John Steinbeck, el escritor proscrito

LA VOZ DE LA ESCUELA

Busto de John Steinbeck en Monterrey, California
Busto de John Steinbeck en Monterrey, California

Nos seguimos ocupando de escritores europeos y americanos que llevaron la literatura a un nivel de gran calidad. Ni la poesía ni, sobre todo, la novela actuales serían las mismas sin la aportación literaria de cada uno de ellos. De este modo queremos rendir un homenaje a su memoria y ayudar a que sean un poco mejor conocidos

14 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Con el escritor que hoy traemos a estas páginas ponemos el broche de oro a una generación de grandes novelistas norteamericanos que irrumpieron en el panorama literario en los años veinte del siglo pasado. El grupo fue conocido como la generación perdida, y representa perfectamente la forma de vivir y de pensar de la juventud norteamericana, desengañada de los grandes ideales tras la tragedia de la Primera Guerra Mundial. Una juventud que se entrega al jazz, al baile, al alcohol, a la vida bohemia y noctámbula. Son los felices años veinte, que se cerrarán con otro hecho histórico desgraciado: la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929. Estos escritores, como muchos jóvenes de su edad, quedaron marcados por la guerra y fueron incapaces de reintegrarse en la sociedad: unos acabaron entregándose a una vida disipada, otros al radicalismo político, otros a una vida aventurera…

EL MÁS COMPROMETIDO DEL GRUPO

Todos coincidieron, sin embargo, en su visión crítica de la guerra y de la opulenta sociedad americana. William Faulkner, John Dos Passos, Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald y John Steinbeck son los miembros más destacados de esta generación perdida.

John Steinbeck (1902-1964) comparte muchas notas de las atribuidas a este grupo en el que hay que encuadrarlo. Sus circunstancias biográficas lo llevaron por caminos menos frívolos que a muchos de sus compañeros, lo que también imprime unos rasgos distintos a su literatura y lo convierte en la principal figura del nuevo realismo social americano.

Nació en Salinas (Monterrey, California, Estados Unidos) en 1902, hijo del tesorero del condado y de la maestra, en un ambiente de granjeros ricos. Pero Steinbeck se negó a ver las cosas como las veían sus familiares. En lugar de percibir la prosperidad verde de la agricultura en una tierra ubérrima y la riqueza de sus fábricas de conserva, se obstinó en fijarse en los trabajadores agrarios, mexicanos y okies (los blancos que habían abandonado el Medio Oeste por la sequía y la depresión) y en la injusticia social sobre la que se construía la feliz riqueza de los terratenientes.

El joven Steinbeck pasó sus veranos trabajando en ranchos cercanos y más tarde con trabajadores migrantes en las granjas de remolacha de la azucarera Spreckels. En el valle agrícola de Salinas ambientó total o parcialmente varios de sus relatos. Es el caso, por ejemplo, de las novelas Tortilla Flat (1935) y De ratones y hombres (1937) y del libro de cuentos El poni rojo (1933), escritos, más o menos, en la misma época, su primera etapa, en la que dio a la imprenta Los crisantemos, una obra maestra de la narrativa breve. Allí se enteró de los aspectos más duros de la vida de los inmigrantes y el lado más oscuro de la naturaleza humana, que le proporcionó material para escribir algunas de sus mejores obras, como las citadas y ?Las uvas de la ira (1939). Mostró siempre un gran interés por la naturaleza, por explorar y conocer la flora y los cultivos que se trabajaban en su tierra, y tuvo siempre una gran sensibilidad naturalista y ecológica.

Estudió en la Universidad de Stanford, pero desde muy temprano tuvo que trabajar duramente como albañil, jornalero rural, agrimensor o empleado de tienda, y no llegó a graduarse. En los años treinta describió la pobreza que acompañó a la Depresión económica y tuvo su primer reconocimiento crítico con la novela Tortilla Flat (1935), por la que recibió la Medalla de Oro literaria concedida por el Commonwealth Club of California a la mejor novela escrita por un californiano. Con este compendio de historias humorísticas, Steinbeck obtuvo cierto éxito. Retrata las aventuras de un grupo de jóvenes sin ocupación y generalmente sin hogar en Monterrey después de la Primera Guerra Mundial. El punto de coincidencia entre ellos es el rechazo de casi todas las costumbres de la sociedad estadounidense, y el modelo que recuerdan, paródicamente, es el de los caballeros de la mítica Tabla Redonda.

