No te hagas un tatuaje hasta quince días después de recibir la vacuna

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE GALICIA

ENFERMEDADES

La Voz de la Salud

Los tatuajes, al igual que las vacunas, estimulan nuestro sistema inmunitario. Te damos todas las claves para hacerlo de forma segura

28 ene 2022 . Actualizado a las 15:58 h.

Según datos publicados por la Unión Europea, el 12 % de los ciudadanos europeos tienen al menos un tatuaje. Si examinamos únicamente el porcentaje entre los menores de 35 años, la cifra se multiplica. En un trabajo publicado por la Comisión Europea bajo el título «Seguridad de los tatuajes y del maquillaje permanente» se advierte de que los efectos adversos a largo plazo de la tinta sobre nuestro cuerpo son aún desconocidos pese a la larga tradición que acompaña a los tatuajes. 

Obviamente, hacerse un tatuaje en el año 2022 es una actividad extremadamente vigilada por las autoridades sanitarias. Las regulaciones bajo las que deben trabajar los estudios son muy estrictas y están definidas por ley. Nacional y comunitaria. No obstante, la irrupción masiva de las pieles tatuadas es un fenómeno relativamente reciente que todavía sigue siendo objeto de estudio. Aparentemente, inyectarse tinta o pigmentos en la dermis no suele acarrear más problemas que la cicatrización o alguna reacción alérgica, pero se sigue trabajando en teorías sobre la repercusión que puede tener esta práctica sobre nuestro sistema inmunitario. Y ya hay estudios que apuntan a dos corrientes bien distintas: hay quien defiende que podrían perjudicarnos a la hora de diagnosticar determinados tipos de tumores y hay quien trata de demostrar todo lo contrario, que refuerza nuestro sistema inmunitario a la hora de protegernos de estresores infecciosos.

Los que dicen que los tatuajes nos perjudican

En el año 2017, un grupo de científicos alemanes y franceses publicaron en Nature un estudio sobre los posibles efectos adversos de los los tatuajes en nuestro organismo. Su preocupación se centraba en que, por motivos éticos, las investigaciones sobre las consecuencias de los pigmentos no se efectúan en animales y que el campo de pruebas se limita a experimentos in vitro

Las conclusiones de su investigación, después de analizar tejido humano de personas fallecidas, fueron que los colorantes utilizados para hacer tatuajes viajan desde nuestra dermis a nuestros ganglios linfáticos, tiñéndolos de los mismos colores que pigmentan nuestra piel. Es decir, lograron demostrar que tatuarse incrementa la proporción de sustancias tóxicas en nuestro organismo como aluminio (metal que se ha relacionado con el cáncer de mama), cromo, hierro, níquel y cobre. Este grupo de investigadores trabaja ahora en conocer si estas partículas introducidas en nuestro organismo a través de una aguja de tatuar siguen viajando por nuestro cuerpo más allá de los ganglios linfáticos. El estudio avanza también que los componentes químicos de los colorantes producen una alteración en las proteínas de la membrana de las células.

También parece ser una evidencia, que la tinta acumulada en los ganglios linfáticos puede suponer un problema a la hora de detectar el cáncer; la tinta puede interferir en las técnicas habituales para localizar la enfermedad. Indicar también que, hasta la fecha, no hay un proceso reversible para hacer desaparecer la pigmentacióm. Aunque las técnicas de láser se están evolucionando y empezamos a poder borrar tatuajes de nuestra piel, las partículas de tinta permanecerán en nuestro organismo. Es más, someter los tatuajes al láser puede hacer que esas partículas se rompan y se vuelvan todavía más pequeñas haciendo que sea mucho más difícil seguirles la pista.

Los que dicen que los tatuajes nos hacen más «fuertes»

Unos meses antes, en marzo del año 2016, un grupo de investigadores del departamento de antropología de la Universidad de Alabama publicaron en la revista American Journal of Human Biology un trabajo titulado «Tatuarse para reforzarse: la experiencia del tatuaje y la secreción de inmunoglobulina A».

En el estudio participó una pequeña muestra de 29 voluntarios (24 mujeres y cinco hombres) que debía demostrar una hipótesis: que aquellas personas que lucían más tatuajes tenían un respuesta inmunitaria más fuerte a los mismos. Los resultados desprendieron que el cuerpo humano, con el tiempo, termina por habituarse a los estresores que genera tatuarse, mediciones tomadas en base a la presencia de cortisol y de inmunoglobulina A (un anticuerpo) en la saliva. A mayor número de tatuajes, menos reacción nos producen.

