Emilia Gómez Pardo, bióloga molecular: «Es más importante moverse en el día a día que hacer una hora de gimnasio»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Emilia Gómez Pardo es doctora en bioquímica y biología molecular.
Emilia Gómez Pardo es doctora en bioquímica y biología molecular.

La investigadora explica de qué se trata un estilo de vida «oncosaludable» y recuerda la importancia que tiene una buena dieta y hacer ejercicio

24 may 2023 . Actualizado a las 09:39 h.

El cáncer es una patología a la que se sigue teniendo miedo, a pesar de los tremendos avances de la medicina que han permitido, en las últimas décadas, reducir la mortalidad y extender la supervivencia, mejorando la remisión de algunos de los tumores más frecuentes y permitiendo, por otro lado, su detección más temprana. Si pese a todo esto seguimos sintiendo temor es porque, en gran medida, nos sentimos impotentes frente al cáncer. Creemos que su aparición es una carta en la baraja de la vida que puede simplemente acabar en nuestra mano.

Para la bióloga molecular Emilia Gómez Pardo, esto es categóricamente falso. Tras una larga carrera investigando, primero en el instituto Max Planck, de Alemania, y posteriormente como directora de proyectos de la fundación Genoma España, la experta acaba de publicar Más vida, menos cáncer (Arpa y alfil, 2023), un libro lleno de consejos prácticos para prevenir la enfermedad porque, como revelan los estudios, tenemos mucho más que hacer en el tema de lo que pensamos.

—¿Cómo influye el estilo de vida en el desarrollo de cáncer?

—En el estilo de vida hay básicamente dos comportamientos que hay que evitar: el consumo de alcohol y el tabaquismo. Y hay dos hábitos de vida que hay que fomentar, que son la alimentación y la vida activa. El siguiente factor es la consecuencia de cuando estos dos hábitos no son correctos, que es el sobrepeso. Es un factor de riesgo, a la vez que enfermedad, pero tiene mucho que decir en el cáncer porque es un factor relacionado con al menos doce tipos de tumores. Todo esto influye en el desarrollo del cáncer, en el pronóstico y en la supervivencia. Cada uno de estos factores tiene peso en el cáncer en general y en tumores específicos. Cuando hablamos de tipos concretos, el peso de cada factor es diferente. Todos sabemos que, en el cáncer de pulmón, el principal factor de riesgo es, sin ningún lugar a dudas, el tabaquismo. Mientras que, en el de colon, el principal factor de riesgo es la alimentación. Pero cuando hablamos de cáncer en general, el tabaco sigue siendo el principal factor de riesgo, porque el 33 % de los casos tienen que ver con él. La alimentación tiene mucho que decir en uno de cada tres cánceres. La alimentación influye de forma directa, o bien porque tiene mucho que ver con el proceso de desarrollo, desde que se produce el cambio en la célula hasta que esta célula tiene un cáncer.

—¿Cuáles son los hábitos que denomina «oncosaludables»?

—Se definen con estas cinco claves: una alimentación sana, una vida activa, que no quiere decir solo hacer ejercicio sino evitar el sedentarismo, que es un factor de riesgo muy importante e independiente de que se haga o no ejercicio, evitar el tabaquismo y el consumo de alcohol, así como el sobrepeso. Si tú comes bien, tienes una vida activa, estás en normopeso, no fumas y no bebes, tu probabilidad de padecer cáncer se disminuye casi la mitad. Es un número muy contundente dadas las cifras de cáncer en España.

—Más allá del ejercicio, ¿qué significa tener un estilo de vida activo?

—En el día a día significa moverse. Evitar el sedentarismo es moverse, no es estar en el gimnasio haciendo pesas. De hecho, hay muchas personas que van al gimnasio una o dos horas el fin de semana y no disminuyen su riesgo de cáncer porque el resto de su día es sedentario. Lo que hay que hacer es moverse a lo largo del día, llevar una vida activa. Hay un estudio que compara a dos personas que hacen exactamente el mismo ejercicio físico pautado: ir en bicicleta, nadar o correr. El resto del día, uno está en cama o sentado frente al ordenador, yendo de la cama al coche a la oficina y el otro tiene una vida activa: hace jardinería, se mueve o va andando al trabajo. El riesgo es mucho menor en esa persona que se mueve. Es más importante moverse que focalizarse en hacer una hora de gimnasio. Nuestro cuerpo está preparado para el movimiento.

—¿A qué se atribuye el aumento de incidencia del cáncer que se está viendo en menores de 50 años?

