¿Por qué gritan los tenistas al golpear la bola en los partidos?

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Rafael Nadal contra Francisco Cerundolo (Argentina), durante el partido del 28 de junio.
Rafael Nadal contra Francisco Cerundolo (Argentina), durante el partido del 28 de junio. AFP7 vía Europa Press | EUROPAPRESS

Los motivos pueden ser varios: mayor fuerza, aliviar la tensión o desconcentrar al adversario

05 jul 2022 . Actualizado a las 18:07 h.

Saque y grito. Derecha y grito. Revés, y otro grito. El famoso gruñido (por como se conoce en inglés el término de grunting): ¿por qué lo hacen los jugadores de tenis? Nervios, chute de adrenalina, ganar en confianza o despistar al adversario. Las razones, al igual que los rituales en la pista, pueden ser varias pero queda claro que funcionar, funciona y mucho. 

Tal es la potencia de esta técnica, que algunas voces han llegado a superar los límites de decibelios recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Por comparar: la entidad internacional estipula que en el interior de un concierto o espectáculo el máximo no debe pasar de los 70 dB. Un chillido de María Sharapova alcanzó los 105 en el 2009. 

La polémica saltó este sábado de la mano de Rafael Nadal, cuando el tenista español se medía ante Lorenzo Sonego en la segunda semana de Wimbledon. La lluvia obligó a cerrar la pista y detener el partido. Fue en este instante en el que el balear se acercó al juez de silla y llamó al italiano a la red para quejarse por los gritos de este. Nadal no se refería a la intensidad de los chillidos, sino a la duración, la cual llegó a interpretar como una forma de desconcentrarle. 

Con todo, los ejemplos son varios, desde el «¡vamos!» de Carolina Marín, el gruñido del propio Nadal o el grito más desgarrador de Serena, y la ciencia parece estar detrás. 

En el 2017, investigadores de vocalización de mamíferos de la Universidad de Sussex, situada en Inglaterra, estudiaron los gritos de distintos jugadores, y concluyeron que los gruñidos de los profesionales eran más fuertes y altos durante los partidos que perdían frente a los que ganaban. Algo del tipo: dime cómo gritas, y te diré si ganarás. 

Es más, los expertos descubrieron que las diferencias en el tono estaban presentes mucho antes que en el marcador. El coordinador de la Investigación, Jordan Raine, apuntó a factores psicológicos: «Esto sugiere que la diferencia de tono no se debe a cambios a corto plazo en el dominio del marcador, sino que reflejan factores fisiológicos y psicológicos a largo plazo, que se manifiestan incluso antes del partido», precisó el jefe del grupo. Un estado anímico influido por el resultado de partidos anteriores, la fatiga, lesiones o la clasificación mundial.

Para Vicenç Raluy, coordinador del Grupo de Trabajo de Psicología aplicada a la Actividad Física y el Deporte del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, todo dependerá de si se trata de una acción innata o preparada: «Cuando sale del propio deportista, es algo más natural, como si arrastrase el último aliento. Pero también es cierto que se trabaja. Al igual que se utilizan palabras clave en según qué momentos del partido, a veces también pueden recurrir a sonidos para coger una cadencia o un ritmo», explica el experto. 

Y ojo, porque los gritos también pueden afectar al oponente. Un estudio de la Universidad de Duke, Estados Unidos, pidió a los participantes que viesen vídeos de un tenista profesional golpeando la pelota. El objetivo era determinar con la mayor rapidez posible si el golpe se daba por el lado izquierdo o derecho. Para simular los gritos del tenis, los investigadores recurrieron al ruido blanco, ya que los primeros varían de un jugador a otro. Así, los resultados demostraron que los individuos analizaban peor la dirección de los golpes cuando el sonido interfería. A continuación, un ejemplo del contexto en el que los utilizaba la extenista, María Sharapova. 

