Rusia y Ucrania se inmolan en Bajmut

Miguel Pérez MADRID / COLPISA

INTERNACIONAL

Bajmut en una foto de archivo
Bajmut en una foto de archivo NICOLAS CLEUET / ZUMA PRESS / CO | EUROPAPRESS

El pronóstico apunta a que caerá en manos rusas, aunque está por ver si será una victoria irreversible

12 mar 2023 . Actualizado a las 13:04 h.

Bajmut es ya el nombre del infierno. Hay expertos en la guerra que pronostican un enorme escalofrío de horror y asombro en el mundo cuando realmente se conozca la cifra de soldados y civiles muertos en esta pequeña ciudad de Donetsk hoy irreconocible tras cientos de bombardeos. Quedan apenas 4.500 vecinos y ni un solo edificio que no haya resultado destruido o dañado. En Bajmut se han sobrepasado los límites del enfrentamiento para entrar en el de la autoinmolación de los Ejércitos ucraniano y ruso, que combaten sin cesar. Mientras, toma consistencia la idea de que este frente definirá el futuro de la propia invasión.

Un largo enfrentamiento: desgaste y bloqueo

De tratarse de una victoria de honor, simbólica tanto para Ucrania como para Rusia, la batalla de Baj­mut ha pasado a tener una finalidad eminentemente práctica y, sobre todo, despiadada. El objetivo ahora es el desgaste, provocar el mayor número de bajas en el bando enemigo, lo que apunta a un final catastrófico si el pulso se alarga más tiempo. Estados Unidos y la OTAN son cada vez más conscientes de que el enfrentamiento está reduciendo el potencial de los dos ejércitos y condicionará una hipotética ofensiva rusa y la contraofensiva ucraniana en primavera. Muy posiblemente, todo el conflicto en el Dombás. 

La obsesión de Moscú y Kiev por esta pequeña plaza ya hace pensar a algunos analistas occidentales que se ha abierto un cierto y peligroso camino hacia el suicidio de los dos ejércitos. Existe una sensación de «pérdida de control» a la hora de medir los daños, en contraste con los asedios de Mariúpol y la planta de Azovstal, sus precedentes más brutales, donde al final se negoció una salida pactada para evitar una gran masacre. La enorme cantidad de vidas perdidas en el frente de Bajmut —sometido a un non stop permanente— alarma por la catástrofe humanitaria que representa. Hay una fiereza insoportable que recuerda intensamente a los peores episodios de la II Guerra Mundial. El Gobierno de Zelenski oculta celosamente su balance de víctimas, pero señala que Rusia pierde cada día 700 soldados. La OTAN maneja la cifra de 500. Y otros observadores más objetivos calculan que los dos bandos sufren bajas numerosas que se aproximan en conjunto a los mil fallecidos, heridos y prisioneros diarios. La vida huye de Bajmut.

 La otra estrategia presente en esta batalla es el bloqueo. Ucrania afirma que, concentrados en este enclave, los invasores no pueden extender su lucha al resto del sur, lo que complicaría a Kiev la posibilidad de guardar una línea defensiva de mil kilómetros de longitud.

 El Instituto de la Guerra de Was­hington añade que, tras las tremendas pérdidas de estas últimas semanas, el Kremlin carecerá de tropas y equipamiento para realizar operaciones a gran escala «en cuestión de meses», o bien plantearse la ocupación de los fortines ucranianos de Kramatorsk y Sloviansk, sus siguientes escalas en la ocupación. Lo mismo piensa Moscú respecto a su enemigo: mientras Ucrania siga defendiendo Bajmut perderá tropas, munición que debería reservar de cara a salvaguardar futuras posiciones y concentración para planificar contragolpes. ¿Qué gana Ucrania? La diezmada élite invasora «Cada día que defendemos la ciudad nos permite ganar tiempo». Es el resumen que el comandante de las fuerzas terrestres ucranianas, Oleksandr Syrskyi, realiza sobre los beneficios de mantener la lucha en Bajmut. Pero no solo se trata de tiempo. El centro de análisis estadounidense asegura que los resistentes logran además una destrucción sistemática de las unidades de élite que Moscú envía continuamente a las trincheras.

Lo que parecía una fantasía del horror hace un mes —que los mandos rusos han lanzado a miles de efectivos en oleadas a sabiendas de que caerían bajo las balas, pero no sin antes revelar las posiciones de los tiradores enemigos—, hoy se sabe que empapa de sangre una fina franja de terreno de 300 metros que separa a los dos bandos. Entre 30.000 y 40.000 mercenarios han fallecido, huido o resultado heridos, lo que ha diezmado al Grupo Wagner, que se ha visto obligado a abrir 42 centros de reclutamiento y busca voluntarios en los clubes deportivos de Rusia. También existe un número indeterminado de marines y paracaidistas que «ya no volverán a combatir en otros lugares», según destaca el mando ucraniano.

¿Qué gana Rusia? El segundo anillo de defensa

El Kremlin considera a Bajmut como el punto sobre el que pivota la segunda línea de defensa de los ucranianos en el óblast de Donetsk. El primer anillo ya cayó cuando avanzaron hasta las inmediaciones de la ciudad hace semanas. La conquista les abriría el abanico para dirigirse en diferentes direcciones a otros puntos con el ánimo de romper el frente y les proporcionaría el control de un nudo de comunicaciones, así como del canal de agua que garantiza el suministro en la región de Donetsk. En esta guerra no se trata solo de ganar terreno sino de dominar el agua. Los fuertes combates en Jersón a mediados de abril del año pasado tuvieron también una de sus principales razones de ser en el control del río Dniéper y el canal que cubre las necesidades de agua de Crimea. Ucrania ya cegó este cauce a la altura de Nueva Kajovka en el 2014 con sacos de tierra devastando la pujante industria agrícola de la península anexionada a la Federación Rusa.