ESTILO, LENGUAJE Y TEMÁTICA

Su estilo, heredero del naturalismo y con un lenguaje sencillo y directo, próximo al periodismo, logra configurar argumentos que contienen una gran carga emotiva, y que encierran muchos simbolismos que hacen referencia a la realidad que se está viviendo en esos momentos en su país. De ratones y hombres (1937), Las uvas de la ira (1939) y Al este del Edén (1952) son sus otras grandes novelas, que responden, también, a estos parámetros. Lenguaje directo, rico y adecuado, capaz de lograr retratos casi fotográficos, como este que hace de Elisa, la protagonista de un excelente cuento titulado Los crisantemos, ejemplo de ese estilo guiado por la precisión y la plasticidad propias del realismo que practicó Steinbeck: «Tenía treinta y cinco años, el rostro enjuto y fuerte y los ojos claros como el agua. El atuendo de jardinera parecía ocultar y engrosar su figura: sombrero negro de hombre encasquetado casi hasta las cejas, zapatones, un vestido estampado que apenas se veía debajo del delantal de pana grande con cuatro bolsillos grandes para las tijeras, el desplantador y raspador, los esquejes y el cuchillo con que trabajaba. Se protegía las manos con gruesos guantes de cuero».

La prosa de Steinbeck tiene un fuerte componente alegórico y espiritual, y se sustenta en la piedad e interés del autor por los desfavorecidos de todo tipo, por lo que una parte de la crítica lo ha acusado de excesivo sentimentalismo e incluso de cierto ejercicio didáctico más o menos velado en algunos de sus personajes, sobre todo en las mujeres. Su estilo podría asociarse con el realismo naturalista europeo, fundamentado en la base filosófica del determinismo histórico.

Sus grandes obras

Las uvas de la ira surgió de los artículos periodísticos que Steinbeck había escrito sobre las nuevas oleadas de trabajadores que llegaban a California, y desató grandes polémicas en el plano político y en la crítica, ya que fue acusado de socialista y perturbador social. El argumento de esta novela narra la migración de familias de Texas y Oklahoma que huían de la sequía y la miseria en busca de la californiana tierra prometida. Está considerada su obra más lograda. En 1940, recibió el Premio Pulitzer, pero su éxito no estuvo libre de controversia: las ideas políticas de Steinbeck, crítico con el capitalismo y a favor de las reformas llevadas a cabo por Franklin D. Roosevelt para favorecer a la clase trabajadora, le acarrearon la condena del sector conservador, sobre todo en su propio estado. La Junta de Supervisores del Condado de Kern prohibió el libro en las escuelas y bibliotecas públicas financiadas por el condado en agosto de 1939. Esta prohibición duró hasta enero de 1941. La novela se adaptó como película dirigida de manera genial por John Ford y protagonizada por Henry Fonda.

Del rechazo al reconocimiento

Es curioso que, siendo un gran escritor, como se le reconoció mundialmente con el Premio Nobel de Literatura, Steinbeck nunca cayera simpático a una buena parte de sus conciudadanos, y la publicación de Las uvas de la ira lo convirtió en un proscrito social. «Los insultos de los terratenientes y los banqueros son bastante graves y empieza a asustarme el poder de todo esto», escribió en aquel momento. «La histeria sobre el libro sigue creciendo», dirá más adelante.

Nadie aceptaba alquilarle una oficina, nadie lo saludaba y en la oficina de racionamiento lo maltrataban cuando intentaba conseguir combustible y leña. Según su hijo mayor, la vida de Steinbeck llegó a estar en peligro. La gente consideraba que el novelista había traicionado a su pueblo y a su clase social y se organizaron varios actos en los que se quemaron públicamente sus libros. Pero la opinión de la gente hoy ha cambiado y de villano pasó a héroe, hasta el punto de que el edificio victoriano en el que nació el escritor hoy es el National Steinbeck Center, la mayor atracción turística de Salinas. El caso es que las familias que alimentaban hogueras con ejemplares de Las uvas de la ira acabaron donando 13,5 millones de dólares (15,5 millones de euros) para la construcción de este museo dedicado a la memoria del escritor, que atrae a 100.000 visitantes al año desde su inauguración, en 1998. «A los hijos y los nietos de los terratenientes sobre los que escribió Steinbeck les ha costado bastante tiempo valorar la herencia del escritor», dijo Kim Greer, directora del centro. «El valle tiene el mismo aspecto que cuando él vivía, aún importamos la mano de obra y los inmigrantes siguen en lo más bajo de la escala social; la diferencia es que sus hijos pueden estudiar y abandonar el campo», comentó la citada directora en una entrevista a un periódico español.

En esa misma línea de desencuentros con su gente había que inscribir la reacción negativa de la crítica norteamericana cuando le fue concedido el Premio Nobel de Literatura, en 1962. No valoraron suficientemente sus obras ni su trascendencia. Esto chocaba con el entusiasmo que suscitó el premio entre los trabajadores que habían sufrido la gran depresión. Por eso la derecha llegó a acusarlo de filocomunista y la prensa más reaccionaria se negaba a reconocer sus méritos literarios. Sin embargo, al final de su vida, por apoyar al presidente Lyndon Johnson y ser partidario de la guerra de Vietnam, su aura izquierdista bajó muchos enteros ante los progresistas de los años sesenta.

