Pablo del Río, el psicólogo de los olímpicos: «Si le digo a un niño que Nadal es un fuera de serie por seguir con dolor, le estoy invitando a que se lesione»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Pablo del Río en la Villa Olímpica.
Pablo del Río en la Villa Olímpica.

Es pionero de la psicología deportiva en España, reconoce que el tenista español es «un referente y modelo»

13 jul 2022 . Actualizado a las 17:25 h.

La salud mental del deporte español está, muchas veces, en sus manos. Pablo del Río es pionero en la psicología deportiva en España. Llegó al Centro de Alto Rendimiento de Madrid en 1990, y en el 2016, fue el primer especialista de esta materia en acompañar al Comité Olímpico Español. Enseña a trabajar la presión, bajo presión. Carolina Marín, Ray Zapata, Lydia Valentín o Damián Quintero han pasado por su despacho. 

—¿Estamos en un momento en el que los deportistas de alto rendimiento priman la mente sobre el físico? Pienso en la frase de Simone Biles al retirarse de los Juegos Olímpicos: «La salud mental es lo primero por encima de cualquier medalla». 

—Sí. La psicología del deporte ha evolucionado en la medida que lo ha hecho el deporte en sí mismo. Cuando comencé en los años 90, la gente venía a verme y lo ocultaban. Digamos que me suplantaban la identidad. Decían que iban a ver a un fisio, a un médico o a un masajista, porque, por aquel entonces, ir al psicólogo era sinónimo de tener una patología o de estar enfermo. Hoy en día, esto ha cambiado mucho. Cuanta más formación e información tiene la sociedad y el deportista, los entrenadores, o el entorno, mucho mejor. Van a pedir más nuestros servicios, y saben lo que la psicología deportiva les puede ofrecer. 

—El deportista también es persona. 

—Exacto. La salud va unida a la calidad de vida, y el bienestar del deportista es el mismo que el de la persona. Muchas veces, cuando la sociedad, los medios de comunicación o las redes sociales hablan de un jugador, solo lo identifican con un deporte. Por ejemplo, pensamos en Nadal, y pensamos en Wimbledon, tenis, éxito o fuerza mental. Pero no, porque Nadal tiene una familia, una mujer, va a ser padre, tiene sus aficiones. Y la única diferencia entre un deportista profesional, y una persona que no lo es, es que el primero tiene que estar dando lo mejor de sí cada día porque la competencia es altísima. Vive en continua competencia interna y externa. 

—¿Qué les pasa más factura: el hecho de tener mucha competencia interna, y por ejemplo, autocastigarse por un error, o la competencia externa?

—Las competencias son necesarias, tanto la interna como la externa, pero claro, en su justa medida. Desde el punto de vista psicológico, lo ideal sería que el deportista trabaje para ser mejor cada día. Al tener más recursos, tendrá más posibilidades de superar a los demás, pero primero, tiene que medirse consigo mismo. Además, una competencia bien entendida supone mejora, aumento de rendimiento y logros. Tiene que salir de una zona de confort y tomar riesgos. Eso sí, que sean medidos y consensuados. 

—¿Es capaz de anticipar el éxito de sus deportistas con solo ver como salen al terreno de juego? Después de la medalla de Ray Zapata, comentó que con solo verlo salir al tapiz sabía que saldría bien. 

—A veces sí lo anticipo. Esta mañana acabo de tener una sesión con un tirador de arco que compite por individual y por equipos. Analizando la copa del mundo de París, yo le decía: «Fuiste en condiciones poco favorables», porque él mismo se había contaminado pensando que no estaba entrenando bien. Yo sabía de antemano que el rendimiento no iba a ser bueno. Es más, no me hace falta ni verlos, cuando me hablan, ya sé las condiciones en las que van a competir.  

Pablo del Río con Rey Zapata.
Pablo del Río con Rey Zapata.

—Usted fue escudero de Manolo Santana cuando lo nombraron capitán del equipo Copa Davis. Empezó fuerte. 

—Sí, vengo del mundo de este deporte. He visto muchos partidos y he trabajado con muchos jugadores. Alguna vez, viendo un partido en casa con mi hija, le he dicho: «Este va a hacer doble falta». Y acierto (se ríe). Lo adivino porque esa persona no hace los mismos rituales, está dudando o porque está fallando mucho los primeros. Al final, las emociones que tenga el deportista hacen que él se manifieste de una determinada manera en el ambiente deportivo. La persona que tiene confianza se mueve de una forma concreta, y también sucede a la inversa. Yo siempre les digo que es necesario entrenar bien, pero no es suficiente. Ellos tienen que saber que lo están haciendo bien. 

—Hay que creérselo. 

—Mejor, saberlo, porque les da confianza. Pero también tienen que ajustarse a la realidad. Muchas veces se crean una falsa confianza pensando que están muy bien. Eso tiene que basarse en hechos reales

—¿Cómo entrena con sus deportistas? 

