Música para extraterrestres curiosos

> Marcos Pérez Maldonado

LA VOZ DE LA ESCUELA

El mensaje fue enviado desde esta antena de 32 m de diámetro situada en Noruega
El mensaje fue enviado desde esta antena de 32 m de diámetro situada en Noruega EISCAT

Científicos y músicos envían un mensaje a un planeta que orbita alrededor de una estrella próxima

29 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Científicos de la oenegé Messaging Extraterrestrial Intelligence (METI), el Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña (IEEC) y el festival barcelonés de música avanzada y arte multimedia Sónar han enviado un mensaje en dirección a una estrella cercana que alberga, al menos, un planeta similar a la Tierra. La estrella, denominada GJ273, es una enana roja situada en la constelación de Canis Minor, a poco más de 12 años luz de la Tierra. Uno de los dos planetas que orbitan a su alrededor tiene tres veces la masa de nuestra Tierra y se encuentra en el límite de la zona de habitabilidad de la estrella. Ello implica que podría tener agua líquida en la superficie, aunque por el momento se desconoce si esta sustancia está presente o incluso si el planeta tiene atmósfera. GJ273 es una estrella demasiado débil para apreciarse a simple vista, pero bastarían unos prismáticos para localizarla no muy lejos de Procyon, la estrella más brillante de su constelación. El planeta, por ahora, no ha podido fotografiarse.

Los artistas participantes en el proyecto Sónar Calling GJ273b (www.sonarcalling.com) aportan 33 piezas musicales de 10 segundos de duración que posteriormente se han digitalizado de forma que puedan retransmitirse utilizando la antena de un radar astronómico situado en Tromsø, en el norte de Noruega. Los temas musicales van precedidos de diversa información que, a modo de tutoriales en código binario, deberían permitir a una inteligencia extraterrestre deducir tanto el origen no natural de la señal como el contenido de la misma. Otra cosa distinta es que cuando llegue a su destino dentro de 12 años allí haya alguien capaz de detectarlo y, si es el caso, descifrarlo. La respuesta, en cualquier caso, no llegaría antes del 2030.

La idea de enviar un mensaje a hipotéticas civilizaciones extraterrestres no es nueva, y tiene su origen en la iniciativa soviética de retransmitir en código morse la palabra mir (‘paz’) en dirección a Venus en noviembre de 1962. Las sondas Voyager, que ahora navegan por los confines del sistema solar, también portan discos con información (y sonidos) diseñados para iniciar una conversación interplanetaria. Y en 1974 comenzó su viaje desde el radiotelescopio de Arecibo una elaborada retransmisión que tiene como destinatarios hipotéticos habitantes del cúmulo globular de Hércules, a 25.000 años luz de la Tierra. El mensaje de Arecibo despertó en su día un intenso debate, dado que suponía desvelar nuestra existencia y ubicación a hipotéticas civilizaciones cuyas intenciones, a poco que se parecieran a las nuestras, podrían resultar poco amistosas. Por suerte, los cúmulos globulares no son lugares especialmente propicios para la existencia de planetas habitables, y la distancia a la que se encuentra este nos da un margen de al menos 50.000 años hasta que llegue una respuesta, y mucho más para esperar una visita.

Como era de esperar, el proyecto Sónar Calling GJ273b también ha despertado algunos recelos. Por una parte el planeta al que va destinado el mensaje se encuentra muy cerca, al menos en términos astronómicos. Por otra, quizá el conjunto de la humanidad (o, por qué no, el conjunto de la vida en la Tierra) debería decidir si desea presentarse a sus hipotéticos vecinos o prefiere mantener el discreto anonimato que nos ha caracterizado a lo largo de los últimos 3.500 millones de años. Es cierto que desde hace medio siglo nuestras emisiones de radio y televisión se propagan hacia el exterior en todas direcciones, proyectando una imagen bastante confusa y contradictoria de nuestra naturaleza. Pero se trata de señales débiles que bien podrían pasar desapercibidas en la maraña de radiación de origen natural que llena el espacio, entre la cual ni siquiera nosotros, buscando activamente, hemos encontrado rastro de civilizaciones extraterrestres.

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Un mensaje con sentido universal

Los científicos que participan en esta iniciativa han recurrido a conceptos matemáticos básicos para establecer un lenguaje con el que comunicarnos con extraterrestres. Si fueras tú el que tuvieras que enviar un mensaje, ¿qué recursos utilizarías? ¿Dibujos? ¿Palabras? ¿Sonidos? Piensa en todas las dificultades de estos tipos de comunicación y trata de refinarlos un poco. Por ejemplo, ¿y si los extraterrestres no tienen ojos?, ¿y si son incapaces de captar sonidos?, ¿y si tienen vidas tan largas que no son sensibles a los intervalos cortos de tiempo?, ¿y si no tienen curiosidad?

¿Es buena la privacidad?

El debate sobre los riesgos de revelar detalles de nuestra existencia a los hipotéticos vecinos de la galaxia puede llevaros a otro tanto o más interesante sobre nuestra propia privacidad. Hasta hace muy pocos años solo las personas que llegaban a alcanzar una cierta notoriedad perdían el privilegio de su anonimato. Hoy, por contra, desde muy jóvenes vamos dejando un rastro de experiencias, imágenes y opiniones en las redes sociales y multitud de bases de datos. Por ello, en cualquier momento aspectos muy privados de nuestra vida pueden convertirse en objeto de escrutinio público.

Organizad un debate en clase para al menos establecer los inconvenientes y ventajas de esta nueva forma de transparencia en la que estamos inmersos. ¿Somos mejores personas si no podemos ocultar nada? ¿Perdemos algo esencial si no tenemos privacidad? ¿Tiene sentido aplicar esta discusión a nuestra relación con supuestos extraterrestres?