Día del Paciente Anticoagulado: «Si las personas con diabetes pueden controlarse en casa, nosotros también lo deberíamos hacer»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

José Luis Blanco es paciente anticoagulado y vicepresidente de la asociación Aepovac.
José Luis Blanco es paciente anticoagulado y vicepresidente de la asociación Aepovac.

José Luis Blanco es parte del millón de personas en España que toman medicación anticoagulante

18 nov 2022 . Actualizado a las 11:55 h.

El 18 de noviembre se celebra el Día del Paciente Anticoagulado. Una realidad con la que viven cerca de 1.000.000 de personas a nivel nacional, según datos de la Federación Española de Asociaciones de Anticoagulados. Se trata de pacientes que, por diversas circunstancias, toman medicamentos para limitar la capacidad de su sangre de coagularse. Esta capacidad, en ciertos casos, puede favorecer a la formación de trombos (coágulos que obstruyen el flujo sanguíneo a través de una vena o arteria) o embolias (trombos que se desprenden y viajan hasta taponar una arteria o vena en el cerebro o pulmón).

Pueden tomar medicamentos anticoagulantes aquellos pacientes con fibrilación auricular no valvular, las personas con prótesis valvulares cardíacas, aquellos con tendencia a las trombosis venosas de repetición, o las personas portadoras de anticuerpo antifosfolípido (SAF). Aunque sus perfiles son distintos, todos ellos tienen riesgo de desarrollar complicaciones a raíz de la coagulación de su sangre.

Cómo funciona la coagulación de la sangre

En condiciones normales, la sangre fluye a través del sistema circulatorio sin obstáculos. Solamente se coagula cuando nos hacemos una herida o lesión que se debe taponar. En este proceso, las plaquetas presentes en la sangre se agrupan junto a unas proteínas formando el coágulo, una costra de sangre seca. Estos coágulos sanguíneos son normales, permanecen en el sitio mientras la herida se cura y luego se desprenden o se disuelven cuando ya han cumplido esta función.

Sin embargo, en algunas personas, la sangre puede coagularse a nivel interno, dentro del corazón o los vasos sanguíneos. Estos coágulos se denominan trombos y pueden bloquear venas o arterias obstruyendo el riego sanguíneo a la zona. Cuando esto ocurre, se pueden producir complicaciones graves como un ictus isquémico, un infarto pulmonar o un infarto de miocardio. Todos estos casos pueden llevar a la muerte.

Es por esta razón que los pacientes en riesgo de desarrollar trombos deben tomar medicamentos anticoagulantes, fármacos que modifican la coagulación de la sangre disminuyendo las posibilidades de que se produzca una trombosis o una embolia. Esto se logra aumentando el tiempo que demora la sangre en coagular, y se puede hacer por vía oral utilizando fármacos con uno de dos mecanismos: inhibiendo la acción de la vitamina K, que está implicada en el proceso de coagulación, o actuando sobre los factores de la coagulación de manera directa. A nivel hospitalario, se utilizan anticoagulantes inyectables a base de heparina.

En primera persona

José Luis Blanco tiene 53 años y lleva 15 tomando anticoagulantes. «Yo tengo una cardiopatía congénita, es una estrechez de la válvula aórtica. Cuando era pequeño, me dilataron la válvula y con eso he aguantado 30 años. Hace 15 años me operaron por segunda vez y me pusieron unas válvulas cardíacas metálicas y entonces tengo que estar anticoagulado. En mi caso, tomando Sintrom», cuenta José Luis, que hoy es vicepresidente de la Asociación Española de Portadores de Válvulas Cardíacas y Anticoagulados (Aepovac).

«Me lo he tomado desde el principio todo lo serio que he podido. Porque cuando estuve ingresado tras la operación vi cómo una persona fallecía por un problema de anticoagulación. Hay momentos y situaciones en la vida que te marcan y a mí eso me marcó», dice. Estas palabras sintetizan el riguroso control que lleva de su salud. Todas las semanas, José Luis se mide el INR (Razón Normalizada Internacional, por sus siglas en inglés), una medida que se puede obtener en casa con una máquina que cabe en la palma de la mano y que permite saber el tiempo que la sangre demora en coagular.

El INR se puede medir con una máquina manual y una tira reactiva que arroja un resultado preciso con solo una gota de sangre.
El INR se puede medir con una máquina manual y una tira reactiva que arroja un resultado preciso con solo una gota de sangre. La Voz de la Salud | iStock

El INR indica cómo está funcionando el tratamiento anticoagulante en un paciente. El INR de una persona sin anticoagular es igual a 1. Si un paciente tiene un INR de 2, esto quiere decir que su sangre tarda dos veces más en coagular que la de una persona que no toma esta medicación. Los pacientes deben asegurarse de que su INR esté dentro del rango que haya establecido su médico según su patología y otros datos de su historia clínica. En el caso de José Luis, que cuenta con una prótesis valvular mecánica debido a su cardiopatía congénita, el INR debe estar entre 2,5 y 3,5 en todo momento. Pero los cambios en la dieta, el estrés o el estado de ánimo pueden influir en el INR de un paciente, de ahí la importancia de llevar un control periódico regular de esta cifra.

«Antes me controlaban en el centro de salud de atención primaria. Durante la pandemia quise controlarme yo solo, tomé la decisión de hacerlo yo en casa, por el miedo a ir a un centro de salud o a un hospital. Estuve un año y medio controlándome y estuve mucho mejor que cuando me controlaban en atención primaria», observa José Luis, que logró una mayor autonomía en su tratamiento al poder controlar su INR por sí mismo.

