«No veo ninguna perspectiva en Rusia, es muy difícil desarrollarse»

Brais Suárez
Brais Suárez OPORTO / LA VOZ

INTERNACIONAL

Ciudadanos rusos caminan frente a una antigua tienda de Ikea en Moscú
Ciudadanos rusos caminan frente a una antigua tienda de Ikea en Moscú MAXIM SHIPENKOV | EFE

La economía rusa sobrevive a las drásticas sanciones de Occidente, pero los rusos se resienten

20 feb 2023 . Actualizado a las 11:26 h.

Desde el shock inicial tras la invasión a Ucrania, la economía rusa no mostró grandes achaques hasta este enero. El déficit presupuestario superó los 25.000 millones de dólares, una cifra récord desde 1998, cuando el país entró en suspensión de pagos. Rusia sigue funcionando con relativa normalidad, pero la inestabilidad de los ingresos por exportaciones energéticas, el exceso de gasto bélico y la dificultad para adquirir materiales estratégicos empiezan a desgastarla.

Pese a todo, el país cerró el 2022 con el mayor superávit de su historia, de 227.000 millones de euros. Es decir, las sanciones no impiden que siga exportando, pero le dificultan adquirir lo que necesita. En concreto, las exportaciones desde la UE se redujeron en un 35,6 %, según Eurostat, pero las exportaciones rusas a la UE aumentaron en un 53,1 % entre marzo y diciembre. Según un informe elaborado por Free Russia Foundation, con datos recogidos por las aduanas rusas, en el 2022 Rusia recondujo una gran parte de sus exportaciones energéticas a China e India y, aunque perdió proveedores claves como Japón, EE.UU. o el Reino Unido, otros como Alemania mantienen un activo comercio.

El estudio pone el foco en materiales estratégicos como semiconductores y drones, cuya ausencia perturbó seriamente la actividad rusa, pero que ahora entran a través de terceros países mediante importaciones paralelas. Normalmente, son Turquía, Chipre, Emiratos Árabes y China, que se convirtió en el principal socio comercial ruso, sustituyendo a la UE como fuente de alta tecnología. Y lo más importante, pese a los bloqueos, Rusia todavía tiene acceso a grandes cantidades de divisas.

Pero la normalidad está lejos. Por ejemplo, el jefe de logística de una gran empresa alimentaria rusa explica las dificultades del último año: «Reparar las máquinas para empaquetar zumos es un gran problema, porque debemos adquirir los recambios a través de terceros países y son mucho más caros; cada vez que los compramos es como si fuera la última», explica por Whatsapp. «Además, las materias primas que solíamos traer desde Europa ya no llegan».

Los efectos repercuten en los precios de la comida. «El pan y los lácteos no dejan de subir», dice por teléfono A. V., profesora universitaria. «Me subieron el sueldo en un 10 %, pero perdí poder adquisitivo». M. A., médica de Moscú, explica: «Ya nunca comemos salmón y, en general, hay menos oferta y de peor calidad. En los centros comerciales, la mitad de los locales están cerrados». En ese sentido, otra joven comenta: «Ya ni sé cuánto sube la comida… Mi crema normal para la cara cuesta 1,5 veces más, y lo mismo ocurre con todos los medicamentos». Además, «también cierran los sitios más auténticos, que no pueden adquirir productos extranjeros», explica. «No hay ropa de marca y aunque hay buena ropa rusa, es mucho más cara», añade A. V.

La sensación de vulnerabilidad se ceba con los pensionistas; hasta un tercio afirma que solo puede permitirse lo más básico. M. A., médica, dice: «Ya no sé ni qué recetar, ya no hay antibióticos de importación y los que quedan son carísimos».

Hay otros indicadores significativos, como la caída en un 63 % de las ventas de coches nuevos. «Se fueron todos los intermediarios», cuenta un ingeniero de Moscú. «Reparar y recambiar piezas no es posible», solo con imitaciones. De las cuatro principales marcas, tres son rusas y otra, china.

A. V., profesora, reflexiona: «Todo depende de las ilusiones que tengas. Para mucha gente, la vida simplemente se encareció. Pero si aspiras a algo más, en Rusia no tienes la menor perspectiva». Por ejemplo, «hay menos exposiciones y solo de artistas rusos, lo mismo con los conciertos y el cine», explica. «Cierran las editoriales por falta de interés o por censura. Es mucho más difícil y más caro educarse y estar en contacto con el mundo». Por último, «es impensable estudiar o enseñar en universidades extranjeras de primer nivel» y «viajar también es muy complicado sin los intermediarios habituales y casi inasequible».