Álvaro Moleón, psiquiatra: «Han aumentado las urgencias por ingesta de pastillas, cortes o intentos de ahorcamiento en jóvenes. Hay que hablar de suicidio»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

El psiquiatra Álvaro Moleón ha sido galardonado con el premio Doctoralia al mejor de España en su especialidad, por su trabajo en la prevención del suicidio.
El psiquiatra Álvaro Moleón ha sido galardonado con el premio Doctoralia al mejor de España en su especialidad, por su trabajo en la prevención del suicidio.

El especialista premiado por Doctoralia como el mejor de España insiste en la importancia de romper con el tabú para prevenir el suicidio, que es la primera causa de muerte en población joven

02 mar 2022 . Actualizado a las 18:11 h.

La salud mental ha pasado, por fin, a primera plano. Está claro que la pandemia del covid-19 ha traído secuelas en ámbitos que van más allá de lo corporal en muchas personas. Dificultades laborales, familiares y una soledad derivada de la imposibilidad de ver a amigos y seres queridos fueron factores determinantes para que llegáramos a este punto.

Pero los datos revelan una realidad aún más grave: el 2020 (el último del que hay registro) ha sido el año con más muertes por suicidio en la historia del país. Así lo observa el psiquiatra Álvaro Moleón (Sevilla, 1991), psiquiatra en el Hospital Juan Ramón Jiménez, Coordinador de la Unidad de Estimulación Cerebral del Instituto Andaluz de Salud Cerebral y autor del libro Suicidio, una cuestión multidisciplinar. A dos años de graduarse como psiquiatra en el 2020, el experto ha recibido el premio Doctoralia Awards al mejor de España en su especialidad. Lejos del pudor y el tabú que rodean, en muchos ámbitos, al suicidio, Moleón insiste en la necesidad de hablar del tema y propone la realización de campañas que puedan ayudar a prevenirlo.

—¿Cómo ves actualmente el estado de salud mental de la población?

—Se ha visto un aumento de los trastornos mentales desde que empezó la situación de la pandemia por covid. Principalmente, aumentos de trastornos de tipo ansioso o depresivo, aunque también trastornos por insomnio, o trastorno obsesivo compulsivo. Evidentemente, también hemos visto muchas adicciones. Principalmente a fármacos relajantes, benzodiacepinas o alcohol. El insomnio, además de la hipocondría, es lo que más ha aumentado. Pero lo más dramático es el aumento que se ha observado en la conducta suicida. El 2020, el último año documentado hasta ahora, ha sido el año con más suicidios en la historia de España, desde 1943. Además, por primera vez, ha habido más suicidios en población femenina. El suicidio es siempre más frecuente en hombres. y, por primera vez, ha habido más de 1.000 suicidios en población femenina. Y tenemos que contar con que los casos son más de los que están registrados, porque muchos accidentes de tráfico son suicidios camuflados. Sabemos que el 70 % de los suicidios suceden bajo una enfermedad mental.

—¿A qué se deben estos aumentos en trastornos durante la pandemia?

—En primer lugar, está la situación de incertidumbre que hemos vivido, el aumento del desempleo que hemos visto durante la pandemia. Muchos trabajadores se han visto parados. Está esa incertidumbre, ese aislamiento social, no saber qué va a pasar, esa falta de contacto con tus seres queridos. Todo eso ha creado un caldo de cultivo que, además de las pérdidas de seres queridos, ha precipitado la aparición de trastornos mentales, sobre todo durante la época del confinamiento. Evidentemente, el acceso a los medios clínicos ha cambiado. La consulta ha estado restringida. Las consultas online o por teléfono, muchas veces, dejan al paciente con una sensación de falta de cercanía. La imposibilidad de ver a la gente ha hecho que se compliquen y que se hayan agravado casos.

—¿Hay momentos de mayor riesgo para la salud mental en la vida?

—Sí. Un 80 % de las enfermedades mentales se desarrollan antes de los 20 años de edad. Sobre todo, las enfermedades mentales más graves como esquizofrenia, bipolaridad o autismo. Esas enfermedades aparecen antes de los 20 años habitualmente. Hasta esa edad, es fundamental tener buenos hábitos de salud mental, y prestar atención a signos de alarma. Los familiares y el propio paciente deben pedir ayuda lo antes posible cuando surgen problemas. En caso contrario, probablemente se desencadene una enfermedad mental que puede tener o no solución.

