China y Brasil impulsan su papel en el escenario internacional

María Puerto PEKÍN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Lula y la primera dama de Brasil, durante su visita en el centro tecnológico de Huawei en Shanghái.
Lula y la primera dama de Brasil, durante su visita en el centro tecnológico de Huawei en Shanghái. HANDOUT | REUTERS

Lula da Silva se reúne este viernes con Xi Jinping, pero el primer acto de su visita fue asistir en Shanghái a la toma de posesión de Dilma Rousseff como directora del Nuevo Banco de Desarrollo

13 abr 2023 . Actualizado a las 17:27 h.

Acuerdos económicos, inversiones, la utilización de la moneda china en las transacciones comerciales y también la búsqueda de soluciones para la paz en Ucrania son los temas que llenan la agenda del presidente brasileño en su visita de Estado a China.

Pero, sobre todo la visita simboliza la recuperación de relaciones entre dos países que eran muy amigos hasta la llegada a la presidencia de Brasil del populista y también anticomunista, Jair Bolsonaro. El viaje de Lula da Silva, que ha ido precedido de otras visitas importantes a Estados Unidos y Argentina, transmite el mensaje de que Brasil vuelve a ser un actor activo en las relaciones internacionales y reivindica su espacio.

Lula lo dejó claro al aterrizar en China y asegurar que Brasil «está de vuelta» y puntualizó que el regreso se produce «después de una ausencia inexplicable», en referencia a la gestión aislacionista de Bolsonaro. Para el presidente Xi Jinping, la visita es importante porque Brasil es la primera potencia económica de Latinoamérica, un continente donde trabaja para aumentar su influencia en detrimento de Estados Unidos.

Tampoco se puede olvidar que Brasil es uno de los países BRICS, junto a Rusia, China, la India y Sudáfrica. Son el grupo de economías emergentes que al final de la Guerra Fría impulsaban el crecimiento mundial. Para Pekín, son una pieza importante para reivindicar un mundo multipolar no dependiente de Washington.

Prueba de la importancia de esta unión es que Lula inició el jueves su visita desde Shanghái, donde asistió a la toma de posesión de su aliada, la expresidenta Dilma Rousseff, como directora del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD, por sus siglas en inglés) de los BRICS, creado en el 2014. En Shanghái mantuvo reuniones y visitó varias empresas como la del mayor fabricante chino de coches, BYD, o un centro de investigación de la tecnológica Huawei.

El viernes, ya en Pekín, Lula se entrevista con Xi Jinping y las otras dos altas autoridades del gigante asiático: el primer ministro, Li Qiang, y el presidente de la Asamblea Nacional Popular, Zhao Leji. Se espera que ambos mandatarios hablen de la iniciativa de paz para Ucrania y de la necesidad de buscar una salida al conflicto. Los dos países se han presentado como mediadores, aunque China no ha condenado a Rusia por invadir Ucrania y en cambio Brasil ha mostrado su rechazo, pero también ha reprobado las sanciones a Moscú. La semana pasada Lula envió a la capital rusa a su principal asesor en política exterior. El presidente brasileño, en su mandato 2007-2010 ya ejerció de mediador en los acuerdos nucleares entre Irán y EE.UU. 

Vínculos comerciales

Brasilia y China pretenden profundizar los vínculos económicos. Pekín ya es el principal socio comercial del país latinoamericano, y este recibe la mayoría de la inversión chinas dirigidas a ese continente. La mayoría de las exportaciones brasileñas (soja, carne de vacuno, hierro) tienen China como destino. La prensa china destaca el acuerdo alcanzado para permitir el uso de las monedas propias en el comercio entre los dos países, sin necesidad de pasar por el dólar estadounidense. China intenta posicionar su moneda, el yuan, como divisa convertible en competencia con el dólar, pero solo ha alcanzado acuerdos bilaterales con escasos países a los que dirige muchas inversiones.

Después de la visita de los líderes europeos —Borrell ha pospuesto su viaje por motivos de salud— China recibe a otros líderes mundiales. El cortejo a los países del sur global y las visitas de los mandatarios de otros países asiáticos, como Malasia o Singapur, demuestran el interés de Xi de posicionarse como un estadista global.