Ante la temible cuesta de enero

> Moncho Núñez Centella

LA VOZ DE LA ESCUELA

«Sísifo», óleo sobre lienzo de Tiziano (1549). Museo del Prado
«Sísifo», óleo sobre lienzo de Tiziano (1549). Museo del Prado Pintura

El mito de Sísifo, metáfora del castigo a reducir la vida al trabajo

11 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

ntiguamente era famosa la cuesta de enero. Recibía ese nombre un tiempo difícil, singularizado por los esfuerzos económicos de las familias para llegar al final de ese mes, una vez trascurridos los fervores de gasto navideños, muchas veces también agravados por alguna compra extra como respuesta al reclamo de las rebajas. Tanto era así la cosa que incluso contaba con su dicho popular: en la cuesta de enero sin dinero me quedo. Para mayor inri, sucede que algunos precios escogen precisamente las fechas del año nuevo para actualizarse, y por ejemplo parece que ahora les ha tocado, entre otros, a los alcoholes destilados y las bebidas azucaradas. Que uno sepa, porque ya nadie fuma. Aquellos tres son en esencia los tradicionales motivos de la temible e históricamente famosa cuesta de enero. Pero el caso es que ahora son muchos los que piensan que toda esa singularidad estacional es cosa del pasado, y que por mor de la crisis, la globalidad y la política (o la ausencia de ella), esa cuesta se repite todos los meses del año.

Ese es el motivo de haber traído aquí la imagen del primero astuto y luego sufrido Sísifo, hijo de Eolo, mitológico fundador y rey de Corinto, que fue temible por sus crueldades, robos y fechorías, y luego condenado por delatar los amores de Zeus con la hermosa ninfa Egina. La condena lo obligó a cargar con una piedra enorme desde la base de una empinada colina hasta su cima. Pero la tragedia de Sísifo continuaba, ya que al llegar arriba, el pedrusco comenzaba a caer rodando por la ladera hasta el pie de la montaña, y tenía que volver a subirlo. Así lo cuenta la Odisea. Una y otra vez. Toda la eternidad. Tremendo castigo. El humanista Albert Camus lo vio como metáfora del esfuerzo, y de lo penoso que supone estar obligado a vivir para trabajar, y dice así en su ensayo El mito de Sísifo: «El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en que se hace consciente.»

 Lo que Sísifo no sabía era que estaba luchando contra un principio básico de la física. Un antiguo profesor hubiera disfrutado al explicar que arriba hay más energía potencial, y que las piedras caen espontáneamente por la cuesta si no tienen obstáculo para ello. Van tomando velocidad en la caída, y perdiendo energía, que se transforma en calor, en los continuos choques y rozamientos hasta que llegan abajo, a un equilibrio estable, el de mínima energía potencial. Las piedras nunca caen para arriba. Todo esto es bastante conocido, como el que fue Galileo el primero en estudiar cuantitativamente la caída de los cuerpos, y descubrió que ese movimiento era acelerado. Que se lo digan a los esquiadores expertos, que en el descenso llegan a superar los 100 km/h. No sabemos a qué velocidad bajaría Sísifo, pero seguro que lo hacía mas lentamente que la piedra. Esa bajada sería siempre lo peor, la frustración, su reflexión sobre el esfuerzo inútil. Realmente, ¿por qué bajar?

A partir de los mitos clásicos hemos construido metáforas, y también hemos inventado deportes, temibles para el espectador, que permiten desahogar un cierto masoquismo sin temor a ningún psicoanálisis. Supongo que Sísifo es un modelo no solo para los actuales harrijasotzaile, sino también para los escaladores todos, que han de reconocer que nadie ha superado al mito. Él lo hubo de hacer solo y en solitario. Sin cuerdas, arnés, pies de gato, anclajes, mosquetones ni frenos. A pie desnudo y solito con su piedra. La misma piedra y la misma ladera empinada una y otra vez. Supongo que habría terminado con batmofobia. El deporte no tiene esos riesgos, porque no se trata de un castigo y el deportista puede cambiar de objetivos, de piedra, de ladera, de colina y hasta de deporte. Quienes estén subiendo la cuesta de enero sin haberlo buscado y ahora estén arrepentidos piensen que quizás pueden evitarlo, o al menos cambiar de piedra. El año que viene, si Dios quiere.

 Palabras con historia

¿Quién como tú, oh Yaveh, entre los dioses? ¿Quién como tú, majestuoso en santidad, temible en hazañas dignas de alabanza, hacedor de maravillas?

Libro del Éxodo 15, 11

La más pequeña mosca irrita al león más temible.

Cristina de Suecia (1626-1689)

Aunque pudiera hacerme temible, preferiría hacerme amable.

Michel de Montaigne (1533-1592)

Un ejército de ciervos dirigidos por un león resulta mucho más temible que un ejército de leones mandados por un ciervo.

Plutarco (45-120)

El enemigo solo empieza a ser temible cuando empieza a tener razón.

Jacinto Benavente (1866-1954)

Las enemistades silenciosas y ocultas son más temibles que las abiertas y declaradas.

Marco Tulio Cicerón (106-43 antes de Cristo)

¡Ah! ¡El amor de las mujeres! Ya se sabe que es algo encantador y temible.

Lord Byron (1788-1824)

 actividades

1. El tener miedo a las pendientes abruptas se denomina batmofobia, y esta es palabra que proviene del griego: «bathmós» (umbral, progresión, grado) y «phobía» (temor). El catálogo de fobias que pueden tener las personas es amplísimo, y se dan muchos casos en relación con animales. Por ejemplo, galeofobia, aracnofobia, equinofobia, ofidiofobia, cinofobia o musofobia. ¿Tienes tu alguna de esas?

Asigna cada una de esas palabras al miedo a:

  • los perros
  • los caballos
  • los ratones
  • las serpientes
  • las arañas
  • los tiburones

2. Para llevarle la contraria a Aristóteles, que decía que las piedras caen con velocidad uniforme y que las más pesadas lo hacen más rápido, Galileo midió experimentalmente la velocidad de caída de unas bolas por un plano inclinado. Prepara una rampa de 1,5 metros de longitud y mide el tiempo que tarda en recorrerla una esfera, estudiando las siguientes variables:

  • inclinación de la rampa
  • diámetro de la bola
  • peso de la bola

 3. Al primer zar de todas las Rusias, Iván IV Vasílievich, lo conocían como Iván Grozny, y aunque ese apodo se tradujo por el Terrible, la verdad es que el sentido de «grozny» en ruso es el de persona poderosa, dura, que inspira temor a sus enemigos. O sea que debe ser Iván el Temible. Entre los aportes a su país están las conquistas de Siberia y de Kazán, territorio famoso por sus cosacos, pues la opereta «Katiuska, la mujer rusa», los hizo célebres en un poema cómico con varias rimas temibles: «Y si fiero es en la guerra al vencer, / al volver es más terrible, / porque trae un hambre horrible / y de genio está imposible, / y su encanto es el deber». Aquí tienes una versión de la Coral Polifónica URECA, de Vigo: (goo.gl/CnoMvX). Disfrútala.

4. En la vida cotidiana se puede observar que las personas pueden considerar temibles muchas situaciones: una enfermedad, un dolor, la pobreza, el mal tiempo, un suspenso, un castigo, una ausencia, un desamor, … ¿cuáles son las situaciones o cosas más temibles para los alumnos de tu clase? Haz una clasificación según el tipo de motivo de todas ellas.