—El cáncer siempre es multifactorial, pero todo parece indicar que tiene mucho que ver el ambiente obesogénico intracelular, o sea, del cuerpo, al que están sometidos los niños desde edades muy tempranas. El cáncer es una enfermedad de largo recorrido. Hace falta tiempo para que se produzcan las mutaciones y se desarrolle. Lo que estamos viendo con los niños desde edades tan tempranas como la gestación es que se están acumulando mutaciones en menor tiempo. Por eso se están visualizando casos de cáncer en edades en las que antes no aparecía. Tiene todo el sentido, porque cuanto más vives, más errores se van acumulando en tus células. El número de errores que hacen falta para el cáncer están ocurriendo en menos años, porque el ambiente en el que se desarrollan los niños es nocivo. Todo esto tenemos claro que tiene que ver con las enfermedades cardiovasculares. Pero en el cáncer, hay muchísima gente que todavía no sabe que está muy relacionado con el estilo de vida y que, por lo tanto, se puede prevenir.

—¿Cómo se puede modificar este ambiente?

—Habría que modificar nuestro estilo de vida en conjunto. La alimentación de los niños está muy alejada de una alimentación saludable. Un porcentaje muy importante de las calorías que ingieren son procedentes de ultraprocesados. Los ultraprocesados son, por definición, poco nutritivos, ultracalóricos y oxidantes. Todos sus componentes son malos. Y luego, hay que cambiar las horas de sedentarismo de los niños. Pasan muchas horas delante de las pantallas. Comen peor, hacen menos ejercicio saludable, y esto termina en sobrepeso y obesidad. Esta es la puerta de entrada a muchas enfermedades, entre ellas, el cáncer.

—¿Por qué el sobrepeso aumenta el riesgo de cáncer?

—Hay razones metabólicas bastantes estudiadas y la ciencia seguirá ofreciendo evidencia en ese sentido. Porque las células de grasa son inflamatorias y producen moléculas inflamatorias. También se altera el metabolismo de la insulina. La evidencia está probadísima.

—¿Cómo es una alimentación oncosaludable?

—Lo primero de todo es evitar aquello que hace daño. No se incluyen alimentos ultraprocesados, carne procesada, bebidas azucaradas, alcohol, y hay poco consumo de carne roja. Si hay consumo de todo eso, la alimentación ya no es oncosaludable, por mucha fruta y verdura que uno coma. En marzo del 2023 se publicó un estudio que muestra que el consumo de ultraprocesados provoca y aumenta el cáncer. Sin eufemismos. Y disminuye también la supervivencia, o sea que una vez que lo padeces, el pronóstico es peor.

—¿Y más allá de evitar esto?

—Una vez que evitamos el daño, al cuerpo hay que darle lo que necesita, y eso son vegetales. No estamos hablando solo de verduras, como interpreta la mayor parte de las personas. Hablamos del riquísimo mundo vegetal, que incluye verduras, frutas, legumbres, cereales integrales, frutos secos o semillas. Y lo que aportan específicamente los vegetales es la fibra. No se puede tener salud sin un consumo elevado de esta. El otro componente característico que tienen estos alimentos son los fitoquímicos, esa inmensa cantidad de compuestos específicos de las plantas, que tienen su función en el mundo vegetal y no son nutrientes para nosotros, porque no los necesitamos para nuestras funciones vitales, pero cumplen papeles muy importantes en todos los procesos fisiológicos y, muy concretamente, en el desarrollo del cáncer. Son los antioxidantes más fuertes, los antiinflamatorios, los compuestos que estimulan un sistema inmune capaz de atacar a las células en las fases tempranas del cáncer. Esos compuestos son miles. No hay que comer un alimento concreto, sino muchos alimentos de grupo vegetal, porque unos te dan estos fitoquímicos y otros te dan estos otros. Yo hago una mención especial a las crucíferas, que son el repollo, la coliflor, el kale, porque esta familia tiene unos fitoquímicos que solo están presentes en este grupo y que dan una protección muy importante frente al cáncer. Pero hablo también de las legumbres, que aportan fibra, de los frutos secos, de todos los alimentos vegetales. Esa es la base de una alimentación no solo oncosaludable, sino cardiosaludable y que previene el deterioro cognitivo. Es útil para todo. Y en ese patrón, cabe perfectamente el pescado azul, la carne blanca, y poquita carne roja.

—¿Cuál es el papel de la fibra?

—A pesar de que no es nutritiva para nosotros, es muy nutritiva para la flora intestinal, que es el conjunto de bacterias, microorganismos, hongos y levaduras que ejercen efectos simbióticos con nosotros. Es un beneficio mutuo. Para mantenerla saludable, la fibra es fundamental, por muchas razones: es el alimento de la flora y al fermentar la fibra en el tracto digestivo, se producen compuestos que son beneficiosos para nosotros. Al pasar por el tracto intestinal, también se logra que los compuestos cancerígenos de otros alimentos tengan menos tiempo para ejercer su efecto.