Al trasladar esta conclusión a la pista, vieron que, cuando existe un estímulo aditivo adicional, se registraba un retraso de 30 milisegundos en la respuestas del adversario. Por ello, consideraron que los gritos afectan a la capacidad de reacción del oponente porque enmascaran la información auditiva de la pelota y crean una distracción. Eso sí, esta técnica tiene sus limitaciones: «Se puede usar para impresionar al rival. Pero prepararlo con este fin, le obliga a hacerlo siempre. De lo contrario, si no lo hace, dará la impresión de que el deportista está desgastado o débil», precisa Raluy. 

Sin embargo, el cuento cambia si hablamos de quien entona el grito. Otro estudio reveló que jugadores de tenis universitarios con un nivel avanzado golpeaban un 3,8 % más fuerte cuando gritaban. Por ejemplo, vieron que durante un saque, los jugadores que hacían algún tipo de sonido aumentaban la velocidad en torno a un 4,9 %. Es decir, la combinación de saque y grito fue una media de 7 kilómetros por hora más rápida que los golpes silenciosos. 

Si bien el aumento de la velocidad del saque no supuso un coste fisiológico extra, sí que hubo una mayor producción de fuerza registrada por la actividad muscular, relacionada con la percepción del esfuerzo y el consumo de energía. Estas conclusiones pueden sugerir que el grito mejora el rendimiento, y resulta sostenible durante el transcurso del partido. No solo esto, sino que aporta confianza y mayor control a los propios jugadores. David Peris, presidente de la Federación Española de Psicología del Deporte, indica que es una forma de «aliviar tensión, y canalizar el esfuerzo que hacen». De esta forma, el grito acompaña al gesto. También apunta a un componente más social basado en la imitación e intimidación: «El primero será porque si una persona ve a un referente hacerlo, la tendencia será copiarlo. Y el segundo, porque se solía pensar que gritar ayudaba a intimidar al contrario», explica el profesional. 

Aplicado al deporte en general, el grunting también puede funcionar. Investigadores de la Universidad de Drexel pidieron a 30 voluntarios que presionaran con su mano un medidor hidráulico siguiendo tres estructuras: primero, solo lo apretaron; después, apretaron y exhalaron al mismo tiempo, y por último, ejercieron presión gruñendo y gritando con energía. El resultado quedó claro: cuando los individuos gritaban, la fuerza crecía de media un 10 %. 

El estudio observó que los gruñidos aumentaban la potencia que tenían las señales eléctricas que el cerebro envía a los músculos para que se contraigan. Así, cuantas más señales, más fuerza. 

En esa línea, investigadores de la Universidad Hardin-Simmons, en Texas, observaron que los tenistas que gritaban, golpeaban la pelota más rápido, y además, activaban más y mejor los oblicuos y los músculos del pecho. El autor del estudio, Dennis O'Connell, lo explicaba de la siguiente forma: «El gruñido aumenta el reclutamiento muscular, o lo que es lo mismo, el número de fibras musculares que se utilizan durante unos ejercicios. Cuando esto sucede, eres capaz de generar más fuerza y trabajar esos músculos de una manera más eficaz», precisaba el experto. 

En la práctica profesional, Vicenç Raluy indica que imita la técnica de autoinstrucción: «Acompaña a la pelota en el caso del tenis, o se utiliza para alargar más el brazo o la pierna, como ocurre en el Taekwondo», explica el psicólogo, que añade: «Esta técnica se basa en que los deportistas utilicen frases o palabras concretas que les ayuden. Es un diálogo interno en el que se dicen lo que deben hacer. La cuestión es que a veces, de forma voluntaria o involuntaria, se eleva el tono, la fuerza, y el rival o el público pueden oírlo», reconoce. 

Sea como sea, y lo entone quien lo entone, el grito seguirá bailando al son de la raqueta: «Nuestra recomendación a los jugadores es que mantengan aquello que mejore su rendimiento», reconoce Peris. Esta estrategia parece ser de las que funcionan.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.