Mercè Boada, neuróloga: «Sí, habrá cura para al alzhéimer, estoy trabajando para ello»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Mercè Boada ha dedicado toda su vida al estudio de las demencias y el alzhéimer.
Mercè Boada ha dedicado toda su vida al estudio de las demencias y el alzhéimer.

Es una de las mayores expertas en Europa en el estudio de la enfermedad de Alzhéimer y defiende una atención holística del paciente. «Si mi médico me dice que mi pérdida de memoria es por la edad, mal vamos»

30 ene 2024 . Actualizado a las 20:16 h.

«Cuando recibí la noticia me quedé pasmada porque muchas veces siempre me pregunto cómo es posible que la gente y las instituciones se fijen en mí y me den estas grandes oportunidades», explica Mercè Boada, neuróloga referente mundial en el diagnóstico y estudio de las demencias y la enfermedad de Alzheimer. Acaba de recibir la medalla de oro al mérito científico por el ayuntamiento de Barcelona, lugar donde se encuentra Ace Alzheimer España, clínica de referencia por su enfoque innovador en la lucha contra la enfermedad y de la cual es cofundadora. A sus 76 años, ha dirigido más de 135 ensayos clínicos internacionales sobre esta patología y otras demencias y ha publicado 557 artículos científicos. Y a pesar de su larga trayectoria, dice no querer parar hasta conseguir su objetivo: «Que el alzhéimer pase a la historia de la medicina».

—Lleva muchos años dedicándose al estudio de alzhéimer y las demencias. ¿Qué ha cambiado desde que usted empezó?

—El mundo de las demencias, el mundo del alzhéimer, porque al final siempre lo focalizamos por ser la más prevalente, impactante y conocida, ha dado un giro de 360 grados. Se empezó con una capacidad de diagnóstico bastante limitada porque el perfil de paciente que llegaba para este, ya estaba muy avanzado. Culturalmente el país, toda España y Europa, entendía que la demencia era una etapa final de la vida sin ninguna posibilidad terapéutica. Personas consideradas muy ancianas y donde reinaba el puro nihilismo. No hacer nada porque no tenemos nada que hacer. Esos fueron los principios. 

—¿Dónde se encontraba usted en esos principios?

—En ese momento tuve la oportunidad de tener una beca en California. Estados Unidos ya tenía en aquel momento una red que dependía del Instituto Nacional de Envejecimiento con centros de investigación y diagnóstico para pacientes de alzhéimer. Estuve visitando diferentes centros del área de San Francisco y Berkeley, después me fui a San Diego. El primer impacto de llegar allí era que el abordaje del alzhéimer era multidisciplinar. Había un neurólogo que diagnosticaba, pero se incluía el entorno donde vivía el individuo y cómo era su familia. Ellos consideraban que el diagnóstico incluía una multidisciplinariedad: neurólogos, psicólogos, trabajadores sociales y enfermería. Cuando volví estaba trabajando en la Generalitat con un proyecto de atención a la gente mayor: qué necesidades tenía esta, cómo se podían solventar y hacer que su vida fuese mucho más confortable. Apliqué lo que había visto en Estados Unidos para diseñar este modelo integrativo y holístico. Con mi marido, fundamos el primer centro de día terapéutico al uso e imitación del americano. De ahí viene ACE: un centro para educar, no un «párking» donde dejar a la gente. 

—¿Qué se hace en este tipo de centros?

—Los pacientes tienen actividades educativas, socializan y se puede medir el beneficio de estas actividades a través de diferentes test y evaluaciones periódicas. Queríamos saber si lo que hacíamos tenía algún beneficio. Y fíjese si los dio que la idea llevó a un programa de estimulación integral que incluso lo adaptó Italia. Salieron tesis doctorales y un programa que ahora sería de inteligencia artificial: Smartbrain, que aún está en uso. Programas educacionales que se pueden hacer con un ordenador y van creciendo en dificultad. Te van informando si el paciente está alcanzando beneficio en la repetición de estos ejercicios. Este es el modelo básico para integrar a los pacientes de alzhéimer en la sociedad y para salir del nihilismo. Le aseguro que fue muy difícil, recibimos bandazos por todos lados porque nadie creía en este proyecto. 

