La ayuda internacional llega a una Turquía devastada y en estado de emergencia

mikel ayestaran ADANA / E. ESPECIAL COLPISA

INTERNACIONAL

Un hombre sostiene en brazos el cadáver de su hija tras ser liberado de los escombros en la ciudad turca de Kahramanmaras
Un hombre sostiene en brazos el cadáver de su hija tras ser liberado de los escombros en la ciudad turca de Kahramanmaras NECATI SAVAS | EFE

Adana se convierte en la puerta de entrada del apoyo humanitario, que no llegará a Siria

09 feb 2023 . Actualizado a las 19:07 h.

Ömer espera a su hija Emine. Los segundos son horas para los familiares, vecinos y amigos que asisten con impotencia a los trabajos de los equipos de rescate. Las máquinas excavadoras retiran escombro del edificio de 14 plantas derrumbado en el bulevar Baris Manço de Adana, ciudad del sureste turco convertida en la principal puerta de entrada de los equipos internacionales que han respondido a la llamada de Turquía tras el devastador terremoto del lunes.

La ayuda llega, pero la situación es muy complicada, por lo que Recep Tayyip Erdogan anunció el establecimiento del estado de emergencia durante tres meses en las diez provincias afectadas. Los últimos datos oficiales indicaron que habían fallecido más de 8.100 personas. A esto hay que sumar la cifra de heridos, que supera ya las 39.200 víctimas.

El de Emine es uno de los cientos de edificios afectados en la ciudad. Más de 360 edificios han quedado totalmente destruídos, mientras que otros están severamente dañados y se ha ordenado la evacuación de todos los vecinos ante el riesgo de que se caigan con alguna de las numerosas réplicas. Ella era ingeniera y vivía en la sexta planta. Su padre marca una y otra vez su número y el teléfono da señal, pero nadie responde. «En este edificio quedaron 80 personas sepultadas, entre ellas, mi hija. En las últimas horas han sacado cuatro cadáveres. Sé que es un milagro sobrevivir, pero no pierdo la esperanza», cuenta Ömer desde el perímetro de seguridad levantado por la Policía. Llegó aquí dos horas después del temblor y no se moverá hasta que su hija aparezca.

Las excavadoras retiran más y más escombro y algunos bomberos usan martillos de percusión. El rugir de las máquinas calla en cuanto alguno de los rescatadores percibe alguna señal de vida. Entonces se hace un silencio total. Un ligero hilo de voz sobrepasa los escombros, tan ligero como esperanzador para los familiares que asisten en directo a esta labor titánica en la que les va la vida.

Tras una primera noche a la intemperie, la Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencias (AFAD) comenzó a levantar tiendas para los desplazados en el centro de Adana. Uno de los principales bazares se transformó en un campamento improvisado para gente como Özlen Siperci y los cinco miembros de su familia cuya casa no ha quedado destruida, pero esperan la revisión de los expertos para confirmar que no hay riesgo de derrumbe. «Preferimos pasar frío que volver a sentir cómo tu hogar se mueve como una góndola, así que aquí nos quedamos», cuenta Özlen, que tuvo que salir con lo puesto de casa.

«Se puede hacer más»

Desde Ankara, Erdogan ofreció un discurso en el que detalló que habían enviado a la zona afectada «54.000 tiendas de campaña y 102.000 camas, entre otros materiales», pero Özlen no está demasiado contenta con la respuesta del Gobierno y piensa que «se puede hacer mucho más» y, sobre todo «prevenir este tipo de situaciones si se vigila más de cerca el tipo de construcción».

Isil Sirkintili es profesora de educación primaria y a ella también le parece que desde Ankara se podía hacer más, pero lo que más le preocupa en estos momentos es que «puede haber un nuevo terremoto, uno muy fuerte que arrase aún más la zona».

En el aeropuerto de Adana descansan aviones llegados de todo el mundo. La comunidad internacional ha respondido al llamamiento turco, pero no parece que esa ayuda se vaya a extender a la vecina Siria, donde la capacidad de respuesta es muy precaria. «Es una oportunidad única para restablecer el enfoque humanitario y despolitizarlo. Tiene que suceder muy rápido porque todos los días, cada hora que dejamos pasar esto, la gente está pagando el precio», declaró Fabrizio Carboni, director de Oriente Medio del Comité Internacional de Cruz Roja (CICR), quien llamó a mostrar el mismo grado de solidaridad a los dos lados de la frontera. Urge «separar la labor humanitaria de las divergencias políticas y militares», insistió.

