Los expertos analizan la incidencia de esta enfermedad crónica e inmunomediada en la que la piel se encuentra bajo un estado de inflamación
15 sep 2024 . Actualizado a las 17:35 h.La dermatitis atópica es una enfermedad crónica de la piel que causa, entre otros síntomas, un picor extremo, y que afecta a más de un millón y medio de personas en España. Quizás por eso podríamos pensar que los casos están aumentando en la población. Pero la realidad de esta patología es más compleja de lo que se aprecia a simple vista. Tras el Día Mundial de la Dermatitis Atópica, que se celebró este 14 de septiembre para dar visibilidad a este problema, analizamos sus causas, los síntomas de alerta y los tratamientos disponibles.
Qué es la dermatitis atópica
La dermatitis atópica es una enfermedad inmunomediada que causa brotes recurrentes de inflamación. Estos brotes se manifiestan en la piel con un picor extremo y molesto que puede impedir al paciente realizar sus actividades cotidianas, concentrarse o incluso dormir.
A nivel externo, los brotes producen una apariencia enrojecida en la piel, con manchas de color rojo o marrón grisáceo en manos, pies, tobillos, muñecas, cuello, pecho, en la parte interna de codos y rodillas, o también, en el caso de los bebés, en el rostro y el cuero cabelludo. Las zonas afectadas pueden supurar líquido y formar costras si se las rasca, y en general se observa una piel escamosa y seca, extremadamente sensible.
Cabe señalar que en los pacientes con dermatitis atópica lo que se encuentra alterado es la función de barrera cutánea. A diferencia de las alergias, no existe un factor externo específico detrás de los síntomas, sino que se trata de una piel que está de por sí más irritada y vulnerable frente a todo estímulo.
Causas
La dermatitis atópica no tiene una única causa externa conocida, su origen es multifactorial. «La causa está en estudio, es una enfermedad que tiene una base genética y en algunos casos se pueden identificar factores desencadenantes, la temperatura y la humedad ambiental, factores emocionales, contacto con irritantes, en algunas ocasiones pueden ser desencadenantes y en muchas ocasiones no se llega a identificar una causa del brote en el paciente genéticamente predispuesto», observa la doctora Ángeles Flórez, dermatóloga jefa de servicio del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela.
«Es una enfermedad inflamatoria de la que participan muchos factores. Uno de ellos es genético. De hecho, es frecuente que haya varios atópicos dentro de la misma familia, porque se hereda el tipo de piel. Otro factor es que la piel pierde la capacidad de hacer su función de barrera porque se vuelve más seca y más permeable. Y luego, hay muchos factores ambientales que forman parte de esto, pero no por mecanismos alérgicos, sino por el impacto de la contaminación, del polvo doméstico, todos estos elementos que son más frecuentes en los entornos urbanos hacen que la enfermedad sea más frecuente en esta población frente a la de las zonas rurales», explica el doctor José Carlos Armario, coordinador del Grupo de Dermatitis de Contacto y Alergia Cutánea de la Academia Española de Dermatología y Venereología.
En este sentido, el experto señala que el estilo de vida moderno de la población podría contribuir al desarrollo de esta patología cutánea, al estar expuestos no solo a contaminación atmosférica, sino a productos y sustancias de uso cotidiano que pueden irritar poco a poco la piel, como desinfectantes, detergentes o colonias.
Pero no es que haya un químico en particular que les haga daño; «si lo hubiera, le haría daño al atópico y al no atópico también. No es que cierta sustancia provoque esto, sino que su piel reacciona de forma más intensa a muchas cosas. Algunas de ellas son irritantes primarios, como la contaminación, pero otros elementos no tienen que ver con eso», aclara Armario. Por ejemplo, la atopía empeora en primavera y en otoño en la mayoría de los pacientes, «por los cambios en la humedad y la temperatura, y en muchos casos, aunque no siempre, mejora en verano porque la luz del sol y, cuando está disponible, el agua del mar, ayudan», observa el doctor.
Aunque no siempre es posible determinar el desencadenante que ha provocado un brote en el paciente, existen elementos que tienen un impacto reconocido en las pieles atópicas y son, por un lado, el estrés emocional y, por otro, los cambios de temperatura extremos, especialmente, el calor. «Muchos pacientes dicen que empeoran con el ejercicio físico y lo atribuyen al sudor, pero no es por el sudor sino por la temperatura. El calor aumenta el picor. Lo que hay que hacer es ducharse e hidratar la piel después del ejercicio», indica Armario.
Elementos irritantes
Aunque las sustancias químicas no están detrás de esta enfermedad de manera directa, es cierto que los pacientes con dermatitis atópica tienen una mayor sensibilidad frente a elementos con características irritantes, sobre todo aquellos productos de limpieza del hogar o de higiene personal que llevan fragancias. «Estos pacientes tienen menor tolerancia a ciertos jabones, por lo que les recomendamos para su higiene diaria unos más suaves, que llamamos syndet, con pH neutro o ácido», indica el doctor Armario.
