Cristina Rodríguez, capaz de sentir ASMR: «Supe que le pasaba a más gente cuando una concursante de Gran Hermano dijo que tenía ''orgasmos cerebrales''»
SALUD MENTAL
Tanto ella como su hermana son capaces de experimentar esta sensación que, en su caso, se desencadena «cuando alguien con el que no tengo mucha confianza usa un objeto mío»
22 may 2022 . Actualizado a las 17:06 h.Se le pregunta y se le repregunta, pero Cristina Rodríguez no logra recordar cuándo fue la primera vez que sintió cómo el ASMR recorría su cuerpo. «Siempre me ha pasado. Para mí era algo normal, simplemente una sensación que tenía y que nunca había compartido por nadie. No por nada, simplemente no consideraba que fuese algo fuera de lo común», explica con la inocencia de una niña que no sabía que formaba parte de un colectivo que representa, según recientes estudios, a aproximadamente un 14 % de la población. Habla de su caso personal, de qué es lo que ella siente cuando le asalta este cosquilleo tan característico que describen las personas ASMR: «En mi caso, que no sé si es la misma sensación que tiene el resto, consiste en una especie de hormigueo placentero que sube por el cuello y por todo el cráneo; se acompaña de una sensación de tranquilidad y cierto hormigueo en el estómago».
Le pedimos que defina cómo es ese placer para todos aquellos ajenos a él puedan, al menos, tener una idea de lo que se siente. ¿Es una satisfacción similar a la que se siente en un orgasmo o más bien algo parecido a cuando vamos al baño con muchas ganas? Se ríe. «El orgasmo es... como más corto. El ASMR es más placentero que ir al baño cuando tienes muchas ganas y aparte tiene un punto de calma, de tranquilizador. Es muy efímero. Del cero al diez de placer, le pondría un siete y medio», puntúa.
El ASMR (por las siglas en inglés que hacen referencia a Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma) es un término científico que se emplea para definir un tipo de sensación muy particular y que alguna gente es capaz de experimentar. Se trata de una especie de cosquilleo en la parte trasera de la cabeza que se extiende hacia abajo. Está muy relacionado con una sensación de relajación y de calma.
Su caso tiene mucho en común con el de muchos otros: la sensación comienza en la cabeza, hay una serie de detonantes que provocan su aparición, le acompaña desde los primeros momentos de la infancia y también ha convivido con esto de manera discreta. Es algo común en la gente que lo experimenta. No dicen nada. Bien porque asumen que es algo que a todo el mundo le pasa; bien porque no quieren expresar algo que consideran extraño. En el caso de Cristina, fue una mezcla de ambas. «No tenía ni idea de nada, era algo que tenía totalmente introducido en mí. Lo veía como algo normal. No lo había verbalizado porque también había un punto de vergüenza porque parece una cosa un poco extraña, que ni siquiera yo no entendía. ¿Por qué me da este tipo de placer ver a alguien dibujar y escuchar el ruido que hace el lápiz contra el papel? ¿O ver a profesores escribir o dibujar en la pizarra? ¿Por qué no me pasas con todos los profesores y solo con algunos? Al final, te sientes un poco friki», confiesa. Hace mención especial a su antigua profesora de plástica. «Hacía dibujos con la pizarra y con ella me pasaba más». Preguntamos si la voz en particular de esta profesora era importante para activar la reacción. «No era su voz. Era que hacía dibujos y que lo hacía con mucha calma», responde.
Sí recuerda, sin embargo, cuando empezó a ser consciente de que su caso no era el único en el mundo. Al final, parte del colectivo lo tenía en casa. No fue ella la que dio el primer paso, sino que un buen día fue su hermana la que la sorprendió con unas sensaciones que pronto supo reconocer. «Hubo un momento en el que lo hablé con mi hermana. Creo que fue ella la me lo dijo primero, que le pasaba también. Le conté que a mí también me pasaba. De esto ya hace muchos años y ahí se quedó la cosa. Luego hubo una edición de Gran Hermano en la que entró una persona que dijo que tenía orgasmos cerebrales y ahí dije, “hostia, no somos las únicas a las que nos pasa”. Empecé a buscar y encontré ese término de ASMR, no sabía que había más gente a la que le pasaba», dice entre risas.
Cristina habla también de cómo el ASMR se ha popularizado hoy en día. Lo compara con la casi total ausencia de información de hace unos años. Ella no consume el contenido ASMR que está arrasando en YouTube y TikTok, dice que no la hace sentir nada. «En mi caso no, porque, por lo que he visto, va muy enfocado al tema auditivo: susurros, uñas rozando el micrófono… Eso nunca me ha generado nada, independientemente de que sea un vídeo o no. Parece que no soy el nicho adecuado de los creadores de contenido ASMR», bromea. Es algo importante. Ser consumidor de este tipo de vídeos y no experimentar ninguna reacción, no implica que no seas una persona ASMR. Y viceversa. Que los veas no te convierte en alguien capaz de sentir lo que, científicamente, se entiende por ASMR.
Preguntamos a Cristina qué estímulos son los que hacen que su cuerpo se active. «En mi caso, depende de cómo se hagan las cosas. Me puede pasar viendo vídeos de todo tipo manualidades, seguro me pasa si veo a alguien dibujar, especialmente si no lo conozco. No importa que dibuje bien o mal, solo el hecho de escuchar el ruido del lápiz contra el papel es suficiente. También me pasa viendo cómo se maquilla o se peina una persona y también cuando alguien con el que no tengo mucha confianza usa un objeto mío», enumera.
Si bien son muchos los casos de un 'diagnóstico' en los que el paciente se siente aliviado, no es algo que le pasase a ella cuando descubrió que su condición era compartida por mucha más gente. «No, no fue un alivio. Sí dije ''vale, no estoy loca'', pero tampoco me preocupaba», comenta. Y, por supuesto, se ha encontrado escepticismo sobre su condición. «Por ejemplo, cuando se lo conté a mi pareja me dijo que sería algo parecido a lo que se siente él cuando le peinan en la peluquería. No lo entendió y tampoco sabía nada del tema. Hay incredulidad en general, pero no me preocupa», dice. Una reacción similar tuvo su madre cuando sus dos hijas se le plantaron delante para explicarle el placer que sentían ante determinados estímulos. «Me hizo gracia saber lo de mi hermana. Se lo contamos a mi madre suponiendo que era algo que le pasaba a todo el mundo. Mi madre nos dijo que estábamos mal de la cabeza. Fue gracioso», recuerda. Esa condición tan desconocida entonces es ahora estudiada en universidades de todo el mundo.