Insomnio familiar fatal: la enfermedad que no deja dormir a diez familias en España y que provoca la muerte en unos meses

ENFERMEDADES

Se trata de una patología neurodegenerativa y hereditaria, en la que hay un 50 % de probabilidades de que se transmita de padres a hijos; no tiene cura | Testimonio: «Con el insomnio familiar fatal vives tu propio duelo»
31 may 2023 . Actualizado a las 11:32 h.El insomnio familiar fatal es tan malo como suena. Se trata de una enfermedad hereditaria y neurodegenerativa que provoca la muerte de sus pacientes en cuestión de meses. De entre las raras, es ultra rara; aunque el 70 % de los casos mundiales se encuentren en España. Se calcula que, en la actualidad, hay unas 300 personas portadoras que desarrollan la enfermedad. En concreto, se concentran en las provincias de Álava, Navarra y Jaén, y salpican otros territorios como Cataluña o Castilla y León. En Galicia, se conoce un caso de un varón que procedía del País Vasco, donde se ubican la mitad de pacientes.
Esta enfermedad fue descrita, por primera vez, en el año 1986 en una familia de la región del Véneto, en Italia. Desde el año 1993 hasta el 2018, apenas había 74 casos detectados en toda España. La hipótesis es que el primer paciente portador de la mutación, conocido técnicamente como fundador, «podía proceder del este de Europa, luego migró a Italia y después se estableció en el País Vasco donde tuvo mucha descendencia», explica Joaquín Castilla, investigador de la fundación Ikerbasque que trabaja en el CIC bioGune de Derio (Vizcaya) donde se encuentra el Laboratorio de Enfermedades Priónicas, tipología a la que pertenece este insomnio.
«Aparece como consecuencia de un agente patógeno, que se llama prion, y se caracteriza por ser una proteína infecciosa que se propaga en el cerebro causando una enfermedad cuya clínica más común es el insomnio», detalla Castilla, que también es presidente de la fundación que agrupa a familiares y afectados.
Es de herencia autosómica dominante, la mutación ocurre en el gen PRNP, encargado de sintetizar ciertas proteínas que controlan algunos procesos cerebrales. Esta alteración deriva en una producción anómala de proteínas priónicas, «que se acumulan de forma progresiva y muy rápida, causando una lesión en la zona del cerebro que controla los ciclos de sueño-vigilia, el tálamo», indica la doctora Celia García Malo, vocal del grupo de estudio del sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
A su vez, esta mutación hace que «la proteína tenga una capacidad más alta para cambiar, de pasar de ser una buena a una mala», indica Castilla. Todos los genes tienen un alelo procedente del padre y otro de la madre, «que sea autosómica dominante significa que basta con que una de las partes esté mutada, para que el hijo tenga las mismas posibilidades de desarrollarla», cuenta Joaquín Castilla. En concreto, hay un 50 % de probabilidades. También puede aparecer de forma esporádica, aunque no suele ocurrir.
Eso sí, «por mucho que se llame insomnio, no es igual al tipo al cual estamos acostumbrados. De hecho, afecta a una de cada 33 millones de personas», aclara Ángeles Bonmatí, investigadora posdoctoral en el Ciber de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (Ciberfes), y en el laboratorio de cronobiología de la Universidad de Murcia.
Insomnio y ataxia
La propia terminología ya indica que, la manifestación más habitual entre quienes la padecen es la dificultad para descansar. No se trata de un insomnio completo, «sino que es una afectación, fundamentalmente, del sueño REM. Este es el sueño reparador y al no tener esos momentos, la persona siente que no ha descansado al despertar». Sin embargo, no es el único. También puede debutar con un amplio abanico de alteraciones que varían en función de la zona del cerebro que más afectada se encuentre. Así, puede manifestarse con ataxia, que son problemas al andar, alteraciones motoras o cognitivas como pérdida de memoria, problemas en el control de la temperatura, diplopía o, incluso, brotes psicóticos, depresión y pérdida de peso. «La manifestación clínica es progresiva y aparece a medida que lo hace el daño en otras zonas», indica la doctora García.
La edad de aparición de los primeros síntomas puede variar de una persona a otra y la horquilla se sitúa entre los 18 y 60 años. La media, por su parte, se encuentra en los 50. La enfermedad, que suele progresar con rapidez, puede darse a dos velocidades distintas. Un tipo de progresión más corta, en el que la supervivencia media es de nueve meses, y otra más prolongada, de hasta 30 meses, en la que dominan estados oníricos y son más frecuentes los trastornos motores.
