José Donaire, especialista en hipertensión: «La presión se debe tomar tres veces consecutivas, no vale la primera medición»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

José Antonio Donaire, nefrólogo, responsable de la Unidad de Hipertensión Arterial del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Hipertensión y Riesgo Vascular.
José Antonio Donaire, nefrólogo, responsable de la Unidad de Hipertensión Arterial del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Hipertensión y Riesgo Vascular.

En el Día Mundial de la Hipertensión, el experto explica por qué la forma convencional de medir la presión sanguínea no es adecuada y propone medidas que toda la población puede tomar para prevenir la patología

17 may 2024 . Actualizado a las 13:49 h.

La hipertensión arterial es una de las enfermedades crónicas más prevalentes en nuestro medio. Se estima que cerca del 42 % de los españoles la padecen, sin embargo, una gran parte de ellos no lo saben. Por esta, entre otras razones, la proporción de pacientes que no tienen controlada su patología llega al 75 %. Pero una tensión arterial descontrolada a largo plazo conlleva consecuencias que ponen en riesgo la vida. Para remediarla, existen numerosas opciones terapéuticas que pueden, en muchos casos, combinarse. El doctor José Antonio Donaire, nefrólogo, responsable de la Unidad de Hipertensión Arterial del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Hipertensión y Riesgo Vascular, explica cómo saber si tenemos hipertensión y subraya la importancia no solo de la adhesión al tratamiento, sino, ante todo, de un estilo de vida saludable para evitarla.

—¿Cuáles son las causas de la hipertensión?

—En un 85 % de los casos no se llega a encontrar una causa. En el otro 15 % de los casos, el origen puede ser hormonal, derivado de problemas de tiroides, por problemas de la glándula suprarrenal o del exceso de cortisol. Cada vez van creciendo más los problemas renales relacionados con el envejecimiento. Y unos riñones envejecidos son más proclives a desarrollar hipertensión. Luego, otras razones son derivadas del exceso del consumo de sodio o de una mala calidad del sueño. Hay muchos pacientes que solo solucionando sus apneas obstructivas del sueño, resuelven su hipertensión. Otras causas son relacionadas con la toma de ciertos fármacos. A nivel oncológico, estamos logrando unos niveles de supervivencia muy elevados, pero también los medicamentos quimioterápicos o de inmunoterapia que, afortunadamente, salvan la vida de los pacientes, a cambio generan hipertensión.

—Un 42 % de los españoles tienen hipertensión. ¿Por qué es tan prevalente en nuestro medio?

—El problema es que ese 42 % es lo que se estima, no lo que se sabe. Hay mucha hipertensión enmascarada, que no se conoce por parte del paciente y que solo se descubre cuando se hacen campañas masivas de medida de la presión arterial. Estamos hablando de cifras en España en torno a 18 o 19 millones de personas que son hipertensas, de las cuales 8 millones probablemente no lo saben. Todo esto hace que tengamos una epidemia de hipertensión. Para que nos hagamos una idea, durante estos cuatro años de pandemia, el covid-19 ha matado a un número de pacientes que es apenas el 80 % de las personas que mueren por hipertensión en un solo año.

—¿Se puede hablar de un perfil de paciente en una enfermedad tan prevalente?

—La prevalencia está en torno al 42 % a nivel global, pero cuando observamos a los pacientes por encima de los 70 años, esta prevalencia se equipara a la edad: un 70 % en mayores de 70, un 80 % en mayores de 80 y un 90 % en mayores de 90. Porque la presión que ejerce el corazón con el bombeo de sangre depende de la elasticidad de las arterias. Las de una persona de 80 años son mucho más rígidas que las de alguien joven y por eso la posibilidad de amortiguar bien la presión arterial es mucho menor.

—Se estima que tres de cada cuatro pacientes no logran controlar su hipertensión. ¿A qué se debe?