 El segundo beneficio que el Kremlin espera conseguir es colocar a Slaviansk y Kramatorsk al alcance de sus ataques aéreos y de su infantería, el último dique de la resistencia en la región. «Capturar Bajmut permitirá nuevas operaciones ofensivas adentrándose en las líneas de defensa de las Fuerzas Armadas de Ucrania», ha declarado el ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigú. Slaviansk tiene una notable importancia simbólica para el presidente, Vladímir Putin, y las autoridades prorrusas, ya que fue la primera ciudad que estos doblegaron el 5 de julio del 2014, cuando se originaron los primeros disturbios en el Dombás.

 Sin embargo, el Pentágono y la Inteligencia occidental están seguros de que la caída de Bajmut no supondrá un cambio sustancial. Las tropas invasoras deberán avanzar hacia los bastiones ucranianos superando Chasiv Yar y zonas donde predominan las colinas y el enemigo tendrá una clara ventaja.

El momento actual: resistencia o retirada

El presidente, Volodímir Zelenski, anunció a principios de esta semana su decisión de enviar nuevas tropas a Bajmut para «fortalecer» su defensa. Sin embargo, la orden choca con el actual estado de su Ejército allí. Los análisis militares señalan que las bajas han crecido exponencialmente a partir de que los mercenarios han controlado los flancos de la ciudad, y destacan el riesgo que corren de quedar embolsados.

 No obstante, la táctica rusa no parece discurrir por esa vía. El Instituto de la Guerra de Washington cree que los invasores tratan de obligar a los ucranianos a abandonar sus fortificaciones y dirigirlos hacia una única salida posible, aparentemente convencidos de que una lucha urbana cuerpo a cuerpo solo incrementará el número de víctimas y el consumo de una munición que escasea día a día. En el lado ucraniano se maneja también la hipótesis de que Zelenski ha enviado refuerzos para dotar de cobertura a los defensores en un movimiento escalonado de retirada y desgaste. De hecho, los soldados cavan ahora mismo nuevas trincheras en posiciones más retrasadas, en lo que parece una estrategia que forzaría a los rusos a entablar combates calle por calle dentro de una ciudad en ruinas que les es desconocida y que los ucranianos pueden haber sembrado de trampas.

 La munición: la carrera de los misiles

El espionaje británico se muestra convencido de que Rusia necesita hacer acopio de misiles para futuras ofensivas. Su industria militar ha aumentado la producción mientras los artilleros han reducido la actividad. El masivo bombardeo ruso registrado del jueves es el primero del último mes. «El intervalo entre olas probablemente está creciendo porque Rusia necesita almacenar una masa crítica de misiles recién fabricados, directamente de la industria», informa la Inteligencia del Reino Unido. No descarta que el Kremlin esté acumulando proyectiles para una futura ofensiva contra Kiev; un temor que ha llevado a Occidente a recomendar a Zelenski que guarde munición. 

En Estados Unidos, la situación también comienza a resultar difícil. El Centro de Estudios Estratégicos ha alertado de que el ritmo de disparos de Ucrania, unos 7.700 misiles al día, es superior a la capacidad de fabricación de la industria estadounidense. Los estudios de esta institución calculan que volver a llenar los depósitos de obuses o cohetes Stinger y Javelin tardará entre diez y quince años. La OTAN también ha detectado que Kiev dispara más proyectiles de los que producen en su conjunto los países aliados. La táctica de los dos bandos no responde a ninguna de las reglas clásicas de la guerra, donde resulta esencial el cálculo de las reservas de munición en cada golpe.

 El Grupo Wagner: conflicto con el Kremlin

El empeño de Yevgeny Prigozhin por subrayar el peso de sus mercenarios en el cerco de Bajmut y sus continuas denuncias de que el suministro de municiones le es negado reiteradamente forma parte de un conflicto político que enfrenta al jefe del Grupo Wagner con el ministro de Defensa ruso. Desde que Serguéi Shoigú designó al jefe del Estado Mayor, Valeri Guerásimov, como el máximo responsable de las tropas en el frente, los roces se han incrementado de modo notorio. 

Prigozhin ha criticado reiteradamente las tácticas de Shoigú, para satisfacción del sector ruso más radical, pero sabe que en ese viaje ha empeñado su crédito. Si sus paramilitares resultan derrotados después de denunciar los fracasos del Ejército regular, su influencia en Moscú quedará reducida a niveles mínimos y pondrá en peligro la expansión de su empresa, que ha extendido su negocio mercenario a la guerra cibernética. «Es una lucha política y se produce en Bajmut», dice un analista ruso.

 ¿Victoria irreversible? Unos antecedentes pésimos

El futuro de la ciudad se decidirá en los próximos días. El pronóstico apunta a que caerá en manos rusas. Ahora bien, ¿será esa una victoria irreversible? El secretario de Estado norteamericano, Lloyd Austin, no lo ve así. «Seguirá siendo disputada. Como hemos visto en el pasado, los ucranianos tienden a contraatacar cuando se presenta la oportunidad. Así que está por ver cómo acabará esto». El Instituto de la Guerra comparte su tesis. Recuerda que cuando Moscú tomó Severodonetsk y Lisichansk el pasado verano, la ocupación duró apenas unos meses y los ucranianos recuperaron posteriormente grandes áreas de Lugansk. El Kremlin sufre enormes dificultades para mantener intactas sus conquistas debido a la inversión que le supone su defensa en militares y material militar