Los horizontes no tan lejanos de la diabetes: del páncreas artificial al cribado neonatal
ENFERMEDADES
Mientras que la prevalencia de la enfermedad en su tipo II amenaza con crecer, se buscan nuevas estrategias para afrontar la tipo I
14 nov 2024 . Actualizado a las 10:33 h.Una de cada diez personas en el mundo de entre 20 y 79 años padece algún tipo de diabetes. Es decir, de los más de siete mil millones de habitantes que tiene el planeta, algo más de 536 millones son pacientes. Se ha experimentado un incremento del 16 % en las cifras en apenas cinco años. Sin embargo, casi uno de cada dos afectados desconocen serlo. Y la realidad es que esta situación va a ir a más. Según estimaciones de la Federación Internacional de Diabetes (IDF), en el año 2045 el 12,2 % de las personas que viven en países con ingresos altos tendrán la enfermedad. Y atención, porque según el Atlas de la Diabetes elaborado por la IDF, la península ibérica está entre los territorios críticos a nivel de incidencia. España pasó de unos datos de prevalencia del 6,3 % de la población en 2011 al 10,3 en el 2021. Los datos que se aportan desde la Sociedad Española de Diabetes son ya dramáticos a día de hoy: la prevalencia de la diabetes en España ha alcanzado el 14,8%, afectando a uno de cada siete adultos y es la segunda tasa más alta de Europa. Se estima que por cada dos pacientes, hay uno que no ha sido todavía diagnosticado. El Ministerio de Sanidad es más comedido en las cifras que aporta y establece un amplio arco de afectados. «La diabetes afecta a entre el 5 y el 10% de la población general, esta variación depende de los estudios consultados. Debe tenerse en cuenta que se estima que por cada paciente diabético conocido existe otro no diagnosticado», se especifica desde su portal web. Galicia, según cifras registradas en la base de datos clínicos de la atención primaria del ministerio de Sanidad, es la segunda comunidad autónoma con más prevalencia, solo por detrás de Canarias. Son algunos de los datos de la enfermedad que este 14 de noviembre centra el foco informativo con motivo del Día Mundial de la Diabetes.
Retinopatías, infartos, insuficiencia cardíaca, enfermedad renal crónica, neuropatías periféricas. Son algunas de las enfermedades cuyo riesgo se ve multiplicado —en algunos casos, hasta por tres— en el paciente de diabetes. Por no hablar de cómo afecta a la calidad de vida —adultos, pero sobre todo en edad pediátrica—. Un niño con diabetes de tipo uno debe tomar una media de más de cincuenta tomas de decisiones al día sobre aspectos como su alimentación para un correcto control de su patología.
Según el Global Burden of Disease, el estudio de la carga global de enfermedades más completo del mundo, de entre todas las enfermedades no transmisibles, la diabetes es una de las principales causas de años vividos con discapacidad en el mundo y, de entre las principales amenazas, es la única a la que su incidencia se atribuye en el 100 % de los casos a factores de riesgo. En otras palabras, el desarrollo de la diabetes tipo dos se podría evitar. Pero no se está logrando. El futuro preocupa, porque las previsiones sobre la prevalencia de la obesidad en el corto plazo —un factor de riesgo más que identificado— son poco alentadoras. Se espera un incremento exponencial y basta un paseo por los lineales del supermercado para darse cuenta del porqué. Los ultraprocesados, rápidos, fácilmente palatables, están desarraigando a la población de la dieta mediterránea. Una población, por otra parte, cada vez más sedentaria.
Es indudable que ha habido avances en las últimas décadas, enterrando cierto relato lúgubre de la enfermedad propio de finales del siglo XX. La diabetes ha experimentado una revolución tecnológica. Están los sistemas de monitorización continua de la glucosa, los sistemas de asa cerrada, las bombas de infusión continua y, más recientemente, han aparecido los agonistas del receptor del GLP como la semaglutida —el famoso Ozempic—, que prometen cambiar el curso de la enfermedad. Incluso, en el año 2021, Brian Shelton, un trabajador de correos de Estados Unidos logró ser 'curado' de su diabetes tipo uno. De momento, un caso aislado en esa carrera por un tratamiento curativo.
Sin embargo, siguen existiendo desigualdades en el acceso a los tratamientos más punteros para determinados pacientes porque, no hay que olvidar, que la diabetes es también una cuestión de código postal. Las rentas más bajas, la padecen más. Porque menos dinero en la cuenta a fin de mes supone, también, una peor alimentación. Menos ingresos, más riesgo. Asociaciones médicas y de pacientes trabajan codo a codo para reducir las cifras y revertir la situación, educando en buenos hábitos, a la espera de que la ciencia se acerque al santo grial, ese tratamiento que elimine la patología del mapa.
