Los mejores libros del mundo según Cervantes

> Carlos Ocampo

LA VOZ DE LA ESCUELA

En el capítulo VI del «Quijote», el cura y el barbero de su pueblo examinan la biblioteca del hidalgo
En el capítulo VI del «Quijote», el cura y el barbero de su pueblo examinan la biblioteca del hidalgo MARCOS CREO

La valoración de las obras que hicieron enloquecer a don Quijote, según el escrutinio del cura y el barbero

01 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Remató el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, y no lo hizo con los fuegos de artificio que merecería el más grande escritor que dieron los siglos, así que, a nuestro parecer, no es ningún desatino que en La Voz de la Escuela sigamos dedicándole al padre de don Quijote y Sancho Panza renovada atención, como prometemos seguir haciendo más allá de este recuerdo de hoy.

Arrancamos con la última noticia que sobre el creador de la novela moderna pudimos leer en La Voz de Galicia, el día de Nochebuena del pasado año: la exposición sobre Cervantes en la Fundación Biblioteca de la Casa Consulado que se clausuró ayer mismo. Reunía esta exposición la primera edición ilustrada del Quijote, que se publicó en holandés, y otros valiosos ejemplares iluminados por Dalí, Doré o Mingote. Pero la muestra no se limita a solo a nuestro autor, sino a otras obras de sus coetáneos, no tan grandes como don Miguel quizá, pero sí igual de celebrados, como Lope de Vega, Góngora y el acedo Quevedo, de quien se muestra un manuscrito autógrafo. Y tenía una sección dedicada a los libros que se salvaron del escrutinio y quema que el cura y el barbero hicieron en la biblioteca de don Quijote.

TODAVÍA DORMÍA

«El cual todavía dormía», comienza el sexto capítulo. Se recuperaba de la paliza que le habían propinado los mercaderes toledanos y sus mozos el recién armado caballero andante cuando el licenciado Pero Pérez y maese Nicolás (el cura y el barbero de ese lugar de La Mancha en que arrancaron las aventuras del ingenioso hidalgo) entraron en la biblioteca del hidalgo acompañados de la sobrina y el ama de don Quijote para quemar los libros que lo hicieron enloquecer. Pretendían estas darlos a las llamas todos de inmediato, pero aquellos prefirieron ir mirando uno por uno los títulos por si alguno no mereciese el «castigo de fuego».

Y el primero que tomó el barbero fue Los cuatro libros del Amadís de Gaula, que fue «el primero libro de caballerías que se imprimió en España». Como era tenido en sus tiempos por el «mejor de todos los libros de este género», fue indultado, no así las muchas imitaciones que le siguieron ni, en especial, las traducciones, de las que Cervantes era poco partidario. Salvaron cura y barbero el Palmerín de Inglaterra y, con reservas, Don Belianís y sus continuaciones, así como el «mejor libro del mundo», la Historia del famoso caballero Tirante el Blanco.

VEROSIMILITUD

¿Y cuál es el motivo de que la mayor parte de estos libros de caballerías acaben consumidos por las llamas? Algunos por estar escritos sin gracia, sin estilo, pero la mayoría por disparatados y arrogantes, que es como define Cervantes el Jardín de flores, que compara con Don Olivante de Laura (del mismo autor) sin atreverse a decir «cuál de los dos libros es más verdadero o, por decir mejor, menos mentiroso». Y es que las novelas de caballerías pecaban de inverosímiles con sus excesos de fantasía y hasta situaciones imposibles provocadas por malvados encantadores. El no caer en estos excesos salva a Tirante el Blanco del fuego, ya que en él «comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas».

Precisamente, uno de los méritos del Quijote, una de las razones que lo convierten en la primera novela moderna, es el esfuerzo de Cervantes por dotarlo de verosimilitud de cabo a rabo, es decir, para hacerlo creíble pese a lo disparatado de las aventuras que corre su protagonista.

