Las cefaleas, la expresión de dolor más frecuente y poco reconocido: «No hay marcadores fiables para confirmar el diagnóstico»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

La cefalea es la expresión de dolor más frecuente.
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El cerebro migrañoso necesita una rutina, la clave está en evitar los cambios y conductas como el ayuno o la falta de ejercicio

25 jul 2023 . Actualizado a las 16:06 h.

La cefalea es un acompañante de sobra conocido para casi todos. Solo un pequeño porcentaje de la población ha vivido libre de esta molestia, que por el contrario, el 90 % ha tenido en algún momento de su vida, de los cuales la mitad lo ha padecido, como mínimo, una vez en el último año y un poco menos, el 46 %, lo sufre de forma activa. Su prevalencia es de tal magnitud que, según la Sociedad Española de Neurología (SEN), «es la forma de expresión más frecuente de dolor en el ser humano».

El término engloba a cualquier dolor de cabeza ubicado en la región craneal, en la parte alta del área cervical o nuca y mitad superior de la cara. «Es un sinónimo del dolor de cabeza, que tiene más de 150 causas detrás», precisa la doctora Ana Gago, responsable de la Unidad de Cefaleas del Hospital Universitario de La Princesa, profesora asociada del departamento de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la SEN. 

Se calcula que en España hay más de cuatro millones pacientes migrañosos, y de ellos, más de tres millones son mujeres en edad fértil. De hecho, esta enfermedad es el motivo neurológico de consulta más frecuente: «A pesar de su elevada prevalencia y de su impacto en la vida diaria, la migraña es un trastorno insuficientemente reconocido y tratado, en parte porque no disponemos de marcadores fiables para confirmar el diagnóstico», precisa la SEN en uno de sus manuales. Los datos no son para ignorar. En España, se pierden más de trece millones de jornadas laborales cada año por esta razón. No solo esto, sino que según la Organización Mundial de la Salud, es el tercer trastorno más prevalente y la séptima causa de incapacidad mundial, la segunda si la clasificación se ciñe al terreno estrictamente neurológico. 

Las cifras sobre cefalea tensional son más difíciles de establecer. «Durante años se ha considerado el tipo de cefalea primaria más frecuente», indica el manual de la sociedad. Sin embargo, a raíz de los diagnósticos de otras nuevas entidades como la migraña crónica, la cefalea diaria persistente o los cuadros de dolor asociados al síndrome miofascial, «su incidencia puede ser más baja», detalla la entidad nacional.. Con todo, algunas investigaciones la sitúan en un 62 % de la población general europea, aunque la presencia crónica se limite al 3,3 %. 

¿Qué tipos de cefalea existen?

La primera clasificación entre un tipo u otro se establece por el origen. Puede ser secundaria, si es consecuencia de otra enfermedad, «como un tumor o una hemorragia», detalla Gago, o primaria cuando la cefalea es la propia enfermedad. Precisamente, esta última clasificación es la que, con mayor frecuencia, presentan los pacientes. A su vez, se divide en cefalea tensional, migraña o cefalea en racimos. Aunque también existen otros muchos subtipos como la cefalea por estímulos fríos, por uso excesivo de medicación, por ejercicio físico o incluso una relacionada con la actividad sexual.

Así las cosas, las cefaleas primarias suponen el 90 % de los casos. Entre ellas, se dividen según el tipo de dolor, que puede ser eléctrico, opresivo, pulsátil o explosivo; por su localización, que puede ser unilateral, bilateral, periocular o cervical; o según otro tipo de manifestación clínica asociada, ya sean náuseas, presencia de aura, vértigo, vómitos o lagrimeo. 

Si bien el 10 % de las cefaleas son secundarias, una amplia mayoría no están provocadas por lesiones o enfermedades graves como un ictus. Es más, la SEN señala que es muy poco frecuente que un accidente de este nivel se manifieste solo con dolor de cabeza. La entidad precisa que en consulta, «solo de dos a cuatro pacientes» que se presentan con cefalea tienen una lesión cerebral. 

