José María González ha superado un cáncer de próstata: «Es un jarro de agua fría cuando te lo dicen, pero una vez lo aceptas, solo queda hacerle frente»
ENFERMEDADES
Aunque sufre efectos secundarios por el tratamiento que ha recibido, a día de hoy hace una vida completamente normal
06 ago 2024 . Actualizado a las 13:52 h.José María González llevaba un tiempo realizándose la prueba del antígeno prostático específico (PSA) a través de los reconocimientos médicos que le hacía la empresa donde trabajaba. A los 61 se prejubiló y a los 63, decidió realizarse un chequeo, pero de esta vez, a través de su doctora de cabecera. En el PSA le salió de resultado 4. «Y me dijo que no me preocupara, siempre que no pasara de ahí», recuerda. Al poco tiempo, hace ahora cuatro años, volvió a consulta por unos mareos que estaba sufriendo y, sabiendo los precedentes, él mismo pidió que en los análisis también se incluyese el PSA. El nivel había subido a 4,4. «Le pregunté si era problemático y me respondió que no podía decírmelo, que debía hacerlo un urólogo», indica.
A los pocos días, José María acudió a consulta de urología. «Y el doctor, tan pronto me ve, me dijo que me tenía que hacer un tracto rectal. Yo creía que eso estaba obsoleto, pero me explicó que si no me tocaba la próstata, no podía decirme cómo la tenía. Pero lo que vio en la exploración no le gustó mucho y ya me pidió una biopsia». En ese momento, dice que se quedó bloqueado. La prueba confirmó que se trataba de un tumor en la próstata: «Reveló que era de era de grado dos en la escala de Gleason». Teniendo en cuenta esta última, según apuntan desde la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), los pacientes que se encuentran en este estadio tienen un riesgo intermedio y entre un 50 y un 70 % de ellos estarán libres de enfermedad a los cinco años de haber sido tratados. Y saber esto, tranquilizó bastante a José María. «Es verdad que es un jarro de agua fría cuando te lo dicen, pero una vez aceptas que te ha tocado, solo queda hacerle frente».
«A partir de ahí ya empezaron a hacerme varias pruebas y el urólogo me dijo que iban a intervenirme, una extirpación», comenta. Pero la idea a él no le convencía demasiado, por lo que solicitó una segunda opinión a otro especialista: «Este médico me dijo que mi cáncer era de intensidad media-baja y que, si estaba un poco reticente a la cirugía, podía someterme a la braquiterapia, un tratamiento que estaba funcionando bien». Eran necesarios una serie de requisitos y él los cumplía, por lo que siguió adelante con esa opción de tratamiento.
El cáncer de próstata en su etapa inicial normalmente no presenta síntomas. A medida que avanza y la próstata se agranda, pueden aparecer señales como estas:
- Orinar con más frecuencia durante el día y/o la noche.
- Dificultad para orinar.
- Urgencia para orinar.
- Pérdida de orina.
- Sangre en la orina o en el semen.
- Disfunción eréctil.
Los efectos secundarios: de urgencia urinaria a disfunción eréctil
La braquiterapia es un tipo de radioterapia interna en la cual se colocan semillas, listones o cápsulas que contienen una fuente de radiación en el cuerpo, ya sea dentro o cerca del tumor. A diferencia de la radioterapia externa, se hace en un número inferior de sesiones, requiriendo ingreso hospitalario (suelen ser 48 horas). «Como todos los tratamientos, también tiene efectos secundarios. En mi caso, no tengo incontinencia urinaria, pero sí sufro urgencia por orinar. Es como un escalofrío que me viene de golpe y me pide ir al baño. Pero sé que tiene mucho componente psicológico, porque si estoy entretenido haciendo algo, puedo estar sin ir al baño».
«Además, a todos los que nos intervienen de próstata acabamos sufriendo disfunción eréctil en mayor o menor medida», confiesa José María. Sin embargo, añade que «esto hoy en día es corregible, contamos con medicamentos que están funcionando muy bien». A estos signos se le añaden otros que, aunque él no los sufre, sabe que sí se dan en otros pacientes, como la vejiga hiperactiva (síndrome clínico caracterizado por urgencia y aumento en la frecuencia urinaria diurna, episodios de nocturia, con presencia o no de incontinencia). «Asimismo, no todos se dan en el mismo grado y algunos incluso desaparecen al cabo del tiempo».
José María tiene ahora 70 años y hace una vida completamente normal. «Los médicos siguen revisando mi caso, pero mi día a día es como el de cualquier otra persona. Me gusta hacer deporte, ir a caminar y la natación. Estoy tranquilo porque sé que me siguen controlando a través del PSA». A la pregunta de si está curado, responde emocionado: «Podría decirse que sí porque van a hacer cuatro años y pasado ese tiempo te dan una especie de alta. Aunque eso no quita que tenga que seguir asistiendo a revisiones». Si bien mantiene una cierta cautela porque conoce casos que «luego les vuelve la enfermedad, de eso no estamos libres ninguno».
A día de hoy es voluntario de la Asociación de Cáncer de Próstata, encargándose de realizar la primera escucha de todos esos pacientes que llaman a la organización. «No es que aconsejemos, sino que apoyamos lo que podemos. Hay que confiar en lo que te dice el urólogo, pero pueden saber que, por ejemplo, si necesitan una segunda opinión porque no están muy conforme con lo que dice, saber que es posible. Es lo que yo hice».
Después de tantas conversaciones telefónicas con otros pacientes y teniendo presente su propia experiencia personal, José María suele trasladar tranquilidad y esperanza a todo aquel que le escucha al otro lado del teléfono. «Cada cinco hombres, uno o dos vamos a tener este problema, es más común de lo que parece. No somos menos hombres por tener cáncer de próstata. Hay que aceptarlo y poner ánimo para el tratamiento, porque la vida continúa».