Este «donoso y grande escrutinio» de la librería de don Quijote sirve a Cervantes para ejercer la crítica literaria, algo que repetirá en distintos momentos de su novela, y de los libros de caballerías pasa a otro de los géneros más apreciados en su época, la novela pastoril, de la que salva La Diana de Jorge de Montemayor y otros, entre los que incluye La Galatea, del propio autor, con la promesa, incumplida, de escribir una segunda parte. También salvan el licenciado Pero Pérez y maese Nicolás de la hoguera algunos poemas épicos contemporáneos.

La ingeniosa locura, explicada

«El conocimiento de la medicina que tenía el autor» es uno de los asuntos que recoge la exposición de la Fundación Biblioteca de la Casa Consulado. Unos conocimientos que Cervantes aplicó para trazar la psicología de su personaje. Sería erróneo pensar que la causa última de la locura de don Quijote fueron los libros de caballerías en sí mismos, con esas ininteligibles razones que ni el mismísimo Aristóteles, aunque «resucitara solo para ello», hubiera sido capaz de comprender: «La razón de la sinrazón que a mi sinrazón se hace de tal manera mi sinrazón enflaquece que con razón me quejo de la vuestra fermosura», copia Cervantes de Feliciano da Silva, autor de una segunda Celestina y de varias continuaciones del Amadís que fueron muy populares.

Lo que enfermó al hidalgo que aún no sabemos si se llamaba Quijada, Quesada o Quijana fue que «se enfrascó tanto en la lectura que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio», es decir, sin dormir. Pero ¿por qué, «del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio»? Esto tiene una explicación médica que los coetáneos entendían con facilidad.

Dice Cervantes que don Quijote es de temperamento colérico y, según la fisiología clásica (Aristóteles, Galeno, Hipócrates), lo que quiere decir es que en él predomina con mucho peso la sangre sobre los otros tres humores (atrabilis, bilis y flema) que constituyen el cuerpo humano -estos humores, que son segregados cada uno por un órgano (corazón, bazo, hígado y cerebro), se relacionan además cada uno con uno de los elementos universales: fuego, tierra, aire y agua, respectivamente, que tienen sendas cualidades esenciales: la sangre es caliente, mientras que la atrabilis es fría, la bilis seca y el agua húmeda-.

Uno de los rasgos del colérico es el ser sabios, sutiles e ingeniosos. Y ¡ojo a este dato!: el título original es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Así pues, el impenitente lector es, según Cervantes, un colérico de subido ingenio, como corresponde a un temperamento seco y caliente.

POR ESO VEÍA GIGANTES Y NO MOLINOS

Juan Huarte de San Juan, patrón de los psicólogos, dice en Examen de ingenios (1575) de los hombres «de muy subido ingenio» que es raro que no sean algo maniáticos. Y define manía como «destemplanza caliente y seca del cerebro». He aquí cómo enloqueció el hidalgo: por un desequilibrio de los humores, pues a su temperamento sanguíneo (predominio de lo caliente, la sangre) se suma el pasar noches enteras sin dormir, lo que provoca una aguda falta de agua (que se repone con el sueño) que le «secó el cerebro» y dañó su facultad imaginativa.

Con esta facultad, la imaginativa, encargada de interpretar las imágenes que reciben los sentidos, lesionada, se entiende, en su época, como algo natural que don Quijote tuviera una percepción adulterada de la realidad y que viera gigantes donde hay molinos.

REFERENCIAS

  • La base de esta exposición, no sería justo ocultarlo, es el artículo de Juan Bautista Avalle-Arce «Locura e ingenio en don Quijote», que leímos en la Historia y crítica de la literatura española, colección dirigida por Francisco Rico, en el segundo tomo: «Siglos de Oro: Renacimiento», coordinado por Francisco López Estrada.
  • Noticia «Los libros salvados de la hoguera en el “Quijote”, expuestos en A Coruña»: http://bit.ly/2hJyftr
  • La exposición en la web de la Fundación Biblioteca de la Casa Consulado: http://www.bibliotecaconsulado.es/Actividades/