¿Qué puede contar mi psicólogo o mi médico de mí a terceras personas?

EL BOTIQUÍN

Se da por hecho que todo lo que se cuente dentro de una consulta de psicología es confidencial, pero existen excepciones.
Se da por hecho que todo lo que se cuente dentro de una consulta de psicología es confidencial, pero existen excepciones. La Voz de la Salud

El secreto profesional se presupone en una terapia psicológica, pero hay excepciones por las que un profesional podría estar autorizado para romperlo

01 dic 2022 . Actualizado a las 16:10 h.

Sabemos que, en la teoría, las confesiones que hagamos a un psicólogo en terapia —muchas veces material altamente sensible— o los resultados de una prueba médica no deben salir de las puertas de una consulta. ¿Pero hasta qué punto llega el secreto profesional en el ámbito de la salud? ¿Existen situaciones en las que mi médico o psicólogo puede contar algo muy íntimo sobre nosotros a un familiar o una pareja? La respuesta es que sí, la confidencialidad se puede romper. Pongamos un par de ejemplos. ¿Debe respetar la confidencialidad un psicólogo al que un paciente le confiesa que está planeando un atentado?, ¿debe un médico guardar el secreto a un paciente VIH positivo que no quiere confesarle a su pareja que es portador del virus? Obviamente, estos son ejemplos extremos, pero que sirven para ilustrar que, aunque muchas veces pensemos en la medicina como una ciencia, es obvio que las distintas profesiones de la salud tienen también una dimensión filosófica, ética y moral. Al final, la materia prima son personas.

El secreto médico-paciente debe ser respetado. Esta es la premisa desde la que partimos. Es más, no hacerlo está tipificado como delito en el código penal en su artículo 199.

¿Qué dice el código sobre el secreto profesional en su artículo 199?

  1. El que revelare secretos ajenos, de los que tenga conocimiento por razón de su oficio o sus relaciones laborales, será castigado con la pena de prisión de uno a tres años y multa de seis a doce meses.
  2. El profesional que, con incumplimiento de su obligación de sigilo o reserva, divulgue los secretos de otra persona, será castigado con la pena de prisión de uno a cuatro años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para dicha profesión por tiempo de dos a seis años.

Además, para ejercer la medicina o la psicología en España, es necesario que el profesional esté colegiado. Los distintos colegios médicos y psicológicos cuentan con códigos deontológicos y comisiones que supervisan su labor asistencial. Estos entes pueden tomar la iniciativa a la hora de proponer sanciones, independientemente de que un conflicto llegue o no a manos de la justicia. Ahora bien, qué margen tiene un médico o un psicólogo para, dentro de esta legalidad, poder recurrir a excepciones.  A partir de aquí dividiremos la consulta médica de la consulta psicológica.

¿Qué puede contar mi médico sobre mí a un familiar?

Rogelio Altisent es profesor titular de Bioética de la Universidad de Zaragoza. Ante la pregunta «¿qué puede contar un médico sobre nuestro historial de salud a una tercera persona?», responde con concisión: «En principio, nada». Este es solo el inicio de una extensa charla en la que, poco a poco, van surgiendo excepciones

«El secreto profesional en medicina es un deber casi absoluto. No totalmente, porque hay unas pocas excepciones en las que el médico podría, después de considerarlo muy detenidamente y con un ejercicio extraordinario de prudencia, comunicar algo pensando en que puede evitar un grave daño a una tercera persona. Conviene advertir que el médico podría, pero nunca debería. Al médico no se le puede obligar a romper el secreto profesional y podría negarse, incluso, ante un juez. Un acto ante el que deberá asumir las consecuencias, pero es un presupuesto que conviene aclarar. De hecho, a los estudiantes de medicina, a veces les ponemos esta pregunta trampa en el examen. ¿Cuándo debe comunicar el médico algo que conoce de manera confidencial? Nunca debe comunicarlo; puede comunicarlo, y así se establece. El médico nunca debe comunicar nada que haya conocido en el contexto de su actividad profesional. No está legitimado moralmente ni legalmente para hacerlo, ni siquiera a un familiar. Y a veces se dan situaciones conflictivas», explica el profesor.

