Francisco Doce, psiquiatra: «En depresiones graves muchas veces la terapia electroconvulsiva tiene menos riesgos para el feto que el psicofármaco»

Lois Balado Tomé
lois balado LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

El psiquiatra Francisco Doce frente al hospital de Oza, en A Coruña.
El psiquiatra Francisco Doce frente al hospital de Oza, en A Coruña. ANGEL MANSO

El médico destaca la efectividad de esta terapia en depresiones severas logrando una mejoría en el 80 % de los pacientes que muestran resistencia a los antidepresivos

10 jun 2022 . Actualizado a las 13:01 h.

Francisco Doce Feliz va camino de los cuarenta años ejerciendo la profesión de psiquiatra. Una buena parte de ellos viendo cómo la terapia electroconvulsiva mejoraba la vida de pacientes a los que la alternativa farmacológica no lograba encauzar. Ha visto la evolución de la técnica y el estigma. Hasta hubo que rebautizarlo: del electroshock al TEC (siglas de Terapia Electroconvulsiva). Recuerda cómo en el hospital de Conxo, en los ochenta, el comité de empresa vetó el uso de este método y la máquina quedó olvidada. «El comité de empresa del hospital decidió que no se iba a apoyar que se hiciese terapia electroconvulsiva y recomendaban a todo el personal que no lo hiciera. Que sería una respuesta al sistema y que iban a protestar. Así de clarito», relata sobre aquellos tiempos. La medicina ganó la partida a la ideología y, en la actualidad, este procedimiento se realiza a diario en España.

—¿Por qué cree que la terapia electroconvulsiva tiene tan mala fama?, ¿es merecida?

—Hasta llegar a donde hoy estamos, hemos atravesado una larga etapa de ensayo y error. Es una técnica que empezó a utilizarse en los años treinta del siglo XX con la convicción de que dar convulsiones a un paciente mejoraría la sintomatología, básicamente a personas con sintomatología psicótica y esquizofrenias. Hasta que se logró regular bien su uso: la intensidad de la corriente, la resistencia y los protocolos, evidentemente esto ha cambiado muchísimo. Hoy mismo en el hospital me tocó hacer terapia electroconvulsiva, se realiza en un cuarto en el Hospital Abente y Lago y se hace bajo controles de anestesia, con enfermería y con los pacientes totalmente monitorizados. La persona no se entera. Se le pone un relajante muscular, por lo que no convulsiona. De hecho, para poder ver la convulsión tenemos que realizarle al paciente un electroencefalograma y un electromiograma para detectar la convulsión muscular y cerebral. Ahora mismo, está muy supervisado y el paciente no sabe por lo que ha pasado.

—¿Qué tal se toman los pacientes que les comunique que van a recibir terapia electroconvulsiva?

—Evidentemente, cuando se les propone por primera vez, siempre hay reticencia. En cualquier caso, tiene que haber un consentimiento informado para que se realice, como con cualquier otra intervención médica. Lo tiene que autorizar el paciente. Como a veces no son capaces, porque en ese momento atraviesan un brote psicótico y son atendidos por orden judicial, lo consiente la familia. Esa autorización no solo la pedimos en psiquiatría, sino también los anestesistas. Prácticamente no existen contraindicaciones específicas para el TEC (Terapia Electroconvulsiva). Hoy mismo tengo de paciente a una mujer de 87 años. Cuando es la primera vez que acuden, se les facilita una información sobre en qué consiste para que la lean. No recuerdo habérsela impuesto a nadie desde hace muchísimos años. En general, todos acaban aceptándola con más o menos reticencias. Si tienen que repetir, los que ya la han recibido con anterioridad y les ha ayudado, no ponen ninguna pega. Sin embargo, a quienes se les dio el alta y regresan al cabo de un tiempo por una recaída son los que más pegas ponen. Ellos y también sus familias. Suelen preguntar: «¿Le van a hacer eso otra vez?».

—El TEC es efectivo ante los síntomas psicóticos agudos, se manejan unas cifras de mejoría en el 80 % de los pacientes. Pero comenta que hay personas que tienen que regresar. ¿Qué resultados da en el largo plazo?

