Cuando el cáncer ataca al corazón: así es la cardio-oncología

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

La cardio-oncología une la labor de las dos especialidades para abordar la toxicidad de los medicamentos antitumorales en la salud cardiovascular.
La cardio-oncología une la labor de las dos especialidades para abordar la toxicidad de los medicamentos antitumorales en la salud cardiovascular. La Voz de la Salud | iStock

La salud cardiovascular se puede ver comprometida ante un tumor, y al revés, un problema del corazón puede facilitar el desarrollo de cáncer

29 sep 2022 . Actualizado a las 16:39 h.

El cáncer ataca al corazón, aunque el tumor no se encuentre en este órgano. También lo hacen determinados tratamientos antitumorales, pese a que esto no signifique que se dejen de utilizar. Tanto la enfermedad de las células viajeras, como las cardiovasculares (principal causa de muerte en España) pueden coexistir en un paciente debido, en primera instancia, a la coincidencia de factores de riesgo comunes, entre ellos el sedentarismo, una mala alimentación o el envejecimiento. «Hay una relación bastante estrecha entre los procesos oncológicos y la enfermedad cardiovascular. Básicamente, las dos entidades comparten factores de riesgo. Es más frecuente tener cáncer o enfermedad cardiovascular si fumas, si llevas una dieta inadecuada, si no haces ejercicio o si eres diabético. Es decir, si vas acumulando los factores de riesgo tradicionales clásicos eres más propenso a tener ambas», explica la doctora Teresa López, coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardio-Oncología de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y codirectora de las primeras guías europeas sobre cardio-oncología. En el Día Mundial del Corazón hablamos de cómo cuidarlo. 

Hay más, ya que el cáncer llega y arrasa con todo. El corazón no iba a ser menos, y también se ve afectado. «Los diferentes tumores liberan al torrente sanguíneo una serie de productos tóxicos para el sistema cardiovascular. La enfermedad, por sí sola, puede favorecer que haya de por medio un problema cardiovascular sin necesidad de un tratamiento», responde la doctora López. El tumor genera una situación de inflamación en todo el organismo que tiene la suficiente potencia, incluso, para acabar produciendo una insuficiencia cardíaca.

De igual forma, ocurre a la inversa. Es decir, que los problemas cardiovasculares traen consigo un mayor riesgo de cáncer: «Se sabe que pacientes que están muy enfermos del corazón tienen más riesgo de desarrollar cáncer en el seguimiento, que aquellos que no tienen una patología cardiovascular. Esto se debe a que la situación proinflamatoria se produce en todo el organismo», precisa la coordinadora del grupo de la SEC. Tal y como explica el doctor Javier De Castro, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y oncólogo médico del Hospital Universitario La Paz de Madrid, algunos tipos de cardiopatía isquémica pueden estar inducidas por esta enfermedad tumoral: «El cáncer produce muchas veces factores de hipercoagulación, es decir, provoca una sangre más densa y favorece las trombosis y los fenómenos isquémicos. O lo que es lo mismo, accidentes por falta de oxígeno», apunta el experto.  

No solo esto, sino que los pacientes de cáncer tienen, a su vez, una mayor prevalencia de patologías cardiovasculares. De hecho, según la Sociedad Europea de Cardiología, «uno de cada diez pacientes no mueren de un tumor, sino de problemas cardíacos y vasculares». La entidad, que publicó una investigación en el European Heart Journal, concluyó que en algunos tipos de tumores, como el de mama, próstata, endometrio o tiroides, la mitad de pacientes morirá de patología cardiovascular. Otro dato: una de cada tres personas con cáncer termina desarrollando este tipo de complicaciones. ¿La razón? Las terapias antitumorales llegan a adelantar unos 20 años la edad de riesgo cardiovascular. 

Es innegable que en las últimas décadas se han producido avances importantes en la asistencia de los pacientes con cáncer. Ahora, la mortalidad desciende a medida que la supervivencia crece. Así, una vez se pasa página de esta enfermedad, el reto se impone ante los largos supervivientes. Los fármacos para acabar con el tumor pueden comprometer, a corto y a largo plazo, la calidad de vida del paciente y producir complicaciones cardiovasculares. En concreto, la disfunción del ventrículo izquierdo y la insuficiencia cardíaca son las manifestaciones más frecuentes. Sin embargo, puede haber otras: síndromes coronarios agudos, hipertensión, alteraciones del ritmo, episodios tromboembólicos, las valvulopatías y la enfermedad pericárdica. 

Con nombre propio y apellido. La quimioterapia y la radioterapia pueden provocar distintos niveles de perjuicio con una intensidad variable. En el ejemplo del primer tipo, una de las zonas más peligrosas es la caja torácica que influye de forma directa al corazón: «En este sentido, la radiación puede provocar daño directo, especialmente, cuando se irradia en el medio espino, que es la zona situada entre los pulmones y en la que se ubica el corazón», precisa el doctor De Castro. Entre los fármacos también se apunta a las antraciclinas, de gran empleo en el cáncer de mama, con una alta mortalidad por causas cardiovasculares en los años posteriores a su uso.

