Jordi Sanchón, paciente de sepsis: «Yo tenía que haber muerto, el porqué estoy aquí no lo saben ni los médicos»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Jordi tiene 60 años y se ha recuperado de la sepsis con algunas secuelas.
Jordi tiene 60 años y se ha recuperado de la sepsis con algunas secuelas.

A raíz de un accidente, sufrió una infección que derivó en este cuadro que mata a 17.000 personas cada año

13 sep 2022 . Actualizado a las 17:41 h.

La sepsis es una respuesta extrema del organismo frente a una infección. Se trata de una emergencia médica que tiene, en muchos casos, consecuencias mortales: en España, unas 17.000 personas mueren por sepsis cada año. Un cuadro que pone en riesgo la vida en cuestión de horas, pero que empieza con la entrada en el cuerpo de un simple microbio. Así le ocurrió a Jordi Sanchón, de 60 años, que en el 2018 pasó 13 días en coma debido a una sepsis. Su caso fue desencadenado por una herida que, en principio, había parecido insignificante. En el Día Mundial de la Sepsis, cuenta su historia.

«Me atropelló una furgoneta en un paso de peatones en la provincia de Barcelona. Entonces, me llevaron con una ambulancia a un centro en el Hospital Comarcal y me hicieron radiografías, me miraron si tenía algo roto. No tenía nada roto, entonces me enviaron para casa. No se detectó en ese momento nada más», cuenta Jordi. Todo parecía bajo control. Sin embargo, la infección se preparaba para avanzar a nivel interno.

«A la semana me empecé a notar un bultito en la ingle. Cuando me lo presionaba mínimamente, era como si hubiera trocitos de cristal dentro y era muy doloroso. Volví al centro médico, y no me encontraron nada en principio. Me ingresaron en el Hospital Comarcal de Blanes, en el que estuve viernes, sábado y domingo a la espera de que me hiciesen pruebas, porque en el centro médico no había maquinaria para hacerme un TAC», recuerda.

La demora en el diagnóstico, un gran factor de riesgo

Todo se torció en cuestión de minutos. «La presión iba bajando y detectaron una alteración importante en los leucocitos. La tensión seguía en tres de mínima y siete de máxima. Ese lunes me llevaron a otro centro hospitalario y al tomar el contraste para hacerme un TAC, me desmayé», dice Jordi. A partir de aquí, el relato está reconstruido a partir de lo que le contaron sus médicos y familiares sorbe esos días en los que él permanecía inconsciente.

«Esta es la versión que me han contado otras personas. Abrieron y detectaron que el bulto, que en principio creyeron que podía ser una hernia, no era tal, sino que era un bulto de pus producido por una sepsis. Porque cuando me atropellaron, sí que tuve una herida con el asfalto en la rodilla. Y creen que fue por allí por donde entró la infección», explica.

El tiempo apremiaba y había que intervenir quirúrgicamente. «Al estar en coma, no había tiempo de llevarme a un sitio con mejores condiciones y me tuvieron que operar allí. Me abrieron, sacaron la parte infectada, y vieron tan complicada la situación, que me llevaron en ambulancia a otro centro en Mataró, a unos 30 kilómetros de Barcelona, con la desgracia de que en el trayecto tuve un paro orgánico en los riñones, posteriormente hígado, pulmones, y entrando ya en la UCI de Mataró, tuve un paro cardíaco», cuenta Jordi.

El cuadro se agravó rápidamente. «Me tuvieron que efectuar dos rehabilitaciones cardíacas. La situación era extrema y ya era demasiado tarde. Llevaba 72 horas pendiente de diagnosticar el problema. Estuve 13 días en coma con tratamiento y con aparatos para hacer funcionar el riñón y el hígado, y con respiración asistida», dice.

La recuperación, un camino largo y lento

«Funcionó, y poco a poco pude ir retirando las máquinas porque estaba trabajando mi cuerpo. Pero tenía más de un 90 % de posibilidades de mortalidad. A los 13 días salí del coma, con poca esperanza, porque veían la evolución que había tenido la sepsis, con gangrena de Fournier. Era muy difícil que con una sola operación pudieran limpiarme. Era muy probable que hubiera una segunda y hasta una tercera. Los médicos daban por sentado que el milagro había sido que yo continuara con vida, pero que la amputación de las extremidades era lo más probable», cuenta Jordi.