El caso anteriormente citado del paciente portador de VIH que no quiere confesar su condición a su pareja es, como hemos dicho, una situación extrema. El paradigma de conflicto para someter a debate en las facultades. «El médico, ante casos así actuará diciéndole a la persona: ''Oiga, tiene que decírselo y como no se lo diga usted, puedo verme en la obligación de decírselo yo''». Explica el miembro de la cátedra de profesionalismo y ética clínica que este conflicto, en la práctica, raramente llegará a tal extremo, «pero se han dado casos de condena a pacientes por contagio, por negar esa información». «A veces el médico se ve en ese dilema», comenta.

La mayoría de edad sanitaria en España está fijada en los 16 años. Es en ese tramo entre los 16 (mayoría de edad sanitaria) y los 18 (mayoría de edad legal), cuando pueden aparecer muchos conflictos.

Sí son, sin embargo, situaciones cotidianas aquellas en las que un familiar de un paciente acude a consulta reclamando información. Puede ser desde un simple análisis de sangre a algo de más calado. «Los padres quieren obtener información y hay que hacer constantes ejercicios de prudencia. Primero para no generar conflictos sin necesidad, porque si a unos padres les niegas la información de un hijo, pueden sospechar que ahí exista un motivo de preocupación, algo extraño. Los profesionales tienen que ser muy cuidadosos a la hora de gestionar esto. Debemos tratar de no dar a entender que el motivo para no decírselo es porque exista un dato importante o sensible. Es muy probable que ni siquiera el facultativo haya visto todavía los resultados», comenta Altisent. En cualquier caso, si el paciente no puede acudir y la información la tiene que recoger un familiar, existen fórmulas para poder hacerlos, como puede ser una autorización firmada. 

La excepción para romper el secreto no necesariamente debe ser siempre por un potencial daño a una tercera persona, sino también a uno mismo —ante ideaciones suicidas, por ejemplo—.

El código deontológico es de obligado cumplimiento en España porque para ejercer la profesión se debe estar colegiado. El código de deontología de los colegios de médicos de España tiene fuerza obligatoria. Los colegiados están sometidos a la disciplina del código y pueden ser sancionados si se demuestra que lo han vulnerado. Los colegios tienen comisiones de deontología y una comisión directiva que gestionan posibles sanciones si se demuestra que alguno de los artículos del código ha sido vulnerado. Si un facultativo se siente injustamente condenado por su colegio, puede acudir al juzgado de lo contencioso administrativo para defenderse.

¿Qué puede contar mi psicólogo sobre mí a otras personas?

No suele ser habitual abrirse en canal en una consulta de atención primaria. Pero una consulta psicológica es harina de otro costal. Es habitual que en la primera sesión de terapia se informe al paciente del carácter privado y confidencial de lo que se va a tratar en consulta. Puede aportarse garantía por escrito, de manera verbal e incluso con advertencias en los test de evaluación, manifestaciones que ya indican que el profesional está sujeto al deber del secreto profesional, que solo se podrá eximir si el paciente da permiso. Esa es la norma general. Pero hay excepciones.

«Por ejemplo, puede haber una excepción si hay un riesgo para la vida», explica Carlos Álvarez García, psicólogo y presidente de la Comisión de Ética y Deontología del Colegio Oficial de Psicólogos de Galicia (COPG). ¿Pero cuáles serían esas excepciones? «Imaginemos que en el transcurso de una valoración o de una terapia, una persona mayor de edad nos dice que tiene ideas suicidas y que lo está planificando. En este caso, según todos los principios de la bioética, tiene que primar que nuestras actuaciones no puedan dañar a un paciente. En este caso, tendríamos que informar. Puede ser a la familia, a Urgencias o al juzgado. Es posible que, actuando así, perdamos al paciente porque hemos roto la confidencialidad, pero nuestro deber es informar porque hay un riesgo que hemos considerado como importante para esa persona», explica Álvarez. Lo mismo sucede ante otro tipo de confesiones. «Otra situación puede ser casos de violencia de género o conductas agresivas donde creemos que podemos existir algún tipo de abuso».

Pero qué pasa con asuntos no tan extremos, pero muy presentes en el día a día de un psicólogo. Sabemos que un número muy importante de consultas psicológicas se deben a trastornos de la conducta alimentaria (TCA). El TCA es, a la larga, una amenaza para la vida del paciente, ¿pero está justificado contarle a un familiar este problema de conducta si el paciente no se la ha comunicado previamente?

