Agustina quiere preservar su memoria: «Tengo claro que todo lo que no se utiliza se atrofia»
ENFERMEDADES
Desde hace años acude a talleres de estimulación cognitiva porque su abuela y su madre padecieron alzhéimer: «Hasta que pueda, seguiré echándole gasolina al coche»
13 oct 2025 . Actualizado a las 13:41 h.Agustina Pérez, de 78 años, nos espera en una de sus sesiones de gerontogimnasia y terapias de estimulación cognitiva, a las que va tres veces a la semana, en el centro Agadea Lab de Santiago (Asociación Galega de Axuda aos Enfermos con Demencia Tipo Alzhéimer). «Hace muchos años que la conozco, llevo un tiempo viniendo, de hecho creo que fui una de las pioneras aquí, y estoy encantada», comenta. Para ella, dice, «es como venir al colegio» y describiendo qué hace en los talleres y cómo son sus «profesores» y compañeros, a Agustina se le nota la misma ilusión que puede tener un niño cuando vuelve a las aulas.
Su abuela materna y su madre padecieron alzhéimer. «Sé las consecuencias que trae esta enfermedad y siempre he intentado hacer cosas, tanto ejercicio físico como mental, para que, si algún día llega, que no sea por falta mía», relata. «Incluso antes de venir a Agadea estuve yendo a clases de gimnasia y memoria en otro centro de Santiago». Además, Agustina es de las que se lleva deberes a casa para seguir practicando, por iniciativa propia. La máquina de coser a la que tanto uso le ha dado confeccionando prendas, ahora se ha reinventado: «La utilizo de escritorio y prefiero estar en ella hasta las tantas que viendo la televisión. Necesito hacer cosas que me gustan, que me interesan, aunque me acabe gastando un dineral en sopas de letras».
Goza de buena salud. «Hace años que no voy al ambulatorio, no lo necesito», afirma. Sí reconoce haber acudido a consulta de neurología y «el médico me dijo que, todos los días, mientras viva, tome un suplemento para la memoria». Se trata de un complemento alimenticio que contiene ácidos grasos omega 3, vitamina D y otras del grupo B que, según indican desde su propia página web, también mejora la concentración. «También me recetaron calcio para los huesos, pero por el resto, estoy perfecta», añade.
A Agustina le cuesta dar fechas concretas, como por ejemplo, decir cuántos años lleva asistiendo a talleres en Agadea, al igual que memorizar los nombres de la gente. Pero es capaz de relatar su vida sin pestañear. Cuándo le preguntamos a qué se dedicaba laboralmente, resopla y se lleva una mano a la cabeza. «Uf, ¡qué no he hecho yo!». Y procede a llevarnos a su infancia. «Nací en el municipio de Talavera de la Reina. Mis padres me mandaron al colegio, pero a mí lo de estudiar no me gustó nunca, a diferencia de mis hermanos, que sí lo hicieron. Y para hacer de mí una mujer de provecho, me mandaron a mecanografía y taquigrafía, y a corte y confección». Si bien a Agustina, «eso de hacer ropa para la gente nunca me llegó a gustar mucho».
Sí disfrutó de otras ocupaciones. Cuando cumplió los 18 años, empezó a trabajar en Telefónica. «Fui la primera telefonista de mi pueblo, cuando todavía había que llamar a la central y pedir la conferencia. No te puedes ni imaginar lo que aprendí y descubrí en ese trabajo, porque por las noches, que solía hacer yo porque todavía no tenía familia, metía la clavija y empezaba escuchar conversaciones». A Agustina le entra la risa al recordarlo y empieza a sacudir la mano: «Amantes, queridas, engaños... Es que no se puede la gente imaginar la universidad de la vida que me saqué ahí. No se puede fiar uno de las apariencias».
Agustina llegó a Santiago por el trabajo de su marido. Con él tuvo dos hijos, de los que habla maravillas y presume con brillo en los ojos. De él, no tanto: «Me puso los cuernos y cuando me enteré, le dejé las maletas en la puerta y cambié la cerradura; hasta hoy. Pero para mí no es tragedia ninguna». Sacó adelante a su familia y confiesa que conoció a otra persona con la que «fui durante un montón de años la mujer más feliz del mundo, cuidó de mis hijos como si fueran suyos y nos encantaba ir a cantar... Hasta que nos dejó».
