Lesiones por lanzarse mal al agua: «Se pierde toda la función motora y sensitiva que va hacia las extremidades»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Lanzarse al agua desde un acantilado puede ser extremadamente peligroso.
Lanzarse al agua desde un acantilado puede ser extremadamente peligroso. La Voz de la Salud | iStock

Muchos pacientes sufren lesiones medulares que causan tetraplejia de manera irreversible

03 sep 2022 . Actualizado a las 17:54 h.

Las vacaciones y el verano son una época en la que todos nos dejamos llevar y disfrutamos al máximo. Pero a veces, dejarse llevar por un impulso momentáneo puede terminar en tragedia. Aunque se suele alertar en contra de las zambullidas al agua desde precipicios o acantilados demasiado altos, cada año, muchas personas ceden ante la irresistible tentación de lanzarse desde las rocas. Quizás a causa del calor, o quizás en busca de una subida de adrenalina.

Lo cierto es que, debajo de la superficie del agua, no siempre está esa adrenalina deseada. Saltar desde zonas muy altas, calcular mal la profundidad o, simplemente, no hacer caso de la prohibición de lanzarse puede tener consecuencias graves. En el mar, la cercanía de las rocas y la poca profundidad en situaciones de marea baja multiplican el riesgo. En muchos casos, el impacto provoca lesiones medulares que afectan de manera grave a las vértebras cervicales, situadas en la parte alta de la columna. Se trata de lesiones irreversibles y este no es un dato menor, teniendo en cuenta que más del 80 % de los afectados son jóvenes de entre 15 y 25 años.

Así, la zambullida es la tercera causa de lesión medular traumática, cuya presentación clínica más frecuente es una lesión cervical completa y afecta principalmente a varones jóvenes, según precisa el neurocirujano Andrés Muñoz. Se estima que en España la incidencia anual de traumatismos raquimedulares es de 30 casos por millón de habitantes, lo que equivale a cerca de 1.500 lesiones al año. Las zambullidas imprudentes en agua poco profunda son la causa del 5 % de todas las lesiones medulares registradas. Cuatro de cada cinco afectados son varones.

«El mecanismo lesional es generalmente la consecuencia de un fuerte impacto en la zona central de la región parietal posterior, lo que comúnmente conocemos como la coronilla, provocándose una flexión forzada del cuello hacia delante que comprime la columna a la altura de la quinta o sexta vértebra cervical. La fractura o estallido de la vértebra puede provocar una compresión o sección del cordón medular que se aloja en el interior de la columna», explica el experto.

El daño neurológico que provocan estos traumatismos afecta a la médula cervical, causando una reducción de la fuerza en las cuatro extremidades, pérdida de sensibilidad en ellas o bien ambos síntomas: pérdida de fuerza y de sensibilidad. «Cuando hay una sección del cordón medular, lo que se pierde son las fibras que bajan del cerebro a través de la médula. Se pierde toda la función motora y sensitiva que va hacia las extremidades y en función del nivel en que se producen habrá más o menos daño», señala Muñoz.

«Como habitualmente se daña la médula cervical, el paciente llega ya con un estado de tetraparesia o tetraplejia. Tetraparesia es cuando no hay una pérdida motora completa, y tetraplejia cuando el daño es a un nivel en el que ya han salido las raíces cervicales y lumbares, y afecta tanto a brazos como a piernas. Incluso, si el daño es a nivel cervical alto, puede haber parálisis diafragmática y en esos casos hay insuficiencia respiratoria. Son pacientes que no pueden respirar porque la musculatura torácica no responde y deben conectarse a un respirador. Estos son casos que acaban con el fallecimiento del paciente por complicaciones derivadas de infecciones de distinto tipo y neumonía», advierte el cirujano.

