La destrucción de la presa de Kajovka: una demolición propia de expertos militares, precisa y letal

Miguel Pérez MADRID / COLPISA

INTERNACIONAL

El embalse del Dnipró, construido bajo el régimen de Stalin, era una fortaleza de hormigón que ha soportado misiles y cuya destrucción este martes ha necesitado un conocimiento muy exacto y grandes cantidades de explosivos

07 jun 2023 . Actualizado a las 11:10 h.

La posibilidad de volar la presa de Kajovka ya fue analizada por el Gobierno de Ucrania el pasado 20 de octubre. Ese día, el presidente Volodímir Zelenski informó que el Ejército ruso planeaba destruir el embalse para inundar la región de Jersón, entonces bajo control de Moscú, y culpar a Kiev de una acción prácticamente genocida contra su propia población. Rusia mantenía en esos momentos a duras penas el dominio de la región, con asaltos constantes de las fuerzas rivales a sus defensas, y el comandante enviado por el Kremlin, Serguéi Surovikin, había denunciado que los ucranianos planeaban atacar con misiles la represa y su central hidroeléctrica. Una excusa perfecta para que los defensores de Putin se echaran sobre el Gobierno de Kiev, según Zelenski.

Kyrylo Budanov, jefe de la Dirección de Inteligencia militar ucraniana, dijo en aquella reunión que consideraba extremadamente complicada la voladura del embalse. Su construcción data de mediados del siglo pasado y toda la ingeniería fue pensada para tiempos convulsos. Para resistir un ataque. La obra comenzó en 1947 y se remató en 1956, cuando entró en funcionamiento la central hidroeléctrica. Un proyecto colosal ideado por Josef Stalin. Debe su nombre al pueblo construido a los pies del gran muro para albergar a los trabajadores.

El dictador ruso sabía lo que hacía y la importancia de los pantanos en caso de una guerra, tanto a nivel defensivo como en calidad de objetivo militar. Stalin conocía el valor de la naturaleza como arma. En 1941 él mismo ordenó volar la presa de Dneprostroi para evitar que los nazis capturasen Zaporiyia en plena retirada del Ejército Rojo. Millones de metros cúbicos de agua se vertieron en el río Dnipró e impidieron el avance de los soldados alemanes. Al menos 20.000 personas fallecieron por la riada.

Al dictador, de hecho, se le debe una parte valiosa de la compleja estructura hidrológica de Ucrania, y también de Rusia. La Unión Soviética desarrolló durante su régimen una vasta red de canales, embalses y centrales hidroeléctricas de gran envergadura. Es lo que se bautizó como la Atlántida soviética, que dejó algunos ejemplos de la megalomanía de Stalin en casos como la presa de Rybinsk, al norte de Moscú, o la de Kremenchuck, en Ucrania. En esta república doscientos pueblos quedaron sepultados bajo las aguas y sus habitantes fueron evacuados a otras regiones junto con su ganado. La oscura sombra del estalinismo cubre de tragedia este enorme proyecto que el dictador ejecutó para facilitar el desarrollo económico de la URSS. Los historiadores creen que no menos de 150.000 personas perdieron la vida en la construcción de los embalses. Cayeron miles de obreros (la mayoría presos) agotados bajo las penosas condiciones de trabajo y numerosas familias que se negaron a dejar sus casas y acabaron ahogadas.

Hormigón y tierra prensada

Kajovka era otro ejemplo de esa grandiosidad en las infraestructuras. La presa reventada esta pasada madrugada medía 240 kilómetros de longitud y tenía una anchura máxima de 23 kilómetros, lo que en la práctica la convertía en un lago artificial. De ahí, la importancia de la catástrofe, que podría anegar ochenta poblaciones en cuestión de días.

