La milicia investiga cómo Israel se infiltró en sus comunicaciones el mes pasado para poner a tiro a su principal comandante en Beirut
19 ago 2024 . Actualizado a las 10:53 h.Fuad Shukr trabajaba en su oficina en un segundo piso de un edificio de apartamentos en Beirut. 30 de julio. A las siete de la tarde recibió una llamada. Alguien le convenció para que subiera a su domicilio, situado cinco plantas más arriba. Shukr vivía y trabajaba en el mismo edificio desde hacía décadas. Desde que comenzó a mancharse la manos con sangre con aterradora facilidad. Jefe militar de Hezbolá, así limitaba sus salidas al exterior y evitaba rutinas que pudieran facilitar su captura o su muerte. El Mossad le consideraba un objetivo prioritario. Estados Unidos ofrecía cinco millones de dólares de recompensa por su localización.
El comandante subió a su casa. Entró. Los israelíes esperaban para realizar un ataque de precisión con un misil disparado a distancia. Todo saltó por los aires. La explosión mató a Shukr, su esposa, otras dos mujeres más y dos niños. Setenta personas resultaron heridas. La milicia chií promete desde entonces atacar Israel en venganza por el asesinato de su jefe más desconocido y letal. Solo la negociación del alto el fuego en Gaza parece haber moderado su ímpetu, pero fuentes cercanas predicen que solo es cuestión de tiempo que organice una ofensiva.
Hezbolá vive sumida en una especie de histeria por su seguridad. Israel, que tuvo grandes fallos de Inteligencia en los atentados de Hamás del 7 de octubre, se ha revelado más eficaz en la lucha cuerpo a cuerpo. En diez meses ha asesinado a cuatrocientos militantes de medio y alto rango de Hezbolá. Poco depués de acabar con la vida de Shukr, eliminó también al jefe de Hamás, Ismael Haniye, en un lugar igualmente blindado del centro de Teherán y bajo la protección de Irán. La milicia libanesa trabaja con la Guardia Revolucionaria iraní para descubrir cómo el ejército hebreo pudo infiltrarse en su red de comunicaciones, hacer la fatídica llamada y convencer a su jefe militar de que subiera a su apartamento sin despertar sus sospechas. Sí es cierto que, según medios iraníes y de Líbano, Shurk habría relajado la guardia, al menos lo suficiente para dejar un hueco abierto a un misil. Tal y como ordenó la seguridad interna del grupo cuando comenzó a disparar sobre Israel el 8 de octubre en apoyo de Hamás, todos los altos cargos se preocupaban de cambiar de móvil, «enterrarlo o encerrarlo en una caja de metal» para distraer la vigilancia electrónica. Shurk, por lo demás, había vivido con un sentimiento de seguridad elevado en su largo autoencierro en Dahye, protegido por hombres de su máxima confianza. Si bien es cierto que en los últimos veinte años el Mossad mató a algunos de sus principales amigos, ya fuera a tiros o con una bomba en la rueda de repuesto del coche, todo ello sucedió en Damasco u otras ciudades. Nunca en Beirut. Beirut era su fortín.
Hezbolá investiga también cómo el espionaje israelí vigiló el edificio y el barrio al completo de Dahye para preparar su ataque con eficacia quirúrgica. El lugar es un bastión chií, de modo que se supone que hubo colaboración interna, al igual que sucedió con Haniye en Teherán. El motivo por el que los atacantes hicieron subir a Shurk hasta su casa en la séptima planta fue para despejar el camino al proyectil. Un disparo a su oficina, en el segundo piso, resultaba mucho más complejo por los edificios del entorno.
Hezbolá no utiliza comunicaciones al uso. Todas las transmisiones están encriptadas y recurren a códigos. The Wall Street Journal, el autor de la exclusiva, informaba en su edición de hoy que el mismo día del asesinato la milicia había dado orden a sus máximos comandantes de que cambiaran de refugios. Por lo tanto, presumía que había una amenaza en el aire. Shurk habló ese día con el secretario general de Hezbolá, Hasan Nasrallah, como ambos hacían de manera rutinaria. Un jefe conversando con su principal asesor. Los dos han estado en el grupo desde su fundación Estados Unidos perseguía al comandante desde el atentado contra el cuartel de los marines en Beirut en el 1983 que mató a 241 militares. Fue la Yihan Islámica la que detonó un camión con 5.500 toneladas de TNT cerca de la base, pero Shruk orquestó el ataque. También planificó el secuestro del vuelo 847 de TWA en 1985 entre Atenas y EE.UU., ha sido el artífice de construir el arsenal de que hoy disponen los milicianos libaneses y ha ordenado y coordinado muchos de sus ataques a Israel en los últimos 35 años, incluidos los 7.000 cohetes que Hezbolá ha lanzado desde el 7 de octubre.