DESDÉN AYER, ÉXITO HOY

Pero el desdén de los grandes críticos de aquel momento contrasta hoy con el éxito popular de Steinbeck, casi 60 años después de recibir el Nobel y después de que, tras su muerte, se le diera por casi olvidado. Los jóvenes son la clave del actual tirón. «Cuando tratamos con universitarios, y hay muchos, necesitamos proporcionarles textos que sean capaces de leer completos y con los que puedan conectar. Steinbeck funciona de maravilla. Tiende a la izquierda, como la mayoría de los estudiantes, resulta accesible al dramatizar los problemas sociales y no escatima en recursos sentimentales», según Laura Browder, profesora en la Virginia Commonwealth University y directora de un curso sobre redacción creativa.

A pesar de esta incomprensión que sufrieron su obra y su propia persona entre los lectores americanos, Steinbeck dejó dispuesto que, al morir, sus cenizas fuesen depositadas en el cementerio de Monterrey, aunque él murió en Nueva York, un 20 de diciembre de 1968. 

Otra novela de Steinbeck que tuvo un gran éxito fue La perla (1948). Esta pequeña obra maestra está contada como una bella historia en la que se ejemplifica, a la manera de los mitos o tragedias clásicas, la imposibilidad de vencer el fatum, el destino adverso que el ser humano no es capaz de esquivar por mucho que se esfuerce en hacerlo. El relato cuenta la desventura de un humilde pescador, Kino, y su familia, y pone de manifiesto cómo la hermosa perla que encuentran viene a trastocar su existencia y los aboca a un destino fatal. La obra contiene una amarga crítica a la codicia y la rapacidad, conductas que llevan a la destrucción. Aquí están todos los ecos míticos del engaño y fatalismo que encierra lo seductoramente bello. Asimismo, la venganza de la naturaleza ante el expolio del que es objeto. Y en ella, como en las demás obras, aparece lo que es típico de la narrativa de John Steinbeck: la crítica de las injusticias sociales. Hay en ella también lirismo y violencia, ternura y crueldad, sensaciones contradictorias que hacen que su lectura nos sumerja en un constante ajetreo sentimental.

El último gran libro de Steinbeck es Viajes con Charley (1962), en donde cuenta el largo recorrido que, a comienzos de los años sesenta del pasado siglo, hizo por Estados Unidos en una caravana con la única compañía de su perro, un caniche francés que se llama Charley, que es el coprotagonista del libro. En este largo trayecto el perro se nos presenta como una persona dotada de inteligencia, con sentimientos y deseos propios. Recorrió unos 16.000 kilómetros y atravesó 34 estados en una caravana preparada a los efectos, a la que llama Rocinante, como el caballo de don Quijote. Un libro maravilloso, mucho más que un libro de viajes, que se devora sin tregua y cuya lectura proporciona gran placer. Destacan las agudas interpretaciones que hace de su país, Estados Unidos, tan grande y tan variado, de sus gentes y de sus costumbres; las reflexiones filosóficas, sociales y políticas y los recuerdos que le van suscitando las distintas vicisitudes que va viviendo.

Por el componente temático de sus novelas (el interés por las experiencias de las poblaciones de inmigrantes y los problemas de la clase obrera) y por su postura socialista o redentora, muchos críticos le han adjudicado la etiqueta de novelista proletario. Por ejemplo, Las uvas de la ira ha sido catalogada como la novela más revulsiva de los años treinta, pues provocó la reacción fervorosa y humanista de un amplio público opuesto a las clases conservadoras. Las ideas socialistas de Steinbeck estaban no obstante más relacionadas con la emancipación reformista evangélica del siglo XIX que con la literatura marxista; de ahí que su prosa, a pesar de sus mensajes humanistas, no pueda ser identificada con el realismo socialista que ya asomaba en esa época.

LITERATURA CINEMATOGRÁFICA

Quizá por esa precisión descriptiva de Steinbeck, sus novelas resultaron muy atractivas para el cine y muchas de ellas sirvieron para excelentes películas. Además de Las uvas de la ira, llevada al cine en 1940, Tortilla Flat (traducida en español por La vida es así) fue dirigida por Víctor Fleming en 1942 y protagonizada por Spencer Tracy, Hedy Lamarr y John Garfield. Y en lugar destacado están: La perla, dirigida en 1947 por Emilio Fernández y protagonizada por Pedro Armendáriz y María Elena Marqués; Al este del Edén, llevada al cine en 1955 por Elia Kazan y protagonizada por el malogrado James Dean; De ratones y de hombres, dirigida en 1992 por Gary Sinise y protagonizada por John Malkovich y Gary Sinise. Además escribió guiones para la industria de Hollywood, entre los que se cuenta el de la gran película ¡Viva Zapata!, dirigida por Elia Kazan ?y protagonizada por Marlon Brando y Anthony Quinn.