¿Por qué tengo frío todo el tiempo?: estas son las principales enfermedades que lo producen

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Las mujeres son más propensas a experimentar la sensación de frío constante que los hombres.
Las mujeres son más propensas a experimentar la sensación de frío constante que los hombres.

Son diversas las circunstancias que alteran la termorregulación y pueden aumentar nuestra sensibilidad al frío y aunque no todas son patológicas, en muchos casos puede indicar que hay un problema

22 oct 2024 . Actualizado a las 11:00 h.

A medida que nos adentramos en el otoño, se nota rápidamente quiénes son los primeros en lucir jerséis y bufandas y quienes, por el contrario, siguen llevando camisetas incluso por la noche. Sentir frío de manera constante, incluso cuando los demás parecen estar cómodos con la temperatura del ambiente, es un síntoma que muchas personas experimentan, pero que pocas veces se cuestionan.

Pero, aunque a menudo lo atribuimos al tiempo o al simple hecho de ser más «frioleros» que otros, la sensación de frío puede ser una señal de que algo no va bien en nuestro cuerpo. Ciertos desequilibrios hormonales o algunas deficiencias nutricionales pueden desencadenar esta sintomatología. Como señala el endocrinólogo Joaquín Puerma, «el frío constante es un síntoma inespecífico, pero puede ser la punta del iceberg de un problema de salud subyacente». Por eso es importante conocer el origen del frío y cuándo vale la pena consultar con el médico por este tema.

Anemia

La anemia ocurre cuando el organismo no cuenta con suficientes glóbulos rojos para transportar oxígeno de manera eficiente. Esta condición puede deberse a diferentes motivos, entre los que se encuentra el déficit de hierro por la dieta, por problemas en su absorción o, en muchas mujeres en edad fértil, por la pérdida durante la menstruación. Esta anemia se conoce como ferropénica.

Aunque puede presentarse de manera asintomática, la anemia suele manifestarse con cansancio extremo y, también, con una sensación constante de frío. «Esto puede reducir el suministro de oxígeno a los tejidos, lo que provoca la sensacón de frío. El cuerpo prioriza el suministro a los órganos vitales, como el cerebro y el corazón lo que puede dejar las extremidades con menos flujo sanguíneo y, por tanto, más frías. En esta situación se produce una disminución del metabolismo, reduciendo la cantidad de energía y calor que el cuerpo puede generar», señala la doctora Beatriz Torres, secretaria de Comunicación de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). 

A largo plazo, la anemia puede dar lugar a distintas complicaciones, desde una fatiga que impida desarrollar las actividades cotidianas hasta problemas cardíacos como la arritmia. Esto último se debe a que, cuando hay anemia, el corazón intenta compensar la falta de oxígeno bombeando más rápido la sangre. Es un problema al que hay que prestar atención, ya que puede derivar en una insuficiencia cardíaca. 

La anemia se diagnostica con una analítica de sangre. En el caso de la ferropénica, que es la más frecuente, el tratamiento puede incluir la reposición de hierro, vitamina B12 y, en muchos casos, ácido fólico.

Hormonas y metabolismo

Como explica Puerma, las hormonas tiroideas, fundamentales en la regulación del metabolismo y de la temperatura corporal, tienen un rol crucial en la sensación de frío o calor que experimentamos. «Hormonas como la T3 y la T4 regulan nuestra capacidad de generar energía a partir de los alimentos que consumimos, lo que también repercute en la generación de calor», detalla.

Cuando los niveles de estas hormonas son bajos, como ocurre en los pacientes que sufren hipotiroidismo, el metabolismo se vuelve más lento, y el cuerpo tiene dificultades para mantener una temperatura adecuada, lo que puede desencadenar una sensación de frío. Pero antes de pedir cita con un endocrinólogo, cabe tener en cuenta que este no es el síntoma más prominente de esa enfermedad. «Las personas con hipotiroidismo no solo sienten más frío que los demás, sino que también suelen experimentar otros síntomas como fatiga, aumento de peso, y piel seca», subraya Puerma.