—Cuando el paciente sufre los síntomas, la enfermedad ya está avanzada. ¿Cuáles suelen ser los primeros signos?

—La detección precoz tiene tres pilares. Uno, el propio individuo. Ve que algunas veces no encuentra las palabras, se olvida de cosas que antes no le sucedía. Debe perder el miedo al diagnóstico. ¿Qué hace la gente? No quiere ver la realidad. Pero creo que esto ha cambiado desde que el mundo de la oncología ha impuesto y puesto sobre la mesa el diagnóstico precoz.

—¿Por qué lo dice?

—Se lo explicaré de forma muy simple: si yo en las heces tengo trazas de sangre no me esperaré a tener un cáncer de colon, si no que iré al especialista. Voy a hacer un seguimiento, que me pueden detectar si esto es un indicio de tumor o tengo un pólipo. Le he perdido el miedo al diagnóstico. Al igual que con el cáncer de mama, el de pulmón o el de próstata. Eso es lo que ha cambiado en la sociedad y lo que nosotros debemos cambiar en el concepto de cognición.

—Sabemos el primer pilar, ¿cuál es el segundo?

—El segundo pilar es el médico de cabecera. Si le digo que pierdo memoria y lo primero que me dice es que a mi edad es normal, mal vamos. Volviendo al ejemplo anterior, nunca me diría que a mi edad es normal tener pólipos y un poco de sangre. Me derivaría al especialista para ver qué pasa. Fíjese el cambio de proceder. El problema del alzhéimer es que se enmascara o difumina la sintomatología. Tanto por parte del enfermo, como de mi médico de cabecera.

—Y nos queda el tercero. 

—La sociedad y la familia. ¿Para qué vamos a invertir en gente que es mayor? ¿Para qué vas a invertir en gente que no es productiva? Es lo que se suele pensar. Esto no es equidad de la sanidad y la sociedad, porque esta persona que ahora no es productiva ha estado produciendo hasta este momento. Por eso tengo que hacer una inversión. Para hacer un diagnóstico de excelencia, proponer un seguimiento y tratamientos. Son los tres pilares que debemos de hacer para que estas personas lleguen a un centro especializado y se les vea. 

 —Me hablaba usted de biomarcadores para realizar el diagnóstico y que, lo ideal, es que este sea precoz. ¿Sigue siendo necesaria, a día de hoy, la punción lumbar?

—Sí. La punción lumbar es a día de hoy el procedimiento más riguroso para confirmar que en ese líquido cefalorraquídeo, aparece una marca de beta amiloide y de tau y por lo tanto, confirmar ese diagnóstico de alzhéimer. Pero esto es intrusivo, costoso y no podemos repetirlo. Por eso, en paralelo, hemos diseñado otros biomarcadores de imagen molecular (PET): si veo que hay este marcador, ese cerebro tiene alzhéimer.

El PET (tomografía de emisión de positrones) es una técnica diagnóstica no invasiva que permite tomar imágenes del organismo del paciente. Muestra la actividad y metabolismo de los órganos del cuerpo, incluido el cerebro. Se utilizan sustancias marcadas radioactivamente que se distribuyen por todo el organismo.

—¿Y cuál sería el problema de este tipo de prueba?

—Aunque es una prueba que puedo repetir, tiene un precio muy insostenible dentro de los sistemas de salud. Por eso, desde el 2014, estamos trabajando en el diseño de biomarcadores en plasma. Se han diseñado unos instrumentos para determinar bien estos factores en sangre de forma muy rápida. Se ha visto que, por ejemplo, determinar si la fracción de proteína tau 181 está anómala, si está elevada, tenemos un porcentaje alto de tener alzhéimer. También se ha publicado un artículo donde comparan diferentes sujetos y los resultados, con los de la punción lumbar, donde se vio que la proteína 217 de beta amiloide sería uno de los mejores marcadores que tendríamos. 