Además, la población infantojuvenil ha sido uno de los segmentos que más se han visto afectados por la situación de la pandemia. Imagínate un niño con 6 o 7 años que está desarrollándose, que va a actividades extraescolares y juega con sus amigos. Y de repente, sin tener gran capacidad para comprender qué está pasando, durante 7 u 8 meses lo aíslan en su casa sin relación con los amigos ni abrazos ni bromas. Esa población se ha visto muy afectada. De hecho, hoy, el suicidio es la primera causa de muerte en la población de 15 a 29 años. En esa población, la atención en urgencias ha sido mucho mayor que en años anteriores, sobre todo por conductas suicidas. Ingesta de pastillas, cortes, intentos de ahorcamiento. Todo ello se ha visto muy aumentado. También en la población mayor a 60 años, por ser personas que ya están de por sí más aisladas, y encima, ni sus hijos ni otros familiares cercanos pueden ir a verlos. Se han visto muy aislados y el aumento de casos de ansiedad y depresión en esta población se ha disparado.

—¿Cuáles son los signos a los que debemos prestar atención?

—Hay que notar algún tipo de alteración en las esferas de la mente, ya sea en el ánimo, en los ciclos biológicos como el sueño, la alimentación, la esfera sexual, o bien ansiedad, o problemas de concentración. Lo primero que se debe hacer, cuando se trata de un niño o un joven, es informar al pediatra o al médico de familia en mayores de 14 años. Y en caso de que haya demora en la atención, acudir a urgencias a un especialista de la salud mental.

—¿Hay síntomas que pasen desapercibidos o que las personas oculten con facilidad a padres y mayores?

—Sí, de hecho, los trastornos depresivos en los niños son distintos a los de los adultos. No se manifiestan igual. El niño tiende más a aislarse, a actuar de forma irritable, más que a la típica depresión de llanto, de esa falta de vitalidad que puede tener el adulto. Entonces, si un padre ve que su hijo se está aislando en su habitación, que quiere empezar a no comer con la familia, que tiene problemas para dormir, se levanta por la noche o no concilia el sueño, esos son signos de alarma. Hay que actuar inmediatamente en esos casos.

—¿Cómo se pueden prevenir los trastornos?

—En primer lugar, hay que tener unos hábitos de salud mental aconsejables. Descansar al menos 6 o 7 horas al día, realizar actividad física, al menos 3 días a la semana, o durante 150 minutos semanales. Comer cada 8 horas, una dieta saludable y mediterránea a poder ser. Tener una rutina diaria que no nos sobrepase de estrés. En población infantil, esto incluye actividades extraescolares, deportes, idiomas. En adultos, algún hobby, alguna afición que les haga desconectar un poco y guardarse un tiempo para ellos. Diariamente, dos o tres horas al día tenemos que tenerlas para nosotros, para cuidarnos. Otro tema en el que hago siempre hincapié es que, al igual que hay en los colegios clases de educación física, creo que debería haber educación mental o de salud mental. Al menos algún seminario, cada 15 días o cada mes, sobre estos hábitos que no se pueden perder para no enfermar.

—¿La meditación puede ayudar?

—El mindfulness puede ayudar en algunos cuadros de salud mental, pero no en casos severos. En los trastornos psiquiátricos leves o incipientes, relacionados con la depresión y principalmente con la ansiedad, meditar puede ayudar. Cuando nos metemos a hablar de una esquizofrenia, ahí no va a servir. Puede ser una herramienta auxiliar, pero no te va a quitar la patología.

—¿Cómo debemos actuar en momentos puntuales de crisis?

—En caso de que ocurra un problema puntual, en caso de que tengas una crisis, debe ser tratada por un profesional de la salud mental, psicólogo o psiquiatra, que esté especializado en el tema, que valore de forma urgente si hay algún riesgo suicida, y si los síntomas son graves o simplemente es un mal período que estás atravesando en tu vida relativo a un estresor externo. Habría que darle un abordaje más intensivo a estos temas. Por ejemplo, está comprobado que hablar de suicidio no incrementa el riesgo suicida, sino que ocurre al revés. Los pacientes que tienen estas ideas sobre quitarse la vida agradecen poder hablarlo con alguien que pueda darles una visión distinta, o alguien que pueda aunque sea darles cierta comprensión para que no se sientan culpables. Es algo que le pasa a mucha gente. Estamos hablando de la primera causa de muerte no natural en nuestro país. El ritmo de los suicidios triplica las muertes por accidentes de tráfico. ¿Por qué no se hacen campañas de prevención del suicidio como las que se hicieron en los años 2000 para los accidentes de tráfico, que tanto ayudaron para disminuir las muertes? Es algo que habría que plantear, porque esto tiene pinta de que va a ir mal si se sigue así.

