Los errores médicos en las series sobre hospitales: «Si alguien empieza a tener convulsiones, no hay que sacarle la lengua»
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Tres profesionales sanitarias explican qué sucede en urgencias y emergencias: «A veces ves cosas que te hacen pensar: "Esto es imposible"»
15 sep 2024 . Actualizado a las 18:09 h.No existe un médico al que se escapen los errores de libro que suceden en las series de televisión. Los protocolos y las guías es lo que tienen, que marcan los pasos a seguir, y cuando estos no se cumplen, llaman la atención, al menos, entre quien los conocen.
Llevan años en parrilla y siguen funcionando. Las ficciones basadas en los hospitales suelen gozar de buena salud en materia de audiencia, aunque el relato no se ajuste a la realidad. La última en ser desgranada por los usuarios de redes sociales ha sido Respira, el reciente estreno de Netflix, pero no es la única. Hospital Central, Anatomía de Grey, New Amsterdam o House son algunos de los títulos que a muchos se les vienen a la cabeza.
Es más, la buena fama de este último no lo eximió de errar en la mitad de episodios de las primeras siete temporadas. Así lo reveló el libro House: Patologías de la verdad (Dolmen editorial, 2012), quien analizó los guiones de la producción estadounidense y encontró que hasta en un 41 % de los casos se confundieron al poner la etiqueta a una enfermedad o en la traducción de los términos médicos.
«Entiendo que tenga que tener una trama que enganchen, porque explicar el día a día de los médicos, enfermeras y técnicas puede ser hasta aburrido», dice Rosa Pérez, responsable de divulgación de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes). Las urgencias y emergencias no ocupan toda su jornada, «afortunadamente», apunta la experta. En realidad, dice, «la mayoría de nuestro trabajo es, en muchas ocasiones, paliar el sufrimiento, poner algún parche en una enfermedad que sabes que evolucionará de una manera que no te gusta y hacer mucho acompañamiento», precisa.
Un oncólogo que opera, lo nunca visto
El fallo de base, de la que ninguna ficción queda exenta, es la carencia de especialidades. Un médico que tanto se encarga de tratar el sistema digestivo, como el cerebral, que de operar el cerebro de un adulto como el corazón de un niño. «En España, los médicos se especializan después de hacer el MIR, y a su vez, la carrera profesional les lleva a la supraespecialización», señala la responsable del área de divulgación de Semes. Esto hace que un traumatólogo sea un gran experto en la rodilla y solo se dedique a ver este tipo de articulación, aunque esté capacitado para atender el resto.
Solo, destaca Pérez, puede darse esta capacidad para saber de todo en los especialistas dedicados a urgencias y emergencias. «Tenemos una visión muy transversal de la persona porque puede haber un momento de urgencia en cualquiera de sus órganos. Pero nunca operaríamos un cerebro, contamos con otras especialidades», detalla. Zapatero a tus zapatos.
En Respira, también aparece un residente de primer año que se encarga de una operación por su propia cuenta y riesgo. La doctora Sara de Antonio Feu, vocal de la Sociedad Madrileña de Médicos Generales y de Familia (SEMG Madrid), recuerda, por si hacía falta, que esta situación no puede darse bajo ningún concepto. Al igual que el oncólogo que además de tratar, también opera: «La especialidad de oncología es médica. En función del tumor, opera una especialista u otro, por ejemplo, un ginecólogo», expone Beatriz Torres, responsable del Grupo de residentes y jóvenes especialistas de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
Cesárea en medio de un pasillo
Siguiente golpe al manual. En la reciente producción de Netflix y, sin ánimo de hacer spoilers, se practica una cesárea en medio de un pasillo del centro hospitalario. «A veces, ves que cosas que piensas: “Esto es imposible”», comenta Pérez, que añade: «Las intervenciones mayores se han de hacer con una asepsia total. Solamente, se podría practicar fuera de los límites, en casos de vida o muerte de una persona, como una traqueotomía de urgencia», comenta. Para salvaguardar al afectado, se debe llevar un control de la asepsia, de la hemorragia o del dolor, todo ello tareas a cumplir en un quirófano.
Precisamente en la ficción, médicos, enfermeras y técnicas entran y salen de una operación sin control alguno. Estas idas y venidas no son frecuentes en la realidad porque aumentaría el riesgo de infección. Es más, existe personal dedicado al control de la asepsia como son «auxiliares de quirófano, enfermedades circulantes o muchas técnicas», indica Pérez.
