Ana Gorrín perdió 80 kilos en nueve meses: «Mi cerebro sigue siendo obeso»
ENFERMEDADES
Se sometió a una cirugía bariátrica tras sufrir un infarto y, en el Día Mundial de la Obesidad, remarca que este gran cambio no sería posible si no fuera acompañado de modificaciones en su estilo de vida
04 mar 2024 . Actualizado a las 18:11 h.Ana Gorrín nunca vio su peso como algo problemático. «Para mí tener kilos de más nunca fue discriminatorio, ni me sentía mal por ello; nada por el estilo. El problema con la obesidad vino cuando empezó a perjudicarme a mi salud». A los 32 años, sufrió un preinfarto. Por aquel entonces, pesaba alrededor de 100 kilos. «Después de ese ''desastre'', el médico me dijo que si no bajaba de peso y buscaba una solución, no llegaría a los 40 años».
Ese miedo fue el que la llevó a someterse a un tratamiento, supervisada por una nutricionista y un endocrino. «Se basaba en llevar a cabo una dieta estricta y ejercicio. Pero cuando tienes un sobrepeso tan grande, todo se complica más. Bromeaba con mis amigos del gimnasio porque cuando me recomendaban que fuera a caminar o correr, siempre les contestaba que había que verlos a ellos con 45 kilos más en el cuerpo: ''Ponte eso en la espalda y vamos juntos". La persona que no lo vive, no lo entiende».
Cerebro obeso
Después de un año intentando seguir esas pautas de dieta y ejercicio, Ana no bajó de peso, sino todo lo contrario. «Era frustrante. No veía resultados. No adelgacé ni un kilo. La rabia de ver que no avanzaba me llevó a engordar otros cuarenta». Ana llegó a los 140 y su estado de salud empeoraba. Aunque hasta ese momento no era consciente de lo importante que era cuidar la alimentación, sí puso esfuerzo en ponerle remedio durante esos doce meses. «Pueden existir personas que estén gordas por problemas de metabolismo o tiroides. No era mi caso. Yo era gorda porque me gustaba comer y me sigue gustando. Siempre digo que sigo siendo obesa de cerebro. Ya no lo soy de cuerpo, pero de cabeza sí».
Según su experiencia, el problema de estas pautas nutricionales y de ejercicio físico es que no van acompañadas de otro pilar fundamental: la terapia psicológica. «Una de las reivindicaciones que tenemos desde la Asociación de Pacientes Bariátricos y Obesidad es que cualquier tipo de tratamiento para adelgazar dirigido a personas obesas debe ir acompañado de un apoyo de salud mental, con el que se le ayude a la persona a lograr lo que quiere y necesita», subraya. Pone de ejemplo su caso: «Llevaba 32 años con un estilo de vida que aprendí en mi casa. De repente te dicen que no es el correcto, que debes cambiarlo. Es normal que te deprimas si no sabes qué hacer con todo eso que te pasa. ¿Y cuál es la única solución que conoces y llevas haciendo toda tu vida? Comer».
La cirugía bariátrica
En vista de que Ana no bajaba de peso, su médico le recomendó someterse a una cirugía bariátrica. Una idea que no le convencía demasiado al principio. «Cuando me la propusieron, me negué. Me daba mucho miedo. Imagínate una persona de 140 kilos, con patologías asociadas a la obesidad en una mesa de cirugía. Tienes todas las papeletas para quedarte ahí», reconoce. Después de varios meses reflexionándolo, terminó aceptando. Estuvo en lista de espera en la Seguridad Social durante casi dos años y medio. «Y terminé desistiendo, me operé a través de una clínica privada».
Antes de someterse a la intervención llevó a cabo un tratamiento para bajar unos kilos, pero esta vez, acompañada de un equipo multidisciplinar formado por un nutricionista, psiquiatra, psicólogo y médico de seguimiento (además del propio cirujano). «El objetivo era perder un 10 % de mi peso antes de llegar a quirófano. La gente cree que esto se hace para comprobar si tienes la suficiente fuerza de voluntad, pero no. Los gordos tenemos hígado graso y para poder llegar al estómago, hay que ir por detrás de este. Es para facilitarle el trabajo al cirujano».
En febrero del 2012 entra en quirófano. «Recuerdo sentir una mezcla entre la felicidad de que llegase el momento y, por otro lado, miedo. Temía mucho no salir de allí». Explica que existen diferentes tipos de cirugía bariátrica y que, en su caso, optaron por un bypass anillado. «Es tu médico el que te recomienda cuál es la mejor, según el caso».
Por fortuna, la operación fue un éxito. Ahora tocaba hacer frente a una nueva etapa: el posoperatorio. «En mi caso tuve orientación durante el año previo a la intervención y todo el siguiente. Eso es otra cosa que queremos reivindicar desde la asociación que también debe existir en la pública. Algo que suele suceder es que, como tienes que comer muy poco, si comes de más, tienes una sensación de llenura que te aprieta el estómago. Parece que te está aplastando un elefante y te vas a morir. No sabes ni lo que te está pasando».
80 kilos en nueve meses
«Me acuerdo ir al cumpleaños de una amiga, sacarnos una foto y no reconocerme. Perdí 80 kilos en nueve meses. Menos mal que tenía ese acompañamiento médico porque aunque parezca que no, cuesta adaptarte a tu nueva imagen. El cuerpo en el que has crecido, ya no existe. Es contradictorio, pero justo después de operarme me sentía más incómoda con ese cuerpo que con el que tenía antes».
Ana ha necesitado terapia psicóloga para convivir con su «cerebro gordo». «Si sigues comiendo igual que antes, tu estómago crece. La cirugía no es mágica ni eterna. Si no la cuidas, la pierdes. Cuando aprendes que tienes que luchar toda tu vida con ese gordo que vive en tu cerebro y además te dan las herramientas para hacerlo, puedes mantenerte en el tiempo. Pero si nadie te enseña cuáles son los pensamientos que te llevan a pensar, valga la redundancia, como gordo, no puedes». Ella lo compara con aquellas personas que sufren algún tipo de síndrome depresivo: «A esa persona aunque le digas que sonría y sea feliz, no puede. Es lo mismo. Todos los gordos saben que si comen van a engordar, pero el cerebro es mucho más complejo».
En todo este tiempo, su salud mejoró. «Todos los problemas hormonales y cardiovasculares, remitieron. Si bien las rodillas las tengo hechas polvo; ya no hay manera de recuperarlas». Se mantiene en los 63 kilos, gracias a cambiar sus hábitos. Confiesa comer de todo, pero en muy pocas cantidades: «He aprendido a llevar un ritmo de vida distinto y a reconocer las posibles recaídas. Para salir de la obesidad, es importante la terapia. Luchar con el gordo de tu cerebro es la batalla más grande que tienes». Ana temía no llegar a los 40 años cuando sufrió aquel infarto. Pero lo ha conseguido. Acaba de cumplir 45.