Este cuadro se da porque el metabolismo es incapaz de mantener la energía y el calor que el cuerpo necesita, lo que deja a la persona en un estado constante de conservación del calor, con una sensación persistente de frío. El tratamiento en esos casos suele requerir la administración de hormonas tiroideas para corregir el déficit y normalizar la termorregulación, por lo que, si todos estos síntomas se presentan de manera recurrente, vale la pena consultar con el médico de cabecera para hacer una analítica.

Leptina y sobrepeso

Una hormona menos conocida, pero igualmente relevante para entender la relación entre el frío y el sistema endocrino, es la leptina, que regula el equilibrio energético y, aunque se asocia más comúnmente con el control del apetito y la saciedad, también tiene un papel en la producción de calor.

«En personas con obesidad, la leptina no siempre funciona correctamente. A pesar de tener mayores reservas de grasa, lo que en teoría debería ayudarles a regular mejor el calor corporal, muchos individuos con obesidad experimentan una mayor sensibilidad al frío. En estos casos, hay una resistencia a la leptina», observa Puerma.

En resumen, esta resistencia significa que, si bien el organismo produce una cantidad suficiente de esta hormona, las células no responden adecuadamente a ella, lo que puede resultar en una alteración de la termorregulación. Esta resistencia a la leptina también está relacionada con otros problemas metabólicos y, de nuevo, subraya la importancia de un metabolismo equilibrado para mantener la sensación de temperatura adecuada.

El síndrome metabólico es otra posible patología detrás de este síntoma. «Es un conjunto de condiciones que aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2. No está directamente relacionado con la sensación de frío constante, pero algunos de sus componentes y complicaciones pueden influir en la regulación de la temperatura corporal», observa en este sentido la doctora Torres.

Estrés crónico

Llevar una vida cargada de estrés puede alterar el perfil metabólico del cuerpo y desencadenar un desequilibrio hormonal. En este sentido, la adrenalina y el cortisol, liberados en situaciones de tensión o estrés, son claves para determinar, entre otras cosas, la sensación térmica a nivel corporal.

Esto se debe a que esas sustancias provocan inicialmente una vasoconstricción, es decir, el estrechamiento de los vasos sanguíneos, lo que ayuda a conservar el calor en situaciones de emergencia. «Sin embargo, si el estrés es prolongado o crónico, estos mecanismos pueden verse alterados y llegar a fallar», advierte Puerma.

Cuando el cuerpo está expuesto a niveles elevados de cortisol y adrenalina de manera sostenida, la regulación térmica se desequilibra. «En estos casos, el cuerpo puede perder su capacidad de mantener el calor de manera eficiente, lo que lleva a la persona a sentir frío con más frecuencia», señala el endocrinólogo. Además de los efectos emocionales y psicológicos, el estrés tiene un impacto directo en la fisiología del cuerpo.

Estrógenos y menopausia

Si alguna vez has tenido una discusión con alguien del sexo opuesto por el termostato, has de saber que existe una base fisiológica que subyace a estas diferencias de criterio. Las mujeres tienen una termorregulación diferente a la de los hombres. «Las fluctuaciones hormonales en las mujeres pueden afectar la regulación de la temperatura corporal y hacer que sientan frío con mayor frecuencia. Las hormonas tienen un papel importante en el control de la temperatura corporal, y los cambios en los niveles de estrógeno y progesterona pueden influir en cómo el cuerpo percibe el frío. Por lo tanto en el ciclo menstrual, el embarazo, la perimenopausia, la menopausia o el uso de anticonceptivos, pueden influir en la percepción de frío en las mujeres», observa Torres.

En concreto, los estrógenos pueden disminuir la producción de calor por parte de los músculos y hacer que la sangre se acumule en el centro de gravedad del cuerpo, fluyendo en menor medida hacia las extremidades. A su vez, los cambios hormonales también pueden alterar la percepción de la temperatura durante la menopausia. «La disminución de los estrógenos afecta la forma en que el cuerpo disipa el calor», explica el doctor Puerma. Estas hormonas contribuyen a la vasodilatación, lo que ayuda a mantener una temperatura corporal estable. Cuando los niveles disminuyen, las mujeres no solo experimentan los conocidos sofocos, sino también una mayor sensibilidad al frío.