En cambio, otros compuestos con una supuesta acción irritante, presentes, por ejemplo, en alimentos, no está demostrado que afecten en realidad al desarrollo de brotes. «En muchos casos los pacientes intentan las supresiones alimentarias, quitar suavizantes de las lavadoras, cambiar las ropas y modificar hábitos de vida sobre los que no hay ninguna prueba respecto a la eficacia de prevenirlo», explicaba la dermatóloga Ángela Hernández, coordinadora del Grupo Español de Dermatología Pediátrica, en esta entrevista.
«La alimentación es un tema delicado, porque la dermatitis atópica no es una enfermedad alérgica. Sí que es cierto que existe un mayor riesgo de comorbilidades de espectro atópico en los pacientes que tienen dermatitis atópica y entre ellos están alergias alimentarias. Pero hay que tener cuidado, porque en ocasiones se inician dietas de exclusión sin fundamento clínico que, sobre todo en niños, pueden dar muchos problemas», coincide Flórez.
¿Hay más dermatitis atópica que antes?
La prevalencia estimada de la dermatitis atópica varía según las fuentes consultadas entre un 15 y 20 % en niños y de un 1 a un 3 % en adultos. Existen estudios que han observado un aumento de su incidencia de dos a tres veces durante las últimas décadas en los países industrializados. La doctora Hernández observaba que «la incidencia de la dermatitis atópica crece poco a poco y los motivos son diversos. Algunas hipótesis defienden que los hábitos, como el uso de calefacción, o la polución, pueden ser las causas. Pero no deja de ser algo hipotético. Realmente, no hay nada que demuestre que si el niño atópico que vive en la ciudad se va al campo se le pase la dermatitis. No es así».
Para el doctor Armario, el estilo de vida moderno y el cambio climático podrían ser grandes factores en esta ecuación. «Todo aquello que conlleve un aumento de la contaminación atmosférica y de la temperatura es irritante en contacto con pacientes que tienen una piel más sensible y esté peor», señala.
Sin embargo, los profesionales tienen opiniones divididas en este sentido. Para la doctora Flórez, no hay datos suficientes como para poder afirmar que exista un aumento claro de la prevalencia de la dermatitis atópica en los últimos años. «Realmente no está claro que se haya incrementado la incidencia ni la prevalencia y su diagnóstico es clínico, es decir que tampoco se podría atribuir el aumento a mejoras diagnósticas», sostiene la experta.
Investigar la epidemiología de esta enfermedad no es sencillo y su estudio presenta un importante desafío: no existen biomarcadores o pruebas diagnósticas objetivas para la dermatitis atópica ni tampoco una nomenclatura internacional homologada, algo que facilitaría la posibilidad de contar con datos oficiales sobre los casos en el mundo.
Prevenir y tratar los brotes
A la hora de mantener cuidada la piel, los pacientes con dermatitis atópica han de priorizar la hidratación y la protección de esa barrera cutánea que está debilitada por la inflamación con la que cursa la enfermedad. «Sobre todo en los casos leves infantiles, que son los más frecuentes, lo mejor es usar cremas hidratantes a diario después del baño para restaurar esa función de barrera de la piel. Hay que intentar evitar los cambios bruscos de temperatura porque producen picor, intentar evitar las temperaturas muy altas. Siempre digo a los padres que intenten que los niños duerman en una habitación templada, pero no muy tapados, porque el calor les produce picor», indica el doctor Armario.
Además, el dermatólogo recomienda «intentar evitar el uso de ropa de lana, porque la microfibra de la lana irrita la piel. Deben usar fundamentalmente algodón. Luego, para mejorar el cuadro, luz del sol y agua salada ayuda mucho».
Los brotes se pueden controlar con tratamientos inmunomoduladores tópicos o sistémicos, que han avanzado enormemente en los últimos años y han supuesto una revolución para los pacientes. «El mejor conocimiento de la etiopatogenia o de las causas que provocan la enfermedad ha llevado al desarrollo de fármacos innovadores, tanto moléculas pequeñas como tratamientos biológicos, que están cambiando por completo lo que es el tratamiento de la dermatitis atópica moderada a grave», explica Flórez.
«Estos pacientes muchas veces no pueden dormir o concentrarse por el picor, se rascan sin piedad y no pueden realizar sus actividades diarias. A veces tienen muchas heridas en la piel y pueden tener problemas en sus relaciones sociales porque el picor no les deja vivir. Entonces es importante acudir a su centro de salud para que les derive al dermatólogo, porque hoy tenemos alternativas eficaces para resolver sus síntomas y su inflamación», coincide Armario.
Asimismo, la psicoterapia y puede resultar crucial. «Estos pacientes tienen un riesgo muchísimo mayor de tener ansiedad y depresión clínicas. Porque cuando una enfermedad afecta tanto al día a día de la persona, esto termina provocando una afectación de la salud mental», señala Armario.
«El prurito crónico es un síntoma que tiene un impacto muy negativo en la calidad de vida de los pacientes. Impide que el sueño sea correcto en toda su dimensión, desde la conciliación hasta el sueño reparador, porque provoca despertares frecuentes. Y también condiciona mucho la interacción social, con lo cual hay mayor riesgo de comorbilidad también en el entorno psiquiátrico e impacta también en la productividad del paciente, tanto en los resultados escolares como en la esfera laboral en el adulto», observa Flórez.