar, un médico de familia, un terapeuta, un profesor, o un teléfono de ayuda. Estas personas pueden ayudarnos a encontrar soluciones alternativas al suicidio. Si no podemos pensar en esas otras maneras de solventar la situación, no es que no existan, sino que actualmente no podemos verlas. El intenso dolor emocional que estamos experimentando en este momento puede distorsionar nuestra  forma de pensar, por lo que se vuelve más difícil encontrar posibles formas de resolver los problemas o conectarse con quienes pueden ofrecernos apoyo.

También es importante posponer cualquier decisión sobre el suicidio. Ello implica un compromiso con uno mismo de no hacer nada drástico en ese momento, esperar al menos veinticuatro horas. Nuestras emociones no son fijas, cambian constantemente; el modo en que nos sentimos hoy puede no ser igual a cómo nos sentíamos ayer o cómo nos sentiremos mañana o la próxima semana. Si nos damos un tiempo,  probablemente nuestro estado de ánimo mejorará y nos sentiremos más capaces de enfrentarnos a problemas que ahora se ven como  insuperables.

Asimismo, es necesario deshacerse de las cosas que se podrían utilizar para hacernos daño, como pastillas, cuchillos, o armas de fuego. Si no se puede hacer, es importante buscar un lugar donde uno se pueda sentir seguro y acompañado. Además, hay que evitar el consumo de alcohol o sustancias. El consumo de drogas conlleva un incremento del malestar, de los pensamientos suicidas y de los actos impulsivos, y una disminución de la capacidad para resolver problemas.

Es igualmente importante entender que las crisis suelen ser transitorias. Aunque pueda parecer que nuestro dolor e infelicidad nunca  terminarán, la realidad es que suelen ser temporales. Muchas personas que han pensado en el suicidio en algún momento de sus vidas y se sintieron mal lograron superar estos sentimientos. Solo hay que darse el tiempo necesario y apoyarse en los seres queridos y buscar la atención profesional adecuada que nos ayudará a encontrar maneras de hacer frente a los sentimientos suicidas y superar el dolor.

Por otra parte, los familiares y amigos deben tener en cuenta que no todas las personas que piensan en el suicidio lo intentan. No obstante, es importarte tomarse en serio cualquier verbalización de suicidio, especialmente si la expresa alguien que esté sufriendo depresión. El mejor método para saber si un ser querido puede tener pensamientos o intenciones suicidas es preguntarle. De esta manera le brindamos la oportunidad de que nos pueda hablar de sus pensamientos, expresar su dolor, sus emociones negativas. No se trata de adoptar un rol de terapeuta, sino de escucharle, de mostrar empatía y compresión sobre su situación, y, si fuese necesario, ayudarle a buscar la ayuda profesional adecuada. Si la amenaza de suicido fuese inminente, es fundamental hacer todo aquello que sea necesario para evitar que la persona se quite la vida; en especial, eliminar el acceso a cualquier método de suicidio, no dejarla sola, y buscar ayuda inmediata llamando a Urgencias.

Finalmente, es importante enfatizar que tener sentimientos de querer quitarse la vida no es un defecto de carácter, y no significa que uno esté loco, sea débil o defectuoso. Sólo significa que tenemos más dolor del que podemos soportar en ese momento. Es probable que solos no podamos lidiar con esos pensamientos suicidas y el dolor abrumador que generan. Con el tiempo y el apoyo adecuado de un profesional de la salud mental y de nuestros allegados, superaremos los problemas, y el dolor y los sentimientos suicidas pasarán.

Fernando L. Vázquez es Catedrático de Psicología Clínica de la Universidade de Santiago de Compostela (USC); coordinador del Grupo de Investigación en Salud Mental y Psicopatología de la USC; asesor clínico en salud mental de la Spin-off «Xuntos» de la USC.