—¿Cómo nos afecta el consumo de alcohol en términos del riesgo de cáncer?

—Con el alcohol tenemos un problema muy serio en España, porque el consumo está muy banalizado. Y luego hay esa creencia tradicional, que ha calado tan profundamente, de que una copita al día es cardiosaludable. No es verdad. Pero es que, aunque lo fuera, sería un factor de riesgo de cáncer muy importante, nunca en la vida se debería recomendar porque se sabe que no hay consumo de alcohol compatible con la salud. Una sola copa de alcohol al día tiene un impacto importante en el riesgo de padecer, por ejemplo, cáncer de mama posmenopáusico. No podemos olvidar que el etanol, que es el principal componente de las bebidas alcohólicas, es mutagénico. Produce mutaciones en el genoma. Además de generar adicción, ser neurotóxico y hepatotóxico, ataca directamente a nuestro genoma, como el tabaco. Todos sabemos que el tabaco es tóxico y tiene compuestos cancerígenos. En el alcohol también. El alcohol es cancerígeno y así lo reconoce la Organización Mundial de la Salud. El consumo debe ser cero. Hay estudios de altos consumidores y consumidores moderados. Y en los moderados, el riesgo también aumenta y mucho.

—Con el tabaco ocurre lo mismo, se sigue consumiendo a pesar de que hace daño...

—Fumamos porque hay una característica singular de la especie humana que es que nos sentimos invulnerables. Pensamos: «A mí no me va a pasar». Eso es innato y es evolutivo. Nos sirve para sobrevivir. Y luego, se minimizan los riesgos: no será para tanto, yo lo controlo, ya lo voy a dejar cuando yo quiera. Todo este tipo de mensajes van calando. Pero de la misma manera que calan los mensajes, calan las políticas cuando se hacen con firmeza o contundencia, y se consigue disminuir el uso de tabaco. Pero tiene que ser un esfuerzo muy mantenido. En España, cuando empezó la ley antitabaco, tuvo un efecto muy positivo en la disminución. Pero hay que seguir con las campañas y aumentar el precio del tabaco. Hay que ser implacables, sobre todo con la gente joven, que siente que siempre va a ser joven. Si tú le dices a un chaval de 17 años que cada cigarrillo que fuma le produce mutaciones en el genoma, no es capaz de entender lo que eso significa. Y desde luego, es incapaz de tomar decisiones en base a un futuro que no existe para él.

—¿Qué avances veremos próximamente en el cáncer?

—Tenemos y vamos a tener muchísimos avances terapéuticos. El cáncer en nada se va a considerar una enfermedad crónica, porque hemos aumentado muchísimo la supervivencia. El 70 % de las personas que padecen un cáncer sobreviven a la enfermedad, en general. Hay muchísima terapia innovadora, pero tenemos que poner el foco en la prevención. Los números de diagnósticos en Europa y en el mundo entero no dejan de crecer, a pesar de que avance también la supervivencia, no va a haber terapias suficientes para tantos pacientes. Entonces, la prevención es fundamental.

—¿Qué mitos deberíamos derribar acerca del cáncer?

—Lo más extendido es la creencia de que es algo inevitable. Que si tu madre o tu abuela tuvieron cáncer, como es genético, no podemos hacer nada, nos toca y nos toca. No es verdad. Solamente entre el 5 y el 10 % de los cánceres son hereditarios. El resto, hasta el 90 %, son lo que se conoce como esporádicos. En esa amplia mayoría tenemos mucho que decir. Es verdad que no depende solo del estilo de vida. También hay factores externos como la luz ultravioleta, el amianto o los virus. Siempre queda un porcentaje de azar de que en las células se produzca un error cuando están replicándose y el error se haya producido en un gen crucial. Es más, todos conocemos a alguien que fumaba, bebía y llevaba una vida horrible y se murió con cien años; en cambio, otro que llevaba una vida sanísima, tuvo un cáncer. Pero es que la mitad de los tumores se pueden evitar. Nos queda saber cómo prevenir la otra mitad restante.

—¿Y si ya hemos pasado muchos años con malos hábitos de vida?

—Nunca es demasiado tarde para empezar a cambiar. Nunca. Hay personas que tienen la sensación de que, si tienen 40 años y toda la vida lo han hecho mal, ya está. Pero no importa la edad, empieza hoy. Porque el impacto en la salud va a ser indudable y eso es lo importante. Que no se focalicen en el daño causado, todavía pueden protegerse hoy, con el movimiento y la comida de hoy, y evitando el alcohol hoy. Ese es el mensaje importante.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.