La central de Chernóbil reaparece en medio de la guerra: las consecuencias para la salud de la radiación

LA VOZ DE LA SALUD REDACCIÓN

ENFERMEDADES

Repaso por algunos de los efectos para la salud pública que tuvo una de los mayores catástrofes nucleares de la historia
Repaso por algunos de los efectos para la salud pública que tuvo una de los mayores catástrofes nucleares de la historia

36 años después del accidente nuclear y con Ucrania en guerra, todavía faltan muchos datos para saber qué efectos tuvo sobre la salud humana

11 mar 2022 . Actualizado a las 15:44 h.

La explosión ocurrida en la madrugada del 26 de abril de 1986 en el cuarto reactor de la central de Chernóbil esparció hasta 200 toneladas de material con una radiactividad de 50 millones de curies, equivalente a 500 bombas atómicas como la lanzada en Hiroshima. Esa tragedia marcó a toda una generación de ucranianos, que se vieron afectados profundamente por la mayor catástrofe nuclear de la historia. Ahora la sombra de Chernóbil, en medio de la guerra y con la central en manos de las tropas rusas, vuelve a despertar los temores ante la posible liberación de sustancias radiactivas, aunque los expertos ya han llamado a la calma.

¿Se sabe qué consecuencias tuvo para la salud el accidente de Chernóbil? Lo cierto es que aunque han pasado 36 años, todavía son muchas las incógnitas, faltan estudios y los organismos internacionales no se ponen de acuerdo con las cifras.

Vamos por partes, la radiación ionizante atraviesa el cuerpo, gran parte se disipa en forma de calor, y el resto interactúa con los tejidos transfiriendo la energía por ionización de sus átomos. Este fenómeno se refiere, sobre todo, al material genético, al ADN. Si el daño es intenso, la célula morirá inmediatamente; si el daño es más ligero, puede producirse desde reparación completa de la célula a incompleta o defectuosa, que podrá originar teratogénesis (una alteración que se detecta durante la gestación, nacimiento o posteriormente y que es inducida durante el embarazo), transformación cancerosa o alteraciones hereditarias.

Traduciendo, diversos estudios epidemiológicos muestran que la exposición a radiación ionizante a altas dosis reduce la esperanza de vida e incrementa el riesgo de cáncer, en particular de leucemia, cáncer de tiroides y, más tardíamente, de cáncer de mama y otros órganos. Se desconoce una dosis segura de radiación. Los efectos de la radiación de baja intensidad y a bajas dosis no están cuantificados.

El tiempo de latencia, desde la exposición hasta que se presenta la enfermedad, es relativamente largo: en leucemia, un mínimo de 2 años y una media que oscila entre los 7 a 12 años; en cáncer de tiroides, a partir de 4 años de postexposición; en otros tumores sólidos, un mínimo de 10 a 15 años. El desarrollo de cánceres de mama y de tiroides es altamente dependiente del balance hormonal del individuo.

Cáncer de tiroides: la frecuencia natural de presentación es 0,1 caso por 100.000 habitantes/año. El cáncer tiroideo es excepcional en la edad pediátrica, salvo por exposición a radiación, interna o externa. En Ucrania, y sobre todo en Bielorrusia, se ha constatado un aumento de hasta 100 veces la incidencia.

A lo largo de los últimos 30 años, la atención de la OMS se ha centrado en investigar la asociación entre este tipo de cáncer y la exposición al material radiactivo. La organización centró su estudio en los efectos de la radiación en niños y adolescentes de las regiones más afectadas que habían bebido leche contaminada. El estudio concluyó que, hasta el 2016, se habían diagnosticado más de 11.000 casos de cáncer de tiroides entre este grupo de población, y que la incidencia de esta enfermedad seguiría incrementándose con el tiempo.

El aumento del riesgo de cáncer de tiroides ha sido uno de los efectos adversos más importantes observados tras el desastre; la energía de las radiaciones ionizantes rompe los enlaces químicos del ADN, lo que provoca diferentes tipos de daños, que posteriormente permiten el crecimiento de los cánceres de tiroides.