Desde aquí, la recuperación fue un camino de rehabilitación y aprendizaje. «Por el tiempo que había transcurrido, la sangre infectada había deteriorado toda la parte muscular de los brazos y las piernas. Tuve que aprender otra vez a caminar y, poco a poco me quitaron la respiración asistida. En total, estuve unos tres meses en el hospital, contando el coma. No tuve que hacerme ninguna operación más. No me tuvieron que amputar nada. Pero debido a la fuerte medicación que me tuvieron que dar, mi hígado se deterioró totalmente», recuerda Jordi.

«Fue muy difícil volver a caminar, no podía hablar, perdí todo tipo de capacidades. Tuvieron la amabilidad de bajarme una pantalla de televisión a la UCI para que pudiera verla pero yo no podía cambiar el canal con el mando. Me tuvieron que volver a vacunar de todo. Debido a la putrefacción de la sangre, todas las defensas que yo tenía las perdí. Tampoco tenía nada de proteínas, tuve que hacer una dieta especial durante el período de rehabilitación. Pero al final, el cuerpo volvió a funcionar», dice.

Una vez que la sepsis estaba controlada, fue su hígado el foco de la preocupación médica. «Gracias al accidente que tuve, como quedé tan deteriorado, tuvieron que mirar cómo estaban todos los órganos y cómo volvían a funcionar. En una de esas revisiones me detectaron un tumor en el hígado. La medicación, la cantidad de corticoides, empeoró la situación de mi hígado y se me diagnosticó un tumor maligno, lo encontraron con 4 milímetros y a los 3 meses ya tenía 4 centímetros. Me tuvieron que trasplantar del hígado», cuenta Jordi.

Aun con el diagnóstico temprano, esta vez, la situación era otra. El tumor no se podía operar y el trasplante requería de unas mejores condiciones físicas que las que tenía Jordi por aquel entonces. «Lo que ocurre es que estaba demasiado débil para el trasplante porque tenía una sepsis por gangrena de Fournier. Tuvimos que esperar. Entre que me diagnosticaron el tumor y me trasplantaron, dejaron pasar un año y medio», dice.

«Yo tendría que estar muerto»

Los meses que pasó en el hospital fueron duros, pero hoy, a cuatro años del accidente que desencadenó su sepsis, Jordi tiene únicamente palabras de agradecimiento y su apreciación de la vida ha dado un giro. «Ha sido un milagro, yo no era creyente y ahora creo. Creo en Dios y creo en los médicos. Mi esperanza de vida era tan mínima y ellos lucharon por intentar acogerse a algo. Estoy muy feliz y contento con la sanidad pública», dice.

«La semana que yo estuve en casa sin saber nada y esos tres días que estuve esperando a que me diagnosticaran en el Hospital Comarcal tendrían que haber bastado para que yo estuviese muerto. Yo tenía que haber muerto. El motivo por el que estoy aquí no lo saben ni los médicos. Me dijeron: La explicación que podemos dar de lo que te ocurrió es que fue un ordenador que se estropeó todo, apretaron un botón de reset y al volver a reactivar, todo ha vuelto a funcionar», recuerda.

Sobrevivir a la sepsis

El caso de Jordi es único. Una sepsis, cuando no es diagnosticada a tiempo, puede ser mortal. Hoy, contra todo pronóstico, su vida es relativamente normal. «Me trasplantaron hace dos años. Ahora estoy absolutamente contento, feliz de la vida, cambió totalmente la visión de lo que la vida es para mí. Soy abuelo de dos nietas y he podido disfrutarlas desde que he vuelto a nacer», asegura Jordi.

Aunque las lleva bien, ha quedado con algunas secuelas. «Tengo mis límites físicos, porque tengo 60 años y a nivel muscular fuerza no tengo, la he perdido totalmente y no la he recuperado. Las piernas sí, porque camino 22 kilómetros al día. Pero los brazos, no. No puedo abrir una botella de agua. Las extremidades las tengo frías siempre, por mucho calor que haga. He perdido sensibilidad tanto en las piernas como en las manos. Hago una dieta muy controlada, hace cuatro años que el alcohol no lo he vuelto a probar. Pero hago de todo. El premio lo tengo, porque la verdad es que me encuentro muy bien», dice el catalán.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.