—Hablamos de un porcentaje del 80 % de los casos en pacientes que ha fracasado todo lo demás. Ese matiz es importante. Tú imagínate que se diese por sistema a todo el mundo de entrada, tendría mucho más porcentaje de éxito. Las indicaciones de la terapia son, básicamente, cuadros depresivos o depresivo-psicóticas, ya sea dentro de depresiones monopolares o dentro de un trastorno bipolar. Esa es la indicación básica, pero también se utilizan en catatonías. Se da un 80 % de respuesta en gente que no ha respondido a antipsicóticos o a antidepresivos con dosis muy potentes. ¿Qué es lo que buscamos con la terapia electroconvulsiva? Primero, la remisión de la sintomatología, como cuando tratamos una depresión con pastillas. Cuando tratamos farmacológicamente una depresión y el paciente está asintomático, se le mantienen los antidepresivos durante un tiempo largo, por lo menos un año. Los pacientes que mejoran con el TEC, también salen de la terapia con antidepresivos para prevenir recaídas. Con el tiempo, cuando se les retiren, puede ser que recaigan o no. Pueden pasar muchos años o toda la vida sin tener otro episodio. Y para los pacientes que tienen una tendencia a la recaída, existe la posibilidad de hacer la terapia electroconvulsiva ambulatoria. Se trata de una terapia de mantenimiento. Van una o dos veces al mes o cada quince días a darse el TEC. Acuden desde su casa y se les pide que vayan acompañados por un familiar, pero como si vas a hacerte una colonoscopia. Siempre es mejor. Van allí, pasan por el proceso y se les da de alta. La terapia de mantenimiento no se da en un paciente agudo, sino cuando se observa que es una persona que recae frecuentemente y en la que la medicación por sí misma no previene esas recaídas. Es un tratamiento de prevención. Si vemos que hay pacientes que están empezando a empeorar, se comienza con el procedimiento ambulatorio antes de que se produzca la caída.

—Si tan buen resultado tiene, ¿por qué no se aplica terapia electroconvulsiva directamente y se recurre a los fármacos?

—Es una buena pregunta. Primero, porque se hace a nivel hospitalario. Hay depresiones moderadas y graves pero sin riesgo suicida que se están tratando ambulatoriamente. Únicamente si no responden se les propone este sistema. De entrada, también hay resistencia a este tipo de tratamiento por los mitos del pasado: las películas, El nido del cuco y todas estas cosas. Pero empastar una muela sin anestesia sería muchísimo peor que pasar por un TEC. Tratamos a la gente con tratamientos farmacológicos porque si no no daríamos a basto. Piensa que la depresión es una enfermedad muy prevalente, un problema que a lo largo de la vida van a tener una de cada cuatro o cinco personas. ¿Qué hacemos? ¿A esos cientos o miles de personas que haya en cada ciudad les vamos a hacer un TEC?

—¿Entonces la decisión se basa exclusivamente en la gestión de recursos y no médica?

—Y también de la gravedad del proceso. Los leves, por supuesto, no entran; moderados, de entrada, tampoco; solo se recurre a la terapia electroconvulsiva en procesos graves que no respondan al tratamiento. Y las cosas como son, hay muchos procesos graves que responden al tratamiento farmacológico. Se trata del recurso final.

—Dice que es el último recurso, ¿qué pasa entonces con ese 20 % de personas a los que no les funciona esta terapia?

—En este grupo, lo normal es que sí haya una mejoría clínica. Evidentemente, en psiquiatría, tenemos pacientes que no responden al tratamiento de una patología. Esto pasa, se llame la especialidad psiquiatría, oncología o cardiología. Como médicos, lo que tenemos que buscar es, primero, curar; segundo, mejorar; y tercero, aliviar. Buscamos el alivio sintomático. No es lo mismo un cuadro depresivo extremo, con un sufrimiento tremendo y con una tendencia autolítica permanente, a un paciente que esté depresivo y apagado, que obviamente tampoco es deseable. Normalmente lo que sí se consigue es esa mejoría clínica. Pero que en el 80 % desaparezcan los síntomas, se trata de un porcentaje altísimo en medicina. No en psiquiatría, en medicina, encima en pacientes resistentes. Es evidente que hay gente que no va a ir. Ni con médicos ni sin médicos; ni con TEC ni sin TEC. Así de claro.

