Los chiíes e Irán ganan la batalla a Estados Unidos

Mikel Ayestaran BAGDAD / COLPISA

INTERNACIONAL

La invasión de Irak abrió las puertas del poder a la mayoría chií y reforzó la influencia iraní en el país

20 mar 2023 . Actualizado a las 11:24 h.

El imán Alí, primo y yerno del profeta Mahoma; Abu Mahdi al Muhandis, comandante de las Fuerzas de Movilización Popular asesinado por Estados Unidos; Moqtada al Sadr, líder chií iraquí, y la Virgen María con Jesús en brazos, este es el orden de popularidad en uno de los puestos principales de venta de fotos en el acceso a la mezquita de Al Kadhimiya. Este santuario es el lugar más santo para los chiíes de Bagdad ya que aquí están los restos del séptimo imán, Musa al Kazem, y del noveno, Al Jawad.

«María es la mujer más santa para nosotros después de Fátima, hija de Mahoma», explica el vendedor, un joven rodeado de imágenes de figuras religiosas y políticas. En el imaginario chií política y fe van de la mano y en las calles de Bagdad, donde antes era omnipresente la figura de Sadam Huseín, ahora son los Al Sadr quienes actúan como un triple Gran Hermano que controla todo el movimiento.

Moqtada, su padre Mohamed y su tío Mohamed Baqr, asesinado en 1980, forman el tridente chií que llena el vacío del exdictador. El 60 por ciento de los iraquíes sigue el chiismo duodecimano, el mismo que rige en Irán, frente al 30 por ciento suní, secta a la que pertenecía Sadam y que controló el país durante décadas. La caída del antiguo régimen abrió las puertas del poder a los partidos chiíes y reforzó la presencia iraní en Bagdad, en parte porque durante los años de la dictadura la oposición a Sadam encontró refugio en Teherán.

Veinte años después de la invasión de Estados Unidos «los partidos chiíes son los grandes vencedores de esta guerra porque son quienes ganan las elecciones y tienen el poder. A nivel internacional es Irán el vencedor frente a unos Estados Unidos que están de retirada. La república islámica tiene enorme influencia política y económica», opina Abdul Jabar, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Al Mustansiriya.

Desde la terraza de la casa del profesor se divisan las cúpulas doradas del santuario de Al Kadhimiya. Adora la ciencia política porque «es la herramienta para detectar enfermedades en un Gobierno y el de Irak está muy enfermo debido a la distribución por sectas, esta es una regla que si no cambia terminará destruyendo el Estado». Se trata de una regla no escrita en la Constitución, pero que se emplea de facto por la que el primer ministro debe ser chií, el jefe del Parlamento suní y el presidente del país, un cargo simbólico, kurdo.

En opinión de este experto los políticos en el poder «se han convertido en una especie de oligarcas y lo que priorizan son sus intereses, no los de la gente». La esperanza del profesor Jabar son sus alumnos y «los jóvenes en general porque tienen la mente más abierta y no aceptan el sectarismo». Una muestra de este cambio fueron las manifestaciones que estallaron en el 2019 y la escasa participación en los comicios del 2021.

El poder de Al Sadr

Además del ascenso al poder, los chiíes de Irak también han ganado en estos veinte años la libertad para realizar procesiones multitudinarias a ciudades santas como Nayaf, Kerbala, Samarra o al santuario de Al Kadhimiya. Estos movimientos estaban restringidos durante la dictadura por el temor a revueltas. Durante los primeros años de la invasión estas peregrinaciones fueron de alto riesgo por culpa de la amenaza de Al Qaida y en el 2005 en Al Kadhimiya más de mil fieles murieron tras una estampida provocada por el lanzamiento de morteros cuando cruzaban el puente para conmemorar el día de la muerte del Imán.

El líder con más carisma y respaldo social dentro de la comunidad es Moqtada Al Sadr debido al enorme peso de su familia. Es un clérigo impulsivo, impredecible, nacionalista y abiertamente crítico con la injerencia de Irán. Su brazo armado es el Ejército del Mahdi, rebautizado como Brigadas de la Paz, y su partido político ha sido el ganador de las últimas dos elecciones.

Al Sadr fue una pesadilla para Estados Unidos y se ha convertido una pesadilla para el sistema porque ha ordenado en varias ocasiones a sus seguidores ocupar el Parlamento. «Ahora se ha retirado de la primera línea y eso ha servido para tranquilizar la situación., explica el profesor Jabar. ¿El motivo? El ayatolá Al Hari, a quien su padre nombró como figura espiritual a la que había que hacer tener siempre en cuenta, ha emitido una fatua (edicto religioso) para ordenarle retirarse de la política. Ese movimiento fue clave para romper el bloqueo de Al Sadr y permitir la formación de un nuevo gobierno en Bagdad.

«Hemos pedido al imán que mantenga la seguridad en el país», es la respuesta de Mehdi, estudiante de Odontología de 19 años, cuando se le pregunta por su visita al santuario de Al Kadhimiya. Nació un año después de la invasión y ha crecido entre la guerra sectaria y la guerra contra el Estado Islámico. «Hemos superado los enfrentamientos internos entre grupos y queremos mirar al futuro unidos, como iraquíes», afirma este joven con seguridad. Su grupo de amigos asiente. A ellos, más que las sectas, les preocupan el desempleo, la corrupción, la falta de servicios y la seguridad, esa es la petición más importante que realizan en este lugar santo.