Gigantes de lava

Patricia Barciela

LA VOZ DE LA ESCUELA

El monte Agung, en Karangasem, en la isla Indonesia de Bali. Miles de turistas tuvieron que ser evacuados el pasado noviembre
El monte Agung, en Karangasem, en la isla Indonesia de Bali. Miles de turistas tuvieron que ser evacuados el pasado noviembre Donal Husni

Al quedar taponada la salida de un volcán, las fuerzas que empujan el magma siguen actuando, de modo que pueden acumularse grandes presiones durante décadas o incluso siglos

13 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Indonesia siempre ha estado marcada por una actividad volcánica extrema, con erupciones que han influido de forma más que notable no solo en su entorno, sino en todo el planeta. Ahora, la erupción del monte Agung recuerda a los habitantes de Bali la devastadora actividad del volcán en 1963, con más de 1.500 víctimas mortales y más de 75.000 personas evacuadas. Desde su erupción en marzo de 1953 mantuvo su actividad durante casi un año.

Los volcanes tienen su origen en gigantescas cámaras de roca fundida a la que se llama magma. Cuando este magma encuentra una fisura en la corteza terrestre, se abre camino hasta la superficie, y lo que resulta es una erupción volcánica. El magma se encuentra sometido a enormes presiones dentro del volcán. Pero como es más ligero que la roca, se abre paso a través de las grietas más pequeñas. Al ascender, los gases disueltos en él se expanden con tanta fuerza que acaban por abrir un agujero en la corteza. El gas sale proyectado hacia la atmósfera, arrastrando polvo y cenizas, mientras el magma se desborda sobre el terreno en forma de lava.

En algunas ocasiones, el magma fluye sin violencia en forma de lava, que se desliza por cualquier pendiente solidificándose con rapidez. Pero otras veces el flujo de magma queda bloqueado, por lo que se produce una situación muy diferente. Al taponarse su salida, las fuerzas que lo empujan hacia arriba siguen actuando, acumulándose grandes presiones durante décadas o hasta siglos. En la superficie pueden apreciarse pequeños cambios en el nivel del suelo o escapes de gas. Pero en general no se aprecia ninguna señal de lo que va a ocurrir. Y cuando finalmente se produce la erupción, las consecuencias suelen ser devastadoras. Uno de estos períodos de silencio amenazador fue el único anuncio de una de las mayores erupciones de la historia moderna. En 1883, la isla indonesia de Krakatoa estalló, produciendo una gigantesca explosión que se oyó a más de 160 kilómetros de distancia. El volcán acabó desmoronándose, provocando una ola gigantesca. La traca final fue una explosión como nunca se recuerda. Las consecuencias, 36.000 muertos y una isla de la que solo queda un gigantesco cráter inundado.

 A los pies de un volcán

Las grandes civilizaciones del Mediterráneo vivieron al pie de los volcanes. De hecho, el dios del fuego da su nombre a la isla de Vulcano, al norte de Sicilia. Cuando antiguamente los navegantes viajaban de uno a otro puerto mediterráneo, solían ver la luz especial de estas montañas de fuego. A poca distancia de Vulcano se encuentra otra isla volcánica, Estrómboli, y más al sur, en la propia Sicilia, se alza el gigantesco Etna. El Vesubio destaca en la bahía de Nápoles, y más al este, en el mar de Creta, los restos de poblaciones como Tera indican el lugar donde se produjo una de las mayores explosiones volcánicas del Mediterráneo.

Para estos pueblos antiguos, las erupciones no solo representaban un peligro físico, sino que también tenían un significado sobrenatural, ya que consideraban que tras estas magníficas manifestaciones se encontraban los dioses.

Los agricultores han sabido desde antiguo que la tierra volcánica era muy fértil. Por eso proliferaron los asentamientos humanos en las faldas de los volcanes, un riesgo que con frecuencia se ha pagado muy caro. En el año 79, Pompeya y Herculano quedaron sepultadas por las cenizas del Vesubio, y en 1902, un diluvio de cenizas y gas tóxico destruyó la ciudad de Saint Pierre, en la Martinica. Un caso más atípico fue el de la aldea mexicana de San Juan Parangaricutiro, que fue enterrada bajo la lava poco a poco.

Otros nombres propios 

La tremenda erupción que tuvo lugar en 1980 en el monte Santa Helena, en Estados Unidos, es el caso mejor documentado en la historia de los volcanes. En marzo, una serie de movimientos sísmicos provocaron la alarma. La explosión se produjo en mayo: 4 kilómetros cúbicos de montaña salieron disparados por los aires, cuya altura (2.549 metros) quedó reducida en 400 metros. No quedó nada de vegetación para alimentar a los animales, y los ríos se llenaron de cenizas y escombros, causando la muerte de todos sus seres vivos. Después de varios meses, y a pesar del alto grado de destrucción, la vida comenzó a repoblar la toda la zona.