—¿Qué cambia todos estos descubrimientos, cuál es el futuro del diagnóstico de alzhéimer?

—Que cuando todo esto esté confirmado, robusto y se pueda comercializar (ahora mismo se encuentra en investigación), con un simple análisis de sangre tendremos una aproximación muy rigurosa de lo que está pasando en ese cerebro y en la situación que está un paciente. El beneficio social y clínico de tener marcadores de fácil acceso y repetibles en el tiempo se dará con los nuevos fármacos que tendremos durante este año. Estados Unidos ya los tiene, pero en Europa llegarán durante el 2024. Nos piden que este fármaco solamente se puede prescribir en unas condiciones clínicas de fiabilidad de que ese paciente tiene alzhéimer. Por tanto, la llegada de estos biomarcadores facilitará el tratamiento, reducirá costes, hará que la prescripción de estos fármacos sea para el paciente adecuado y en el mejor momento. Este va a ser el otro cambio que vamos a tener en Europa durante este año 2024. 

—¿Cuándo se espera que estas pruebas estén presentes en los centros de salud de nuestro país?

—Haré una aproximación. Tenemos la necesidad de contar con esta prueba, este análisis de sangre, en el mercado médico, como ya tenemos la prueba del colesterol o la tira para saber si tengo una infección de orina. Si en estos próximos seis meses nosotros podemos consolidar su robustez diagnóstica, es posible que cuando aparezca el fármaco en un escenario estupendo en otoño del 2024, estos biomarcadores aparezcan a la par. Será de una necesidad imperiosa hacer las cosas bien y tener costes reducidos. Si hoy me sale que esta prueba es negativa, pero como clínico estoy pensando que esta persona seguramente tenga alzhéimer, dentro de tres meses lo podré repetir a un coste bajo. Por tanto, es un escenario que casi seguro:en el 2025, podremos tener un análisis de sangre que detecten si tenemos un alto porcentaje de padecer alzhéimer, con estos biomarcadores en plasma. La industria farmacéutica y los grandes laboratorios donde se están acabando de diseñar pondrán toda la carne en el asador y habrá una gran inversión económica para que esto aparezca, aflore y esté de mano de la atención primaria y la neurología en beneficio de los pacientes. 

La doctora es miembro del Comité Ejecutivo de la EADC (European Alzheimer's Disease Consortium) e investigadora principal del Grupo Ace del CIBERNED (Centro de Investigación Biomédica de la Red de Enfermedades Neurodegenerativas).
La doctora es miembro del Comité Ejecutivo de la EADC (European Alzheimer's Disease Consortium) e investigadora principal del Grupo Ace del CIBERNED (Centro de Investigación Biomédica de la Red de Enfermedades Neurodegenerativas).

—Me comentaba al principio de la entrevista que, hace unos años, cuando a una persona se le diagnosticaba alzhéimer, poco se podía hacer. 

—Efectivamente, ese era el criterio. La actitud nihilista: «Está usted en el final de la vida, es una enfermedad crónica, para qué marearlo si esto es ley de vida». 

—¿A día de hoy es posible frenar esa ley de vida?

—Sí. 

—¿Y prevenirla?

—También. Con una vida saludable, eliminando tóxicos como el tabaco y alcohol, haciendo prevención de traumatismos craneoencefálicos y mejorando la calidad de nuestra atmósfera; aunque este último no depende de nosotros. Pero sobre todo, la mejor prevención es ser sociables y tener un cerebro conectado. Sonreír, ser vital y enamorarme de lo que sea, ya sea del arte, la pintura o continuar enamorada de mi compañero de toda la vida. Y si lo he perdido, volverme a enamorar para tener alguien con quien compartir. Compartir vida. Vivir. Y no cuando tengo 70, también a los 60, a los 50 y a los 40. Toda esta cultura de tener un cuerpo y mente sana llevará a que mis hijos y mis nietos puedan llegar a edades más avanzadas en el diagnóstico de alzhéimer porque tendrán un cerebro saludable. Esta es la predicción y ahí es donde podemos actuar nosotros. Si nos ponemos en marcha ya para tener un cerebro saludable, este llegará muy viejo con todas las funciones cognitivas preservadas. Será autónomo, decidirá y será feliz. 

