Gus Campos, tras un mes y medio en coma: «No se habla del impacto que tienes cuando recuperas la consciencia y te das cuenta de lo que ha sucedido»

ENFERMEDADES

Cuando tenía 15 años, un coche lo atropelló y sufrió un traumatismo craneoencefálico, que lo dejó en coma. Décadas después cuenta su historia, todavía recuperándose
28 abr 2023 . Actualizado a las 17:33 h.La recuperación después de un coma suele estar condicionada por dos factores. El tiempo que la persona permanezca en ese estado y la causa del problema. Cada día cuenta para el pronóstico del paciente, que durante esta pérdida de consciencia, permanece con los ojos cerrados sin responder al entorno. Puede durar entre una hora y cuatro semanas, a partir de aquí, se entiende que la persona «ha pasado a estar en síndrome de vigilia sin respuesta, comúnmente conocido como estado vegetativo», precisa la Federación Española de Daño Cerebral (Fedace). Cuando esta situación se prolonga durante meses, la recuperación parcial se sitúa entre un 15 y un 20 %, mientras que la total es muy improbable.
Diferencias entre el estado de coma y el síndrome de vigilia sin respuesta
El estado de coma se caracteriza por una disminución de la consciencia de la persona, por una falta de alerta y del contenido de la consciencia. El paciente no emite ningún tipo de respuestas para con su entorno, y se considera una situación transitoria. Los criterios diagnósticos principales son:
- Falta de apertura ocular espontánea ni ante determinados estímulos
- Ausencia del ciclo de sueño y vigilia
- Falta de evidencia de uno mismo y del entorno
- Puede haber respuestas reflejas
Por su parte, el estado vegetativo es un estado de vigilia, sin respuesta hacia uno mismo o al entorno, donde solo se producen los movimientos reflejos, sin interacción voluntaria con el medio. En este punto, las funciones automáticas como la respiración, el ritmo cardíaco, la regulación de la temperatura y el nivel de alerta están conservados. Así, para su diagnóstico se tienen en cuenta los siguientes criterios:
- Apertura ocular espontánea
- Se preserva el ritmo de sueño y vigilia, así como las funciones automáticas.
- No hay respuesta a uno mismo ni hacia el medio
«Entré con 15 años y cuando me desperté ya tenía 16»
Gus Campos forma parte de ese pequeño porcentaje. Cuando tenía 15 años, mientras cruzaba por un paso de peatones, un coche no respetó el semáforo y lo atropelló. La consecuencia fue un traumatismo craneoencefálico, que lo dejó en coma, y múltiples lesiones por todo el cuerpo. Permaneció en este estado un mes y medio aproximadamente. «Entré con 15 y cuando me desperté ya tenía 16», cuenta.
Este tipo de traumatismos es una de las posibles causas que pueden hacer que la persona entre en un estado de alteración de la consciencia. El cerebro sufre un daño a dos niveles. En primer lugar, debido a la lesión primaria, que es la contusión; y en segundo, a la lesión secundaria la cual se deriva del golpe. Esta puede ser una hemorragia, un aumento de la presión del cráneo o un edema, entre otras.
Gus no se acuerda de casi nada de este momento. Ni ahora, que con 48 años el tiempo puede haber borrado sus recuerdos, ni cuando sucedió el accidente. «Todos mis recuerdos son los que mi familia me contó. Por ejemplo, sé que me venían a visitar unas horas porque no se les permitió estar más tiempo», indica. Con todo, reconoce una especie de ensoñación: «Tenía una sensación de que me habían cambiado de espacio, como un pequeño recuerdo, una especie de cambio de hospital. Eso sí, no sé ubicarlo bien», aclara. Ni sueños, ni recuerdos, ni una especie de túnel. El coma, en la vida real, queda desprovisto de mitos propios de la ficción.
También sabe que, durante su ingreso, escuchaba música: «Recuerdo que mi padrino me regaló una radio por mi cumpleaños y me ponían música muy bajita. Eso me gustaba», explica. No es de extrañar, es músico y, por aquel entonces, estudiaba piano. «También tenía un grupo en el instituto», precisa. Precisamente, se suele recomendar a los seres queridos el uso de este tipo de estrategias para estimular el cerebro. Se comienza por lo más básico, como el nombre del paciente o el uso de canciones que le resulten familiares, y se evoluciona hacia cuestiones más complejas, como la identificación del visitante.
Desorientado y sin saber qué hacía allí, así es el momento de volver en sí
Cuando recuperó la consciencia se encontró totalmente desorientado. Esto es algo habitual. Gus no sabía qué hacía allí o qué había podido pasarle. «Estaba en planta y lo primero que recuerdo es que, cuando le estaban trayendo la comida a mi compañero de habitación, se la intenté coger con la mano. Claro, yo comía por sonda», apunta.
De base, se estima que el 70 % de los afectados tendrán secuelas posteriores. Sin embargo, la realidad puede ser diferente. Cada historia es única y es complicado establecer rasgos que definan la situación desde un punto de vista general. El primer paso que tomaron los profesionales fue comenzar con la rehabilitación física. Es lo que sucede en muchas ocasiones. Sin embargo, sus secuelas fueron más allá. «Cuando se observó que las de mayor calado estaban en la memoria, me fueron ampliando hacia los servicios de logopedia, y estimulación cognitiva o neuropsicología», explica, y añade: «Me desperté con una afasia, porque me rompí la mandíbula», indica.

Por ello, en esta primera fase, su habla y lenguaje también se vieron muy afectados. Ahora se han convertido en una de sus mejores aptitudes: «Sigo escribiendo poesía, por ejemplo», cuenta. En esta conversación, Gus está acompañado por Amparo Rodicio, neuropsicóloga y terapeuta de Alento, Asociación de daño cerebral en Vigo. «Conocemos a Gus desde hace años», cuenta la experta. Después del accidente, «se le olvidaban muchas cosas. Le contabas algo y perdía la información al momento». En esto también ha mejorado hasta el punto de llevar una vida totalmente funcional. «Recuperé la memoria y seguí estudiando piano», señala orgulloso. Desde luego, no sin esfuerzo: «Cuando estaba en el instituto me presentaba a los exámenes sin estudiar y aprobaba con buenas notas, pero al perder la memoria, no era capaz de hacerlo», recuerda. Pese a las mejoras, sigue necesitando cierto apoyo en su día a día. En Alento trabaja distintos aspectos, desde la memoria, a las funciones ejecutivas, orientación o la aritmética.
En su recuperación, Gus se acompañó de la música, de su familia y de un amor adolescente. Para muchos mueven montañas: «Estaba enamorado de una chica del instituto y pensar en ella, en los poemas y canciones que le componía me ayudó. Cuando venía a visitarme, yo mejoraba», precisa. Sin embargo, también tuvo que lidiar «con el impacto de que desapareciese».
Explica que siempre se habla de los daños físicos o cognitivos, pero nunca de la afectación emocional. «No se habla del impacto que tiene lo que pierdes, cuando recuperas la consciencia y te das cuenta de todo lo que ha sucedido», comienza. Este fue su caso: «Al salir del hospital, me dieron ganas de suicidarme. Pero con una buena ayuda, ya estoy para otra vida».