«La diversidad de fármacos es cada vez mayor. Inicialmente estaba basada sobre todo en la quimioterapia, en un grupo de quimioterápicos que son las antraciclinas, y en los tratamientos de radioterapia que podrían causar daños en el corazón. Después se ha ido extendiendo hacia tratamientos como algunos anticuerpos monoclonales, terapias dirigidas, o últimamente la inmunoterapia», explica el oncólogo médico del Hospital Universitario La Paz.

El problema que trae aparejado la inmunoterapia es que puede producir una respuesta exagerada del sistema inmunológico, atacando con ello a los propios tejidos sanos. Eso sí, no es lo más habitual, pero el diagnóstico sigue siendo fundamental. 

Una situación que unida al resto de complicaciones que puede presentar una persona, enfermedades subyacentes, tratamientos combinados y la radioterapia previa, pone en jaque la salud cardiovascular. «Los tratamientos pueden tener efectos adversos en el sistema cardiovascular, pero esto no significa que haya que dejar de utilizarlos. Es decir, no queremos que el paciente fallezca de cáncer con un corazón perfecto. Lo que sí debemos hacer es darle el tratamiento adecuado», explica la doctora López, que añade: «Al final, ciertos fármacos pueden dejar al sistema cardiovascular más sensible y vulnerable a otras complicaciones que aparezcan a lo largo de la vida», indica.

Así, las personas a las que se les han administrado se encuentran en una situación de desventaja: «Son más sensibles desde el punto de vista cardiovascular y por ello tienen mayor riesgo de desarrollar complicaciones ante pequeñas cosas. Por ejemplo, si un sujeto tiene neumonía, la infección no irá a más. Pero si alguien con cáncer la padece, podría causar insuficiencia cardíaca porque tienen una situación globalmente más inestable», explica la experta. 

Por ello, se consideró que este tipo de problemas tenían la suficiente trascendencia clínica como para que la cardiología crease una vertiente en su materia: la cardio-oncología. Esta subespecialidad tiene como objetivo prestar una asistencia cardiovascular integral a los pacientes con cáncer desde su diagnóstico hasta la supervivencia posterior. El factor clave en esta cuestión es la importancia de las medidas preventivas, línea en la que están enfocadas las guías de cardio-oncología: «La idea es identificar el riesgo que tiene el paciente de sufrir problemas antes de empezar el tratamiento. En función de si ese riesgo es bajo, medio o alto, se podrá seleccionar un fármaco con un perfil más favorable desde el punto de vista tecnológico, así como de fármacos que protegen el sistema cardiovascular», responde la doctora Teresa López. Eso sí, por el momento, la efectividad de esta técnica solo se ha demostrado en aquellos que presentan un peligro alto.

Antaño, no era una cuestión que ocupase la orden del día. Los pacientes tenían una menor supervivencia, y el objetivo inicial era aumentarla. «La cardio-oncología empezó en dos grupos de población que sí tenían un largo recorrido. Uno eran los niños supervivientes de cáncer, en los cuales se observaba que años después podrían tener un problema cardíaco a una edad más temprana, el otro, las mujeres de cáncer de mama», explica el miembro de la junta directiva de la SEOM. Este último por detectarse más, tener mayor incidencia y además, someterse a tratamientos que pueden derivar en daños cardiovasculares. Así, estos fueron los primeros pacientes diana de la cardio-oncología. 

El carácter de esta subespecialidad es multidisciplinar, y es capaz de coordinar el trabajo del oncólogo con el cardiólogo. «Una de las primeras iniciativas del grupo español es que han puesto en marcha varios registros de toxicidad. Se intenta ver si de alguna forma hay estudios en los que se trata de identificar por medios clínicos, como la historia clínica, electrocardiograma, resonancia nuclear magnética cardíaca o ecocardioecografía, o bien mediante estudios analíticos de biomarcadores, para poder identificar pacientes que tienen un mayor riesgo de desarrollo de la toxicidad al iniciar un tratamiento», destaca De Castro. Esto permitiría una mejor elección y por lo tanto, atacaría a la raíz del problema.  

Entre medias, de un efecto y otro, se encuentra la importancia de mantener un estilo de vida saludable. Los pilares son los que se repiten una y otra vez: Ejercicio de forma regular, alimentación saludable y atención al tratamiento cardiovascular (si es que el paciente lo tiene prescrito). Esta no es una simple recomendación: los tratamientos pueden tener efectos secundarios que resultan más fáciles de controlar si la persona cuida su salud cardiovascular. «Ahora mismo, el ejercicio es la mejor herramienta preventiva que tenemos tanto para las enfermedad, como para la toxicidad de los medicamentos antitumorales. Clásicamente, se ha pensado que los pacientes con cáncer tenían que estar en reposo», explica la doctora López. Nada más lejos de la realidad: «Mantener una actividad física constante, por lo menos de una intensidad moderada, ayuda a mejorar la tolerancia al tratamiento oncológico y a reducir la toxicidad», apunta la coordinadora de grupo en la SEC.

El doctor De Castro habla acerca de los largos supervivientes: «Evitar el sobrepeso y mejorar las medidas de ejercicio durante el tratamiento no solo mejora las posibilidades de curación o supervivencia, sino que esa persona tengo menos secuelas y pueda volver a su vida normal», concluye. 

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.