Síntomas comunes de la diabetes tipo 2:
- Sed
- Aumento de la cantidad de orina
- Aumento del apetito
- Picores
- Infecciones
- Enfermedades cardiovasculares asociadas
¿Es realista la posibilidad de páncreas artificial completamente automático?, horizonte y realidad de la diabetes
Hace ya muchos años que investigadores de todo el mundo trabajan con la idea de lograr un páncreas artificial, un tratamiento que «sería lo ideal, se está en ello y cuesta mucho encontrar los algoritmos que lo permitan», explicaba a preguntas de La Voz de la Salud el doctor Antonio Pérez Pérez, presidente de la Fundación de la Sociedad Española de Diabetes (FSED) y director del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. En realidad, casi lo tenemos. A día de hoy, los llamados sistemas de asa cerrada son considerados el gold standard para el tratamiento de pacientes con diabetes de tipo I y diabetes tipo II con múltiples dosis de insulina. Pero desde las federaciones de pacientes se está denunciando que no todas las personas están logrando el acceso a este tipo de sistemas. Y aseguran que la razón es administrativa y no clínica. No ayuda que este perfil sea el minoritario. Solo un 3,4 de los pacientes de diabetes padecen el tipo I.
«Los sistemas de asa cerrada son bombas de insulina. Va conectada a un sensor que continuamente mide los niveles de glucosa en sangre de los pacientes. El sistema trabaja con un algoritmo que, en base a esos valores, administra la cantidad que necesita el paciente. Es lo más parecido que tenemos artificialmente al trabajo que ejerce un páncreas», explica Juan Francisco Perán, presidente de la Federación Española de Diabetes (FEDE). No son perfectos, todavía se precisa de cierta intervención del paciente, pero supone un salto tecnológico espectacular a la hora de mejorar el día a día de los afectados. «Es cierto que son sistemas a los que llamamos semiautomáticos, porque no funciona de manera completamente autónoma como la haría un páncreas artificial, en el que la persona no tuviese nada que hacer. Con estos mecanismos el paciente tiene que seguir gestionando su diabetes, porque tiene que anunciar las comidas y contar los hidratos de las ingestas, por ejemplo. Por eso hablamos de sistemas híbridos o de asa cerrada», explica María José Picón, experta en tecnología aplicadas a la Diabetes en Hospital Virgen de la Victoria de Málaga y vicepresidenta de la Sociedad Española de Diabetes (SED). ¿Llegaremos a lo que en los círculos de la investigación en diabetes se denomina el full close loop en el que el paciente no tenga que intervenir en absoluto? «Eso ahora mismo no está en la mesa, ni siquiera en un horizonte a largo o medio plazo. Un sistema automatizado a día de hoy no existe», explica Picón.
Por tanto, de momento la mejor opción que nos brinda el progreso tecnológico son estos sistemas de asa cerrada o híbridos. Se trata de sistemas caros, las cosas como son —la inversión inicial por paciente supera los 2.000 euros—, pero desde los círculos de pacientes recuerdan que esa sería una visión cortoplacista. Porque, según las estimaciones de la Sociedad Española de Diabetes, la patología genera a las arcas del estado unas pérdidas de 2.600 millones de euros en costes indirectos derivadas de las bajas laborales de pacientes mal controlados. El gasto sanitario total causado por la diabetes ronda los 6.000 millones de euros, llevándose un 18,4 % del total del pastel nacional. «Cada ingreso hospitalario de un paciente con problemas en el control de patología supone 600 euros al día para el sistema», recuerda Perán. Además, este tipo de dispositivos ya cuentan con informes de costo efectividad favorables de agencias del medicamento de comunidades autónomas como la canaria.