¿En qué diferencia una cefalea tensional de una migraña?

«Por los síntomas clínicos que nos cuenta el paciente, que básicamente, nos van orientando hacia uno u otro», apunta la experta en cefaleas. Así, existen unos rasgos definitorios y representativos. «La migraña es una cefalea que puede ser hemicraneal», describe la doctora Gago, aunque reconoce que no es el criterio más importante. Sí lo son la intensidad del dolor, «que debe ser moderada-alta», o la incapacitación o empeoramiento al hacer ejercicio, «y que además se acompañe de síntomas como molestia a raíz de la luz, del sonido, náuseas o incluso vómitos» detalla. 

Por su parte, la cefalea tensional es, por regla general, holocraneal: «Afecta a los dos lados de la cabeza y los pacientes suelen referirse a ello como si llevasen un casco», precisa la neuróloga. A diferencia de la migraña, no empeora con el movimiento y no suele tener síntomas acompañantes. «Suele aparecer cuando una persona pasa todo el día trabajando, después de un día intenso, y al salir y despejarse, la clínica mejora», indica.

¿Qué otro tipo de cefaleas existen?

Existe un amplio abanico de tipos de dolores de cabeza, sin embargo, más allá de la migraña y la cefalea tensional, hay otras que tienen también alta prevalencia. «Uno de los grupos más grandes son las cefaleas trigémino autonómicas», cuenta la doctora. Es un dolor exclusivamente unilateral, con altos niveles de intensidad y se asocia a síntomas disautonómicos: «La caída del párpado, ojo rojo o lagrimeo. El criterio temporal es muy importante, porque como es tan fuerte no dura mucho. Además, surge con brotes», describe la experta. Dentro de esta clasificación, destacan la cefalea en racimos, que se extiende de 15 minutos a tres horas y se repite varias veces al día. 

«También está la hemicránea paroxística, que dura entre 5 y minutos y media hora, u otras menos duraderas pero muy recurrentes como el SUNCT. Entre otras cefaleas primarias está la cefalea hípnica  solo se produce por la noche, al poco de dormirse y es común en el paciente más mayor», precisa. De igual forma, también existen «cefaleas punzantes, en las que el paciente percibe una sensación de un pinchazo, o por esfuerzo», añade la doctora del centro madrileño.

¿El dolor de cabeza alerta antes de su llegada?

Depende. «En el caso de la cefalea tensional, los síntomas premonitorios han sido menos estudiados», responde Gago. En cambio, en la migraña son ampliamente conocidos. De hecho, se describen más de 30: «Puede ser un cambio en el carácter, como más tristeza, irritabilidad, el paciente se enfada sin saber por qué; cambios en la alimentación, con mayor apetencia de ciertos productos como dulces o más ganas de beber», precisa la experta.También lo son la aparición de bostezos, de molestia ante la luz, ruidos o náuseas. Estos pueden aparecer hasta 48 horas antes del inicio del dolor, «aunque lo general es que lo hagan entre seis y diez horas antes». 

Si bien los síntomas premonitorios suelen ser bastante frecuentes, no siempre tienen que estar presentes. De hecho, «solo lo hacen en el 80 % de los casos», explica la experta en referencia a un estudio en el que ha participado. Es habitual que la persona no sepa relacionarlo: «Cuando se lo describimos, se dan cuenta de que los tienen. Muchas veces no saben por qué se ponen tristes o irritables antes de un dolor de cabeza», precisa. Que todo esto suceda tiene una razón: «Hay muchas áreas del cerebro que ya están activas antes del dolor», zanja. 

¿Se encuentran cambios en el organismo?

Más allá de los síntomas premonitorios, el cuerpo del paciente ya envía señales previas al dolor. Eso sí, imperceptibles para muchos. Precisamente, sobre esto ha versado la investigación de la doctora Gago: «Queríamos anticiparnos al inicio del dolor para tratar de preverlo, sin que dependiésemos de la subjetividad del paciente. Queríamos buscar un método objetivo», detalla. Así, midieron y encontraron cambios hemodinámicos: «En la saturación de oxígeno, en la sudoración, en la temperatura o en la frecuencia cardíaca», explica. 