—Entiendo que entre estos últimos, el índice de mortalidad es altísimo.

—Los pacientes que no responden a cuadros depresivos graves… Tengamos en cuenta que la séptima causa de muerte en España es el suicidio. El suicidio está ahí. La presión por la realidad que tenemos es muy fuerte y ha crecido mucho en estos últimos meses. Por eso en el Hospital de San José, en A Coruña, se ha abierto un área de prevención del suicido. Antes cada médico atendía a los pacientes graves, ahora hay una unidad específica. Si el riesgo es muy elevado, esos pacientes son elevados a planta, a un ingreso hospitalario.

—¿Tiene más usos más allá de las depresiones severas o los episodios psicóticos?

—Básicamente se utiliza para depresiones graves dentro de un cuadro monopolar o bipolar. La gente puede tener fases depresivas o de euforias, lo que llamamos manías. Es decir, depresiones graves que pueden ser con o sin síntomas psicóticos. También se utiliza en la manía. Porque el TEC no solo vale para subir el ánimo al que lo tiene bajo, también para bajárselo al que está eufórico o acelerado. Es un estabilizador. También se utiliza en algún tipo de psicosis, en las catatonías está indicada como primera opción, en algunas esquizofrenias muy resistentes. Pero también tiene indicaciones fuera de la psiquiatría. El TEC se utiliza en pacientes con Párkinson con una mala evolución y que sufran los llamados episodios on/off. Se utiliza también en epilepsias graves, ya que dándole un TEC disminuyen las crisis epilépticas. En algunos pacientes el TEC debería ser también la primera opción, como en algunas embarazadas que tengan depresiones graves. Muchas veces, la terapia electroconvulsiva tiene menos riesgo para el feto que utilizar un psicofármaco. También en pacientes mayores que toman muchos tratamientos, esta terapia tiene menos problemas de incompatibilidades que los antidepresivos en dosis potentes.

—¿Qué efectos secundarios tiene?

—Normalmente puede haber una amnesia del momento, no se acuerdan de que se les ha dado el TEC. Pero esa amnesia también se puede tener por cualquier proceso que incluya una anestesia. O una persona que tenga un ataque epiléptico, no se va a acordar de ese episodio. Pero sí se acuerda perfectamente del resto de su vida, de si ayer estuvo comiendo jamón o de cualquier otra cosa que le haya pasado. Amnesias lacunares sí que puede haber, pero no son demasiado llamativas y remiten normalmente sin mayor problema.

—¿Hay controversia dentro de la profesión sobre el uso del antiguamente llamado electroshock?

—Ahora mismo yo creo que no. Habrá gente a la que haga menos gracia, que se sienten más inseguros aplicándolo o que se han formado peor en ese tema, pero ahora mismo dentro de la psiquiatría, como no esté muy ideologizada, hablo de profesionales que estén muy metidos en el tema de la psicoterapia, creo que no. Ni siquiera otros colectivos lo cuestionan. Nuestro compañero psicólogo no hace una apología del TEC, pero tampoco lo cuestiona ni realiza una crítica sistemática. La crítica es residual, cada vez menos frecuente. Recuerdo que cuando hice la especialidad, en el año 85, en los hospitales públicos de Galicia no se daba la terapia electroconvulsiva. Vale que ya tengo años, pero tampoco era la prehistoria. Solo se daba en los privados. Esto cambia en los años noventa, en el momento en el que se se empiezan a abrir las unidades de hospitalización en los hospitales generales. Primero, porque tienes más soporte. La terapia, en un hospital general, te la indica el psiquiatra, pero necesitamos el apoyo del anestesista y de enfermería. En el momento en el que se empiezan a crear las unidades de agudos en los hospitales generales, como sucedió en A Coruña, Santiago o Vigo, es cuando se empieza a dar el TEC. Antes se daban en otros sitios, pero a la pública llegó a los años 90.

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.