Esta autonomía le ha permitido conocerse más en profundidad y hacerse cargo de su anticoagulación de una manera más personalizada que se ajusta a su vida, y no al revés. «Entonces, yo abogo por el autocontrol, que un paciente se controle en casa supervisado por un médico, sin necesidad de ir a un centro sanitario. Igual que las personas con diabetes pueden controlarse en casa, nosotros también lo deberíamos hacer», sostiene José Luis.

Cómo se controla el INR de un paciente anticoagulado

En general, los pacientes acuden a los centros de salud para controlar periódicamente su INR y en base a los datos del control, reciben ajustes en su dosis de medicación anticoagulante. Otra opción es, como lo hace José Luis, realizar estos controles en casa. «Cuando me operé, me compré la máquina y cada año me compro unas tiras, es como el control de glucosa. Pones las tiras en la máquina, te sacas una gotita de sangre y la máquina te dice cómo estás. En mi caso, mi rango es entre 2,5 y 3,5», explica. Se trata de una máquina que no está cubierta por la seguridad social y que, para José Luis, tuvo un coste cercano a los 800 euros, sin contar las tiras que necesita para medir su INR, que representan un gasto de otros 150 a 175 euros al año.

Sin embargo, la autonomía que le da hacerse sus propios controles hace que todo valga la pena. «Yo el control me lo hago todas las semanas y si, por alguna circunstancia, el INR se ve descompensado, me lo compenso. Y siempre he sabido en ese momento a qué se puede deber y tomar cuidados. Pero si me miden una vez cada cuatro o cinco semanas, no es posible esto. Porque en esas semanas ha pasado un montón. O he bajado de peso, o he tomado un alimento que a lo mejor no estaba dentro de mi dieta habitual, o he tenido algún hábito que no tenía anteriormente», señala.

¿Qué cosas pueden hacer que fluctúen las medidas de INR? Depende de la persona, pero hay ciertos elementos clave, como el estrés y la alimentación. «En mi caso, tengo comprobado que tengo que tener mucho cuidado con el peso y con mi estado emocional. La alimentación también, pero si tienes una alimentación equilibrada, no afecta mucho. Si en tu dieta hay muchas verduras de hoja verde como la acelga, eso puede alterar un poco el rango. El estado emocional es lo que más influye», dice José Luis.

Con la información que le brinda la prueba del INR, José Luis es capaz de tomar decisiones para no salir del rango de coagulación que necesita. «Cuando los resultados me dan mal, si lo tengo bajos, me subo la pauta diaria de anticoagulante. Como me autocontrolo, en vez de tardar una semana en volver a que me hagan otro control, a los tres días me lo vuelvo a hacer. Y si se va corrigiendo, sigo con la pauta. Si no se corrige, la vuelvo a modificar. Yo tengo claro cuánto tengo que tomar porque me conozco y sé lo que hago habitualmente, lo que no, lo que puedo modificar en mi vida para alterar la pauta», explica.

Recomendaciones para pacientes anticoagulados:

  • Toma tu medicación todos los días a la misma hora
  • Evita automedicarte y tomar suplementos de herbolario sin supervisión médica
  • Si necesitas tomar analgésicos de manera puntual, elige paracetamol
  • Elimina el consumo de alcohol
  • Evita los alimentos altos en vitamina K
  • Vuelve a tomar la medicación si vomitas dentro de la primera hora de haberla tomado
  • Consulta a tu médico si tienes diarrea; puede que haya que ajustar la dosis
  • Solicita que las inyecciones o vacunas se apliquen por vía subcutánea para evitar hematomas

Los riesgos de los pacientes anticoagulados

Las personas que toman medicación anticoagulante tienen un riesgo aumentado frente a las heridas, o hemorragias, ya que la sangre demorará más en cerrar la lesión. «Tengo que tener más cuidado con los golpes, moretones, hemorragias. Si te haces una herida en un accidente, hay que controlar esa hemorragia y tener cuidado al ir al dentista, sobre todo, o cuando te hacen una prueba médica y tienes que pasar por un quirófano, como las colonoscopias», dice José Luis.

En efecto, algunas de las complicaciones más frecuentes para estos pacientes son las derivadas de la hemorragia. En este sentido, se recomienda acudir al médico ante síntomas como la pérdida brusca de visión, una hemorragia nasal que no se detiene, un dolor de cabeza intenso acompañado de vómitos, vómito con sangre, heces de color negro, hemorragias ginecológicas severas o sangre en la orina. Asimismo, en caso de golpes fuertes en la cabeza o el cuerpo, es importante descartar la posibilidad de que se hayan producido hemorragias internas, por lo que se aconseja acudir a urgencias.

Otra situación que fue particularmente compleja para los pacientes anticoagulados ha sido la pandemia. Cuando comenzaron a aprobarse las vacunas contra el covid-19, las personas con riesgo de trombosis no sabían si iban a poder aplicársela. «Al principio, todo era un mar de dudas. Te decían que sí, te decían que no. Unos médicos decían que no había problemas, otros decían que era mejor esperar. Al final, dijeron que se podía poner con una inyección más fina para que el daño fuera menor. Pero yo me he puesto las tres vacunas del covid y me han puesto las tres con la misma aguja que al resto, porque en el hospital donde me las pusieron no tenían esa pauta», cuenta José Luis.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.