Día Internacional de la Tolerancia

La Voz

LA VOZ DE LA ESCUELA

Hay niños que aprenden a ser intolerantes consigo mismos cuando todos les dicen que son inaguantables.

15 nov 2011 . Actualizado a las 17:22 h.

Si abres la cita oficial de la ONU sobre el Día Internacional de la Tolerancia 2011, te encontrarás con unos carteles que te informan, e impactan, sobre los campos principales donde la intolerancia todavía es el pan agrio de cada día: la fosa común de los muertos en Costa de Marfil después de las elecciones presidenciales, rostros de personas que tuvieron que huir de sus pueblos, refugiados saharauis en Argelia, refugiados kosovares en Macedonia, sudaneses, niños heridos en Azerbaiyán.

Pero también te encuentras, en el mensaje positivo, con carteles que luchan para que esto no vuelva a suceder: los niños de Sudáfrica no entienden de discriminación racial, una danza interactiva de niños y mayores en la sede la ONU: Somos Familia, la policía de Sudán y la Policía internacional de Paz estrechan sus manos, niños de una escuela del Bronx afianzan su amistad, la madre Teresa con los pobres y moribundos de todas las castas y religiones... Y un cuadro significativo que representa a personas de diferentes nacionalidades con el lema: «Haz a los demás como te gustaría que te hicieran a ti».

¿DÓNDE ESTAMOS?

Parece como si la intolerancia fuera algo lejano y extraño, pero no es así. Según algunos estudios, los primeros intolerantes somos nosotros con nosotros mismos. Niños, o personas mayores que nunca han sido admitidas como son. Niños entre nosotros, hoy y cerca, que aprenden a ser intolerantes consigo mismos cuando todo el mundo les dice que son inaguantables.

La visión que cada uno tiene de sí mismo depende, en gran parte, de cómo nos ven los demás. Y así, el que no es considerado buen alumno va ya de lado el resto de su vida, a no ser que sus cualidades personales, que a veces nunca se han tenido en cuenta porque no entraban en el tópico cuadro escolar, lo saquen adelante.

Y es que la visión positiva/negativa de sí mismo (VIP) no se arregla con mirarse al espejo e intentar con sucedáneos arreglar el reflejo del rostro. El VIP va por dentro y, cuando duele, no es fácil que cada niño, ni cada adulto, acepte tampoco con facilidad a los que ve distintos a sí mismo, a sus creencias, a sus ideas y sentimientos.

Está muy bien luchar por ser tolerantes con todos, pero qué difícil se hace el sentirse intolerado en clase, o en casa algunas veces.

Abramos los ojos: no hay que ir tan lejos y hablar solo de la intolerancia mundial. La cosa está más cerca, casi a tu lado, y la llevamos dentro.