En este sentido, no se trata de simples caídas. Una lesión medular pone la vida en riesgo. Perder la movilidad es, en estos casos, la mínima de las secuelas. «Si es un nivel cervical bajo, hay una capacidad respiratoria normal y por lo tanto no depende de un respirador, pero tendrá que movilizarse en silla de ruedas. Sin embargo, será más independiente a la hora de deglutir y comer», detalla el experto.

Tratamientos

«Cuando se produce la lesión, lamentablemente, tratamiento ya no hay. Por desgracia los pacientes que vienen con una lesión medular por zambullida, en un porcentaje muy alto, en torno al 80 %, vienen con lesión medular completa, y eso ya es irreversible. Esto no quiere decir que no haya que hacer ningún tratamiento, porque muchos vienen con fracturas vertebrales complejas y hay que estabilizarlas, porque en un futuro, cuando el paciente entre en un programa de neurorehabilitación, si se quiere movilizar en silla de ruedas, querrá tener su cabeza erguida y apoyada sobre el respaldo. Con una fractura inestable eso es imposible y hay que corregirlo, independientemente del daño funcional que el paciente tenga. Pero tratamiento para la lesión no hay, sino solo para la fractura que se suele dar con el mecanismo de trauma cuando hay, por ejemplo, una zambullida», explica Muñoz.

Aunque no es posible, a día de hoy, reconstituir las raíces cervicales, se espera que se desarrollen estrategias para hacerlo. «Hay muchos ensayos clínicos. Hay tratamientos que se están estudiando en base a terapias experimentales con células madre, por ejemplo. Hay muchos estudios en marcha con resultados algo alentadores, pero a día de hoy no hay ningún tratamiento probado que regenere las fibras nerviosas que se seccionan cuando hay un daño medular por accidentes de tráfico o caídas», subraya Muñoz. Por esta razón, es clave prevenir las lesiones.

Prevención

En general, para evitar las lesiones medulares, Muñoz recomienda conocer la profundidad de una piscina, un río o el mar antes de lanzarse al agua y aconseja zambullirse con los brazos extendidos hacia adelante, de forma que se protejan el cuello y la cabeza. «Antes de lanzarnos de un acantilado, debemos estar seguros de la profundidad del agua en la zona. Hay que darnos cuenta de que este año tenemos mucha sequía y el nivel de agua, sobre todo en pantanos, ha bajado muchísimo. Entonces, si has saltado en años anteriores y piensas que el nivel de agua será el mismo, debes tener mucho cuidado porque los niveles han disminuido. Verifica la profundidad, salta siempre con los brazos por delante e intenta tener precauciones», insiste.

En el caso de que el agua esté turbia y haya poca visibilidad, es conveniente inspeccionar la zona para comprobar su profundidad y que no haya elementos sumergidos como rocas, árboles u otros objetos contra los que se puede impactar. En el mar, al haber olas, se debe comprobar que la profundidad del mar tras la ola es suficiente. Solo es aconsejable zambullirse cuando la seguridad sea completa.

También se debe tener en cuenta que las medidas no son solo para la playa u otros entornos naturales. «En niños pequeños, no suelen darse estos saltos o caídas de mucho impacto. En ellos lo que suele haber son caídas a la hora de tirarse a la piscina. Se suelen golpear la cabeza con el bordillo al resbalarse o saltar», señala.

Asimismo, Muñoz recomienda no saltar de cabeza desde una altura considerable, ya que una mala técnica de entrada al agua puede causar lesiones con el solo impacto sufrido al entrar en el agua, incluso sin haber golpeado contra ningún cuerpo sólido.

Cómo actuar si hay un golpe

En caso de que se produzca un accidente y ante la necesidad de manipulación de la víctima, es primordial la inmovilización del cuello para evitar movimientos de la columna que pudieran agravar las lesiones neurológicas, así como avisar a un profesional para que efectúe el traslado. Por esta misma razón, el cirujano recomienda no trasladar a los centros sanitarios a víctimas de zambullidas que pudieran tener lesionada la columna vertebral en un vehículo utilitario, dado que se podría producir un agravamiento de las lesiones.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.