Brochas y esponjas de maquillaje, un foco de bacterias: ¿cómo y cada cuánto lavarlas?

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Los expertos explican que se deben lavar cada siete o diez días para evitar «el daño de la función barrera de la piel»
07 abr 2023 . Actualizado a las 10:04 h.Párese a pensar, ¿hace cuánto no limpia sus brochas y esponjas de maquillaje? Tal vez, y con suerte, lo hizo hace una semana. Quizás la pereza hizo que la última vez fuese hace un mes. Lo cierto es que estos utensilios no solo esparcen producto. Cuando la higiene no es adecuada, también arrastran distintos microorganismos como las bacterias. La desinfección es fundamental y, por regla general, poco frecuente. Da pereza y requiere su tiempo. Lo sabemos. Sin embargo, lo cierto es que lejos de lo que se suele pensar, no es un proceso complicado y puede ahorrar algún que otro disgusto.
Un estudio de la Universidad de Aston publicado en la revista Journal of Applied Microbiology en el 2019 investigó la contaminación microbiana existente en productos de maquillaje, entre ellos, las beauty blenders, un utensilio en forma de esponja que debe mojarse antes de utilizarlo para aplicar la base.
Al analizar los productos que fueron donados a la investigación, concluyeron que hasta el 90 % de lo estudiado estaba contaminado con bacterias. En el caso de las esponjas, destacaron la presencia de Enterobacteriaceae y hongos. Es más, señalaban que el 93 % del total no se habían limpiado y un 64 % se habían seguido utilizando después de haberse caído al suelo. Así, destacaban el riesgo potencial que supone exponerse, día tras día, a patógenos de este tipo.
Ojo, esto no quiere decir que el microbioma de tu piel sea algo negativo. La mayoría de bacterias son inofensivas y lejos de dañar, nos benefician. Es más, una microbiota en equilibrio contribuye a un buen sistema inmune y ayuda en la protección que realiza la piel. Con todo, algunos tipos pueden ser perjudiciales y causar irritación, mal olor, rosácea, dermatitis atópica o brotes de acné.
Si bien a simple vista son imperceptibles, cada vez que una persona toca las brochas o las esponjas, así como el maquillaje, está transfiriendo una serie de microorganismos y suciedad que después se trasladan a la cara o zona del cuerpo en cuestión. Un proceso que se agrava si antes de hacerlo no se limpian bien las manos. A su vez, estos objetos tienen acumuladas células de piel muerta, suciedad del día a día, aceites que se pueden emplear en la formulación de los productos y bacterias. ¿Significa esto que sí o sí vaya a ocurrir? No, simplemente, se incrementa la posibilidad. «Al acumularse humedad y restos de un producto graso como es el maquillaje se genera un potencial cultivo de microorganismos nocivos para la piel», indica el doctor Adrián Alegre, miembro del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Errores principales: humedad y sin luz natural
Dejando a un lado la escasa limpieza, hay ciertas prácticas que, en el día a día, el usuario hace mal. En primer lugar, la humedad y el calor. Guardar las brochas en un neceser sin permitir que se sequen no es lo mejor en lo que a higiene se refiere. Es más, tal y como se explica en este reportaje, el sol es «muy buen antiséptico, mata a muchos microorganismos», por lo que permitir que se aireen con luz natural es aconsejable.
Pero esto no es lo único. Llevándolo un poco más al extremo, y dejándolo como anécdota, un estudio publicado en la Journal of Applied Microbiology observó que tirar de la cisterna, pero dejar la tapa abierta, no impide que los microorganismos del váter se diseminen por el cuarto de baño y acaben sobre las superficies. Así, guardar el maquillaje y los utensilios en esta habitación puede no ser lo más recomendable ya que podrían contaminarse. En suma, los neceseres tampoco son la mejor opción. Especialmente, si no se lavan con asiduidad. Al igual que sucede en otros espacios, la suciedad que se acumula puede transmitirse a las brochas y esponjas.