Lío de sondas
En las series también hay lío con cómo poner el oxígeno o las sondas nasogástrica. En Respira, cuenta la miembro de la Semes, «había un chico que sangraba por la boca porque tenía varices esofágicas. Para ello, tienes que poner un tubo por la vía digestiva. se trata de una concreta por el procedimiento que se debe seguir», indica.
En la serie en cuestión, en lugar de utilizar la sonda indicada, empleaban una vesical, destinada a la micción. «Enseguida la reconocimos porque es mucho más estrecha», comenta. También critica la forma en que se ponen este tipo de utensilios, «lo hacen muy rápido, con mucha rabia». La realidad exige cuidado y mimo.
El juramento Hipocrático
Cuando un estudiante de medicina termina la carrera hace el juramento hipocrático, un compromiso ético que recoge las obligaciones morales de los médicos con sus pacientes. Por eso, la doctora Sara de Antonio Feu critica una de las escenas de Respira: «Hay un cirujano que abandona a una paciente en medio de una cirugía porque había llegado la hora de hacer huelga. Por pura ética profesional, eso nadie lo haría», comenta.
Y este no es el único error relacionado con la profesionalidad. En la ficción protagonizada por Blanca Suárez y Manu Ríos, entre otros, una ginecóloga falsifica un informe de violencia sexual, algo impensable en un hospital. «En primer lugar, porque es un delito. Y en segundo, porque al ser una prueba forense, debería ser un forense el que hiciese la exploración. Es algo protocolario en todos los hospitales», zanja la doctora.
Un corazón sin ritmo
En cuanto a la reanimación cardiopulmonar, todas las series y películas fallan en dos aspectos, la fuerza aplicada y el tiempo que se le dedica. «El personaje con el que la tienen que poner en práctica es un actor, por lo que no se puede hacer la misma fuerza», comenta Pérez respecto a la primera. La técnica, por su parte, es correcta e incluso sirve de ejemplo para los profesionales de urgencias y emergencias. «Cuando se llama al 112 porque hay alguien que no respira, le decimos que hagan como en la televisión», indica la experta, que añade: «La colocación en la ficción no suele ser mala. Se ponen de rodillas, con los brazos estirados, y con las manos encima del pecho», señala.
Luego, llegan el resto de indicaciones que dan los profesionales, imposibles de ver en la pantalla. La fuerza se debe hacer desde los hombros, en lugar de las manos o muñecas, «siempre con el balanceo del propio cuerpo» y ejerciendo una buena presión. «Por teléfono les pedimos que hundan el pecho tres centímetros. Hay que hundirlo mucho para llegar al corazón, y a veces, notas crujir las costillas, que se pueden romper», apunta.
La velocidad recomendada es mayor a la que a veces se ve en televisión. Por eso, «vamos guiando a la persona al otro lado del teléfono contando 1,2,3…»; al igual que sucede con el tiempo dedicado. Los profesionales pueden estar hasta 20 minutos intentando reanimar a una persona. Sin embargo, en un capítulo tal vez se le dedique uno o, como mucho, dos.
El desfibrilador con un electrocardiograma plano
Una de las representaciones en las que más errores se acumulan es en el uso del desfibrilador; un aparato restablece que el ritmo cardíaco normal mediante la aplicación de una descarga eléctrica. Para emplearlo, es necesario que el corazón tenga un ritmo desfibrilable, como una fibrilación ventricular o una taquicardia ventricular sostenida. De lo contrario, su uso no está permitido.
¿Cuál es el problema? Que en las series es habitual que aparezca justo cuando no debe: con un electrocardiograma plano. «El desfibrilador manda un impulso eléctrico al corazón para que se resetee y solo se puede emplear cuando el ritmo es errático o irregular», contempla Rosa. Si está en asistolia —sin ritmo— no es posible. «En las series vemos que descargan de cualquier manera», añade la responsable de divulgación de la Semes.