Perán es, además, padre de una niña con diabetes de tipo I. Su pequeña ha logrado acceder a uno de estos dispositivos, pero hay otros pacientes en su misma situación que no lo han logrado todavía. Él cuenta en primera persona el cambio que ha supuesto para ella el acceso a este tratamiento y de las consecuencias para la salud, también emocional, de las fórmulas menos avanzadas de tratamiento. «Mi hija debutó con dos años de edad y desde entonces hemos estado administrándole insulina con pluma. Imagínese una niña de esa edad, que no acaba de entender por qué le estás haciendo eso, tener que pincharse cerca de once veces al día. Con este dispositivo, esto desaparecería. Mi hija lleva actualmente este sistema de asa cerrada. Hasta entonces, mi mujer y yo diariamente teníamos que hacer comprobaciones nocturnas, pincharle en el dedo una y otra vez para testar su nivel de glucemia, hacer rectificaciones. Este dispositivo, que se lleva las 24 horas, lo hace todo. Se logra evitar, además, la hipoglucemia severa, que es la principal preocupación para las personas con diabetes. Cuando los niveles de glucemia bajan bruscamente, la persona pierde el conocimiento y puede llegar incluso a fallecer. La bomba de insulina, al ir conectada a un sensor, cuando detecta que está bajando más de lo debido, se desconecta y deja de inyectar insulina. Eso da una tranquilidad tremenda. Porque hay pacientes con un nivel de comprensión de la enfermedad muy bajo que, si dispusiesen de este aparato, no necesitan tanto adiestramiento como el que requiere una persona que va con pluma», certifica el presidente de FEDE. Según Perán, poder acceder a este sistema, que no se hubiese podido permitir de no estar financiado, ha supuesto un cambio en la vida de su hija.
Desigualdades entre territorio y hospitales
Más allá de que fuese posible para los bolsillos más pudientes, en España —a diferencia de otros países como Suiza— no está permitido adquirir sistemas de asa cerrada fuera del Sistema Nacional de Salud. La razón es lógica, un uso incorrecto de esta bomba conlleva graves consecuencias para el paciente, que puede ver su salud totalmente comprometida por una dosis de insulina mal calculada. Por eso es obligatorio que se prescriba y se implante desde el sistema con un seguimiento médico. No se puede tampoco adquirir vía clínicas privadas ni desde otros seguros privados.
Sin embargo, las asociaciones de pacientes denuncian un acceso poco claro, con criterios no estandarizados, a estos dispositivos. La razón va más allá de una cuestión territorial —recordar que las competencias de sanidad están transferidas a las comunidades autónomas—, también se incluyen cuestiones presupuestarias. Así, un hospital dispondrá de más o menos posibilidades de prescribir sistemas de asa cerrada en función de su dotación económica y sus posibilidades. «No es únicamente un problema de comunidades. También dentro de cada comunidad, según el hospital que le toque a la persona, hay una variabilidad enorme porque el aspecto importante es el económico. Esto hace que, incluso dentro de una misma ciudad, la variabilidad de la indicación esté siendo muy dispar. Si no se ponen los medios suficientes, aceptar una prestación es uno de los problemas. En un hospital como en el que yo trabajo, donde podemos tener 2.000 paciente con diabetes tipo 1, supone unos esfuerzos increíbles y no es de un día para otro. No llega un fármaco y le cambio la receta y al día siguiente ya lo tiene, es un proceso mucho más amplio. Para poder hacerlo, a veces, tenemos que sacar los recursos de otro lado. Y ahí podrá entrar la oportunidad dentro de un contexto, pero está claro que es el mejor que podemos ofrecer hoy en día a los pacientes de tipo I si no hay contraindicaciones que desaconsejen su uso», explica Antonio Pérez.
Cribados a recién nacidos
En julio del año 2013, el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (Cisnis) aprobó la ampliación del cribado neonatal de enfermedades en la cartera básica común del Sistema Nacional de Salud, recomendando la inclusión de siete entidades. Actualmente, a través de la conocida como prueba del talón, se busca detectar precozmente en recién nacidos la posible presencia de las siguientes entidades:
- Hipotiroidismo congénito
- Fenilcetonuria
- Fibrosis quística
- Deficiencia de acil-CoA deshidrogenasa de cadena media (MCADD)
- Deficiencia de 3-hidroxi acil-CoA deshidrogenasa de cadena larga (LCHADD)
- Acidemia glutárica tipo I (GA-I)
- Enfermedad de células falciformes.
Sin embargo, se busca ampliar horizontes a nuevos diagnósticos. Y enfermedades metabólicas como la diabetes tipo I es uno de los objetivos. En el año 2023 se detectaron en España más de 5.600 casos de diabetes tipo I, un 30 % de todos ellos en niños menores de 14 años. Por tanto, ¿por qué esperar? Ya existen países del entorno europeo como Italia, Reino Unido o Suecia que han puesto en marcha programas de cribado precoz, un escenario que los pacientes pretenden alcanzar también en España. Asociaciones de pacientes se reunirán con los portavoces parlamentarios el próximo lunes 18 de noviembre para extender esta petición.