La enfermedad también difiere en cuanto a la velocidad de progreso en función de las zonas del cerebro a las que afecte. Así, podrá ser más rápida o más lenta: «Con una afectación más talámica, que es la zona del encéfalo que se encarga de controlar el sueño, tendremos una clínica de insomnio; y si la afectación se produce más a nivel del cerebelo, que es otra parte del encéfalo, tendrá más alteración motora, de ataxia y de incapacidad para moverse adecuadamente. Esto dirigirá los tiempos en los que puede desarrollarse», detalla el investigador vasco. Con todo, no se conoce la razón exacta en los avances de uno y otro: La media suele ser de un año, aunque hay excepciones contadas», detalla.
La variedad de los síntomas puede dificultar el diagnóstico si la persona no conoce sus antecedentes. Por ello, «el médico suele preguntar si ha habido casos en la familia. Después, se hará un estudio genético, muy rápido, y si existe la mutación no hay otra opción», anticipa Joaquín Castilla. El investigador insiste en la importancia que tiene conocer el árbol genealógico, pues si la enfermedad debuta puede confundirse con otras. «Uno puede pensar que es un alzhéimer o una demencia rápida, pero en cuanto te das cuenta de la rapidez que toma el proceso, ya se empieza a sospechar de una enfermedad priónica», dice Joaquín Castilla.
De igual forma, en la actualidad, existen técnicas bioquímicas, «que son muy fieles a la hora de decirte si es una enfermedad de este tipo». El problema reside, según el investigador, en que desde algunos equipos de neurología no se suele tener en cuenta como la primera prueba por falta de conocimiento. Con todo, «estamos viendo que el diagnóstico es más rápido y mejorado», celebra. Un progreso que no se debe a este tipo de test, sino a que las pruebas de imagen han mejorado notablemente. «Cada vez hay más datos que permiten ver de una forma específica las enfermedades priónicas, ciertos rasgos fiables en las imágenes que especifican más el diagnóstico», detalla. Esto es un gran avance, pues antes, solo se podía descubrir post mortem y, ahora, es algo que se sabe casi a ciencia cierta antes del fallecimiento.
Una enfermedad sin cura
No existe tratamiento ni se le espera a corto plazo. «Ni siquiera hay una terapia que pueda alargar la vida del paciente», lamenta Joaquín Castilla, quien explica que por el momento a lo único que se puede optar es a tratamiento paliativo de los síntomas: «Al que tiene una depresión se le recetan antidepresivos, al que no duerme, hipnóticos o al que estuviera nervioso, relajantes», señala. Con la vista puesta en el futuro, guarda esperanza. Reconoce que hay muchos estudios en marcha, entre los que se encuentran, «que estamos haciendo investigaciones todavía en animales. Somos optimistas en los resultados, pero no en los tiempos porque queda mucho para que llegue a los humanos», aclara. El experto cuenta que hay una empresa poseedora de unas moléculas, con muy buen efecto en animales, «y que se quieren empezar a testar pronto en humanos». Una buena noticia que esperan dar este año, aunque solo se trata de la Fase 1: «Sería algo muy novedoso porque sería la primera vez que tenemos algo parecido para esta enfermedad».
Precisamente, el grupo de investigación dirigido por el doctor Joaquín Castilla es uno de los seleccionados para formar parte de un consorcio de investigadores que han conseguido financiación para el proyecto ProFFILE. El objetivo del estudio es encontrar nuevos marcadores en material biológico de fácil acceso, como es la sangre o la orina, los cuales pueden indicar la proximidad del comienzo de la manifestación clínica de esta enfermedad. Para ello, se recogerán muestras de orina y sangre dos veces al año de los afectados y familiares por esta patología. Esto permitiría su tratamiento temprano cuando se disponga de una terapia.
La única posibilidad para erradicar la enfermedad es la selección embrionaria para parar la cadena de transmisión hereditaria. Existen dos opciones: «Si la persona sabe que es portadora, se pueden descartar los embriones que tengan la mutación. Esta es la más rápida. Por el contrario, si no lo quiere saber, y están en todo su derecho, el proceso se complica más», detalla Castilla.
En este caso, se realiza un estudio de la familia de la persona que no tiene la mutación, «para analizar cómo son sus alelos y mirar si son los que ha heredado el embrión», precisa. Esta última opción suele ser la más demandada por la gente y a diferencia de la primera no está cubierta por la Seguridad Social. Precisamente, la fundación de pacientes y familiares denuncian que esto suceda: «Una persona tiene derecho a no saberlo y es un derecho mucho más potente que el ahorro», concluye.