—En ocasiones se diagnostica demasiado tarde, porque no es una patología por la que uno acuda directamente al médico. Cuando ya somos más mayores y la hipertensión lleva muchos años con nosotros es mucho más difícil de controlar. Además, todavía hay muchos pacientes que tienen una hipertensión cuyo origen no se conoce. No se sabe en qué momento empezó ni cuál es la causa que la produce. Esas, junto con la dieta y la falta de ejercicio, son las razones por las que no llegamos a controlar más que el 25 % de los casos.

—¿Qué opciones de tratamiento hay disponibles?

—En España tenemos más de 100 opciones farmacológicas diferentes para controlar la hipertensión. Son más de nueve familias de fármacos y cada una tiene siete u ocho moléculas. Se pueden hacer combinaciones de dos o tres fármacos también. Pero la probabilidad de que los pacientes tengan efectos secundarios o interacciones entre estos medicamentos es lo que va cerrando las posibilidades. Esto es lo que hace que mucha gente no los tolere o que estén contraindicados en su caso, además, durante el embarazo, muchos fármacos no se pueden tomar. Siempre tratamos de utilizar combinaciones farmacológicas. Mejor que tomar tres pastillas dos veces al día, que son seis momentos en los que hay que tomar la medicación, es usar una o dos. Y esto mejora la adherencia al tratamiento.

—¿Qué obstáculos impiden la adhesión al tratamiento?

—En muchos casos, el paciente se toma la tensión y ve que la tiene bien, entonces, se deja de tomar la pastilla. Eso es un error. Porque si hace eso, a los pocos días va a tener una crisis hipertensiva y eso es muy grave. Puede tener un ictus, puede tener un infarto, una insuficiencia cardíaca o una insuficiencia renal con posterior entrada en diálisis.

—¿Qué opciones existen más allá de los medicamentos para tratar la hipertensión?

—Uno de los sistemas que conocemos que suben la tensión es el sistema simpático. Es muy difícil abordarlo con los fármacos, porque no terminan de bloquear este sistema cuando está hiperactivado o, si lo logran, lo hacen con muchos efectos secundarios. Ahora tenemos una técnica sencilla y segura, que no tiene efectos secundarios, y que mejora la hipertensión arterial en un 80 % de los casos. Es la denervación renal. Hasta ahora lo estamos utilizando en pacientes muy complejos, que no controlan su tensión a pesar de tomar cuatro o cinco fármacos. Pero lo que todavía no sabemos es qué ocurriría en un paciente que debuta con hipertensión y que se trata con denervación renal en vez de empezar con fármacos que se sabe que son tratamientos crónicos. Esto podría evitarle tener que tomar medicación durante algunos años.

—¿Cómo se realiza este tratamiento?

—Es un tratamiento de radiología vascular. Se hace en una sala de rayos, no en quirófano. Se llega por la arteria femoral hasta las arterias del riñón con un catéter. Y este catéter lleva dentro la tecnología para aplicar radiofrecuencia, que no es más que un aumento de temperatura. Con el calor que se transmite a nivel local en las arterias renales, se bloquean determinados filetes nerviosos que llegan desde la columna y que generan el aumento de la tensión arterial porque activan el sistema simpático. Con eso se logra reducir la carga del sistema nervioso simpático sobre la presión arterial del paciente. Esto no cura la hipertensión, pero la controla en un porcentaje muy alto. El tratamiento dura unos 25 o 30 minutos y el paciente sale y se puede ir a su casa esa misma tarde.

—¿Cuál es el rol de la alimentación en el control de los pacientes hipertensos?

—La hipertensión arterial puede llegar a revertirse, es decir, quedar controlada sin fármacos, o al menos reducirse a través de la alimentación, por lo tanto, es vital. Nosotros hacemos medidas en orina y en sangre para saber el sodio que toman los pacientes. La recomendación de la OMS está en torno a los cinco gramos de sal al día y en España estamos cerca de once. Es más del doble del máximo. Los consejos que damos son sencillos. Primero, que la sal se añada al plato en la mesa, no durante el preparado. Porque si usamos sal durante todo ese proceso, va a estar constantemente diluyéndose y aumentando la sal que tenemos que echarle a la comida. Luego, tenemos que saber leer etiquetas en el supermercado, no dejarnos engañar con reclamos como «sin sodio añadido», que no es lo mismo que sin sodio. Y hay que quitar los saleros de la mesa de los restaurantes. En resumen, una dieta hiposódica, da igual que sea atlántica o mediterránea, el ejercicio físico y controlar las emociones son las medidas más importantes. Todo eso funciona.