Para soportar la presión del agua, el dique se construyó con hormigón y tierra prensada. Constituía un enorme muro de casi cuatro kilómetros de longitud y dieciséis metros de altura que ha saltado parcialmente por los aires pese a su leyenda de indestructibilidad. El Gobierno ucraniano espera lograr una reconstrucción de urgencia del dique, pero da por hecho que la central hidroeléctrica se ha perdido para siempre.

La resistencia de Kajovka es legendaria. De hecho, en los enfrentamientos para echar a los rusos de Jersón la instalación recibió el impacto de misiles ucranianos y continuó en pie. Los medios de Moscú recuerdan que el pasado noviembre el dique sufrió daños por la explosión de un cohete Himar que lanzó el Ejército de Ucrania. Y añaden que la sucesión de golpes a esta estructura habría debilitado su resistencia lo suficiente como para colapsar.

Sin embargo, esta hipótesis no cuenta con el beneplácito de los expertos ucranianos, quienes consideran que con las armas convencionales de que dispone su Ejército es imposible derribar un dique de tal envergadura. «Las armas utilizadas actualmente por los ucranianos para destruir carreteras y puentes no son suficientes», ha señalado al medio digital UP' el primer vicepresidente del Consejo Regional de Jersón, Yuriy Sobolevskyi.

El jefe del espionaje militar, Kyrylo Budanov, relataba en octubre pasado al mismo periódico que la presa «está realmente construida con acciones militares en mente: es una estructura capital con un margen de seguridad. Es muy difícil destruirla desde el exterior, Probablemente se necesiten armas nucleares tácticas para hacerlo. Pero si hay acceso a esta infraestructura, como la tienen las tropas rusas, entonces puede ser socavada desde dentro».

Esta es la clave que baraja en estos momentos el Gobierno de Zelenski. Hace unos meses el presidente advirtió que las tropas rusas habían minado las esclusas del embalse y las bases de la central eléctrica. El Estado Mayor no descarta que el causante del derribo haya sido aquel mismo minado, o una acción más reciente de militares rusos expertos en demoliciones, después de que Moscú autorizase una inundación como último recurso frente a la anunciada contraofensiva ucraniana en la región de Donetsk.

Fuentes militares afirman que ha sido necesario un conocimiento muy preciso de los puntos débiles del dique para reventarlo, además de un acceso muy amplio a las instalaciones. Porque, con los datos recabados hasta ahora, los técnicos sospechan que la voladura, al menos parcialmente, se ha podido hacer desde el interior de la estructura y no únicamente mediante un sabotaje directo en el muro exterior. «Para destruir la represa de Kakhov, se necesitan decenas de toneladas de explosivos colocados correctamente. No puedes colocarlas en algún lugar cercano porque no harán nada», advirtió Budanov en aquella reunión de octubre, donde un experto en este tipo de operaciones precisó que una detonación de seis toneladas de TNT solo lograría abrir un pequeño agujero en el muro de hormigón. Los técnicos calculan que los rusos habrían necesitado cantidades mucho más elevadas de explosivos para reventar el dique, o causar los daños suficientes para que la presión del agua terminase de reventarlo.

Mientras el Kremlin niega que la catástrofe de Kajovka haya procedido de una acción militar suya, en la mente del Gobierno de Zelenski, y también en la cúpula de la OTAN, se recuerda la experiencia previa de Stalin para frenar el avance de los nazis mediante inundaciones súbitas.

La Academia Nacional de Ciencias de Ucrania ya advirtió en su día del peligro de un colapso de la presa. Según su análisis, a continuación se produciría una «inundación artificial e incontrolada» que anegaría las dos márgenes del río, pero más especialmente la zona izquierda de Jersón al encontrarse sus casas en una cota más baja de terreno. Una radiografía perfecta de lo que ha ocurrido este martes. El agua, según otros cálculos, afectará a casi un millón de personas y secará los canales de regadío en un vasta superficie, incluido todo el sur de Jersón, los valiosos arrozales de Kalanchak e incluso Crimea. Tras un primer embate devastador en las llanuras aluviales, Jersón ya tiene el agua en sus calles.