Diabetes mal controlada

Esta es una causa poco frecuente pero bien documentada de la sensación de frío. Como explica el doctor Puerma, «la neuropatía diabética, que es el daño a los nervios causado por niveles elevados de glucosa en sangre durante largos periodos, puede afectar la capacidad del cuerpo para sentir correctamente la temperatura», dado que se ven afectados los sensores de temperatura del cuerpo.

Además, el exceso de glucosa también puede dañar los pequeños vasos sanguíneos que llegan a las extremidades, lo que reduce la circulación y, por ende, puede provocar una sensación de frío en manos y pies. Este fenómeno puede ocurrir en pacientes con diabetes avanzada o mal controlada. «El flujo sanguíneo se ve afectado por la rigidez de los vasos sanguíneos y el daño a los nervios, lo que impide una adecuada regulación térmica en las extremidades», detalla Torres.

Trastornos de la conducta alimentaria

Las personas con bajo peso o trastornos alimentarios suelen tener una percepción alterada del frío debido a la pérdida de grasa corporal. «Además, pueden presentar un metabolismo reducido. Esto disminuye la cantidad de calor generado por el cuerpo, lo que puede contribuir a una mayor sensibilidad al frío. Si hay un cuadro de desnutrición, puede afectar la regulación de la temperatura, ya que el cuerpo necesita una adecuada ingesta de energía y nutrientes para mantener una temperatura corporal. Todo esto puede provocar una mayor sensibilidad al frío o una sensación constante de frío», detalla Torres.

Soluciones

Si bien la sensación de frío puede ser una característica individual que varía de una persona a otra, Puerma destaca que hay señales que indican cuándo es el momento de consultar a un médico. «Si todo el mundo está cómodo con una camiseta de manga corta y tú necesitas llevar un suéter, eso podría ser un indicio de que algo no está funcionando bien en tu organismo. Si está acompañado de otros síntomas como fatiga extrema, pérdida de peso, problemas digestivos o cambios notables en la piel y el cabello, entonces es importante hacerse un chequeo», advierte. Una simple analítica puede revelar si hay algún desequilibrio hormonal subyacente, como problemas de tiroides o insuficiencia suprarrenal leve.

«La clave para diferenciar entre una simple sensibilidad al frío y una señal de un problema subyacente radica en la duración y frecuencia de los síntomas, también si existen o no síntomas asociados, el contexto donde la persona tiene esa percepción de frío», resume Torres.

Pero, incluso si no hay ninguna enfermedad detrás de este síntoma, podemos tomar determinadas medidas para aliviar el frío. Más allá de abrigarnos más o vestirnos en capas, el hacer ejercicio físico puede ser una opción para mejorar la termorregulación de nuestro cuerpo. «El ejercicio es una excelente forma de aumentar la circulación sanguínea y, por lo tanto, de mejorar la capacidad del cuerpo para generar y distribuir calor», asegura Puerma.

Además, la actividad física también puede ayudar a regular el metabolismo y mejorar la producción de hormonas como la adrenalina y la noradrenalina, que tienen un papel en la regulación térmica. Otra recomendación es llevar una dieta equilibrada y rica en nutrientes, que ayude a mantener un metabolismo saludable y a evitar desequilibrios hormonales que puedan exacerbar la sensación de frío.

 Por otro lado, la doctora Torres señala que los factores nutricionales juegan un papel crucial en la regulación de la temperatura corporal. «Por ejemplo, las grasas son una fuente importante de energía y actúan como aislantes térmicos en el cuerpo, los carbohidratos son la principal fuente de energía y las proteínas son esenciales para la reparación y el mantenimiento de tejidos, así como para la producción de hormonas y enzimas. En relación con vitaminas y minerales, nutrientes como el hierro, el zinc, las vitaminas del complejo B y la vitamina D son esenciales para diversas funciones metabólicas y la producción de energía», apunta. Por supuesto, una correcta hidratación es crucial para todas las funciones corporales, incluyendo la regulación de la temperatura.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.