«Es otro buen ejemplo de lo que podría ser un dilema. Imaginemos a una mujer adulta de treinta con un TCA que viene a consulta y que su pareja no lo sabe. De entrada, yo voy a respetar la confidencialidad, al menos durante un tiempo. Asumo que es una persona que ha venido a terapia, entendemos que ha venido motivada y con ganas de cambiar, con un deseo de mejorar y quiero ver hasta dónde llega ese deseo y qué porcentaje de las tareas va cumpliendo. Si la peso antes de entrar a consulta y veo que, con el paso del tiempo, sigue perdiendo peso, que empieza a acercarse a un índice de masa corporal (IMC) preocupante, pues se lo diría. Pero, aunque es cierto que hay elementos de juicio subjetivos, también hay una valoración de riesgo con datos más objetivos. El IMC y otros parámetros orgánicos. Podría ser un ejemplo en el que romper el secreto porque es que la gente se muere de anorexia», explica el terapeuta.

Una visión subjetiva de lo que es una excepción

Como se ha visto, a la hora de romper o no la confidencialidad de una consulta psicológica, entran en juego aspectos subjetivos. La actividad clínica de Carlos Álvarez está centrada en la población infanto-juvenil, un sector de la población donde los problemas son incluso mayores al estar su cuerpo en pleno desarrollo —recordemos que la mayoría de edad sanitaria es a los 16 años—. ¿Debe informarse a la familia de un adolescente de alguna gamberrada de su hijo en el colegio? Seguramente no. ¿Debe informarse a su familia que su hijo se ha emborrachado o fumado durante el fin de semana? Es probable que tampoco. ¿Pero se puede informar a unos padres de que su hijo consume con asiduidad cannabis o alcohol en plena adolescencia? El debate está servido. 

Contar o no contar, dependerá mucho de la sensibilidad del profesional a, en este caso, sustancias como el cannabis. «A lo mejor otro profesional no lo valora como algo tan importante y evidentemente tendrá que verse la intensidad y la frecuencia. Hay una especie de tierra de nadie. Por eso le llamamos un dilema. Al final se trata de poner las cosas en una balanza y decidir cuál el el plato que se debe inclinar a favor de la persona».

Las historias clínicas informatizadas, una fuente de problemas

No vamos a engañarnos, la curiosidad es humana. Y la informática nos ha puesto en bandeja la capacidad de fisgonear vidas ajenas. En Instagram y también en el mundo de la salud. Hoy en día, nuestras historias clínicas quedan reflejadas en plataformas informáticas compartidas, al alcance de cualquier profesional de la salud acreditado por el sistema. Resulta sencillo que un profesional sacie su curiosidad si se entera de que su vecino está ingresado en el hospital.

«¿Qué pasa con el acceso a la información por parte de otros profesionales? ¿Puede un médico acceder a la historia médica de un paciente que no sea suyo por el mero hecho de ser médico? ¿Está legitimado moralmente y éticamente para acceder? Hay quien piensa que, por el hecho de ser médico, puede acceder a una historia clínica», reflexiona Altisent, que prosigue: «Es algo común que un familiar le pida información a un amigo médico del hospital por un familiar. ¿Está autorizado? Por muy buena intención que haya, no lo está. En la actualidad ya se hacen auditorías a los historiales electrónico para ver accesos indebidos y se ha sancionado a profesionales que han accedido a historias manera indebida, porque la tecnología deja rastro».

Carlos García Álvarez trabaja como psicólogo en la sanidad pública y también es sabedor de esta problemática. «Cualquier persona con una clave puede entrar en la historia de alguien. Lo sabemos y muchas veces omitimos datos muy sensibles en la redacción de los informes. También existe la posibilidad de encriptarlo, para que solo pueda verlos la persona que los ha escrito. También se debería reflexionar sobre la relevancia de escribir  ciertas cosas en una historia clínica, ¿tiene importancia que alguien haya tenido una infidelidad con la vecina del quinto? Es importante evitar datos que puedan ayudar a identificar a una persona», advierte el psicólogo que, sin embargo, asegura que este tipo de conductas no son «algo común».

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.