Los descansos entre sesiones lectivas aumentan el rendimiento escolar y la capacidad de atención
14 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.A Antón lo que más le gusta de ir al cole (o quizá lo único) es el momento de salir al recreo. Hoy el inicio de la jornada ha sido especialmente duro: examen de Mates de operaciones combinadas, clase de Lengua Castellana en la que practicaron los tiempos verbales y después exposición oral de trabajos en Ciencias Naturales. Ni un momento para ir al baño, ya que está prohibido salir del aula entre clase y clase. Así que en casi tres horas apenas se ha movido de su silla, y por eso ya tiene las piernas algo entumecidas bajo esa mesita verde algo incómoda para su estatura. Además, su estómago ya empieza a protestar: aunque ha desayunado bien, está deseando sacar cuanto antes de su mochila las rosquillas que se ha traído de casa. «¡Ánimo! -se dice a sí mismo mientras echa una ojeada rápida a su reloj-, en un minuto toca el timbre para salir al recreo». Al igual que la mayoría de sus compañeros, espera ese momento como un balón de oxígeno que le dé fuerzas y energía para acabar la mañana. Ya se lanza miradas de alivio con sus amigos Noelia y Pablo, con los que últimamente juega a una variante del pillapilla muy divertido. Pero es justo en ese momento cuando la profesora aprovecha para anunciar la terrible noticia: «Bueno, me vais a permitir que os robe 10 o 15 minutitos del recreo para explicaros el ciclo del agua, que así ya damos por terminado el tema 3 del libro y nos queda todo visto para el examen del jueves». ¡Vaya jarro de agua fría! Las protestas más o menos airadas son inútiles. La profesora les recuerda que es voluntario quedarse a la explicación, pero que les conviene atender con interés si quieren aprobar. Adrián lo intenta, pero no lo logra: la frustración, la rabia y la decepción se mezclan con el hambre, el cansancio y las ganas de echar a correr gritando a todo pulmón «¡es injusto!». Desde luego, no está en condiciones de enfrentarse a lo que queda de jornada lectiva con la serenidad y buena disposición necesarias.
El recreo es, para la mayoría de los niños, el mejor momento de sus jornadas escolares. Y hay al menos ocho razones para que los adultos nos lo tomemos muy en serio:
1 El recreo es un tiempo fundamental, tan importante y necesario como las clases de Matemáticas o de Lengua.
2 Es un período de juego libre y no estructurado esencial para la salud del niño por sus beneficios físicos, psicológicos, emocionales y sociales.
3 En ese tiempo descansan la mente, liberan tensiones, canalizan su energía y cargan pilas para lo que les queda de jornada.
4 Es el mejor momento para la interacción social, la participación y la puesta en práctica de las habilidades sociales, tan importantes para alcanzar el éxito personal y social.
5 Jugar con otros niños, o simplemente observar cómo lo hacen los demás, les ofrece una valiosa información para consolidar su forma de ser, aprender a predecir el comportamiento de los demás y poner en práctica habilidades de resolución de conflictos.
6 Está científicamente demostrado que el cerebro es capaz de mantener la concentración una media de 45-60 minutos, no más. Dejar a un niño sin esta pausa provoca una disminución de su capacidad de atención y un aumento de los problemas de conducta.
7 Los niños aprenden, sobre todo, en movimiento. El hecho de exigirles que permanezcan sentados durante varias sesiones es algo que ya va en contra de su naturaleza. El rato del recreo supone, para la mayoría, una forma de desfogar energías.
8 Uno de los sistemas educativos más exitosos del mundo, el finlandés, tiene descansos de 15 minutos cada 45 de clase (aunque pueden decidir dar dos sesiones seguidas de clase y hacer una pausa de 30 minutos). Así consiguen mejorar el rendimiento y el comportamiento de todo el alumnado.
Hoy, todos castigados sin salir al patio
«Si no acabas los ejercicios, no sales al recreo». Es una de las amenazas que mejor funcionan para que los más vaguetes se pongan las pilas y acaben su trabajo cuanto antes. ¡Y cómo espabilan algunos! A veces, solo con la advertencia rematan en cinco minutos la tarea que no hicieron en toda una hora de clase.
Pero en muchas ocasiones el hecho de no acabar la ficha o los ejercicios a tiempo se debe a otras circunstancias que no se solucionan solo a base de voluntad. Por ejemplo: cuando hay dificultades de aprendizaje, dislexia, trastorno por déficit de atención, lentitud de ejecución, inmadurez motriz, carencias afectivas, trastornos emocionales, problemas familiares… En estos casos, el hecho de dejarlos sin recreo es una decisión poco útil y algo cruel. Es suficiente con observar las caras de desolación que se les pone.
Esta misma reacción anímica es la que suelen provocar los famosos castigos colectivos que no distinguen entre culpables e inocentes: la mayoría (¡pero no todos!) se han portado mal o no han trabajado lo suficiente o se han olvidado el material en casa. Qué injusto y difícil de asimilar para los que pagan el pato por sus compañeros.
Hagamos un esfuerzo por buscar alternativas, que las hay, y más efectivas.
ESCUELA DE PADRES
? TEMA DEL MES: ¿En qué invierten su tiempo?
? ETAPA: Educación infantil, primaria y secundaria.
? LA FRASE: «Un niño que no juega no es un niño feliz: deberíamos preocuparnos por los que, por una razón u otra, no lo hacen a la hora del recreo» (Óscar González).
? COMPORTAMIENTOS QUE SE DEBEN EVITAR: Hacer pagar a justos por pecadores en castigos colectivos.
Algunas claves: Tener claro que el recreo es un tiempo fundamental para la salud física y mental de niños y niñas.
? PARA SABER MÁS: «Prohibido dejar sin recreo», boletín «Familia y Salud», de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (Aepap): https://goo.gl/DKPJWE