Otras neoplasias: muchos estudios epidemiológicos señalan que no puede afirmarse la existencia de un significativo aumento de la incidencia de leucemias entre los habitantes de zonas contaminadas. Sin embargo, el control epidemiológico de las enfermedades oncológicas en Bielorrusia y en Ucrania sí revela un aumento en los niños de las tendencias en linfomas y leucemias, y en adultos, en particular entre los liquidadores que trabajaron en la central, de cáncer de mama, pulmón, vejiga y riñones. En Europa, fuera del territorio de la antigua Unión Soviética, la mayoría de los estudios epidemiológicos no han encontrado aumento de incidencia de leucemia en niños. En Grecia sí se ha encontrado relación con leucemia del lactante y exposición en el útero a radiación.

Otro efecto reconocido por la OMS es el aumento de cataratas entre los más afectados, ya que el ojo es especialmente sensible a la radiación.

Según varios artículos, en Ucrania hubo una multiplicación de los casos del sistema endocrino (25 veces más alto entre 1987-1992); del sistema nervioso (seis veces más alto); el sistema circulatorio (44 veces más); de los órganos digestivos (60 veces más elevado); de tejido cutáneo y subcutáneo (50 veces más); del músculo del sistema esquelético y disfunciones psicológicas (53 superior).

El número de personas sanas se redujo en los diez años siguientes al accidente del 59 al 18 % de la población.

Imagen del reactor número 4 de la central nuclear en el año 2009. El dosímetro marca niveles altos de radiación.
Imagen del reactor número 4 de la central nuclear en el año 2009. El dosímetro marca niveles altos de radiación. CÉSAR TOIMIL

Muertes directas

Según el Organismo Internacional de Energía Atómica el número total de defunciones atribuidas a Chernóbil, junto con las muertes de trabajadores de servicios de emergencia y residentes de las zonas más contaminadas que se sucederán en el futuro a consecuencia del accidente, se eleva a unas 4.000.

La cifra incluye a los 50 agentes de servicios de emergencia que murieron por síndrome de irradiación aguda; nueve niños muertos de cáncer de tiroides y 3.940 fallecidos por cáncer y leucemia provocados por la radiación entre los 200.000 trabajadores de los servicios de emergencias que intervinieron entre 1986 y 1987. También se incluye en esta cifra a los 116.000 evacuados y 270.000 residentes en las zonas más contaminadas.

De acuerdo a la Unión de Chernóbil, la principal organización de liquidadores, el 10 % de los 600.000 liquidadores ahora están muertos y 165.000 discapacitados.

Hace un año Svieta Volochay, maestra de la pequeña localidad de Orane, en Ucrania, que tenía 12 años cuando se produjo el siniestro de la central nuclear instalada en la región, contó su experiencia. En cierto momento «nos acostumbramos a vivir con la incertidumbre, sin saber cuándo nos detectarían algo malo a cada uno» y entonces el cáncer empezó a afectar a toda su familia. «Primero, fue mi primo, después, mi tío; luego, mi hermano; ahora, mi hermana y yo tenemos problemas de tiroides»,relataba esta maestra. «En cada hogar tenemos, mínimo, un familiar con cáncer», decía por aquel entonces.

 Los «hijos de Chernóbil»

El año pasado se publicó en Science un trabajo que trató de esclarecer la antigua duda de si la exposición a la radiación da lugar a cambios genéticos que puedan transmitirse de padres a hijos como han sugerido trabajos en animales. Se analizaron los genomas completos de 130 personas y de sus 105 progenitores; uno o ambos habían sido trabajadores que ayudaron en la limpieza del accidente o habían sido evacuados por vivir cerca del accidente.

Los investigadores analizaron los genomas de los hijos adultos en busca de un aumento de un tipo particular de cambio genético heredado, conocido como mutaciones de novo. Las mutaciones de novo son cambios genéticos que surgen al azar en los gametos (espermatozoides y óvulos) de una persona y que pueden transmitirse a su descendencia, pero que no se observan en los padres.

«Para la gama de exposiciones a la radiación experimentada por los padres, no hubo evidencia de un aumento en el número o los tipos de mutaciones de novo en sus hijos nacidos entre 46 semanas y 15 años después del accidente», concluyó el trabajo.

En consecuencia, «los resultados sugieren que la exposición a la radiación ionizante del accidente tuvo un impacto mínimo, si es que lo tuvo, en la salud de la generación siguiente».