—¿Qué cosas en general mejorarían la salud mental de la población?

—A diferencia de lo que ocurre en otros países de nuestro entorno, en España no hay un plan nacional de prevención del suicidio. Evidentemente, hay algunos planes por comunidades autónomas, y algunos planes de asociaciones que han dado buen resultado, pero no hay un plan nacional. Esa es una carencia tremenda que tenemos, además del déficit marcado en el número de psiquiatras y psicólogos clínicos que tenemos por habitante en comparación con otros países europeos o del norte de América. Esto hace que las listas de espera sean muy largas y que muchas veces un problema sin atender se convierta en un trauma, o un suicidio, o un intento de suicidio.

—¿Cómo ves actualmente la relación de los pacientes con la psiquiatría? ¿Hay personas que se resisten a los tratamientos o a la medicación?

—Hay tanto pacientes que se resisten a ser tratados con psicofármacos, por el estigma que está vinculado a este tipo de fármacos y a la propia psiquiatría, como también pacientes que abusan de estas sustancias y que quieren solucionarlo todo a través de psicofármacos. El psicofármaco es una de las tres herramientas que tenemos los psiquiatras para ayudar a los pacientes. Está la psicoterapia, están los psicofármacos, pero también están las técnicas de estimulación cerebral. La estimulación magnética transcraneal, que yo con mi equipo utilizo diariamente, tiene unos resultados espectaculares en determinadas patologías. La terapia electroconvulsiva, que es una terapia con mala fama, también da unos resultados espectaculares cuando está indicada. Y también la terapia de estimulación transcraneal por corriente directa. Son técnicas que cada vez se están utilizando más y que, en los próximos años, dejarán a los fármacos en un segundo lugar.

—¿Cómo funcionan esas técnicas?

—Las tres principales técnicas de estimulación cerebral que se utilizan en España son la estimulación magnética transcraneal, que está indicada para pacientes con depresión resistente a tratamientos farmacológicos, el trastorno obsesivo compulsivo y la adicción a sustancias psicoactivas; la terapia electroconvulsiva, indicada también para la depresión resistente, para pacientes con trastorno bipolar o esquizofrenia resistente a tratamientos; y la estimulación transcraneal por corriente directa, que está indicada para depresión moderada, por ejemplo, para pacientes que no quieran tomar medicación, o personas con fibromialgia o dolor neuropático.

Estas terapias trabajan con lo que se llama la neuromodulación. Lo que hacen es cambiar el funcionamiento de ciertos circuitos neuronales cerebrales que tenemos, que de una forma u otra están actuando de manera aberrante por la patología en cuestión. Entonces, mediante estimulaciones diarias durante 20 o 30 sesiones, en el caso de la estimulación magnética transcraneal o la estimulación por corriente directa, o entre 8 y 15 sesiones en la terapia electroconvulsiva, se producen cambios cerebrales que hacen que se puedan resolver los casos sin necesidad de psicofármacos, y muchas veces con menos efectos secundarios. No se modifica la personalidad, sino el funcionamiento cerebral, y desaparecen o se reducen los síntomas de la patología en cuestión.

Son técnicas que están infrautilizadas. Hay psiquiatras que por temas de ideología se niegan a aplicarlas. Dentro de la psiquiatría, hay dos corrientes. Está la corriente biologicista, en la que yo me encuentro, en la que consideramos que las enfermedades mentales se generan como cualquier otra enfermedad, en relación con alteraciones biológicas neuronales, de neurotransmisores. Y entendemos que la solución va por ahí. Y hay otro segmento de psiquiatras que piensan que la psiquiatría es una ciencia entre la medicina, la filosofía, la psicología y la antropología, y piensan que estos tipos de tratamientos son demasiado invasivos y deben quedar relegados a una última opción.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.