La guerra del agua en Ucrania

Mikel Ayestaran COLPISA

INTERNACIONAL

HANNIBAL HANSCHKE | EFE

Los 200.000 habitantes que quedan en Mikolaiv llevan meses sin suministro en sus casas porque Rusia cortó las tomas en la ciudad vecina de Jersón

20 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Camión que llega, camión que se vacía. Los voluntarios trabajan a un ritmo frenético dentro de los remolques para repartir lo antes posible las miles y miles de botellas de agua. Fuera les espera una fila interminable de civiles que han llegado hace horas a este punto de reparto en el barrio de Ingulsky, a las afueras de Mikolaiv, para asegurarse unos litros de agua potable. «Nosotros venimos cada semana y repartimos 150 toneladas de agua, lo que alcanza a unas 10.000 personas, pero esta puede ser la última entrega porque ahora el punto de mayor necesidad es Jersón», advierte Kostya, responsable de un grupo de voluntarios llegados de Odesa y Chernomorsk.

Varios altavoces ponen ambiente en el remolque desde el que se realiza el reparto, la actividad es frenética en el interior y no hay un segundo que perder. El agua vuela y la gente se impacienta. Los nervios se apoderan de quienes llevan largo tiempo esperando y ven que se quedan sin recompensa, hay empujones, gritos, desesperación. Se acaban las botellas y solo quedan chocolatinas para repartir.

Desde octubre Rusia ha incrementado sus ataques contra la infraestructura energética de Ucrania y el presidente Volodímir Zelenski eleva a diez millones las personas sin electricidad. En Mikolaiv se añade la falta de agua dulce y desde hace meses cada día es una lucha por conseguirla. Según los responsables municipales, los rusos cerraron las tomas que dirigían el agua a esta ciudad y estaban en la vecina Jersón, a 60 kilómetros. Una vez liberada Jersón todos confían en que el problema se solucione, aunque nadie descarta que los conductos hayan quedado severamente dañados por los combates. Se trata de todo un ojo por ojo ya que los ucranianos emplearon esa estrategia con Crimea cuando Moscú se anexionó la península en el 2014.

La otra opción que tienen los vecinos para conseguir agua potable es en los puntos de suministro instalados en las principales plazas. Se acercan con garrafas, llenan todo lo que pueden y regresan a casa. Gallina, cocinera de 60 años, realiza esta operación dos veces por semana. Se lleva 30 litros ayudada por un carrito. «Moscú usa el agua como arma de guerra, como hace con la electricidad y el gas. Buscan castigar a los civiles por apoyar a Ucrania cuando esperaban que les íbamos a recibir con los brazos abiertos. Es una forma de castigo colectivo y no va a parar, por eso bombardean cada semana nuestras infraestructuras». Remolques improvisados Los más afortunados acuden a estos puntos de suministro motorizados, pero la mayoría lo hace a pie, ayudados por carros de la compra o incluso cochecitos de bebé reconvertidos en carros para cargar agua. Todo sirve para recorrer las largas avenidas de Mikolaiv. «Nuestra vida gira ahora en torno al agua. Si abro el grifo de casa muchas veces no hay y cuando sale es amarilla o marrón», explica Valentina, de 78 años y exprofesora de primaria que echa de menos ver niños en las calles de esta ciudad en la que se han reducido a la mitad los habitantes. La cercanía al frente le ha convertido en objetivo de los cohetes enemigos y muchos vecinos han escapado. «Espero que la guerra termine rápido, pero depende de Rusia», afirma al tiempo que cierra bien sus dos garrafas y pone rumbo a casa. Mañana le tocará regresar a este mismo lugar