Es más, existen dispositivos automáticos, disponibles en espacios públicos para uso de cualquier persona en caso de emergencia, que son capaces de leer los ritmos y solo descargar cuando esté indicado. De lo contrario, no funciona. «Están dentro de unas cajas, muchas veces presentes en sitios turísticos, trenes, plazas, ayuntamientos o metros. Son muy sencillos de utilizar. Tienen dos parches que se deben colocar sobre la piel. Uno en el pecho y otro en el lateral», detalla Pérez, que añade: «Después, hay que poner la máquina en posición de ON, para que proceda a hacer la lectura del ritmo cardíaco. Si es desfibrilable, suena una voz que te pide que te apartes y que indica que la descarga está lista. De lo contrario, te anima a seguir con las maniobras de reanimación», indica la experta de urgencias y emergencias, consciente de que en este tipo de situaciones, el tiempo es oro.
El dispositivo disponible en los hospitales tienen un funcionamiento ligeramente diferente. Es semiautomático, por lo que los médicos pueden forzar la descarga. Con todo, para proceder a ello, deben comprobar el estado del corazón en un monitor, una herramienta que no siempre aparece en la ficción. En suma a todo lo anterior, las palas siempre se utilizan sin gel. «Si fuese así en la realidad, provocaríamos una quemadura en la persona», alerta la doctora Torres.
En la ficción también se suele gritar «adrenalina». ¿Sucede en la vida real? Sí, pero no se administra tan a la ligera como se recoge. «Se utiliza en función del problema cardíaco que detectemos. Eso sí, se suele hacer por vía intravenosa, no por intramuscular como vemos en la pantalla», comenta la miembro de la SEMG.
La lengua no se cae
Las convulsiones también aparecen mal retratadas. Cuando una persona experimenta una situación de este tipo, como sucede a veces en un ataque epiléptico, el personaje en cuestión se encarga de intentar sacarle la lengua para que no se la trague. La creencia popular también apoya esta teoría. Sin embargo, se debe hacer todo lo contrario.
«Con las convulsiones, el cuerpo está recibiendo noticias del cerebro para que los músculos se aprieten mucho», explica la experta de la Semes. Precisamente, el masetero, una potente estructura de la mandíbula que, entre otras funciones, proporciona una masticación eficiente, también crece en tensión y se contrae. «Si tú pones algo dentro de esa boca, en el momento de contracción de la convulsión, se puede romper. Hay gente que mete los dedos y ha habido casos muy graves», cuenta.
Tampoco sirven cucharas, palos o bolígrafos, que más allá de un daño dental pueden ocasionar un atragantamiento. «La lengua no está suelta en la boca, de ser así, nos la tragaríamos siempre. Tiene un enganche anatómico. En realidad, las personas se ahogan por la posición de la cabeza», desvela. Si estar boca arriba ya no es cómodo para dormir, mucho menos en una crisis epiléptica. Por eso, la recomendación médica cuando haya convulsiones es la de poner al paciente de lado, proteger la cabeza y no contenerlo.
Un ahogamiento no tiene que ser llamativo
Otro mito. El ahogamiento, especialmente en personas que no saben nadar, no es tan llamativo como se representa en las series y películas. «Se produce en pocos minutos, y en niños, no hace falta que el agua les cubra, puede haber un accidente en un palmo», precisa Rosa Pérez. Por eso, es importante que nunca se les pierda de vista.
La recuperación de un golpe en la cabeza tiene que ser más lenta
Por mucho que las películas de acción hayan retratado los golpes como el pan de cada día, una persona no podría aguantar ese ritmo en la vida real. «En las series vemos unos golpes muy fuertes y quienes lo reciben siguen en pie. Lo cierto es que si se diesen de verdad te echarías al suelo y no te despertarías», contempla la profesional de urgencias y emergencias.
Precisamente, cuando una persona pierde el conocimiento a raíz de un traumatismo, la recuperación puede durar horas, e incluso días. Las probabilidades de que alguien se despertase como si nada y siguiese con su vida son pocas. «Cuando hacemos pruebas de imagen a cerebros que han sufrido una contusión, puede haber sangrados o hematomas. Tarda su tiempo en estar en una buena condición otra vez», alerta.
Un buen reflejo
Pese a los errores, la ficción también tiene su parte positiva. Por ejemplo, la vocal de la Sociedad Madrileña de Médicos Generales y de Familia considera que la desigualdad entre adjuntos y residentes está bien reflejada: «Muchas veces hay cierto maltrato o falta de supervisión en los hospitales grandes, como se muestra. También el tema del suicidio es real, nuestro colectivo tiene una alta tasa de ello», apunta.