En Adana el aeropuerto está colapsado por la llegada de vuelos de todo el mundo, una gran parte de ellos militares. En el caso de la ayuda española, al equipo de bomberos de Ericam le asignaron la ciudad de Iskenderun y a los militares de la UME, Gaziantep.

La OMS advierte de una crisis humanitaria que afectará a 23 millones de personas

j. gil

El terremoto ha dejado al descubierto la extrema vulnerabilidad de los que viven en el sur de Turquía y el norte de Siria. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indicó que 23 millones de personas están expuestas a las consecuencias del seísmo. Al mal tiempo en la región, en el caso sirio se añaden las consecuencias de más de once años de guerra, que ha dejado 2,8 millones de refugiados en el norte. «Conocemos la facultad de atención de Turquía. Las principales necesidades sin satisfacer podrían situarse en Siria, en lo inmediato y a medio plazo», dijo una responsable de la OMS, Adelheid Marschang.

Un total de 21 países europeos, 19 de ellos miembros de la UE, han enviado ya más de mil rescatistas. El Gobierno español anunció el envío del hospital de campaña del Start (Spanish Technical Aid Response Team) del equipo de emergencias de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. La OMS dispuso tres vuelos chárter con material médico, incluidos lotes quirúrgicos.

La titánica labor de los cascos blancos en Alepo: «Se está agotando el tiempo, cada segundo cuenta»

R. P.

Durante la guerra siria, los cascos blancos —también conocidos como Defensa Civil de Siria— eran los primeros en llegar allí donde caían las bombas durante la brutal ofensiva de la aviación de Bachar al Asad o los cazas rusos contra bastiones rebeldes como la ciudad de Alepo. Reconocibles por sus distintivos cascos, estos voluntarios salvaron más de 100.000 vidas en los cinco años de conflicto. Ahora se enfrentan a la titánica labor de rescatar a las víctimas del seísmo en Idlib y Alepo, áreas en manos de la oposición en las que ni la ayuda del Gobierno de Damasco ni la internacional están llegando.

«El tiempo se está agotando, cientos de personas continúan atrapadas bajo los escombros. Cada segundo puede salvar una vida, llamamos a todas las organizaciones humanitarias y organismos internacionales a que proporcionen apoyo material y ayuda», escribieron en su cuenta de Twitter. En otro tuit recuerdan que sus equipos trabajan sin descanso, a pesar de sus limitados recursos y en medio del frío invernal.

Falta de hospitales

En las áreas opositoras, el sistema sanitario ya estaba «por debajo de la línea de referencia en servicios mínimos» antes de los seísmos y era «apenas suficiente en condiciones estables», dijo a Efe el ministro de Salud en el denominado Gobierno interino de la oposición, Maram al Sheij. «Nos falta de todo, nuestras clínicas y hospitales no están preparados para tal desastre. Necesitamos tener suministros para las unidades quirúrgicas y los hospitales de traumatología, necesitamos muchas cosas», advirtió Al Sheij.

El ministro del Gobierno interino, un órgano creado por la Coalición Nacional Siria, la principal alianza opositora en el exilio, destacó que Idlib y Alepo precisan ayuda para «todos» los centros médicos y para los equipos de rescate, además de albergues y alimentos para los afectados.

Con la excepción de envíos puntuales desde las áreas de Damasco, estas regiones solo pueden recibir ayuda humanitaria a través del paso fronterizo de Bab al Hawa, que une el último bastión opositor del país con Turquía y que además ha sufrido daños a causa de los terremotos. Sí han llegado este martes a las áreas controladas por el régimen de Al Asad al menos dos aviones iraquíes, uno iraní, uno argelino y uno ruso cargados con alimentos, suministros y personal de emergencias para ayudar a los afectados por la catástrofe. Ayuda que no llegará a las áreas opositoras.

Aprovechando el caos, veinte presos yihadistas del Estado Islámico huyeron de una prisión de la policía militar en la ciudad de Rajo, cerca de la frontera turca, que resultó dañada por los terremotos y las réplicas.