Aquí comienza un recorrido por las obras en verso más celebradas de nuestra literatura
10 oct 2012 . Actualizado a las 12:24 h.En esta sección, a lo largo de todo el curso, vamos a hacer una incursión escolar por la mejor Poesía de la literatura española. Traeremos a estas páginas poemas que figuran entre los más celebrados de las letras castellanas. Aquí te irás encontrando con esos poemas que no solo debemos conocer, sino también saber el nombre de sus autores y recordar versos y estrofas de los mismos porque han pasado ya a las páginas de oro de la literatura universal.
Para que este recorrido sea más fructífero, os propongo un sencillo método de trabajo en la clase de Lengua y literatura castellana:
1. Leemos, uno a uno, todos los poemas.
2. Escogemos el que más nos haya gustado, por la razón que sea: por su contenido, por su forma, por ambas cosas a la vez, etcétera
3. Lo copiamos en el cuaderno de Lengua.
4. Analizamos la rima del poema (asonante, consonante o libre).
6. Explicamos cuál es el tema principal o el contenido del poema
5. Analizamos la medida de los versos y las figuras literarias que conozcas.
7. Leemos el poema varias veces hasta aprenderlo. Después, siguiendo las indicaciones del profesor/a lo recitamos en clase.
8. Recogemos información sobre los autores de estos poemas y redactamos un breve informe sobre cada uno. Se puede utilizar el libro de texto de Lengua castellana y Literatura o recurrir a Internet.
Cada oveja con su pareja
Aparte de realizar las actividades que se sugieren en la introducción de la página te damos la oportunidad de jugar a adivinar quién es el autor de cada poema y de identificar su retrato. Debajo de cada retrato debes escribir el nombre del personaje y, a continuación, el título por el que es conocido el poema seleccionado. Para que te sea más fácil tan sólo tendrás que identificar a 6 de los protagonistas, porque uno de ellos es un personaje anónimo al que identificamos con un cuadro en blanco.
Estos son los autores, sin orden ni concierto:
Lope de Vega
Luis de Góngora
Anónimo
Gustavo A. Bécquer
Jorge Manrique
Francisco de Quevedo
Gutierre de Cetina
Y estos son los títulos de los poemas seleccionados:
Coplas a la muerte de Don Rodrigo Manrique
Letrilla
Romance del prisionero
Rimas
Madrigal
Enseña Cómo Todas las Cosas Avisan de la Muerte
Soneto
Estos son los poemas
ROMANCE DEL PRISIONERO
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado
que vivo en esta prisión,
que ni se cuando es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero,
dele Dios mal galardón.
MADRIGAL
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
LETRILLA
La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice
que escucha su mal:
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Pues me disteis, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el penar,
y me cautivasteis
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,
Dejadme llorar
Orillas del mar.
En llorar conviertan
mis ojos de hoy más
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar
yéndose a la guerra
quien era mi paz.
Dejadme llorar
Orillas del mar.
No me pongáis freno
ni queráis culpar;
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar.
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar
Orillas del mar.
SONETO
Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía!»
Y ¡cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
RIMAS
Del salón en el ángulo oscuro.
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en la rama,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarla!
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!»
COPLAS A LA MUERTE DE DON RODRIGO MANRIQUE
(Las primeras coplas de un total de 40. Para Gabriel García Márquez, el mejor poema de la literatura española).
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo después de acordado
da dolor,
cómo a nuestro parescer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Y pues vemos lo presente
cómo en un punto s?es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos;
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.
Enseña cómo todas las cosas avisan de la muerte
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados;
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que amancillada
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;
vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
LA SOLUCIÓN, AQUÍ:
1. Romance del prisionero (Anónimo, siglo XV) 2. Rimas (Gustavo A. Bécquer) 3. Enseña Cómo Todas las Cosas Avisan de la Muerte (Francisco de Quevedo, 1580-1645) 4. Letrilla (Luis de Góngora, 1561-1627) 5. Soneto (Lope de Vega, 1562-1635) Madrigal (Gutierre de Cetina, 1518-1572) Coplas a la muerte de Don Rodrigo Manrique (Jorge Manrique, 1440?-1479)