—¿Qué complicaciones tiene la hipertensión cuando no está controlada?

—Por orden de importancia, la primera es el ictus, porque a partir de los 55 años es la primera causa de fallecimiento en mujeres en España y produce secuelas importantes a nivel neurológico y problemas que requieren bajas a nivel laboral. En segundo lugar, están los problemas cardiológicos, la insuficiencia cardíaca y el infarto. Y en tercer lugar, la insuficiencia renal. Estas circunstancias clínicas tan graves, si no se tratan a tiempo, tienen unas secuelas muy relevantes.

—¿Cómo podemos prevenir la hipertensión?

—Lo primero es saber la historia clínica de la familia. Si nuestros padres o los abuelos han tenido problemas del corazón o cerebrovasculares, al tener dos generaciones estos problemas, somos hasta diez veces más proclives a tenerlos. Si yo soy hipertenso, mi mujer también y nuestros padres también, a mi hijo, desde los dos o tres años le voy a reducir el sodio en la dieta y le voy a introducir el ejercicio físico. Esto deberían hacerlo todos, pero especialmente las personas que tienen esos antecedentes. En segundo lugar, hay que evitar el sobrepeso desde la infancia y la adolescencia. Llevar una buena dieta es la mejor prevención que hay. Y luego, hay que tener un buen control de las emociones, porque son el desencadenante de muchas crisis hipertensivas. Controlar estos parámetros puede hacer que la patología aparezca 20 o 30 años más tarde.

La medida de la presión arterial consta de dos números. El superior indica la presión en el momento en el que el corazón late y se llama presión sistólica. El valor inferior corresponde a la presión diastólica, que es la que hay en las arterias entre latido y latido. Estos números corresponden a las fases del latido del corazón: sístole (contracción del miocardio para bombear la sangre) y diástole (expansión con la entrada de sangre al corazón). Se habla de hipertensión cuando la presión de la sangre en nuestros vasos sanguíneos es demasiado alta (de 140/90 mmHg o más).

—¿Cómo podemos saber si tenemos hipertensión?

—La hipertensión se considera una asesina silenciosa, pero en realidad no lo es tanto. Lo que pasa es que los síntomas se confunden con otros problemas. ¿A quién no le duele la cabeza de vez en cuando? ¿Quién no tiene sensación de cansancio, debilidad, alguna pérdida de memoria? Lo confundimos con el estrés del día a día. Ahora bien, cuando esto sucede muy a menudo, y si se hace una analítica y no hay nada raro, ahí es cuando hay que pensar en la hipertensión, sobre todo si tenemos sobrepeso, antecedentes familiares o una dieta que no es óptima.

—¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de tomar la tensión?

—Es importantísimo saber que la tensión se debe tomar tres veces consecutivas. No nos vale la primera medición, porque esa medida está muy basada en la alerta que todos los seres humanos tenemos cuando nos aprietan un brazo, entonces, hay que desecharla. Hay que hacer dos medidas más y la media de esas dos cifras es la verdadera presión arterial que tienes. Así lo indican todas las guías internacionales y, por supuesto, la nuestra. Tampoco hay que tomarla tres veces al día. Es una vez al día, pero tres veces seguidas. Solo con eso podríamos evitar muchos problemas.

—¿Qué consejos daría a la población para detectar tempranamente la enfermedad?

—Durante muchos años, acudir al chequeo de empresa no era algo común. Pero el 100 % de los trabajadores deberían ir para medirse la presión una vez al año. Con eso controlaríamos a un grupo importante de pacientes.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.