¿Qué puede provocar un dolor de cabeza?

Los factores desencadenantes son aquellos que pueden originar la aparición del dolor de cabeza: «Son externos», precisa la experta, que reconoce que observa cierta parte de autoculpabilidad en algunos pacientes cuando esto sucede: «A veces las crisis aparecen sin ningún factor evidente porque hay gente que vive en una auténtica rutina y piensa que ha hecho algo mal», explica. 

Los factores desencadenantes se suelen vincular a hábitos de vida, «como una alteración en el ritmo de sueño, niveles de estrés, ayunar, el propio descenso del estrés o una reducción muy brusca del consumo de cafeína», detalla. La ingesta de alcohol también puede influir. 

Para prevenirlo, la experta recomienda tener una rutina: «El cerebro migrañoso no tiene una lesión estructural, no tiene un tumor no degenera. Pero al cerebro migrañoso le gusta la rutina», indica. Por esta razón, levantarse y acostarse siempre a la misma hora, hacer deporte, tomar cinco comidas al día, tener una dieta saludable sin ultraprocesados, hidratarse bien y mantener los niveles de estrés a raya puede ayudar. Con todo, esto a veces puede no ser suficiente: «Por desgracia, en ocasiones perdura». 

En esta misma línea, de prevenir para curar, la doctora Gago prefiere no restringir ciertos alimentos, como el chocolate o el queso manchego, «salvo que el paciente haya comprobado que en su caso sí provoca dolor de cabeza», apunta. 

¿Cuál es el mejor tratamiento?

El mayor progreso en lo que a tratamiento se refiere beneficia a la migraña. «Aunque estemos en pleno apogeo, hay que individualizar y ver cada caso», responde la doctora. La primera opción siempre es el tratamiento sintomático, el tratamiento de las crisis. Cuando la molestia se vuelve más recurrente, «y el dolor y la crisis se vuelven más intensos», la persona no responde a la medicación, se pasa al tratamiento preventivo. «Llevamos muchísimos años con ellos, son los tratamientos orales como antiepilépticos, antidepresivos y antihipertensivos», expone la experta, que apunta hacia un perfil de pacientes en los que funcionan muy bien. «Son fármacos que llevamos toda la vida cuando y conocemos muy bien sus efectos secundarios y perfil de seguridad», precisa. 

En el siguiente escalón, de nevus reservado para aquellos individuos en los que los tratamientos orales no resulten suficientes, se encuentra la toxina botulínica, «especialmente indicada para los que tienen más de 15 días de migraña». con mínimos efectos secundarios. Recientemente, se han introducido en el arsenal terapéutico, el tratamiento con anticuerpos monoclonales CGRP, empleados desde hace unos tres años: «han supuesto una revolución». La experiencia acumulada desde el 2019 permite ver un muy buen perfil de eficacia y seguridad, «aunque tenemos que seguir avanzando», precisa la experta. En esta línea, abre la puerta a la llegada de los Gepantes, «como el Rimegepante»: «Serán un cambio de paradigma porque se trata del primer tratamiento preventivo y agudo a la vez. Esto nunca había pasado para las cefaleas», detalla.

¿Y para la cefalea tensional?

Para este tipo, no solo se prescriben analgésicos. Es más, si es muy frecuente «también se puede enviar un grupo de fármacos preventivos que generalmente están en la esfera de los antidepresivos», precisa. Es más, la doctora alerta de que si se consumiesen demasiados analgésicos «podría aparecer lo que llamamos cefalea por uso excesivo de medicación», concluye. Para que la cefalea se considere crónica tiene que producirse más de 15 días al mes. 

Este artículo fue revisado por la doctora Ana Gago, responsable de la Unidad de Cefaleas del Hospital Universitario de La Princesa, profesora asociada del departamento de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Neurología. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.