«Cualquiera diría que viene usted aquí para conservar la memoria», le decimos. Y ella, exclama: «¡Es que no la quiero perder! Sé que esto es como un coche y que tengo que seguir echándole gasolina para que no se pare. En ese sentido, creo que soy afortunada». Agustina vive sola, hace la compra, cocina para ella y sus nietos, queda con sus amigos, «que por suerte aún son muchos», y lee. «Mucho menos de lo que me gustaría porque en su día pertenecía al Círculo de Lectores, pero no creas que compro yo los libros para dejarlos en la estantería», dice negando con la cabeza. También va a conciertos. Nos enseña unas fotos de uno de los últimos a los que fue, de Robbie Williams. «Está un poco loco, pero a mí me encanta».
Por eso, lo que más le preocupa a Agustina a día de hoy es perder su independencia. «Tengo hechas mis últimas voluntades ante notario y una de las condiciones que pongo es que, si algún día llego a perder la cabeza, que me pongan una inyección y hasta luego. Porque si voy a ser un mueble y no me voy a enterar de nada, yo lo prefiero así. Cada uno, lo que decida, ¿no? Pero yo, que ya voy a cumplir 79 años, pienso así».
—¿Y tú que piensas de mí? —pregunta.
—A mí me ha encantado hablar con usted, Agustina.
—Y a mí con usted también. Si con esto puedo ayudar a que una persona se anime a venir aquí como yo, pues adelante.
Agustina se despide del personal de Agadea Lab antes de marcharse. Se nota que es «veterana». Camina hacia su casa, a pocos metros. «Me encanta vivir aquí», nos dice. Probablemente hoy haga otras cuantas sopas de letras en la mesa de su máquina de coser, o leerá alguno de esos libros que para nada están de decoración en su estantería. Porque aunque confiesa que a ella nunca le ha gustado conducir, va a seguir echando gasolina a su coche particular. Por sus ganas, no será.
Las claves sobre el deterioro cognitivo, con una experta
El deterioro cognitivo es «una pandemia». Así lo define Teresa Moreno, miembro del Grupo de Neurogeriatría de la Sociedad Española de Neurología (SEN). La buena noticia, dice, es que es posible prevenir tanto su aparición como progresión.
1. ¿Qué es?
Hablamos de deterioro cognitivo cuando se da la pérdida de una función cerebral con la que sí se gozaba previamente. «Hace años siempre nos referíamos a él como olvidos en la memoria y ese sigue siendo el aspecto más frecuente, ya que sabemos que afecta del 80 al 85 % de los casos; pero ahora sabemos que no es el único». También puede implicar desorientación, sentir que las palabras no salen, complicaciones con el cálculo en actividades cotidianas o incluso reconocer caras, según la experta.
2. ¿Hay diferentes grados?
Sí. Cuando es ligero o leve, no interfiere en la vida diaria de esa persona. «Puedes percibir que no estás como antes en ese aspecto determinado, pero puedes seguir con tu rutina». Cuando sí lo hace, «ya hablamos de un deterioro cognitivo moderado».
3. ¿Cuál es su incidencia?
El riesgo aumenta con la edad. A partir de los 80 años, una de cada cinco personas padece deterioro cognitivo. «A partir de los 90, una de cada dos», indica Montero. Además, por causas que se desconocen, la incidencia es ligeramente mayor en mujeres. «Solo en España hay 900.000 pacientes que lo sufren. Es un gran pandemia», expresa la doctora.
4. ¿Se puede prevenir el deterioro cognitivo?
«Por supuesto», responde. «El cerebro es multifactorial. Y como digo, no solo hablamos de memoria; también de orientación o lenguaje. Si falla una característica y se potencian otras, se retrasan los síntomas». Remarca la importancia de estar estimulado cognitivamente y «mantener la cabeza activa»: «No hace falta apuntarse a un máster, leer y hacer cualquier tipo de ejercicio mental todos los días no cura el deterioro cognitivo, pero sí lo retrasa».
Montero asegura que es necesario seguir una rutina y que, para cumplirla, hacer estos ejercicios en asociaciones o centros cualificados puede ayudar. «Pero también se pueden llevar a cabo por cuenta propia». Además, menciona otros aspectos fundamentales a la hora de prevenir el deterioro cognitivo: dieta equilibrada, ejercicio físico, controlar factores de riesgo cardiovascular y evitar el consumo de tóxicos.