—¿Qué abanico de tratamientos existen a día de hoy?

—Los tratamientos que tenemos a día de hoy los estamos utilizando desde el 1993. El último apareció en el 2003 y durante todo este período de 20 años se han hecho muchas investigaciones y muchos ensayos clínicos con nuevos tratamientos dirigidos contra la beta amiloide, básicamente. Para modificar todo el proceso de depósito de esta proteína en el cerebro. Todos han sido fallidos. Trabajar en ensayos clínicos farmacológicos en enfermedad de Alzheimer es extremadamente duro, requiere un esfuerzo enorme para los investigadores y un esfuerzo económico brutal para la industria farmacéutica. Hasta ahora han fallado todos y las inversiones que se han hecho han superado más de los 1.500 millones de euros. En desarrollar un producto que no ha llegado al mercado. Nosotros en este momento tenemos 22 ensayos activos y le diría que ACE ha estado involucrada en el desarrollo de todos los fármacos que hay. 

—Pero me comentaba antes que hay fármacos nuevos que se han aprobado en Estados Unidos. 

—Sí, el aducanumab, un anticuerpo monoclonal que forma parte del género de fármacos utilizados en oncología o esclerosis múltiple, migraña u osteoporosis.También el lecanemab. Los dos están registrados en Estados Unidos y estamos pendientes de que la Agencia Europea del Medicamento de el visto bueno y los apruebe en Europa para que cada uno de los estados integrantes también lo apruebe y lo podamos prescribir. Eso son los fármacos que le he dicho que aparecerán en Europa durante el 2024. Con ellos se ha observado una mejoría clínica. La pregunta que nos hacen los enfermos es: «¿Esto cura?». 

—¿Y cuál es la respuesta?

—No, no curan. Lo que hacen es disminuir la progresión, el declinar clínico, alrededor del 27 al 30 % de reducción del paso evolutivo que tiene la enfermedad. Por tanto yo gano un 30 % de beneficio clínico versus a si no tengo fármaco. Todo el conocimiento que generamos provocará que un futuro muy a corto plazo, estoy hablando del año 2025 o 2026, ya no solo podremos tener dos fármacos, es que podemos tener tres, cuatro, y la plasmaféresis (una extracción de sangre, separación de los componentes celulares del plasma mediante centrifugación y el retorno de las células al sistema circulatorio en el mismo proceso) como una acción o complemento con algunos pacientes. El escenario es bueno, muy bueno. 

—¿Usted cree que llegaremos a esa cura por la que le preguntan sus pacientes?

—Sí. 

—¿En un futuro próximo? 

—Sí. En este momento la inversión en investigación en alzhéimer es grande. La población tiene necesidad de un fármaco que realmente pueda mantenerlos en un estatus inicial y puedan vivir bien. Y no solamente con un fármaco, sino la combinación de varios. Al igual que está pasando en el mundo de la oncología, podremos decir que la patología alzhéimer no es progresiva, sino una enfermedad crónica que mantendremos estable. No estoy haciendo un pronóstico arriesgado, lo estoy haciendo en función a todo lo que conocemos, los grandes proyectos que van a llegar en cuanto estemos hablando de medicina de precisión. Conocer la enfermedad incluso antes de aparezca. Sí, habrá cura, porque estoy trabajando para ello. Y realmente será la ilusión y la culminación de mi vida como profesional e investigadora: que el alzhéimer pase a la historia de la medicina. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.