Causa o empeora el acné existente
Las consecuencias sobre la piel son varias. Lo más habitual es que cause o empeore el acné existente. «Principalmente pueden agravar brotes previos ya que al utilizar brochas contaminadas con bacterias se altera la flora normal de la piel y favorece el crecimiento de bacterias nocivas como el Cutibacterium acnes, responsable del acné», explica el doctor Adrián Alegre. También especies como el Staphylococcus, Streptococcus, e.coli y distintos tipos de hongo se pueden asentar sobre la barrera cutánea. El riesgo sería mayor si ya existe una herida o algún tipo de agresión sobre la piel. «En cuanto a las brochas deterioradas por uso excesivo, estas pueden dañar la función barrera de la piel y generar brotes de dermatitis seborreica o rosácea en pacientes predispuestos. Además se ha demostrado que pueden ser un foco de infección para el virus de herpes simple», apunta el experto.
La Fundación Piel Sana destaca que las infecciones cutáneas suceden cuando la flora normal de la piel se altera por la influencia de varios factores: «Una higiene inadecuada, humedad, condiciones climáticas, hacinamiento, dermatosis inflamatorias preexistentes tratamientos antibióticas previos». Estas variables contribuyen a que las bacterias patógenas «se adhieran o multipliquen sobre la piel», precisa la entidad. Las más comunes suelen estar causadas por la Straphylococcus aureus y Streptococcus grupo A beta hemolítico.
Las Staphylococcus o estafilococos son un grupo de bacterias que pueden causar distintas infecciones. En la piel pueden manifestarse en forma de granos o forúnculos, y que la zona esté enrojecida, inflamada e incluso tenga dolor. El problema no lo causan por el simple hecho de permanecer sobre la piel, sino por penetrar, a través de una herida, la barrera epitelial.
Por otra parte, una de las posibles causas de la aparición del acné es el sobrecrecimiento bacteriano. A raíz de la hiperseborrea, es decir, un exceso de secreción de sebo, la flora bacteriana de la piel crece, lo que aumenta la probabilidad de infectar los comedores y apareciendo con ello, las pápulas y pústulas.
¿Cada cuánto hay que limpiar las brochas de maquillaje?
Ahora bien, la pregunta del millón, ¿cada cuánto habría que limpiarlos? Si bien no existe un consenso, sí se puede tirar de sentido común. Teniendo en cuenta el nivel de exposición y el uso que cada persona le dé, «habría que lavar después de emplearlas, al menos superficialmente, y de forma más exhaustiva cada semana. Existen productos para ello en tiendas especialidades en maquillaje», responde el doctor Adrián Alegre, que además, anima a cambiar aquellos utensilios que estén gastados o deteriorados para evitar «irritaciones innecesarias».
El profesional coincide con la recomendación de la Academia Americana de Dermatología, que sitúa el límite de la limpieza cada siete o diez días y establece un breve decálogo sobre cómo hacerlo.
- En primer lugar, sitúa las brochas bajo un chorro de agua tibia para eliminar los primeros restos de maquillaje. Trata de aclarar solo la punta, pues hacerlo por completo puede disolver el pegamento que une el cabezal al mango.
- A continuación, llena un recipiente con agua tibia y una cucharada de champú suave. El jabón puede resecar las cerdas.
- Remueve la brocha en el interior del bol. Para profundizar y formar algo de espuma, masajea la punta del cepillo sobre la palma de la mano.
- Aclara la rocha debajo del grifo. Repite el proceso hasta que el agua salga limpia.
- Después, elimina el exceso de humedad con una toalla de papel limpia y seca. Coloca los utensilios sobre una toalla para que se sequen y si es posible, deja que las puntas cuelguen sobre el borde de una superficie. Por el contrario, no los dejes en posición vertical.
Más allá de limpiarlo o no, tampoco es bueno que varias personas utilicen las mismas brochas siempre y cuando no se hayan higienizado. De ser así, «pueden producirse alteraciones de la microbiota o incluso transmisión de infecciones víricas como verrugas o herpes», concluye el dermatólogo.
¿Qué significa tener la barrera cutánea alterada?
La piel, que es el órgano más grande del cuerpo, tiene como objetivo proteger y separar al organismo del exterior. «Es como un muro, en el que los ladrillos son las células epidérmicas y el cemento los lípidos que se encargan de la cohesión de estas células», detalla la Fundación Piel Sana. Si alguna variable falla, se considera que la barrera está alterada. Cuando esto sucede, la persona percibe que la piel está más seca, deshidratada y con descamación variable. «El paciente también podrá sentir picos en mayor o menor grado, así como disconfort», indica la entidad. Un claro ejemplo es la dermatitis atópica.