—Cada maestrillo tiene su librillo. Es la gran diferencia entre un psicólogo nuevo y los que ya llevamos muchos años es la experiencia. Eso nos permite ir ajustando y modificando las diferentes formas de aplicar las técnicas. Alguien puede trabajar la motivación con estructuras distintas, pero lo que hago es tener un programa de trabajo en el que incluyo todas las habilidades psicológicas, y luego, técnicas específicas. Un ejemplo: el entrenamiento general es enseñar al deportista su nivel de activación con técnicas de respiración, para que gestione sus niveles de activación. Pero claro, hay que llevarlo a la práctica. Si hablamos de tiro con arco, tengo que enseñar al tirador a que, en línea de tiro, sea capaz de gestionar y regular su nivel de activación aplicando los ejercicios de respiración, para que se incorporen a la técnica de ejecución. Así, el deportista puede ver que el entrenamiento psicológico le sirve para algo. 

—Los resultados a veces son caprichosos por mucho que se entrene. 

—Claro. No siempre uno entrena y trabaja bien, y los resultados se corresponden. A veces hay que saber esperar. Es más, mantener la constancia cuando los resultados no son buenos también forma parte del entrenamiento psicológico. 

—¿La victoria y la derrota se practican?

—Sí, totalmente, y no solo con el deportista de alto rendimiento, sino desde la base. Hay que enseñarles a competir, y parte de ello es saber reaccionar ante la victoria o ante la derrota, porque la palabra fracaso no me gusta. Cuando uno compite a veces se gana, y otras se aprende. Si la persona no se lleva una lección, a mí no me sirve. Es más, el resultado de un jugador no solo depende de él, lo comparte con su contrincante. Por ello hacemos unas evaluaciones de la competición, con puntos débiles y fuertes, con estrategia de cambio, y yo siempre termino diciéndoles: «¿Qué has aprendido?»

—¿Cómo viven la retirada? Muchas veces, cuando lo hacen, todavía son jóvenes, pero físicamente ya no están al 100 %. Eso es díficil. 

—He pasado muchísimas retiradas. Ahora tengo dos olímpicos con los que estoy en esa fase. La retirada del deportista hace unos años era un trauma, porque no se preparaba. El entrenador venía y te decía: «Estás lesionado, y cuando estés recuperado, vuelves». Eso era una auténtica barbaridad. Había deportistas que sufrían una lesión y no se recuperaban. Esa era la peor forma de retirarse. Era un trauma. En cambio, desde hace unos años, se trabaja desde el mismo momento en el que entran. Por ejemplo: yo siempre vacilo a los jóvenes que vienen al Centro de Alto Rendimiento con que tienen una fecha de caducidad en el brazo. Ellos se sorprenden porque acaban de llegar, pero hay que entender que es algo que nos pasa a todos. El gran problema es que el ambiente familiar y social les hace creer que son la repera, que son la leche, y que van a vivir de ello. Cuando en realidad, en la mayoría de las disciplinas, pocos deportistas viven de lo que ganan haciendo deporte. La mayoría de ellos tienen que estudiar y prepararse para la otra vida. Para cuando se bajen del podio.

—Hay que trabajar estudio y entreno. 

—Claro, no puede llegar ese momento sin ninguna formación para incorporarse a la sociedad, porque hay, incluso, más competencia. Fíjate en unas oposiciones. Por eso hay que darles herramientas para que sean lo más autosuficientes posibles. Así sabrán tomar decisiones y manejar la presión, porque ellos tienen mucha. De hecho, se ve en los mundiales o en los Juegos Olímpicos. Hay deportistas a los que se les asigna medallas por adelantado, y después tienen resultados anómalos con un rendimiento por debajo de lo esperado. Es que es mucha presión. 

—Este miércoles, Rafael Nadal jugó y ganó lesionado. Se le veía fastidiado. Eso requiere más fuerza mental que física, ¿no?

Al venir de ese mundo, conozco a todo el entorno de Nadal. Pero creo que este tema se nos está yendo de las manos (se ríe). Parece que buscamos la épica al decir que es capaz de jugar lesionado y con dolor. Pues no. No transmitamos eso a los niños, porque cuando uno tiene dolor, tiene que parar. Si yo le digo a un pequeño que Nadal es un fuera de serie por el hecho de seguir con dolor, le estoy invitando a que se lesione. Muchas veces sacamos las cosas de contexto. Obviamente, y es algo que no se puede negar, Rafael Nadal es una referencia dentro del deporte en España y en el mundo. Es un fuera de serie, y tiene unas capacidades mentales increíbles. Es más, en el 2011, ya dije que Nadal es mentalmente superior a cualquiera. Es un referente, pero de ahí, a llegar a la épica, hay mucho camino. Con todo, insisto. He aprendido profesionalmente muchísimo de él. 

—Usted estuvo con los deportistas olímpicos hasta el último entreno en la villa. Incluso, estaba en la zona mixta. ¿Cómo se viven esos instantes? 

—Cuando estás preparando a un deportista para unos Juegos Olímpicos, o un campeonato del mundo como el que va a ser ahora de atletismo en Oregón (Estados Unidos), ya llevas semanas, meses o años trabajando con ellos. Por ejemplo, yo he ido a los Juegos Olímpicos tratando directamente a 20 o 30 deportistas. Pero es que además, no solo estás con ellos, sino con el entrenador, que también les puede transmitir nerviosismo. De hecho, acabo de hablar con una madre y le dije: «No le digas al niño que se tranquilice, porque si le dices eso es que lo estás viendo nervioso, y la que estás nerviosa eres tú». Yo les acompaño, tenemos nuestras sesiones en mi despacho de la Villa Olímpica, y allí desdramatizamos la competición, le quitamos importancia y la normalizamos.  

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.