Conclusiones que deben matizarse: no es que tatuarse genere una mayor resistencia a virus y bacterias como si de una vacuna se tratase (aunque un tatuaje, efectivamente, estimula nuestro sistema inmunitario), sino que tatuarse podría ser un «síntoma» de que una persona goza de un sistema inmune más «sano» y de una genética de calidad superior. Por ponerlo en palabras gruesas: los investigadores dibujan la teoría de que «la cabra tira al monte» y que aquellos que repiten una y otra vez después del primer tatuaje tienen una mayor fortaleza y resistencia a reacciones cutáneas, cicatrizan mejor, etc.

La experiencia clínica dice que no es ni bueno ni malo

 «Sí que he estudiado que las tintas van a los ganglios, pero dudo mucho de que esto sea beneficioso o perjudicial. Diría que tiene un efecto neutro, que no altera nada», opina Alfredo Corell, inmunólogo y catedrático de la Universidad de Valladolid: «En principio, que un tatuaje deprima el sistema inmunitario no me parece muy coherente. Si fuese así, en este momento tendríamos un montón de deportistas de élite, de famosos y de gente de la calle que estarían con las defensas por los suelos. Y no se ha oído nada. Yo creo que es un alarmismo innecesario».

Una opinión parecida tiene José Gómez Rial, inmunólogo del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela y coordinador de inmunología en el Grupo de Investigación en Vacunas Genvip. «Lo de fortalecer el sistema inmune, lo dudo... Me quedo más bien con que tienen o ningún efecto o uno negativo. Es cierto que estamos inyectando tinta en el tejido subcutáneo, por lo que es posible que esa tinta llegue a nuestros ganglios», explica: «Me cuesta creer que la tinta potencie en absoluto nuestro sistema inmune. Pero llevamos ya mucho tiempo haciéndonos tatuajes y no se ha observado que las personas tatuadas tengan un sistema inmune más debilitado. Creo más bien tiene un efecto bastante neutro. Al menos, no clínicamente relevante».

No te tatúes si te has vacunado en los últimos quince días

 Pese a la escasa literatura científica sobre el tema (tampoco es que hacerse un tatuaje sea una urgencia en las agendas de los investigadores), Alfreddo Corell sí lanza una sugerencia. «Personalmente recomendaría, y es algo que me ha preguntado mucha gente durante todo este proceso de vacunación, que si te vas a vacunar, durante los quince días posteriores al pinchazo, no te tatúes. Una sustancia extraña, como puede ser la tinta de los tatuajes, puede estimular el sistema inmunitario. No es una certeza, pero la teoría es que algo extraño que llega a los ganglios podría estimular el sistema inmunitario. Es posible que ni siquiera sea perjudicial ni nada por el estilo; se producirá una inflamación que se resolverá con el paso del tiempo. Pero lo que yo no haría es combinar el proceso del tatuaje con el de la vacunación, porque ambas situaciones van a estimular el sistema inmune», recomienda el catedrático de la universidad vallisoletana.

Qué personas no deberían tatuarse

Antigüamente, tatuarse era un foco de infecciones. Muchos casos de hepatitis, por poner un ejemplo, han sido diagnosticados por no desechar entre persona y persona una aguja contaminada. Las actuales normativas sanitarias han convertido esta práctica en una actividad segura, aunque sigue habiendo perfiles que deberían pensárselo mucho antes de pasar por las manos de un profesional. 

Por ejemplo, las embarazadas no deben tatuarse para no exponer al feto a un peligro innecesario. Por cierto, otro mito, tener un tatuaje en la espalda no impide que puedan ponerte la epidural durante el parto. Al menos como norma general, otra cosa es que haya infección, toda la zona esté tatuada sin espacios de piel libres de pigmentos o el tatuaje esté todavía sin cicatrizar.

La afirmación de que una persona con diabetes no debe tatuarse también está muy extendida. La asociación de diabetes madrileña indica en su página web que la diabetes no es en sí una contraindicación para hacerse un tatuaje. «Pero sí que hay que tener en cuenta todos los efectos adversos y complicaciones que ello puede conllevar ya que existe una mayor susceptibilidad de padecer infecciones debido a que tienen su sistema inmune disminuido», matizan. Tampoco existe ningún estudio robusto que demuestre que personas que estén bajo tratamientos anticoagulantes sean un factor de riesgo a la hora de someterse a un proceso de tatuado.

En definitiva, a día de hoy tatuarse es una actividad segura y para la que no se han demostrado riesgos para la salud más allá del lógico pequeño sangrado o el dolor que dependerá de la tolerancia de cada persona y la zona a tatuarse. También es posible experimentar picazón y, de forma menos común, alguna reacción alérgica o que aparezcan sarpullidos. Pero no esperes salir del estudio de tatuajes con un sistema inmunitario más fuerte por el hecho de haber superado esa pequeña prueba de dolor. Aunque puede que tu percepción personal sí mejore si el resultado de la obra ha sido bueno.

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.